Colombia ingresa en un año electoral. No se esperan sorpresas para la elección del Ejecutivo, aunque el Congreso sí parece sometido a una mínima disputa. Los resultados de las negociaciones con las farc –y de abrise Mesa con el eln– marcarían el carácter y la potencialidad final del gobierno que emane de las urnas.
Empezó un nuevo año electoral en Colombia. En marzo de 2014 el Congreso quedará ‘renovado’, y en mayo la presidencia de la República.
Desde los primeros días de enero se siente el ambiente electoral, la propaganda y los candidatos pululan por doquier, no obstante, el ambiente de las campañas es muy distinto al que caracterizó la campaña electoral de hace cuatro años, cuando estaba en juego la sucesión de Álvaro Uribe. Ahora se tratará de una elección marcada por la búsqueda de renovación del cargo del presidente Santos, lo que hace el ambiente más parecido al de 2006 en la medida en que la elección presidencial parece jugada de antemano: el candidato presidente arranca en una posición muy favorable para obtener un segundo mandato.
Dos factores estructurales, además de la coyuntura, explican esta circunstancia. Como lo confirman todos los países donde existe la figura de la reelección: una consulta electoral dónde un presidente es candidato a su propia sucesión no es una elección como las otras. En general, el saliente es favorecido, hasta el punto que en América Latina apenas existe el reciente caso de Hipólito Mejía en República Dominicana, candidato presidente derrotado en 2004.
La ventaja del candidato a reelección es innegable, más aun en países con institucionalidad débil. Por la precariedad y excesiva dependencia de la función pública con respecto al gobierno de turno, el presidente puede manejar una cantidad importante de recursos y puestos y colocarlos al servicio de su continuidad en el cargo. Esto es así a pesar de todas las garantías legales dieñadas para impedirlo. Por otra parte, aún en los países que tienen una institucionalidad más consolidada, el presidente candidato tiene una ventaja de posicionamiento por el simple hecho de ser más conocido que sus adversarios, lo que permite que un reflejo “legitimista” del electorado juegue a su favor. Al final, la ventaja del saliente es tal que muchos consideran que la reelección es apenas una posibilidad de refrendar o no el mandato del presidente a mitad de camino, pero que lo “normal” es que el presidente electo permanezca en el cargo por dos mandatos consecutivos, de ahí la importancia de limitar la figura de la reelección a una sola vez.
Por otra parte, el presidente Santos tiene una segunda ventaja estructural por su posicionamiento central en el ajedrez político. Por el momento, sus dos principales adversarios están a su derecha (Oscar Iván Zuluaga) y a su izquierda (Clara López). Esto significa que en la eventualidad de una segunda vuelta contaría con otra ventaja importante a su favor al ser casi imposible que su adversario sume votos: los electores de Zuluaga en primera vuelta difícilmente votarían por López en la segunda, e inversamente. Esta ventaja de posicionamiento ha permitido que varios presidentes se reelijan en América Latina a pesar de una popularidad declinante, como por ejemplo Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.
Finalmente, el proceso de negociación de La Habana pesa como otro elemento que favorece a Santos. Por más diferencias y esceptisismo que tengan con este proceso, muchos electores parecen dispuestos a otorgar al Presidente un compás de espera para ver si los diálogos finalmente desembocan en la firma de un acuedo de paz.
Por todas estas razones, las elecciones presidenciales parecen jugadas de antemano, y es poco probable que una candidatura de la Alianza Verde, que se decida en consulta interna en marzo, cambie algo en el tablero. No obstante, todo eso no significa que las elecciones de 2014 no tengan una importancia crucial.
El Congreso
Estas son las lógicas del poder. Pese a éste, entre las elecciones en curso y las de 2006 también sobresale una gran diferencia. En esta última fecha, las elecciones legislativas tampoco suscitaban mayor incógnita y entusiasmo. En cambio, todo indica que serán lo más interesante de 2014. Precisamente por el gran favoritismo que goza el presidente Santos muchos le apostaron al Congreso más que a la presidencia, y varios miembros de su coalición de Unidad Nacional, que dominó en forma aplastante el Congreso saliente, no parecen contar con votación asegurada.
