El 13 de marzo de 2013 fue designado Jorge Mario Bergoglio obispo de Roma, Sumo Pontífice de la Iglesia católica y monarca de la ciudad del Vaticano. Aparentemente es un hombre inescrutable, sus propuestas sorprenden a muchos y les parece imposible creer que un Papa tome ciertas actitudes. Otros colegas tratan de entender su pontificado desde la lógica de su gestión como arzobispo de Buenos Aires. Es lo más equivocado; en la Iglesia católica, y particularmente los jesuitas, no pueden entenderse como personas en particular, sino como hombres que se han dado a la Iglesia y que desarrollan sus estrategias y comportamientos en función de su posición estructural, no en forma vacía y formal, sino en la perspectiva de desarrollar un proyecto institucional que beneficie a la Iglesia y la saque de la encrucijada y la parálisis.
Con este propósito la Compañía de Jesús fue fundada en el siglo XVI, y si hoy fue designado el primer Papa originario de ella es porque los cardenales del cónclave estaban convencidos de que la situación era gravísima y que la curia romana estaba llevándola a la descomposición y el fracaso más notables. Era evidente que los cardenales sabían que la mafia de la curia había obligado a Benedicto XVI a renunciar y que esta era la última oportunidad. Lo extraordinario era ver a un jesuita que viene casi del fin del mundo, del Sur, que no fuera europeo y menos italiano.
El diagnóstico
Es evidente que Francisco se comporta como un general en operaciones y tiene claro que el problema central es restituir la Iglesia a sus funciones esenciales; si no piensa en su espiritualidad “se convierte en una ONG”; para eso plantea el regreso a los fines doctrinarios con que fue fundada. Francisco se propone volver a los orígenes y transformar la institución. La mayor prioridad es rescatarla de los oportunistas, incrédulos, mafiosos e incluso apóstatas (incrustados) que se refugian en el formalismo, el sacramentalismo y el clericalismo para sus propios fines personales y de camarillas. En esta perspectiva convocó a las “periferias” de la institución, que han sido marginadas por las estructuras burocráticas que van hacia la obsolescencia y el lucro particular, que no les importa que la Iglesia se hunda y solo están interesadas en sus lujos y prebendas.
Para eso llamó a las mujeres, a los niños, a los jóvenes, a los hombres de buena voluntad, a los marginados, los pobres, los indígenas, los trabajadores, los campesinos y las personas honestas que quieren vivir en un mundo justo, equitativo y en busca de un servicio a los que más sufren. Dentro de la Iglesia convocó a las religiosas, religiosos y a los sectores “sanos” (a los que denomina santos) del clero diocesano (y la propia curia) que están hartos de los comportamientos de las mafias burocráticas. Mirar al pasado, entender el presente para construir el futuro, un nuevo futuro, la concreción de la utopía cristiana, desarrollar y realizar una utopía posible (1).
De quiénes toma Francisco sus estrategias
En términos generales los analistas han coincidido en que Francisco aplica el concepto de Teología del Pueblo desarrollado por los teólogos Lucio Gera, Rafael Tello, Justino O’Farrel, Juan Carlos Scannone y Carlos María Galli, quienes sustituyen los conceptos de lucha de clases de la Teología de la Liberación de los setenta del siglo pasado por los de pueblo y antipueblo, de alguna manera la opción preferencial por los excluidos y no la opción preferencial por los pobres de la Teología de la Liberación. Este sería el marco teórico; otra pregunta es qué fuentes inspiran a Francisco para sacar adelante sus tácticas y propuestas.
Mis hipótesis de trabajo se remiten a la influencia de las obras de ciertos antropólogos y psicólogos sociales que publicaron en castellano ciertas obras, y que en la década de los setenta del siglo pasado fueron leídas por Bergoglio y le permitieron definir sus tácticas tan novedosas y desconcertantes, tanto para sus oponentes como para sus aliados. Esas tácticas y estrategias le permitieron desarrollar una hoja de ruta que lo llevaría de ser un joven provincial de los jesuitas al anhelo oculto de todo sacerdote: ser Papa. “Cada soldado lleva en su mochila un bastón de mariscal”, decía Napoleón Bonaparte.
