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De los Juegos Olímpicos de 1936 a la Eurocopa 2016. La función de las figuritas deportivas

En 2014, con motivo de la Copa Mundial de Fútbol en Brasil, la empresa italiana Panini vendió nada menos que mil millones de figuritas autoadhesivas con la efigie de los jugadores. En Francia, circularon ciento cincuenta millones de estas imágenes coleccionables, lo que generó un volumen de negocios de setenta y cinco millones de euros. El Campeonato Europeo de Fútbol de 2016 debería dar lugar al mismo desenfreno. Sin embargo, hay una novedad: la propia marca entregó, en 2.720 escuelas primarias francesas, 200.000 álbumes, además de sets de mesa y posters con el calendario de los partidos para los comedores escolares. “En un mundo inquietante, nuestras figuritas reconfortan”, explicó doctamente Alain Guérini, presidente de la filial francesa (1).

 

La saga de Panini comenzó en 1961, pero se inscribe en una historia muy poco conocida: este tipo de publicaciones constituyó una temible herramienta de propaganda al servicio del régimen nazi. Los álbumes que se proponen hoy, con los retratos de millonarios-mercenarios en camiseta, también vehiculan una ideología. Los “escándalos” incesantes –desde la corrupción endémica en la Fifa (Fédération Internationale de Football Association) hasta los casos más recientes que involucran a jugadores como Karim Benzema o Serge Aurier (2)– permiten dibujar sus contornos: el culto del dinero y el triunfo de la inmoralidad.

 

Los primeros álbumes se remontan a comienzos de los años 1870, cuando el director del gran almacén parisino Au bon marché decidió regalar tarjetas con imágenes a sus clientes como estrategia de fidelización. La empresa alemana Liebig-Fleischextrakt, especializada en la comercialización de extracto de carne, retomó esta táctica y la puso en práctica en distintas filiales. En 1920, hubo una innovación decisiva: las figuritas se incorporaron a los paquetes de cigarrillos, lo que tuvo como consecuencia una difusión mucho mayor. Algunos años después, en Alemania, estos álbumes permitieron que, desde los primeros meses del Tercer Reich y en una época en que no existía la televisión, la “grandeza” del nacional socialismo llegara a las masas, incluso en los pueblos más alejados. En 1933, se distribuyeron más de quinientos mil ejemplares de Deutschland erwatch [Alemania despierta]; las figuritas se incluían en los paquetes de cigarrillos que se fabricaban en Altona-Bahrenfeld, cerca de Hamburgo.

 

Las multitudes que aclamaban al Führer se federaban, al ritmo de los álbumes, en torno a los desfiles de soldados o de las asociaciones de juventud –como los Hitlerjugend o su equivalente femenino, el Bund Deutscher Mädel–, los congresos del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (Nsdap) que se realizaban en Nuremberg… Y los eventos deportivos organizados en honor del partido. Para los Juegos Olímpicos de 1936 se elaboraron dos álbumes: uno para los Juegos de Invierno de Garmisch-Partenkirchen, del 6 al 16 de febrero, y el otro para los Juegos de Verano de Berlín, que se desarrollaron entre el primero y el 16 de agosto. Aún hoy, estos álbumes se presentan con frecuencia como si hubieran sido un paréntesis, un accidente en el recorrido de la bella historia del olimpismo. No obstante, cuando uno se toma la molestia de leer los primeros llamados al boicot y se documenta sobre la preparación de los Juegos Olímpicos –que, en un principio, debían realizarse en Alemania en 1916–, se da cuenta de que el movimiento olímpico, tal como lo concibió el barón Pierre de Coubertin, podía adaptarse al uso que pretendía darle el régimen hitleriano (4). Este último, cuyo aislamiento había sido quebrado por el Comité Olímpico Internacional (COI), no hizo más que valerse de una ideología llave en mano, funcional a su política racista, antisemita y fascista

 