Recordemos que el presidente Santos heredó un Congreso elegido al final del último mandato de Álvaro Uribe, a la sombra de la gran popularidad de éste. Santos gobernó durante estos cuatro años con la antigua coalición uribista, a la cual se sumó el Partido Liberal. La constitución de la Unidad Nacional le aseguró al Presidente una aplastante mayoría en ambas cámaras. En el Senado, los partidos de la U, Conservador, Liberal y Cambio Radical sumaban casi el 75% de las curules, y en la Cámara el 82%. Más aun, de los partidos que no estuvieron en la coalición de gobierno sólo el Polo Democrático asumió una actitud explícita de oposición. El Partido de Integración Nacional no fue invitado a la Unidad Nacional sólo por su mala imagen, pero sus integrantes votaron la mayor parte del tiempo con el gobierno. En cuanto al Partido Verde, vaciló entre una posición “neutra” que lo condenaba a la irrelevancia y otra oficialista, que dado su peso limitado, tampoco le traía muchos beneficios.
Con estas mayorías, el Presidente contó con el apoyo seguro del Congreso, sin embargo, perdió en eficacia lo que ganó en gobernabilidad: una mayoría casi automática le restó relevancia al Congreso. En este contexto, muchos congresistas fueron tentados por la búsqueda de ventajas personales en vez de participar con sus aportes y críticas a la gestión del gobierno. Esto desembocó en episodios vergonzosos que desprestigiaron al legislativo, como el de la fallida reforma de la justicia.
Además, la dirección que el Presidente le imprimió a su gestión, en particular con la apertura de los diálogos de La Habana, no fue del gusto de todos los congresistas, algunos de los cuales conservaban una gran cercanía con el expresidente Uribe, opuesto al proceso.
Todos estos elementos propiciaron que las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo no hayan sido tan simples, como lo auguraba la fuerza numérica de la mayoría. De aquí que la clave de las elecciones de este año bien podrían reposar en las elecciones del Congreso más que en las del Presidente, situación bastante atípica en Colombia.
Si bien parece difícil que la Unidad Nacional pierda la mayoría en el Congreso, es muy probable que disminuya su importancia numérica. La principal novedad será la aparición de una oposición de derecha con la bancada que obtenga el Centro Democrático. Con el expresidente Uribe a su cabeza, obtendrá probablemente un importante grupo de senadores, aunque posiblemente no logre tantos representantes. La elección de una lista bloqueada (sin voto preferente) al Senado por parte del uribismo es una apuesta muy interesante y arriesgada. Por una parte, promete la elección de una bancada muy disciplinada y leal a su jefe, en la medida en que sus integrantes le deberán el puesto a Uribe más que a su propio esfuerzo, contrariamente a lo que ocurre con los congresistas elegidos por voto preferente. De este modo, la bancada del Centro Democrático ejercería una oposición fuerte a un eventual segundo gobierno de Santos.
No obstante, los antecedentes de candidaturas en listas bloqueadas en las elecciones legislativas siempre han terminado en fracasos rotundos, como como sucedió con las listas de Enrique Peñalosa y Antanas Mockus en 2006. Por más que los votos cuenten para toda una lista en las elecciones a cuerpo colegial, la gran mayoría de los electores colombianos está acostumbrada a votar a favor de una persona utilizando el voto preferente. La imposibilidad de hacerlo en el caso del Centro Democrático podría desorientar un buen número de electores y poner esta lista en desventaja con respecto a sus rivales de la Unidad Nacional. En realidad, el uribismo y los otros partidos van a jugar con modalidades totalmente distintas, lo que hace todo pronóstico incierto y promete una competencia muy interesante.
