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Colombia. El extractivismo minero y los retos del movimiento social

Colombia. El extractivismo minero y los retos del movimiento social

La “apertura económica” de comienzos de los noventa y los tratados de libre comercio firmados y por firmar han precipitado la desindustrialización del país para dar paso a un modelo extractivista (1) cuyas principales expresiones son, de una parte, el surgimiento del “agronegocio” con el consiguiente acaparamiento y reconcentración de la propiedad de la tierra en vastas zonas como el Magdalena Medio y los Llanos Orientales, por ejemplo. De otra parte, la gran minería transnacional que comporta métodos de devastador impacto ambiental como la explotación a cielo abierto. Simultáneamente avanza una “mediana minería” con utilización de maquinaria costosa e igualmente impactante, con frecuencia ligada al narcotráfico y al paramilitarismo.

 

Una característica común al extractivismo agropecuario y minero que se viene imponiendo es la corrupción, ligada tanto a la expedición de los títulos mineros y las licencias ambientales como a la conformación de grandes latifundios por parte de los agronegociantes. Los primeros escándalos asociados a este último proceso, impulsado por capitales transnacionales y grandes conglomerados nacionales, ocupan ya las páginas de los periódicos (2) y espacio en algunos medios televisivos y recuerdan los que han rodeado la actuación de la minera Drummond (3).

 

En el contexto anterior es difícil imaginar cómo podría construirse la paz en Colombia una vez silenciadas las armas. La violencia del extractivismo contra la naturaleza y el trabajo humano no parece ser la mejor plataforma para lograrlo.

 

Extracción compulsiva

 

Lo anterior, sin embargo, no es un fenómeno doméstico, exclusivamente colombiano, una ocurrencia genial de los últimos gobiernos que descubrieron en los yacimientos auríferos, carboníferos y de otros codiciados metales la llave por tanto tiempo buscada para la “prosperidad”. Enfocarlo de esta manera no permite comprender la dimensión del problema y por consiguiente reducirá la resistencia de la población colombiana ante la poderosa avanzada extractivista por enfrentar, a una acción parcial, aislada e insuficiente.

 

La paradoja del mundo actual, mas concretamente del capitalismo que lo rige, es que profundiza la explotación irracional de los recursos del planeta (4) y del trabajo humano incrementando sus consecuencias, todas negativas, como el denominado cambio climático para mencionar solo uno de los graves daños ambientales que dicho sistema ha provocado. En su carrera desbocada en busca de mayores ganancias destruye la base natural y social que posibilita la continuidad de la vida en todas sus manifestaciones, por eso el destino de la humanidad esta estrechamente ligado a la superación del actual sistema. Por eso se habla de crisis global, de crisis civilizatoria, pues nada escapa, y tampoco Colombia, al malestar planetario provocado por el sistema.

 

La necesidad de expansión constante del capitalismo, incrementada al máximo en la globalización neoliberal, se estrella contra los límites de lo que puede brindar el planeta. Así la actual extracción compulsiva de minerales y combustibles fósiles coincide con el declive de los yacimientos. El denominado “pico de Hubbert”, diseñado inicialmente para determinar el momento en que comenzarían a disminuir las reservas de petróleo en Estados Unidos, y por eso conocido también como “peak oil” (pico del petróleo) lo están aplicando a diversos minerales. Así los investigadores españoles Antonio y Alicia Valero, han calculado que “…el pico de extracción de metales básicos como el hierro se alcanzará en 2068; el aluminio, en 2057; y el del cobre nada menos que en 2024; Todavía más inquietante es saber que el “pico” de los fosfatos puede hallarse dentro del decenio 2020 – 2030, cuando uno es consciente del crucial papel que desempeñan estos minerales en la fabricación de fertilizantes fosforados, imprescindibles dentro del modelo alimentario actual…” (5).

 

La irracionalidad del modelo, basado en los combustibles fósiles (6), se expresa también en hechos como, por ejemplo, la gran cantidad de los mismos que se utiliza para transportar el petróleo de los sitios donde se extrae a los lugares donde se consume en forma de gasolina y otros derivados (7). Los investigadores españoles antes mencionados señalan igualmente que entre el 8 y el 12 por ciento de la energía primaria mundial se emplea actualmente en la extracción de minerales (8).

 

Aunque todos los estudios y análisis indican que lo aconsejable es iniciar, sin demora, el transito hacia otra economía fundamentada en nuevas fuentes energéticas menos contaminantes como la solar, el actual sistema es incapaz de dar el giro necesario y se empeña, por el contrario, en garantizar el control de las fuentes actuales y los minerales estratégicos para la industria y la guerra, acelerando a su vez su extracción.