En el momento de ser elegido Papa, Bergoglio era el único cardenal jesuita con derecho a voto, los otros ya eran eméritos. Nuestro hombre conocía perfectamente las reglas del juego: “El que viaja a Roma de Papa, regresa Cardenal”. En 2005, ante la muerte de Juan Pablo II, los periodistas argentinos buscaron a Bergoglio afanosamente, no estaba en ninguna parte, horas más tarde llegó a la catedral y les dijo a los periodistas, asombrados, que estaba dando una misa en una villa miseria y que había dado orden a su secretaria de que no lo interrumpieran, que no tenía nada que declarar y que iba a Roma porque lo obligaban, que si era por él no iba. Más adelante se supo que salió en segundo término frente a Ratzinger y que, ante el empate estratégico –aquel no llegaba a los dos tercios y a él no le alcanzaba–, decidió declinar para que quedara quien fue Benedicto XVI. Fue de Cardenal y volvió Cardenal; en 2013 iría de Cardenal y ya no regresaría.
Cabe recordar que Bergoglio, como muchos argentinos, puede leer y hablar en italiano y en piamontés, que se hablaban en su casa, y en la calle el castellano del Río de la Plata. Pero, al igual que muchos argentinos, el inglés no es su fuerte.
En esa década, Bergoglio fue uno de los provinciales más jóvenes de los jesuitas y todavía tenía “tiempo para leer”. No podemos olvidar que los jesuitas están reputados como los intelectuales de la Iglesia, fundados para enfrentar las novedades de la Reforma en la Iglesia católica europea. La primera obra que evidentemente leyó fue un texto que hizo furor en la Argentina entre 1972 (primera edición), 1973 (segunda edición), 1974 (tercera edición) y tengo en mis manos la reimpresión de enero de 1975, Las tácticas de poder de Jesucristo; sería imposible creer que un miembro de la Compañía de Jesús no lo leyera. Allí, el psicoanalista y antropólogo Jay Haley de la Escuela de Palo Alto, Santa Bárbara, California, se propone analizar a Jesús como político.
La Escuela de Palo Alto trabaja sobre los márgenes, los límites y no sobre los núcleos. En la misma antología incluye otros ensayos, por ejemplo, “El arte de fracasar cómo terapeuta” y “El arte de ser esquizofrénico”. Explica que hay muchos libros sobre cómo ser un buen terapeuta o una persona sana mentalmente; nuestro autor, por el contrario, lo orientará hacia lo opuesto, qué hacer para fracasar, para que entonces pueda proceder en forma madura e informada. Esa propuesta suena también muy bergogliana. Concuerda con el consejo que dio a los matrimonios: “Tírense con los platos, pero no dejen de perdonarse”, propuso el 4 de octubre de 2013.
Volviendo a Jesús como político, Haley lo considera el primero que dos milenios antes de Marx, Mao Tse Tung, Fidel Castro y otros vislumbró el papel histórico y político de los pobres. “Fue un individuo que ideó por sí solo la estrategia de una organización y que conservó un poder absoluto durante muchos siglos, perdiéndolo sólo después de una violenta lucha” (2) . Esto lo logra mediante la “táctica del hombre solo”, “haciéndose conocer como una autoridad que aportaba ideas nuevas, al mismo tiempo que lo presentaba como ortodoxia estricta” (3) . “Atacó a los líderes del establishment en forma hábil y sistemática, centrando su ataque en la doctrina religiosa ya existente. Dijo que se desviaban de la religión verdadera y al mismo tiempo se erigió en autoridad de la misma”. Para legitimarse se creó una reputación como curador, pero además puede posicionarse mediante “audaces ataques personales, si el hecho trasciende ampliamente”, como cuando insultó a los líderes religiosos o expulsó a los mercaderes del templo. Pero el mayor aporte táctico de Jesús es la “táctica del vencido”, procedimiento empleado por los débiles frente a los poderosos. Eso es precisamente lo que aplicó Francisco desde el primer minuto que fue designado Papa; se presentó ante el pueblo romano allí congregado como simplemente el obispo de Roma, sin mayores adornos, con sus viejos zapatos negros gastados por el uso, y pidió humildemente que “recen por él”.
