El coletazo

En el mar que en otras épocas navegó Poseidón, nuevas fuerzas y poderes controlan sus aguas. Sus energías, desatadas con furia, ahogan o llevan a sus profundidades cientos de migrantes que, provenientes del norte de África, huyen, bien de guerras que desintegran a sus países, bien de la crisis económica que les impide gozar una vida en dignidad, con esperanza de buen futuro.

 

Emigran, como el polen que lleva el viento o como olas picadas que sacuden y rompen la tranquilidad de la playa. Son grupos de jóvenes, niños y adultos, mujeres y hombres que aceptan cancelar sus pocos ahorros a “comerciantes de ilusiones”, acomodándose en condiciones inhumanas en barcazas que los transportan como mercancía de poco valor a la “tierra del futuro”, la que muchos de ellos no llegarán a pisar, y en la que otros miles, al llegar, quedarán sometidos a la aplicación de políticas de control, exclusión, identificación, hasta ser deportados o aceptados como refugiados.

 

El tiempo pasará para estos ‘extraños’ con pausa de caparazón andante, haciéndoles sentir, entre el lento trascurrir de la monotonía cotidiana en tierra extraña, que aquellas canciones de la hermandad universal ahora, como siempre, siguen sonando sin ritmo, desentonadas, reducidas a motivo de burla, o utilizadas como simple soporte de discursos vanos con ocasión de las siempre difundidas cumbres de los poderosos,  las mismas que no superan la declaración de buenas intenciones.

 

Los resultados generan sentimientos duales: el dolor de los muertos, de su recuerdo, y la resignación de quienes alcanzan tierra firme. El pasado 19 de mayo, 800 ciudadanos provenientes de varios países de África, con pie en Libia y la vista puesta en los 20 kilómetros de tierra que dan forma a la isla Lampedusa, bebieron contra su voluntad las saladas aguas del Mediterráneo, hasta perder el conocimiento y el control de sus humanidades. Antes, en los cuatro meses previos, más de 900 compañeros de dolor y sueños también habían sufrido igual desenlace fatal. No sin razón, un funcionario italiano había dicho en otro momento y ante similares circunstancias: “Europa está convirtiendo a Lampedusa en un vertedero humano” (1).

 

Según organismos de refugiados, europeos y mundiales, 1.776 víctimas terminaron su vida en estas aguas durante los primeros meses de 2015, lo que les lleva a proyectar que en esta calenda será batido el récord del éxodo africano y asiático hacia Europa. De confirmarse estos augurios, en los meses que faltan por correr del presente año, los ahogados en estas aguas superarán los 3.200 que allí mismo perecieron en 2014. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se atreve a proyectar en más de 30 mil las posibles víctimas, de no corregirse la política europea ante esta crisis (2). Quienes llegan desde América Latina ya no son preocupación ni prioridad; incluso, los ciudadanos de algunos países del área ya no tendrán que presentar visa en el Viejo Continente, concesión presentada por distintos gobiernos como ‘logro’ alcanzado tras la firma de tratados de libre comercio con la Unión Europea. Colombia y Perú son algunos de esos firmantes.

 

Pero la crisis migratoria no es nueva. Francesco Rocca, presidente de la Cruz Roja Italiana, considera que viene de 20 años atrás aunque cambian los motivos que la atizan (3). En esta continuidad, entre el 11 y el 14 de febrero de 2011, más de 5.000 migrantes irregulares llegaron a Lampedusa, en su mayoría nacionales tunecinos que huían de la crisis política de su país. Por el mismo tiempo, Libia enfrentaba una intensa confrontación interna, avivada por potencias internacionales, lo que hizo que Italia le solicitara a la Frontex (Agencia de la Unión Europea para el tema de fronteras) la puesta en marcha de una operación conjunta para enfrentar la llegada masiva de inmigrantes. 

