Home Ediciones Anteriores Artículos publicados Edición Nº 125 Diálogos filosóficos e interdisciplinarios. Los imperativos de la memoria en Colombia

Diálogos filosóficos e interdisciplinarios. Los imperativos de la memoria en Colombia

Diálogos filosóficos e interdisciplinarios. Los imperativos de la memoria en Colombia

 

¿Ha podido construir la filosofía en América Latina, y en Colombia en particular, un ámbito de problemas autónomo al europeo? ¿Tienen los filósofos colombianos una lectura crítica donde la circunstancialidad de la historia tenga todavía un lugar? Cualquiera de esas preguntas cuenta con validez cada que nos reunimos a debatir en torno de esa “coseidad líquida”, difícil de asir, que llamamos la filosofía. Así se evidenció en el III Congreso Iberoamericano de Filosofía celebrado en el año 2008 en la Universidad de Antioquia, donde se abordó el primer simposio en torno del tema de la memoria, bajo el nombre “La filosofía después del holocausto, balances y perspectivas”. Cinco años después, de un simposio a un congreso, el panorama se amplía y multiplica.

La oportunidad para esta ampliación se vivió dentro del XV Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, llevado a cabo entre el 2-5 de julio del año en curso, en el cual se presentaron no menos de 222 ponencias sobre el tema en cuestión. La temática central de este XV Congreso: Memoria, Justicia y Utopía. Diálogos filosóficos e interdisciplinarios.

Abrigados por el nuevo claustro de los dominicos, un moderno edificio inteligente inaugurado para este evento en el norte de la capital del país, se reunieron por lo menos quinientas personas, atentas a participar de lo que es una palabra en boga en la filosofía y en las ciencias humanas del siglo XXI: la memoria.

Para esa ocasión, y para deliberar sobre esta temática, sesionaron en mesas, en simposios y ponentes centrales, filósofos como el español Manuel Reyes Mate, el argentino Horacio Cerruti, el mexicano Mauricio Pilatowsky y los investigadores colombianos Camila de Gamboa (Universidad del Rosario), Alejandro Castillejo (Universidad de los Andes), Leonardo Tovar (Universidad Santo Tomas) y Alberto Antonio Verón (Universidad Tecnológica de Pereira).
La temática general del congreso “Memoria, Justicia y Utopía” plantea para el continente latinoamericano tres horizontes que se funden en uno: la necesidad de una recordación integral que haga un ajuste de cuentas con las deudas del pasado y que permita la construcción de un mundo mejor. Sabemos lo complejo de esta tarea en la medida que nos encontramos muy lejos de la recomendación de Derrida: perdonar lo imperdonable. Pero, además,, siendo realistas, el modelo de civilización dominante –conocido como neoliberalismo–, impone su propia idea de justicia a partir de la economía de libre mercado.

La articulación de las palabras “Memoria, Justicia y Utopía” resulta tan fuerte que las tres ubican al orden del día el problema de la política, así como la relación que con estas palabras tienen los distintos pueblos latinoamericanos, sometidos durante quinientos años a procesos de ruptura violenta, los que se conservan vigentes desde la guerra que dio pie a la conquista, hasta las maneras actuales de explotación de los recursos naturales o de adaptación a los regímenes disciplinares del consumo y de la ciudadanía en medio de las actuales sociedades neoliberales.

 

La apertura

 

La instalación del evento arrancó con la conferencia de Leonardo Tovar, planteándose allí las líneas gruesas; me refiero a la historia común latinoamericana durante quinientos años de olvidos. Entre esos olvidos, las voces de misioneros que, con sus textos de denuncia y de protesta, indicaron el camino para la filosofía en América Latina. El debate de Valladolid acerca de la tenencia o no de espíritu entre los indígenas, protagonizada por Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, la cual le ha dado un norte político a nuestra discusión filosófica, disponiendo en ella, al orden del día, temas como la identidad, lo racial, el concepto de civilización frente al de barbarie, o el papel de la educación para la emancipación, así como las distintas formas de adoctrinamiento vividas por los pueblos de América: desde la evangelización hasta el consumismo.
El texto de Tovar, así como todo este congreso, contó con la presencia de un ausente, que no dejó de ser nombrado, Guillermo Hoyos Vásquez, quien falleciera a principios de este año y que para muchos estudiosos e intelectuales colombianos fuera una personalidad estimulante y crítica del pensamiento colombiano del siglo XX. Representante de un espíritu universalista e ilustrado, distante de las reivindicaciones esencialistas, pero abierto a la polémica acerca de los grandes problemas políticos nacionales, Hoyos tuvo la libertad suficiente para desenmascarar las falacias presentes en el poder político colombiano de la primera década del siglo XXI que representara la figura de Álvaro Uribe Vélez a quien dedicara su ironía en distintos escenarios públicos, como fue su texto de inauguración de aquel congreso iberoamericano de filosofía del 2008 en la Universidad de Antioquia.