Luego aclaró que él mismo saca brillo a sus zapatos, inmediatamente salió a relucir que dejó de lado la lujosa residencia arzobispal, que vivía modestamente en unos cuartos de la catedral y que se desplazaba en transporte público. Que salía a la esquina a comprar el periódico todos los días. Para que quede claro que no se le subió el cargo, se presentó personalmente a pagar su alojamiento de antes de entrar al cónclave y acude periódicamente a una óptica para encargar sus anteojos; que además exige que le cobren, paga en efectivo y, eso sí, pide que utilicen los marcos de los anteriores, solo las lentillas son nuevas. Es ahorrativo como buen hijo de piamonteses, que en Italia tienen fama de cuidar meticulosamente el gasto. Él mismo se sirve los alimentos en la residencia de Santa Marta, donde se quedó a vivir, descartando la residencia pontificia. Lo mismo hizo con la residencia veraniega de Castelgandolfo, que piensa transformar en museo. Implantó el modelo senciyito (sencillito, hacemos énfasis en el habla del castellano del Río de la Plata).
Francisco inauguró su pontificado definiendo al enemigo: “La cultura del descarte”, que deja fuera a los jóvenes y a los viejos. Con ese simple movimiento trata de incluir (y rescatar) a la mitad de los que se están yendo de la Iglesia. Simultáneamente, condenó al lobby gay en la Iglesia (6 de junio de 2013), una metáfora misericordiosa para referirse a las bandas de pederastas y sus protectores, aliados con los monseñores involucrados en el lavado de dinero. “No se parece a la beata Imelda”, aclaró refiriéndose a la detención por la policía fiscal italiana (evidentemente avalada por la Santa Sede) de monseñor Nunzio Scarano, acusado de traer en una avioneta desde Suiza 20 millones de euros en efectivo (junio de 2013). Pero trata de no ser homofóbico y, simultáneamente, deslinda, y en la aclaración condena, que ser gay es un pecado y pederasta un delito. Vuelve a deslindarse: “¿Quién soy yo para juzgar a los gays?”, siendo el primer pontífice que pronuncia esta palabra y, a la vez, abriendo amplios espacios para este sector, cuya presencia en la Iglesia es evidente (y numerosa). Este trabajo desde los márgenes mantiene a Francisco siempre en los límites: caminando en el filo de la navaja.
Otra novedad que aplica en su estrategia de renovar la Iglesia es la apertura de numerosos frentes de conflicto con los grupos conservadores que quieren una sola línea institucional; por lo contrario, es consciente de que la Iglesia es plural y multicultural, que es “un modelo de estructura segmentaria, donde los distintos fragmentos de la estructura se mantienen cohesionados por un sistema de equilibrio dinámico inestable” (4) y que debe dar juego a todos los sectores.
Asigna nuevos lugares a las mujeres, crea una comisión para “explorar” el diaconado femenino, los diáconos permanentes casados, el diaconado indígena de la Teología India, reivindica a Gustavo Gutiérrez y la Teología de la Liberación a la vez que hace guiños al Opus Dei y a los lefebvristas, más los integrantes de la Comisión de los 9 para reformar la Iglesia, sin descontar la discusión sobre el sacramento a los divorciados vueltos a casar y un largo etcétera. Dicha estrategia es una aplicación práctica de los libros de un conocido político argentino, Juan Domingo Perón, que adaptó las teorías de la guerra de Carl von Clausewitz, quien ve la guerra como prolongación de la política por otros medios. Invirtiendo el sentido del texto, se puede definir una táctica para la confrontación política. Von Clausewitz planteaba que una batalla que no puede ser ganada no debe iniciarse y que el asunto no consistía necesariamente en tener más tropa que el enemigo, sino que se debía construir una ventaja táctica, como la posibilidad de concentrar fuerzas en un punto que le permitiera romper las líneas defensivas del enemigo. Para eso es necesario obligar al otro a dispersar sus fuerzas para que ofrezcan siempre un punto débil. Eso es lo que hace Francisco, luego va dando los golpes, uno por uno en una situación que su oponente no es capaz de afrontar con éxito en cada caso, creando a su vez una caída de la moral de sus contrincantes que huyen sin confrontarse, ahorrando así las municiones simbólicas, políticas e institucionales.
