Intelectual auténtico, crítico y creativo del Tercer Mundo. Su nombre y sus escritos alcanzan reciente repercusión en colectivos de rescate del pensamiento de Nuestra América, de Caracas y Buenos Aires. Como preámbulo de la próxima aparición del libro “Socialismo raizal y ordenamiento territorial”, de Orlando Fals Borda –compañero en la lid intelectual de Camilo Torres–, que publica Ediciones desde abajo, cabe mirar uno de los principales intereses que motivó su obra intelectual: “La crítica de nuestro peonismo y nuestro colonialismo intelectual”.
En su contexto, la obra sociológica de Orlando Fals Borda comenzó en los años 50, justo después de la crisis de la conciencia europea tras la Segunda Guerra Mundial y cuando, correlativamente, ocurrían grandes convulsiones teóricas en las ciencias y la filosofía, verbigracia, la segunda generación de la Escuela de los Annales, la historia desde abajo, los estudios sulbarternos, los estudios poscoloniales, el estructuralismo, la teoría de los paradigmas de Thomas Kuhn, la filosofía posmoderna francesa.
En América Latina, coincidió este momento con el surgimiento de las ciencias sociales críticas, la teoría de la dependencia, la nueva historiografía de José Luis Romero, la teología de la liberación y la filosofía de la Liberación, así como la sociología auténticamente latinoamericana planteada por Camilo Torres Restrepo en 1961. Un panorama intelectual que tiene además, los desarrollos propios en Colombia con la normalización filosófica, los estudios de Nieto Arteta, López de Mesa, Antonio García, Gerardo Molina, Jaime Jaramillo Uribe, Mario Arrubla, entre otros. Todo este es el ambiente cultural en el cual toma cuerpo la sociología comprometida de Fals Borda, y el que le da la impronta a su obra, a sus preocupaciones, a sus métodos, a sus intereses.
Por eso es necesario resaltar su interés por una sociología latinoamericana, por la crítica del colonialismo intelectual, el llamado a superar el complejo de inferioridad y a ser creativos, la crítica de la trasplantación teórica de conceptos de las ciencias euroamericanas a realidades con historia, formaciones y estructuras sociales tan diferentes como las latinoamericanas, su crítica del nordocentrismo y de las políticas culturales, científicas y tecnológicas euroamericanas, etcétera, preocupaciones que también ocuparon a las distintas disciplinas latinoamericanas de la época.
Colonialismo intelectual y ciencia propia
En 1978 apareció el texto de Fals Borda Por la praxis: el problema de cómo investigar la realidad para transformarla. Este título ilustra bien las preocupaciones que acuciaron al sociólogo barranquillero toda su vida y la inescindible relación que planteó entre ciencia y política. Para Fals Borda la ciencia no estaba descontaminada de la ideología ni de los intereses, pues ésta estaba anclada en la cultura, en una determinada forma de ver el mundo; respondía a la imperiosa necesidad de resolver problemas específicos, para determinados sectores, grupos, naciones.
Esta convicción llevó a Fals Borda a criticar la supuesta neutralidad valorativa de la ciencia, así como la “objetividad” según la cual el sujeto aislado del mundo, sólo dice cómo funcionan los hechos y expone la verdad pura libre de cualquier contaminación ideológica. En ese sentido, había que cuestionar las ciencias que los latinoamericanos importaban por la época: Unas ciencias positivistas, agenciadas por la Alianza Para el Progreso y su visión modernizadora y desarrollista, con las cuales Estados Unidos quería evitar que el continente terminara en los toldos del comunismo o de la Revolución Cubana.
En el artículo Las revoluciones inconclusas en la América Latina, Fals Borda hizo un dictamen para explicar las frustraciones históricas dadas en el continente. Una de estas tiene referencia a “factores negativos de grupo y personalidad”. Pues bien, en ese ensayo, aparece ya la fuerte crítica al colonialismo intelectual, a la xenofilia que padecían los intelectuales latinoamericanos (incluyendo el profesorado y los estudiantes) y a la fácil captación de los profesionales y los líderes por parte del sistema político vigente en el continente. En sus líneas denunció la imitación de las escuelas de Europa y Estados Unidos, la no formación de escuelas propias que además de estar al día con los avances universales, estimularan la creación independiente. Agregaba, además, que: “Las universidades latinoamericanas no han puesto las bases de una secuencia tecnológica previa […] Los intelectuales y la élite universitaria en general han fracasado en suministrar una ideología y una técnica apropiadas para el desarrollo latinoamericano” (1).