Un hipotético investigador de memoria podría preguntarse si en Colombia este tema adquiere una importancia que en otro momento de su historia no tuvo, memoria que pudo terminar eclipsada por otras categorías como comunicación, revolución, verdad, o experiencia, por relacionar solamente algunas posibilidades. Esto permite preguntar si conceptos como memoria, justica y utopía pueden ser hoy lo suficientemente resistentes e importantes, inquietantes, como para ir más allá de las fronteras de los escritorios de los filósofos o de los salones de clase, para contribuir y enriquecer los mecanismos que estructuran la recordación de una sociedad, los reclamos ante el Derecho y más allá de éste por parte de los individuos, o las esperanzas que acerca de un futuro diferente al pesimismo en boga pueda llegar a construir una cultura. Es claro que, cada una de esas tres palabras se debaten y se han debatido en medio de un campo minado, sea el de los intereses que pueda tener el régimen político sobre lo que se recuerda o no, o la manera que se reparan los daños cometidos a los habitantes de un territorio o el tipo de futuro que se desea. Esto bien lo han sabido los sistemas políticas del siglo XX y también los modelos económicos.

 

Demandas

 

Cuando al final de la II Guerra Mundial Teodoro Adorno postuló un nuevo imperativo de la memoria: recordar para que Auschwitz no se repita, estaba planteando que a la civilización humana le era fundamental reconocer el fracaso de un proyecto cultural como el occidental que, entregado a los principios de una razón instrumental, terminó sacrificando en Europa a millones de seres humanos.

Esa siniestra capacidad civilizatoria de producir ciencia y hacer de ésta un poder de generar muerte, fue lo que inquietó entre otros a intelectuales y escritores del siglo XX a quienes se les agrupó bajo la denominación “Escuela de Frankfurt o la Teoría Crítica de la Sociedad”. Esa tradición de la Teoría Crítica encontró, en la Alemania de entreguerras, su lugar de nacimiento, y muy a pesar de los devenires de la historia del pensamiento, sus tesis han seguido vigentes, ofreciendo análisis contundentes ante la civilización occidental, sea desde el marxismo, el psicoanálisis o la cultura. Los valores de competencia y el progreso son los dominantes en estos tiempos, de allí –en parte– la importancia de la teoría crítica al mostrar cómo hemos pasado de la razón pura y práctica –de la cual escribió Kant–, a una razón instrumental tras la cual se justifica el dominio y la depredación.

El legado de pensadores del exilio judío-alemán, relacionados con esta Escuela de Frankfurt, como Adorno, Horkhaimer y Walter Benjamin, no quedó relegado al centro de Europa, ni cayó en el olvido con el final de la Segunda Guerra Mundial y de la “guerra fría”. En Madrid, varios investigadores y profesores liderados por Manuel Reyes Mate crearon desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas CSIC el proyecto de “La filosofía después del holocausto”. En esta expresión, depositada en “Dialéctica de la Ilustración” se analiza la relación entre ilustración y barbarie; ejemplo de la cual es la Alemania Nazi, una potencia de la civilización robada por el monstruo de la barbarie.

De esa transformación da testimonio en el libro de la “Dialéctica…” el pasaje de los marineros que dirigidos por Ulises cubren sus oídos con cera para así evitar ser atraídos y terminar ahogados a causa del canto de las sirenas, mientras pide a sus remeros que le aten a un mástil, pero que a diferencia de ellos no le cubran de cera sus oídos. Odiseo logra así escuchar el canto. El disfrutar de éste es entendido por Adorno como un asunto de los señores. Las sirenas ejemplifican el llamado de los impulsos extremos. Quien escucha y se deja seducir por el canto corre el riesgo de perecer. La lección, es que en la razón instrumental el pensamiento se ata a sí mismo para no caer en los impulsos irracionales. Ese atarse a los principios de la razón, como manera de no sucumbir al llamado de la irracionalidad, abrirá el camino para entender los mecanismos de supervivencia de la barbarie en medio de una pretendida racionalidad.

 

Retos y oportunidades

 

Por eso, plantear en Colombia la memoria, la justicia y la utopía como los tres grandes conceptos y temas alrededor de los cuales giró un evento filosófico, invita a que relacionemos tales conceptos con lo sucedido en la historia del país. Hace cinco años, durante la semana en que se hablaba de memoria en Medellín, se producía la llamada “Operación jaque” donde fueron liberados Ingrid Betancourt y otros compañeros suyos de secuestro.

Pero durante este julio de 2013 el tema no ha sido solamente la liberación y la guerra, sino también la posibilidad de generar desde La Habana, entre las farc y el Estado colombiano, algún tipo de acuerdo histórico. Los sesenta años de una violencia cada vez más deteriorada, no solo ha producido cantidad de víctimas –asesinados, secuestrados, desplazados, desaparecidos–, también ha abierto paso a que la reparación, el olvido, el perdón, se puedan convertir en asuntos políticos y económicos que convoquen a diferentes actores de la sociedad.

 

De esta manera, la memoria en sentido anamnetico –la memoria del sufrimiento, del esclarecimiento y la reparación de los acontecimientos del pasado–, ha entrado a ser parte de una línea filosófica que se constituye en punto de reflexión, con pistas que provienen de otras latitudes y experiencias pero que brindan luces para nuestro presente y el porvenir que buscamos como sociedad.

 

*Escritor, profesor titular Universidad Tecnológica de Pereira.

 

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