 

En la mira de las transnacionales

 

No es de extrañar entonces que en el frenesí minero que recorre al mundo donde la disputa por el petróleo, el carbón y el gas, se amplía a minerales tradicionales como el oro, el cobre, el níquel y el hierro, entre otros, y a minerales de reciente utilización masiva como el coltán, el territorio colombiano, rico en estos recursos, esté en la mira de las compañías en su inmensa mayoría transnacionales que se dedican a la extracción, transporte y comercialización de los mismos.

 

Si bien Colombia ha sido un país minero desde la colonia española –sin que por ello el peso de la minería haya sido constante en la economía del país–, las actuales formas de extracción con tecnologías altamente destructoras como la denominada “minería a cielo abierto”, constituyen la mayor amenaza sobre la frágil ecología de su territorio. Si los páramos del país son destruidos o fuertemente afectados, el ciclo hidrológico se estropeará para siempre, más cuando la deforestación a que ha sido sometida la zona andina ya constituye un problema mayor como se puso de presente en las recientes inundaciones de 2010 – 2011, mostrando la aceleración inusitada de la escorrentía y la sedimentación del Magdalena y el Cauca, los desagües naturales del sistema andino.

 

Destruyendo el futuro

 

Los riesgos brevemente expuestos serían argumento suficiente para abandonar la senda extractivista. Sin embargo la profunda alteración que ella está generando –y generará en el futuro próximo de los frágiles ecosistemas colombianos– es más grave pues cercenará para siempre la posibilidad de otro tipo de desarrollo para el país. En efecto, la pérdida de la biodiversidad y los suelos aptos para la agricultura, son irreparables. Quien quiera comprobarlo no tiene sino que mirar lo ocurrido en el departamento del Cesar, convertido en un inmenso hueco y depósito de desechos de la minería del carbón que explota la Drummond, contaminando también el mar como quedó demostrado una vez más con el lamentable episodio del pasado 13 de enero, cuando una barcaza de la mencionada compañía vertió 1.800 toneladas de carbón en la Bahía de Santa Marta (9).

 

El extractivismo conduce a que Colombia en vez de prepararse para la transición hacia una nueva sociedad, basada en energías limpias como la solar, la eólica, incluso la hidroeléctrica, reorientada en sus dimensiones y propósitos; aprovechando las enormes potencialidades de la biodiversidad, las abundantes reservas de agua y los saberes acumulados en su diversidad étnica y cultural, se ata al carro, o mejor a la locomotora, de un falso y decrépito progreso que transita a toda velocidad la ruta que conduce al abismo.

 

Los retos: confluencia nacional e internacional

 

Ante esta realidad, y los dilemas abiertos por la misma, los retos para el movimiento social y ciudadano, para la intelectualidad comprometida, para los jóvenes, para los medios de comunicación alternativos, para toda la gama de expresiones de un país distinto y pacífico que pululan en medio de la tragedia y el conflicto son indudablemente grandes.

 

Se ha avanzado en la comprensión del problema. Así lo constatan análisis y reflexiones como los que conforman el reciente libro de la Contraloría General de la Nación (10), numerosos artículos de prensa, foros, publicaciones e incluso el surgimiento de la crítica en algunos programas y noticieros de la televisión comercial.

 

La resistencia a la gran minería transnacional en varias regiones como Santander y Tolima, donde se realizaron nuevas marchas y manifestaciones en los últimos meses son prueba de que el movimiento está vivo y creciendo. Estas expresiones han tenido eco en el Congreso colombiano, donde se han dado importantes debates.

 

Quienes impulsan el extractivismo minero y sus epígonos en los medios de comunicación comercial se muestran inquietos. No esperaban una resistencia tan pertinaz y amplia. Sin embargo, el movimiento requiere mayor coordinación e integración. La resistencia regional y local constituye su pilar fundamental, es cierto, pero también es necesario encontrar un camino para la confluencia nacional, para poder pasar a formas de resistencia más potentes. Es indispensable la vinculación, existente pero aún limitada, con el movimiento latinoamericano y tercermundista que lucha contra el extractivismo.

 

La iniciativa de moratoria minera

 

En este contexto surge la iniciativa de moratoria minera propuesta inicialmente por el geólogo Julio Fierro Morales, en su libro “Políticas mineras en Colombia” (11), lanzado el año pasado. Esta propuesta ha sido retomada por varias organizaciones sociales como la Organización Nacional Indígena de Colombia –Onic–, Sintraemsdes y Aunc. Se están sumando comités regionales como los de Yopal y Tolima, la animan organizaciones sociales y ambientales como desde abajo, Unión Libre Ambiental, Censat–Agua Viva, el Grupo Semillas, Indepaz, Compromiso, entre otras.