La historia de Jesse Owens, el atleta afroamericano que obtuvo cuatro medallas de oro, es ampliamente conocida. Sin embargo, la figurita coleccionable que lo representaba no es la más famosa de las fotografías del esprínter. En el resumen del palmarés de Estados Unidos, de describe al atleta en estos términos: “Este negro fue el hombre más popular de la semana del atletismo. Su desempeño fue posible por una capacidad de contracción muscular que probablemente no tenga parangón con ningún otro hombre. El ritmo de carrera de los mejores velocistas del mundo casi parece lento comparado con los golpes de tambor de las piernas de Owens. Su desempeño en el salto de longitud sólo es posible gracias a su aterradora velocidad de aproximación”. En definitiva, se trata de un “negro” apenas humano, animal, con un desempeño cuasi monstruoso. Otra fotografía, la primera en la que se lo ve obtener una victoria, lo muestra tras atravesar la línea de llegada, seguido por su compañero que la alcanzó una décima de segundo después.

 

Por el contrario, la figurita dedicada al lanzador de martillo consagra la fuerza de los atletas al servicio el nazismo. El texto explica cómo, cuando el lanzador Erwin Blask realizaba un segundo intento, sintió “emerger sus últimas fuerzas” cuando el Führer entró en el palco que le estaba reservado, lo que le permitió llegar al primer lugar de la serie clasificatoria. Sin embargo, quien figura en la figurita es su compatriota Karl Hein, que pulverizó el récord olímpico con un lanzamiento de 56,49 metros. Blask debió contentarse con la medalla de plata. El desempeño de Hein literalmente se sale del marco: los autores del álbum decidieron sacar al martillo de la imagen y lo dibujaron sobre el texto que relata su hazaña. El cuerpo del atleta parece ingrávido, incluso cuando, considerando su corpulencia, está claro que lo que le permite mantenerse en vertical es la inercia del movimiento de rotación. En el centro de la imagen, en la musculosa del atleta, se distingue con claridad la cruz gamada sobre el águila imperial. En esos Juegos Olímpicos, el COI, tan presto para imponer sus reglamentos, no sólo se había dejado engañar en cuanto a la tolerancia de los atletas judíos en la delegación alemana, sino que también había tolerado los emblemas nazis en la vestimenta de los deportistas.

 

Unas páginas más adelante es el turno del fútbol que, según el texto introductorio, es el deporte de los Juegos que “asegura el éxito económico de las olimpiadas”. Una figurita representa al equipo de Italia en su victoria contra Austria, en la final del 15 de agosto de 1936. En ella se percibe cierto desorden. Las miradas se orientan en varias direcciones y los jugadores realizan distintas formas de saludo. Es necesario aclarar que, desde los Juegos de Anvers en 1920, el saludo olímpico que se practicaba con el brazo derecho replegado y luego extendido hacia un lado formaba parte del ritual. Este se confundía fácilmente con el saludo nazi, que tenía los mismos orígenes antiguos. Durante la ceremonia de apertura, cinco delegaciones desfilaron realizando este “saludo olímpico”: Alemania, por supuesto, Austria, Italia, Bulgaria y Francia.

 

Las imágenes coleccionables de este álbum venían en los paquetes de cigarrillos y eran producto del trabajo de varios fotógrafos. Una de las fuentes señaladas resulta ser Presse Illustratinen Hoffmann, Berlinww. Heinrich Hoffmann (1885-1957) era el fotógrafo personal de Adolf Hitler. Si bien aquí se lo menciona entre otros profesionales, más adelante se convertirá en el único fotógrafo de numerosos álbumes, como el que celebra la “liberación” de Austria.

 

El título de ese álbum fue Wie die Ostmark ihre Befreiung erlebte [Como la marcha del Este vivió su liberación]. “Ostmark” era el término nazi para designar a Austria. Una nota fechada el primero de febrero de 1940 precisa: “Nada se opone desde el punto de vista del Nsdap a la publicación de esta obra. Las referencias se consignarán en la bibliografía nacionalsocialista”. En estas páginas, también proliferan las cruces gamadas. La figurita de una “fiesta de la gimnasia”, organizada en Breslavia en 1938, muestra más de mil gimnastas, alineados prolijamente ante al Führer. Tres líneas simétricas trazadas cual imagen de un campo magnético centrado en Hitler, representado de espaldas. Lo que surge con claridad es el aspecto militar del deporte de masas, en este caso, al servicio de la ideología nazi. Los fieles están alineados hasta perderse de vista, como soldados de una armada con poder infinito.

