La disputa por el control y el dominio regional en América Latina gana en intensidad. Ahora, como en una de aquellas películas de regular factura que una y otra vez transmiten y retransmiten por los canales de televisión privados –que siempre dicen que “sólo proyectan lo mejor”–, el Gobierno regresa en varios países de la región a las manos y los dictámenes tradicionales. Y sus gobiernos, como los canales en cuestión, sólo prometen lo mejor.
Escena. Brasil y Argentina son los países donde Clío deshizo en semanas recientes sus pasos (1). No pasaron muchos días para que aquellos que accedieron a las casas de gobierno con luces proyectadas sobre todo su cuerpo permitieran ver sus reales intereses e intenciones. El caso de los Acuerdos de comercio regional es una perla de engastar en anillo, como quedó patente cuando Paraguay, secundado por Brasil, se opuso a que Uruguay entregara el pasado 12 de julio la presidencia Pro Témpore (PPT) del Mercado Común del Sur (Mercosur) a Venezuela, país al cual le correspondía recibir el mando, tal como lo establece el artículo 12 del Tratado de Asunción de 1991, documento fundacional de este Mercado (2). Días después, el gobierno argentino rompía la posición equilibrada que comportara en los primeros momentos de este litigio, sumándose al coro contra la sucesión. Sin duda, no haber posicionado a su ministra de Relaciones Exteriores, Susana Malcorra, a la cabeza de quienes pretenden suceder a Ban Ki-moon en la ONU –a quien acompañó como su jefe de gabinete–, fue el elemento decisivo para este giro.
Libreto. El canciller paraguayo, Eladio Loizaga, es la punta de lanza de un bloque que propende por rehacer los pasos de integración hacia Estados Unidos, tal como quedó evidente el pasado 29 de junio al confirmar que su país “no acepta traspasar la PPT a un Estado cuyo gobierno está buscando el cierre de un Poder del Estado a través del Supremo Tribunal de Justicia, el cierre de la Asamblea Nacional, que es la voz del pueblo” (3).
La declaración cayó en oídos sordos. Rodolfo Nin Novoa, canciller uruguayo, país que ostentaba tal posta y a quien corresponde pasarla al país designado de acuerdo a las normas ya establecidas, se rehusó a proceder según su par vecino, y sentenció que su país “no dará un solo paso para quedarse con la presidencia del Mercosur”.
Paneo. Sin ocultar quién concentra el poder en la región, el canciller interino de Brasil, José Serra, exigió en Montevideo al presidente Tabaré Vázquez y su Canciller que suspenda el traspaso de la presidencia, ante lo cual recibió como respuesta que en Venezuela no había sucedido una “interrupción del orden democrático”, tal como lo establece el Protocolo de Ushuaia (4), lo que hacía improcedente la demanda. Inconformes con la respuesta, ripostó su par paraguayo afirmando que “quien no esté cómodo en el bloque puede irse” (5).
La declaración brasileña avanzó hasta un intento de chantaje. En declaraciones expresadas ante el Congreso brasileño y retomadas por un diario charrúa (6), el canciller carioca anunció que ofrecería llevar a Uruguay a todas las negociaciones comerciales que Brasil mantenga a lo ancho y largo del planeta”. Esta humillación no podía pasar sin pena ni gloria. Rompiendo los cánones diplomáticos, Nin Novoa declaró en público su inconformidad por tal proceder (7). De aquí a llamar a consultas a sus respectivos embajadores era un solo paso, para evitar lo cual, y en un implícito reconocimiento de que la economía determina la geopolítica, a través de un comunicado público Novoa aseguró que se trató de un “malentendido” ya aclarado.
Esa decisión y esta oposición brasileña a la sucesión en cabeza de Venezuela la llevó a emitir un comunicado para todas las embajadas y oficinas estatales, ordenando no concurrir a ningún evento público donde el convocante sea Venezuela. Además de ello, asegura que dejará de aportar recursos durante este semestre al Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur, creado oportunamente para corregir las asimetrías dentro del pacto regional.
Analepsis
La intensidad de la pugna que tiene como escenario el Mercosur refleja, simple y llanamente, la crisis del proyecto progresista en la región, y con ella el cambio en la correlación de fuerzas entre quienes propugnan por romper la herencia de dos siglos de continuidad y privilegios, y quienes la defienden.
Si giramos la lente hacia la historia reciente de la región, sin mucha dificultad enfocamos la IV Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata, donde el Área de Libre Comercio para las Américas (Alca), pretendida por Estados Unidos, quedó descarrilada. Retomando la línea del tiempo, de nuevo nos situamos en 2016 y la constatación es elemental: el escenario regional es diferente. De la oscilación hacia la izquierda, iniciada en 1998 en Venezuela, el péndulo de la historia regresa por sus fueros. Varios gobiernos alternativos salieron de escena, pero no sólo esto. En los años que tuvieron a sus órdenes los destinos de sus países, no lograron hacer realidad un proyecto integracionista de carácter alternativo. Lo intentaron, pero faltó consecuencia.
Intensa lucha. Durante década y media de esfuerzos contra la institucionalidad heredada, nacieron la Unasur, la Celac, además de Alba. El propósito era estructurar una base legal para reencauzar las relaciones regionales, sus énfasis, el mercado, la producción, las líneas financieras, tras una pretendida soberanía económica, política, territorial, alimentaria. La institucionalidad ya existente, OEA, la Comunidad Andina de Naciones, el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y otras no permitían encarar el nuevo reto.
