Suele considerarse a los adeptos a las teorías conspirativas como individuos irracionales, delirantes. Sin embargo, sus análisis se basan en razonamientos simples y en el rechazo a las versiones oficiales de los acontecimientos. Expresan así el descrédito hacia las instituciones y el secretismo de las elites.
Contra el monopolio del discurso público. Un síntoma de desposesión
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