 

Aún hoy, pueden encontrarse una plétora de expresiones comunes al ejército y a los deportes de competición. El discurso militar es ampliamente dominante en deportes como el fútbol, en el que se distingue atacantes de defensores, se practica el arte del contraataque y donde las banderas de los países se presentan al son de los himnos nacionales. Desde hace algunos años, algunos incluso escudriñan los labios de los jugadores para ver si son buenos patriotas; en el caso de Francia, si cantan con ardor La Marsellesa.

 

El álbum de figuritas Panini que hace furor en la actualidad es el de la Eurocopa 2016. El discurso dominante pretende que este evento (como los Juegos de Río del próximo mes de agosto) favorece la amistad entre los pueblos. Mientras que en 1936 el título de una de las páginas evocaba “Una fiesta del deporte de los pueblos”, el álbum Panini de 2010 ponía el acento en el “Fairplay”. En 1978, el álbum dedicado al Mundial de Argentina presentaba los seis estadios, sin señalar, por supuesto, que la junta del General Jorge Rafael Videla usaba los dos estadios de Buenos Aires como centros de tortura antes de la competición –y también después–.

 

En todos estos álbumes, ya sea el de 1936, 1978, 2010 o 2016, se observan los mismos elementos: hombres con la mirada dura, el mentón elevado, el torso definido y el culto por el cuerpo fuerte. Los principios no han cambiado: un álbum único que se distribuye en el mundo entero y se traduce en todas las lenguas. Se venera la fuerza y habilidad en el hombre (las mujeres están completamente ausentes), lo que da lugar a un “culto de la personalidad”: las figuritas de Cristiano Ronaldo, del equipo de Portugal, de Paul Pogba (Francia) o de Zlatan Ibrahimović (Suecia) son las más buscadas.

 

En el álbum de 2016, también se reverencia el capitalismo triunfante. Si bien la distribución alcanza a ciento veinte países, se puede observar una uniformización a través del inglés: la inscripción “Uefa Euro 2016TM Qualifying Campaign Starting XI” para designar al equipo de once jugadores que jugó las clasificaciones se repite doce veces en las doble páginas. Por primera vez, también hay figuritas coleccionables del patrocinador exclusivo (una bebida gaseosa azucarada), que se consiguen en el dorso de las ciento cuarenta millones de botellas que se lanzaron al mercado. En los intercambios de figuritas, que se han convertido en elementos esenciales de sociabilidad en las escuelas, la figurita del sponsor vale diez figuritas de jugadores, aunque algunos jugadores estrella valen más, lo que refleja a las claras la importancia que cobraron las figuras en el fútbol. Así es como un niño de diez años incorpora la ley de la oferta y la demanda: no hay edad para aprender la lógica del mercado.

 

1 L’Équipe, Boulogne-Billancourt, 23 de marzo de 2016.

2 El primero fue acusado de complicidad en intento de chantaje y participación en una asociación delictiva contra uno de sus compañeros de equipo de la selección nacional francesa en noviembre de 2015; el segundo insultó a miembros de su equipo, empleando en particular injurias de carácter homofóbico hacia su entrenador.

3 Erhard y Evamaria Ciolina, Reklamebilder und Sammelalben, Battenberg, Regenstauf, 1997.

4 En Pierre de Coubertin (Perrin, 2008), Daniel Bermond recuerda que Pierre de Coubertin recibió diez mil marcos “por iniciativa personal de Hitler” para dar su apoyo a los Juegos de Berlín. Véanse también “La machinerie olympique”, en Quel sport?, n°7-8, Alboussière, julio de 2008 y “Le sport c’est la guerre”, en Manière de voir, n°30, mayo-junio-julio de 1996.

 

* Profesor en la Universidad París IV, investigador en el Instituto Ludwig Boltzmann de Historia Social en Viena (Austria), autor del libro Le Zéro et le Un, Syllepse, París, 2011.

 

Traducción: Georgina Fraser

 

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