Cercanos en magisterio y en la influencia de Camilo Torres
Estos problemas llevaron al profesor, investigador y activista Orlando Fals Borda, a plantear la necesidad de una ciencia propia, que como él mismo reconoció, había sido Camilo Torres quien desde 1961 dejó planteado el problema. En efecto, en un escrito titulado El problema de la estructuración de una auténtica sociología latinoamericana, el sacerdote revolucionario, que según Fals era precursor de la teología de la liberación –tanto en su práctica como en su teoría–, desde entonces planteó el problema del colonialismo cultural, criticó el hecho de que las escuelas sociológicas norteamericanas y europeas tuvieran “coristas” entre nosotros y no verdaderos críticos; denunció el parasitismo científico, se refirió a la fría objetividad científica, puso de presente el afán de popularidad de los sociólogos y, por último, recalcó la necesidad de una auténtica sociología latinoamericana con dedicación y ocupación en los problemas y las situaciones típicas de nuestra región.
Una necesidad así, pues vivíamos en un espacio geográfico distinto, con estructuras y formaciones sociales diferentes, para las cuales no servía aplicar el nominalismo conceptual de las escuelas sociológicas foráneas: había que trabajar con nuestra propia realidad (2). Es notoria, pues, la influencia de Camilo Torres sobre Orlando Fals Borda.
Por supuesto, son estos problemas los que el sociólogo colombiano trabajará en el año de 1970 cuando publicó su libro Ciencia propia y colonialismo intelectual (3). Pero, si la ciencia es universal ¿a qué hace referencia la expresión ciencia propia? Esta denominación ya era radical, y con un reflejo exacto de la idea que Fals quería decir. Impactó y es un libro marcado por el ambiente revolucionario de la época, pero no era un pasquín. Constituye una propuesta seria cuyo principal objetivo fue fundar una sociología propia, que diera cuenta de las problemáticas latinoamericanas, que ayudara a entender las estructuras de poder, la evolución de nuestros órdenes sociales y que ilustrara sobre la forma cómo era posible el cambio de las estructuras de dominación existentes.
En la brega por una sociología auténtica y latinoamericana
En América Latina los sociólogos venían con metodologías foráneas, tenían en mente determinados objetos de investigación, tenían intereses muy específicos. Entonces, frente a este panorama, Fals Borda propuso reformar la disciplina, enfrentar los problemas latinoamericanos, inducir cambios controlados en la realidad e intentar darles solución sin el tutelaje y las imposiciones de la sociología venida de los centros del poder mundial de la época. La sociología propuesta era un “ciencia rebelde” al servicio de la liberación. Así las cosas, la ciencia propia de Fals Borda era una sociología latinoamericana, auténtica, encargada de estudiar nuestra realidad y comprometida con la emancipación y la cancelación de la dominación.
En ese mismo sentido, tiene explicación la parte del título: “…y colonialismo intelectual”, pues el colombiano era consciente de que éste provenía de la imitación y la asunción llana y acrítica de la sociología extranjera, actitud y comportamiento que limitaba la capacidad creativa del investigador, lo mismo que su ingenio para enfrentar realidades distintas a las del Primer Mundo bipolar.
Fals Borda llamó a reformar la universidad y cuestionar sus métodos: izó la bandera del uso político de las ciencias sociales y llamó la atención sobre la aplicación de modelos extraños a las sociedades latinoamericanas: “los trasplantes conceptuales de una cultura a otra, a diferencia de los trasplantes de órganos en el cuerpo humano, no han recibido toda la atención que merecen” (4). Todo esto con una clara conciencia de nuestro colonialismo intelectual: “Se es respetado por lo que se es, no por lo que se imita; por el aporte propio, que crea un nicho en la ciencia o en el arte mundial” (5).
Frente a la élite: por una ciencia y una cultura populares
En el mismo año, 1970, Fals Borda publicó uno de sus opúsculos más decisivos: El problema de la autonomía científica y cultural en Colombia. En este trabajo refirió la necesidad de una “cultura propia”, y la existencia de dos culturas en el país, una elitista y una popular. Esa cultura elitista era extranjerizante e imponía “grupos de referencia” foráneos, condición y falla que reducía las posibilidades de un desarrollo científico y técnico autónomo, y convertía a los profesores latinoamericanos en “peones intelectuales”. Interesante de este ensayo es que plantea también –siguiendo a Gramsci– la defensa de la “cultura popular”, sus aportes valiosos, su autonomía y su creatividad; una cultura que “constituye una reserva cultural y técnica de primer orden” (6). De esta elaboración saldría el concepto de “ciencia popular”, una ciencia humilde enraizada en los problemas de la comunidad.