A la izquierda, el Polo Democrático encabezado por el Senador Jorge Enrique Robledo podría recuperar también unas curules adicionales, capitalizando las distintas olas de inconformidad que se manifestaron a lo largo del mandato de Santos, en particular con los movimientos campesino y estudiantil. Por otra parte, la Alianza Verde, resultado de la fusión del Partido Verde y del Movimiento Progresista, también está en situación de progresar con respecto a los resultados del Partido Verde en 2010. Si el futuro posicionamiento de esta fuerza, con respecto al gobierno no queda del todo claro, parece inclinarse más a la izquierda que el antiguo Partido Verde, lo que augura una actuación de oposición constructiva con respecto a la coalición de gobierno, con posibles aportes sobre el tema de la paz y del eventual postconflicto en particular.
Oposición múltiple
De este modo, el Congreso del 2014-2018 tendrá más espacio para oposiciones de distintas tendencias. Esto le impregnará probablemente una mayor relevancia institucional. Pero esto no es el único cambio previsible. La disminuida coalición de gobierno no será exactamente igual a la de 2010. Las fuerzas que se inclinan más a la derecha en esta coalición, el Partido Conservador y el Partido Social de Unidad Nacional, parecen ser las más amenazadas por la competencia del uribismo, fragilidad derivada también de no contar con grandes figuras nacionales que encabecen sus listas al Senado. A la inversa, el Partido Liberal, liderado por Horacio Serpa a la Cámara Alta, aspira a transformarse en la principal fuerza de la coalición, desplazando a las dos últimas. Con este panorama, se puede anticipar un deslice de la coalición más hacia el centro y menos hacia la derecha.
Si esto se confirma, el gobierno Santos II podría ser bastante distinto al de Santos I. Escenario relevante aun más si los diálogos de La Habana terminan en un acuerdo y una parte del próximo cuatrienio se caracteriza por una entrada en la era del post-conflicto. Un cambio bastante favorable para la política del Presidente. En este contexto la coalición oficialista podría estar más dispuesta a seguir el gobierno en propósitos reformistas, y el gobierno no tendría que dar tantas garantías a su ala derecha, eventualmente tentada por un acercamiento al uribismo. Como realzó en su gestión 2010-2014, el presidente Santos pareció mucho más comodo tratando con el Partido Liberal que con el Partido Conservador, que le manifestó en reiteradas ocasiones sus diferencias. Por otra parte, la presencia de una importante bancada Verde podría constituir una garantía adicional para el Presidente, en contra de las presiones de los sectores más a la derecha de su coalición.
Así las cosas, lo más importante de las elecciones 2014 radica, probablemente, en marzo y no en mayo, constituyéndose en una situación bastante inédita para Colombia. El escenario es prometedor que el Congreso tendrá en su seno más figuras nacionales de primer plano que en la legislatura pasada. Esto debería darle más relevancia en un posible escenario de post-conflicto.
Finalmente, la relevancia de las elecciones legislativas también se inscribe en una dinámica de más largo plazo. Desde 2003, las reformas políticas sucesivas transformaron de manera paulatina el escenario político, dándoles más realce a los partidos políticos. Aunque mucho queda por hacer en este ámbito, una mirada retrospectiva permite ver que el sistema de partido entró entonces en un período de reconfiguración que todavía no se cierra, pero que podría estabilizarse si se logran los acuerdos de paz con la guerrilla. Por esta razón también las elecciones legislativas adquieren una relevancia particular. El uribismo, antes reacio a organizarse en un partido, está empezando a hacerlo desde la oposición. Si las farc –y en caso de abirse Mesa con el eln– se desmovilizan y quieren participar en la política, tendrán a su vez que insertarse de una forma u otra en este escenario. Estos elementos son de primera importancia para la normalización de la política colombiana.
Lo que está en juego en estas elecciones, por lo tanto, va mucho más allá de lo que se ve a primera vista.
Por: Yann Basset*
*Doctor en Ciencia Política. Profesor de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Investigador del Centro de Estudios Políticos e Internacionales. Director del Observatorio de Procesos Electorales.