Esfuerzo con obstáculos fue aquel, ya que el terreno no estaba abandonado. A la par que así se obraba, la contraparte también hacía lo propio. La Alianza del Pacífico, mirando hacia el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), es parte de ello, lo que sintetiza la disputa en curso: dos modelos de gobierno y de poder, dos proyectos para abocar el presente y el futuro. De una parte, por aquel 2005, se situaban Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Uruguay, además de países de las Antillas y del Caribe; y de la otra estaban alineados México, Colombia, Perú, Chile y Estados Unidos, además de la mayoría de los países centroamericanos. Hoy, del primer grupo han salido Argentina y Brasil, Uruguay se mantiene entre dos aguas, y Venezuela, por la crisis en que está sumida, carece de músculo para sostener sus propuestas regionales.
Se podrá decir que este giro-crisis estuvo propiciado por la desaceleración económica en que terminaron empantanados varios de estos países, producto de la caída de sus exportaciones de materias primas. Aunque esto es verdad, también lo es que durante los años que contaron con sus mejores posibilidades no lograron concretar todo aquello que anunciaron de palabra: el Banco del Sur, aprobado en 2007; el abandono del dólar en el comercio entre Brasil y Argentina (alcanzó menos del 1 por ciento de su intercambio), el Sistema Único de Compensación Reciproca (SUCRE), proyecto que pretendía encauzar el intercambio comercial regional por vías alternas al monopolio del dólar, en el cual dejaron solo a Ecuador. Estas y otras iniciativas que terminaron engavetadas demuestran que, si bien el efecto de las acciones de la contraparte pesa, faltó consecuencia y convicción política con lo enunciado. Y el peso por las inconsecuencias no es igual para todos los países: a mayor importancia por el peso de su economía y sus ingresos, mayor responsabilidad en lo realizado o en lo dejado de concretar.
Las razones
En la última escena, a la entrada de una casa de gobierno reposa este texto: “En las chequeras de quienes ascienden a la cabeza de los gobiernos de nuestros países, como representante de grupos de poder, reposan la prioridad, las visiones y el énfasis en los proyectos que deba soportar su geopolítica”. La lente enfoca este letrero, pero también a los actores en su actividad hacia el porvenir. Luces azules y sombras enmarcan el escenario.
Detrás de una puerta alcanza a filtrarse un hilillo de voz que dice: “En política pocas cosas responden al azar, mucho menos la geopolítica”. Lo que permite deducir que la crisis de Mercosur responde a la necesidad de flexibilización de los acuerdos que en 1991 dieron paso a este Mercado, para que integrantes como Brasil y Argentina puedan firmar acuerdos comerciales de índole bilateral sin necesidad de consenso en el bloque; requerimiento también paraguayo y hasta del propio Uruguay, países todos dispuestos a integrarse a la Alianza del Pacífico y al TPP. El único país opuesto a este giro es Venezuela, transformada en obstáculo necesario de remover. La parálisis en que entra el Mercado del Sur es, por tanto, el paso previo para justificar tanto su reforma –flexibilización– como el retiro venezolano.
La cámara da un giro y enfoca al actor del norte, permitiendo ver cómo, 11 años después, recupera en esta parte del mundo el terreno perdido en 2005. Sus aliados, en la mayoría de estos países, están al frente de los respectivos gobiernos, a la par de lo cual los tres principales liderazgos políticos artífices de la oposición a su prolongada hegemonía –Partido de los Trabajadores, kichnerismo y bolivarianismo– sobrellevan crisis inocultables. También sus sociedades.
Una luz cada vez más azul, que proyecta sombras oscuras, cierra el escenario. La luz se apaga. Al final, como sucedió en 2005, todo indica que con los años vendrá un nuevo capítulo de esta serie.
1 La forma como sucedió no es el motivo de esta nota. Lo que realmente interesa es lo que permite tal giro.
2 Este artículo indica que “la Presidencia del Consejo se ejercerá por rotación de los Estados Parte y en orden alfabético, por períodos de seis meses”. De hecho Venezuela ya ejerció tal función durante 2013.
3 http://www.elpais.com.uy/mundo/paraguay-desacuerdo-uruguay-delegar-presidencia.html. Paraguay mantiene en tensión sus relaciones con Venezuela desde cuando este último país denunció la destitución en 2012 del presidente Fernando Lugo, litigio que llevó a que el primero de estos países fuera suspendido del Mercosur por un año al aplicársele la cláusula de Ushuaia.
4 Este Protocolo, firmado el 24 de julio de 1998 por lo signatarios de Unasur, más Bolivia y Chile como Estados asociados, a través de la “Cláusula Democrática” establece la exclusión del bloque del país donde sea quebrado el orden democrático.
5 Abelando, Víctor Hugo, “Con la bandera en la mano”, Brecha, 11 de agosto de 2016, http://brecha.com.uy/la-bandera-la-mano/.
6 Así, con una diplomacia del poder, lo hizo saber en público José Serra, quien viajó a Montevideo acompañado del expresidente Fernando Henrique Cardoso, uno de los principales actores políticos detrás del impeachment contra Dilma Rousseff. El País, Montevideo
7 “No nos gustó mucho que el canciller [José] Serra viniera a Uruguay a decirnos –lo hizo público, por eso lo digo– que venían con la pretensión de que se suspendiera el traspaso y que, además, si se suspendía, nos iban a llevar en sus negociaciones con otros países, como queriendo comprar el voto de Uruguay”, Sin Fronteras, 17.06.2016.