La otra cuestión es la aplicación de conceptos de la antropología andina y norteamericana de los años setenta. Este quizá sea el aspecto menos entendido de Francisco, porque los actuales sociólogos de las religiones, muy eurocéntricos y que no analizan desde el Sur, están encandilados por los interesantes aportes de Pierre Bordieu y han pasado de un encantamiento del mundo a un desencantamiento del mundo, para luego volver al llamado reencantamiento del mundo, todo eso en veinte años. Las dinámicas culturales y particularmente las religiosas no tienen esa velocidad, y están más ancladas en la larga duración de F. Braudel que en la historia de los acontecimientos (5). Ese error los llevó a predicar la secularización como lo dominante en América Latina, aplicando el modelo europeo de la sociología de la religión, sin darse cuenta de que lo que estaba sucediendo era lo contrario: el desarrollo del pentecostalismo y el evangelismo radical y fundamentalista, sin descontar el crecimiento lento pero significativo de un sector no creyente. Francisco, siendo previsor y consciente de estos cambios, pidió perdón a los valdenses y a los pentecostales italianos por los abusos de los católicos y viajó a Suecia nada menos que para el inicio de los festejos de los quinientos años de la reforma luterana; el hombre de mayor nivel de la Compañía de Jesús, que fue fundada por un militar (san Ignacio de Loyola) para enfrentar precisamente a los luteranos.
Bergoglio parece que hubiera leído otro libro publicado en 1975 en la Argentina, la traducción al castellano de La fe en el siglo XX (6), de la antropóloga norteamericana Margareth Mead. En este texto la autora hace un análisis muy prolijo de las propuestas religiosas de la época; plantea el desfasamiento entre las culturas religiosas de las generaciones mayores y las confronta con las nuevas creencias religiosas o las nuevas formas de fe que practican los jóvenes. Este texto, sorprendentemente contemporáneo, es una respuesta de la antropología de las religiones a las teorías de la secularización europeas. La autora explica con claridad que los jóvenes siguen siendo creyentes a la manera de su propia generación y eso es lo que no entienden sus padres y abuelos. Es evidente que Bergoglio trata de entender estas nuevas formas de creencia y las aplica para revitalizar la Iglesia, en un claro llamado a romper con el anquilosamiento de los tradicionalistas, como incita a la desobediencia constructiva a los jóvenes argentinos en la Jornada Mundial de la Juventud (2013):
“¿Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? Espero lío. Que acá adentro va a haber lío. Que acá en Río va a haber lío. Pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera… Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos.
Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir; si no salen se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG. Que me perdonen los obispos y los curas, si algunos después les arman lío a ustedes, pero… es el consejo. Y gracias por lo que puedan hacer.
Miren, yo pienso que, en este momento, esta civilización mundial se pasó de rosca, se pasó de rosca (expresión coloquial argentina, que indica exceso n.a.) porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos. Exclusión de los ancianos, por supuesto, porque uno podría pensar que podría haber una especie de eutanasia escondida; es decir, no se cuida a los ancianos; pero también está la eutanasia cultural: no se los deja hablar, no se los deja actuar. Y exclusión de los jóvenes. El porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo, sin empleo, es muy alto, y es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo. O sea, esta civilización nos ha llevado a excluir las dos puntas, que son el futuro nuestro. Entonces, los jóvenes tienen que salir, tienen que hacerse valer; los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores, a luchar por esos valores; y los viejos abran la boca, los ancianos abran la boca y enséñennos, transmítannos la sabiduría de los pueblos”.
