En Dinamarca, la progresiva urbanización desmantela los pueblos de la periferia. En esos territorios –llamados “la banana podrida”–, los jóvenes se van, las fábricas cierran, los servicios públicos languidecen. El reino danés parece haberse olvidado de las virtudes del Estado de Bienestar y hoy se desentiende de esas poblaciones.