 

Se trata de exigir al Gobierno condiciones mínimas que permitan desacelerar la locomotora minera, comenzando por eliminar el carácter de actividad de interés público y social que le permite sobreponerse a cualquier otra y violentar las previsiones ambientales y la seguridad humana y social más elemental. Persigue que organismos independientes, conformados por expresiones sociales, académicas y de reconocido valor ético puedan revisar y negar las decisiones tomadas en ámbitos comprometidos con los intereses mineros o perneados por ellos. Busca garantizar los derechos de las comunidades étnicas, indígenas y campesinas. Se encamina a garantizar la protección de los ecosistemas terrestres y marinos esenciales para el ciclo hidrológico y la seguridad y soberanía alimentaria. Supone una reorientación profunda de la actividad minera y su subordinación a las prioridades que surgen de los derechos humanos y de las exigencias de la vida en todas sus manifestaciones.

 

La iniciativa se concreta en doce puntos que se espera respaldar con cien mil firmas para exigir el pronunciamiento del Gobierno (12). Es a la vez un insumo para la agenda nacional de paz que todos y todas debemos construir y que requiere un cambio profundo de modelo, si se quiere alcanzar una paz integral y no solo el silenciamiento de las armas. 

 

1 Según el autor uruguayo, Eduardo Gudynas, los sectores extractivistas de la economía se caracterizan porque: “En ellos se extraen grandes volúmenes de recursos naturales, que no reciben procesamiento adicional, o son procesados en forma limitada, para destinarlos a su exportación hacia los mercados globales. Se expresan como economías de enclave, con escasos encadenamientos locales o nacionales, muy dependientes de importantes inversiones (casi siempre extranjeras), y articulados con cadenas de comercialización global. Estos últimos aspectos a su vez explican una presencia determinante de compañías transnacionales en el extractivismo”. Ver “Más allá del nuevo extractivismo: transiciones sostenibles y alternativas al desarrollo” en www.transiciones.org

2 Véase “La inversión extranjera pone el ojo en el campo”, en Portafolio.co, enero 15 de 2013. Igualmente la denuncia del Representante a la Cámara por el PDA, Wilson Arias: “La multinacional Cargill en Colombia: acaparamiento sofisticado de tierras baldías” en www.wilsonarias.com , 20 de junio de 2013.

3 Al respecto véase la columna de Salomón Kalmanovitz, “La Drummond pega de nuevo” en El Espectador, 10 de marzo de 2013.

4 El capitalismo convierte en recursos y mercancías los bienes comunes. Este proceso se agudiza y generaliza en la actual etapa de la globalización neoliberal.

5 Jorge Riechmann, filósofo ecosocialista español, quien recientemente visitó el país cita el trabajo de los investigadores mencionados, denominado “Recursos naturales, energía y economía”, en su libro El socialismo puede llegar solo en bicicleta, Libros de la Catarata, 2012, Madrid., p. 173.

6 El pico conjunto de los combustibles fósiles ha sido calculado para 2030, aproximadamente, según Richard Heinberg: Peak everything; Waking Up to the Century of Declines, New Society Publishers, Gabriola Insland (Canada) 2010. Citado por Jorge Riechmann en el libro relacionado en la nota anterior

7 “…más del 40% de todo el peso de mercancías que circulan por el mundo corresponde a fuentes de energía. Esto da una medida impactante del enorme despilfarro que supone el uso de unas fuentes de energía que, además de finitas y contaminantes, requieren enormes inversiones para su transporte desde su punto de extracción hasta el lugar de consumo. Miles de buques, trenes y otros vehículos de transporte y miles de kilómetros de oleoductos y gasoductos cruzan la superficie del planeta para hacer posible la satisfacción de las necesidades energéticas humanas”. Véase El final de la era del petróleo barato, Joaquim Sempere y Enric Tello (coordinadores), Anexo 1 “Que futuro nos espera – Datos básicos sobre la crisis del petróleo”, pp. 219 y 220. Icaria Antrazyt 271, segunda edición, junio de 2008.

8 Dato citado por Jorge Riechmann en El socialismo puede llegar solo en bicicleta, Libros de la Catarata, 2012, Madrid, p. 172.

9 Veáse “Drummond y las debilidades de la gestión costera”, en Razón pública, 18 de febrero de 2013

10 El libro se denomina: Minería en Colombia – Fundamentos para superar el modelo extractivista. El trabajo de elaboración de los documentos que lo componen fue dirigido por Luis Jorge Garay.

11 Julio Fierro Morales, Políticas mineras en Colombia, Ilsa, febrero de 2012

12 Se puede firmar en www.moratoriaminera.org

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