Un planteo de reconciliación intergeneracional entre jóvenes y viejos, con una estrategia superadora de lo que la misma autora planteaba en Cultura y compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional. Publicado también en castellano en la década de los setenta (7). El empleo de este lenguaje coloquial, que definió una gran cercanía con los jóvenes, es criticado implacablemente por la curia y los tradicionalistas, quienes afirman que “parece más párroco que Papa”.
Otros autores muy influyentes son dos jesuitas nacidos en España, uno peruano y el otro boliviano, ambos teóricos de la Teología India y la antropología de las religiones, Manuel M. Marzal, profesor principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú (a cargo de los jesuitas), donde dictaba antropología de las religiones, nacido en 1931, cinco años mayor que Bergoglio y que recorrió América Latina como consultor de la Celam y los mismos jesuitas en materia indígena y de religión popular. Compilador de una antología célebre (1994), traducida a varios idiomas, El rostro indio de Dios (8). Marzal había publicado un artículo sugestivo en la revista América Indígena que produjo alarma en la jerarquía: “¿Es posible una iglesia indígena en el Perú?” (1973). Allí proponía un proceso de descolonización de la Iglesia católica que había generado un clero y una iglesia extraños a las culturas locales, planteaba que se hicieran una iglesia autóctona andina y otra para las poblaciones de la Amazonía peruana, pero allí deslizaba otra cuestión, que los sacerdotes de estas iglesias autóctonas, al igual que en los ritos orientales de la Iglesia católica, debían ser casados. “En el mundo andino y la selva del Perú una persona célibe es incompleta y prácticamente todos los curas de la Sierra Andina tienen mujer e hijos”, afirmaba Marzal en forma contundente en sus clases, a las que tuve el privilegio de asistir, y citaba sus datos de campo, como buen antropólogo que era. El otro jesuita y antropólogo es Xabier Albó.
Para entender la parte más conflictiva de Amoris laetitia debemos entender qué es el servinakuy andino, mal llamado matrimonio de prueba. En el mundo andino quechuas y aimaras se unen durante un tiempo para que la pareja se vaya conociendo en términos sociales, económicos y sexuales. Albó, el mismo que acompañó a Francisco en su visita a Bolivia, sostiene que “no es acertado hablar de un matrimonio de prueba. Se trata más bien de un largo proceso matrimonial por etapas que van sellando cada vez más fuertemente el compromiso mutuo de los contrayentes y el reconocimiento de los miembros de una comunidad como una unidad familiar nueva y autónoma” (9) . Un autor norteamericano planteaba que, si se comparase la estabilidad de la estrategia matrimonial por etapas de los quechuas y aimaras con “el promedio de divorcios y separaciones que se tiene en la sociedad norteamericana, se ve uno forzado a preguntarse si son los habitantes de los Andes o nosotros los que practicamos el matrimonio de prueba” (10). Este autor concluyó que “el proceso completo, lejos de dar la oportunidad de probar a una pareja antes de comprometerse, puede verse como un lazo que refuerza la estabilidad tradicional de las uniones en los Andes” (11).
Si leemos con cuidado Amoris laetitia: exhortación apostólica sobre el amor en la familia (19 de marzo de 2016) (12), vemos cómo recoge estos planteos antropológicos y trata de alejarse del sacramentalismo vacío que condenó en su momento el mismo Francisco, señalando que muchos matrimonios celebrados en la Iglesia no eran válidos pues los contrayentes no tenían claras las responsabilidades que implicaba un matrimonio católico (13). Por el contrario, en los parágrafos 78 y 79 se rescata la relación humana en la pareja, basada en el amor: “Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público –y está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas– puede ser vista como una oportunidad para acompañar hacia el sacramento del matrimonio, allí donde sea posible”.
A modo de conclusión
A lo largo de nuestra exposición hemos mostrado un conjunto de coincidencias que aportan a una mejor comprensión de las propuestas desarrolladas durante el pontificado de Francisco. Estamos convencidos de que el Papa intenta ser un “hombre de estos tiempos” en consonancia con el Concilio Vaticano II, y desde una perspectiva modesta pero consistente trata de construir una propuesta de Iglesia desde el Sur, y retomando el carácter histórico del cristianismo se propone comprender las nuevas formas de lo sagrado en el siglo XXI.