Ese ensayo es una defensa del saber popular, como sus técnicas agrarias para el cultivo de la papa, sus aportes a la cultura occidental, por ejemplo, la herbología; así como una exaltación de nuestros científicos locales creativos, que realizaron aportes a la ciencia universal, como Francisco José de Caldas, o que aportaron en las ciencias sociales, entre ellos, Alejandro López, Nieto Arteta, Luis López de Mesa, Antonio García, Mario Arrubla, entre otros. Fals Borda postuló aquí la necesidad de unir saber popular con saber académico, eso sí, en diálogo con el mundo, aprovechando el aspecto útil y decantando los intereses ideológicos del colonialismo técnico. Por eso, para Fals Borda la ciencia estaba comprometida con la crítica y con la liberación humana.
De ahí que fuera un admirador del filósofo inglés Francis Bacon, para quien la ciencia debía estar al servicio del hombre y de sus necesidades y quien no desechó el saber de las gentes simples. La ciencia debía revelar los mecanismos de explotación y dominación tanto a nivel nacional como internacional. Esto implica, desde luego, la “formación de un intelectual comprometido con el esfuerzo autonomista revolucionario, que produzca ciencia y cultura como natural emanación de su conciencia social y no como simple asalariado”. Aquí, pues, la sociología ya era ciencia rebelde y, en estricto sentido, ya estaban puestas parte de las bases de la teoría que lo hizo famoso: La Investigación-Acción- Participativa (IAP), un método en el cual el saber se construye en interacción con las comunidades, y donde éste está al servicio de la emancipación de las mismas, sin que el saber deje de ser universal.
Su método y hallazgo
La IAP asumía una relación dialéctica entre teoría y práctica, dándole primacía a esta última, pues, por medio de la práctica adquiere validación la teoría –tal como en Marx–; daba prelación, igualmente, al aspecto cualitativo sobre el cuantitativo y, algo importante, cambió la relación sujeto/objeto del positivismo por la diada sujeto/sujeto. Así incluía la participación y la colaboración entre académicos y comunidades en la construcción de un conocimiento útil a las necesidades sociales propias.
Fals Borda sabía que en la ciencia la verdad no era definitiva. Ni absoluta. Sin embargo, no asumió el relativismo, pues siempre estará ahí el referente concreto para verificar las teorías. Él sabía que la verdad es una construcción de una comunidad científica, que está ligada al poder. La verdad –decía– “se da desde una posición de poder que formaliza o justifica el conocimiento aceptable. Y esta aceptación va condicionada a visiones concretas de la sociedad política y su desarrollo” (7). Es decir, como Foucault, Fals percibió que: “la verdad no está fuera del poder ni sin poder”(8). Pero incluso, yendo más allá del filósofo francés, también se percató de la relación verdad, poder y geopolítica, tal como lo expusieron luego los estudios subalternos y postcoloniales. El sociólogo colombiano comprendió que el uso geopolítico de la verdad y del conocimiento reproducía la dominación y las desigualdades entre los centros y las periferias.
Su legado
Fals Borda y la filosofía de la época confluyeron en su utopismo y en el problema de la identidad, un concepto dinámico que logra una síntesis (no total) en un determinado orden social, así como, la propuesta siempre presente de la necesidad de la integración de América Latina como respuesta a la globalización. Fals Borda construyó su propia lectura del cambio social en la historia y puso la utopía como motor de ese cambio. Pero no lo hizo de manera ingenua.
Como sociólogo que conoce la complejidad de las dinámicas sociales, supo que la transformación social implica el conflicto y la lucha. Y para lograrlo, es necesario tener ideas y estrategia. Fals rescató el concepto de subversión, como una respuesta moral a un orden injusto e inhumano. La subversión permitía poner de presente las incongruencias de la sociedad y, así mismo, vislumbrar un nuevo orden social cualitativamente superior.
Por otro lado, Fals rescató el papel del poder popular, de los jóvenes, las mujeres, los campesinos, los indígenas, los palenques, los movimientos sociales como motores necesarios de transformación; rescató sus valores de solidaridad, respeto, dignidad, autonomía, autogobierno; llamó a utilizar esos valores en la construcción de un orden post-capitalista, el socialismo raizal.
