Escrito por Serge Halimi
Germán Ardila, Pez negro, gris, ocre, tinta sobre madera, 9 x 25 cm (Cortesía del autor)
Deseemos o no una alianza entre la izquierda y ecologistas para la elección presidencial francesa del año próximo, los términos de este debate confirmaron el analfabetismo geopolítico de la mayoría de los periodistas. Porque, aun suponiendo que ninguna divergencia de política económica y social les impida a las formaciones situadas a la izquierda de Emmanuel Macron hacer frente común en su contra para la primera vuelta del escrutinio, ¿es posible decir lo mismo de la política exterior? Lo más asombroso es que esta cuestión no le interese a nadie. ¿Las relaciones con Estados Unidos, China, Rusia; la política francesa en Medio Oriente, en África, en América Latina; el poderío militar? Ninguno de estos temas parece haber sido abordado por los dirigentes de izquierda en su reunión del pasado 17 de abril. Y, lejos de mostrarse sorprendidos, los medios de comunicación prefirieron reservar sus comentarios para cuestiones tan importantes como los almuerzos vegetarianos en las cantinas escolares de Lyon, las “reuniones no-mixtas” de un sindicato estudiantil o el rechazo de una subvención al aeroclub de Poitiers.
Estrabismo atlantista
A tal punto que, cuando el animador de la reunión unitaria, Yannick Jadot, publicó un análisis de política exterior neoconservador, su contenido pasó desapercibido (1). Sin embargo varios pasajes, que podrían haber sido redactados en una oficina del Pentágono, sitúan al dirigente ecologista a la derecha de Macron. Así, por ejemplo, le atribuye el “auge de las tensiones internacionales” a “la creciente agresividad de los regímenes autoritarios que dirigen China, Rusia o incluso Turquía”. Pareciera que, en su opinión, las provocaciones jamás provienen de Estados Unidos, de Arabia Saudita o de Israel. Este estrabismo atlantista se repite cuando Jadot le atribuye a Moscú y a Pekín el monopolio de las fake news, del apoyo a los “movimientos extremistas” o de la compra de “nuestras empresas clave”. Olvida así las pseudo “armas de destrucción masiva” en Irak, el apoyo occidental y saudita al Frente Al Nusrah sirio –afiliado a Al Qaeda–, la extorsión estadounidense que inflige multas extravagantes a las empresas de la competencia y que forzó a Alstom a convertirse en una dependencia de General Electric (2). Logicamente, su texto exige por otra parte, como Donald Trump y Joseph Biden, que los europeos pongan “fin inmediatamente al proyecto gasífero Nord Stream 2” (véanse los artículos en páginas 24 y 26). Y les sugiere apoyar a “Ucrania, confrontada a la agresión militar de su vecino ruso”. Ahora bien, Kiev reclama sobre todo su adhesión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), una alianza militar de la que los ecologistas prometieron –una de sus “primeras medidas” en caso de llegar al poder– hacer salir a Francia.
El ex ministro socialista Benoît Hamon pretende a pesar de todo que los desacuerdos “no son tantos entre las formaciones ecologistas y de izquierda”. ¿Acaso esto significa que la Francia progresista podría tener mañana la política china de Tokio, la política venezolana de Washington, la política árabe de Tel Aviv y la política rusa de Varsovia?
1. “Yannick Jadot: ‘Faire reculer l’influence des régimes autoritaires ne doit pas signifier s’engager dans une nouvelle guerre froide’”, Le Monde, París, 13-4-21.
2. Véase Jean-Michel Quatrepoint, “La ofensiva legal del imperio”, Le Monde diplomatique, edición Colombia, febrero de 2017, y, sobre Alstom, el relato de Arnaud Montebourg en L’Engagement, Grasset, París, 2020.
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Micaela Houston