En esta perspectiva toma de la teología propuestas muy creativas y asume los resultados de investigaciones de la psicología social, la antropología, la ciencia política y la literatura latinoamericana en la construcción y reconstrucción de la Iglesia católica, apostólica y romana. A esta altura de las realidades plurales y los cambios generacionales no podría ser de otra manera, para eso lo designaron.
De la encíclica Laudato si’
[…] La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida” (párrafo 16).
Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático”. Enmascarar los problemas es, precisamente, la tarea de las grandes empresas de comunicación masiva a nivel global mediante la manipulación mediática; sostener la guerra mediante la prensa: mentir, ocultar los síntomas, volver a mentir… levantar cortinas de humo” (párrafo 26)
Con los movimientos sociales
La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la Doctrina Social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo”.
Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden hacer mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana del “las tres T” (trabajo, techo y tierra), y también en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio. Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen! Ustedes son sembradores de cambio”.
Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal” […] no se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas”.
Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hace bien a todos”.
Debemos combatir la cultura del descarte, y aunque sus causas son estructurales, nosotros también debemos promover un cambio desde abajo en los hábitos y conductas de nuestros pueblos priorizando los intercambios al interior de la economía popular y la recuperación de lo que este sistema desecha”.
En Santa Cruz de la Sierra
Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio […] hablo de los problemas comunes […] Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo […] Si esto es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta […] Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra”.
la ambición desenfrenada de dinero que gobierna es ‘el estiércol del diablo’. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común, la hermana y Madre Tierra”.
Poner la economía al servicio de los pueblos: los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos no a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra. La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común”.
Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra. La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave […] No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Los pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas”.
1. Marzal, Manuel, La utopía posible. Indios y jesuitas en la América colonial (1549‑1767), Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1992.
2. Haley, Jay, Las tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos, Tiempo contemporáneo, Buenos Aires, 1973 (1974), [Grossman Publishers, Nueva York, 1969], traducción de Diana Machiavello, tercera edición, 1974, reimpresión 1975, p. 29.
3. íbid. pp. 33-34.
4. Masferrer Kan, Elio, ¿Es del César o es de Dios? Un modelo antropológico del campo religioso, Plaza y Valdés-CIICH-UNAM, México D.F., 2004, p. 41.
5. Este trabajo está reproducido en varios documentos anteriores. Braudel, Ferdinand, La historia y las ciencias sociales, Alianza, Madrid, 1980.
6. Mead, Margaret, La fe en el siglo XX, traducción de Alberto Luis Bixio, Emecé Editores, Buenos Aires, 1975.
7. Mead, Margaret, Cultura y compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional, Gedisa, México-Barcelona (1970, 1977), 1990.
8. Marzal, Manuel M. (comp.), El rostro indio de Dios, CRT-UIA, México D.F., 1994.
9. Albó, Xavier y Mauricio Mamani, “Esposos, suegros y padrinos entre los aimaras”, en Mayer, Enrique y Ralph Bolton editores, Parentesco y matrimonio en los Andes, P. Universidad Católica del Perú, Lima, 1980, pp. 287.
10. Carter, William E., “Matrimonio de prueba en los Andes”, en Mayer, Enrique y Ralph Bolton editores, Parentesco y matrimonio en los Andes. Universidad Católica del Perú, Lima, 1980, p. 366.
11. íbid. p. 423
12. Francisco, Exhortación apostólica Amoris laetitia. Sobre el amor en la familia, 19/3/16, http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amorislaetitia.html
13. Molina Meliá, Antonio, Los matrimonios que nunca existieron. Causas de nulidad, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 5ª edición mexicana, México D.F., 2002.
* Tomado de : “Algunas claves importantes para entender a Francisco”, en: Isabel Rauber (compiladora), Laudato si’. Reflexiones ecunémicas y marxitas para una nueva civilización, Ediciones Desde Abajo, Bogotá, agosto 2017.
** Historiador y antropólogo.