Bajo este postulado y conclusión, no proponía darle vuelta atrás a la historia, pues no todo estaba solucionado en la tradición, pero, Fals confiaba en el poder de los valores y en su potencial subversor. Por esa misma razón, luchó fervientemente por la participación social democrática desde abajo, y de la periferia hacia el centro, como asimismo advirtió Gerardo Molina, para empoderar a las comunidades y hacerlas protagonistas de su propio progreso. El socialismo raizal de Fals Borda no fue una propuesta ingenua basada en un autoctonismo chauvinista. Fue una propuesta a construir por la pluralidad de movimientos sociales, respetando su diversidad, sus modos de ver y sentir, de pensar. Era la reivindicación del pluralismo como “unidad de lo diverso”, pues sólo así es posible sobrevivir a los efectos nocivos de la globalización.
De ahí entonces, que frente a la crisis del Estado-nación por causa de la globalización, propuso para el Tercer Mundo crear un federalismo libertario, un neo-federalismo, basado en la identidad y la diversidad de las regiones. Sólo así, habría posibilidad de hacer frente a esa crisis, a la vez, que rescató la des-centralización, la autonomía y el autogobierno de las comunidades. Las regiones eran fuentes de diversidad, creatividad y riqueza, cualidades a utilizar como base y poder de agenciamiento de su socialismo ecológico y humanista. En estos contenidos consisten sus aportes al tema del Ordenamiento Territorial o espacial para Colombia y para la sociología en general.
Por último, y a eso dedicamos esta reflexión, debemos rescatar su llamado a superar la postración intelectual de la región, de la clase dirigente, de la universidad latinoamericana, sus profesores y egresados. Sólo así se potencia la creatividad y el ingenio propio para solucionar las necesidades del Tercer Mundo. Por eso, el propio Fals Borda es el mejor ejemplo y modelo de intelectual. Él construyó una teoría social rigurosa, universal y en diálogo con el pensamiento norteamericano y europeo, pero le dio la impronta propia. Es admirable su gran capacidad creativa de conceptos, y su uso ajustado a las realidades que investigó empírica e históricamente. Ese rigor le dio el puesto que hoy tiene en la sociología mundial como intelectual auténtico, crítico y creativo del Tercer Mundo.
Fals Borda demostró, como sugirió Darío Botero Uribe en días más recientes, que la universalidad se alcanza con el rigor, la profundidad del análisis, la especificación y clarificación teórica de una realidad propia y su expresión. Esto es, que “sólo profundizando en nuestra identidad alcanzaremos la universalidad concreta”. Botero Uribe sostuvo que “Los intelectuales latinoamericanos son colonizados por su propia voluntad, se sienten herederos de una realidad que no es la suya, aman una cultura que no viven; su existencia se desenvuelve en la dispersión de su propio ser enajenado; se reconocen en un mundo que los niega y niegan el mundo que podría afirmarlos” (9). Pues bien, a cancelar ese mimetismo mental, vulgar y acrítico dedicó Fals Borda sus mejores esfuerzos.
1 Antología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2010, pp. 116-117.
2 Camilo Torres. “El problema de la estructuración de una auténtica sociología latinoamericana”, en: Camilo Torres y la Universidad Nacional de Colombia, Universidad Nacional, Bogotá, 2002, pp. 139-146.
3 Ciencia propia y colonialismo intelectual, 2ª edición, Oveja Negra, Bogotá, 1971.
4 Ibíd., p. 97
5 Ibíd., p. 136.
6 El problema de la autonomía científica y cultural en Colombia”. Revista Eco, Número 126, Bogotá, 1970, p. 610.
7 “La ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones sobre la Investigación-Acción”, en: Antología, Universidad Nacional, Bogotá, 2010, p. 183.
8 Michel Foucault. Un diálogo sobre el poder, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 154.
9 Darío Botero Uribe. “El proyecto de Bolívar es una realidad en marcha. Reportaje con el filósofo mexicano Leopoldo Zea”, en: Revista Politeia, Nº 20, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1997, pp. 26-27.
*Profesor Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Santo Tomás, Doctorando en Filosofía por la misma universidad. Miembro del Grupo de Investigación en Teorías Políticas Contemporáneas (A1 en Colciencias) de la Universidad Nacional de Colombia.
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