 

El llamado de atención no fue en vano. Tras el ahondamiento de diversas crisis estatales, como las de Siria, Libia, Irak, Egipto, Túnez, así como Nigeria, Mali, Sudán, Somalia, Eritrea, y la prolongación de conflictos como los de Afganistán, Palestina y otros, miles de personas toman barcos rumbo a la costa italiana. Durante 2013, cerca de 170 mil fueron rescatadas por la guardia costera italiana y por barcos de carga, y 280 mil, en condiciones de irregularidad, arribaron a la Unión Europea. La constante no decae: durante el primer trimestre de 2015 quienes llegaron en iguales circunstancias rondan la cifra de 57.300. Otros frentes de batalla, como los de Ucrania y su entorno, también aportan gente por otras rutas y fronteras, en busca de mejor destino.

 

La crisis suscitada por las nuevas oleadas de migrantes, con el terrible final en las profundidades marítimas para muchas de ellas, obliga a recordar que la destrucción, el caos y la guerra que sufren algunos países del norte africano no son casuales: son resultado de la intervención directa o por interpuestos ejércitos de potencias europeas como Francia e Inglaterra, más el infaltable Estados Unidos, que detrás de la Otan buscan copar y controlar territorios y recursos naturales –en este caso petróleo–, fundamentales para el dominio o prevalencia en la actual geopolítica global. Son éstas las expresiones directas o indirectas que por ahora deja, además, como resultado evidente, desestructuración en extensas zonas del norte africano, ahora colmado de “Estados fallidos”, en los cuales el caos imperante incrementa las motivaciones para que sus nacionales los abandonen. 

 

Países en los que, por demás, las potencias invasoras, a la hora de sacar sus tropas, no están preocupadas por dejar instalado un gobierno legítimo, indiferencia que alimenta los conflictos históricos entre etnias y grupos sociales. Los casos de Afganistán, con los talibanes; Libia, hoy con dos gobiernos, o Irak, fragmentado en prácticamente tres Estados, obligan a preguntarse si el mundo avanza hacia una periferia caotizada, como nueva estrategia de gobernanza mundial.

 

De este tipo de operaciones e intervenciones militares deviene el caos en Libia y Siria, además de la prolongación de la guerra en Irak y Afganistán, así como el surgimiento de grupos armados como el Estado Islámico, atizado, financiado y entrenado –como también lo fue Al Qaeda– en muchos de sus cuadros y comandantes por oficiales de los ejércitos de las potencias ya mencionadas (4). Antes aliados y útiles, ahora son enemigos e indeseables que actúan por cuenta propia y no como expresión –como pudiera desprenderse de una lectura fácil– de conspiraciones provocadas por algunas potencias. Son el producto, la reacción –la resistencia– de grupos sociales ante la injerencia de fuerzas internacionales que por décadas –por no ir más atrás– han hecho y deshecho en estos territorios.

 

Este tipo de resistencias proyectan efectos que van más allá de su entorno, por ejemplo, en el reciente descenso de los precios de materias primas, en lo cual aporta su gota el petróleo extraído por los kurdos iraquíes, así como el exportado a través de los puertos libios (el gobierno instalado en Tobruk creó una nueva National Oil Corporation, con lo que ahora operan en Libia dos compañías ‘nacionales’), acción e intervención que en lo inmediato, con la activación de fuerzas de diverso orden, han quitado el tapón que constituían Siria y Libia para impedir que los migrantes llegaran a su destino europeo, destruyendo con su intervención, en pos de la reclamada democracia liberal (5), los logros alcanzados por estos países en el campo de la redistribución de su renta.

 

Valga recordar que “Libia era el país más rico de África y se hallaba en el umbral mismo del programa de la ONU de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, mientras Siria era un centro de cultura y enseñanza árabe e islámico, y el país del mundo en que más libros se traducían de otras lenguas al árabe. Igualmente, Irak estaba a punto de convertirse en un país desarrollado, industrializado, con tasas de mortalidad infantil (por debajo del año y de los cinco años) comparables con las de Europa Occidental y los Estados Unidos (6).

 

Por tanto, Europa tendría que aceptar parte de su responsabilidad en esta crisis, asumiendo sin reparos a quienes llegan, además de sacar sus manos de los territorios en desorden, manos que ya estaban en tiempos del comercio de esclavos, y que en otras circunstancias y condiciones también aportaron para destruir pueblos, etnias y civilizaciones. Pero, ante la creciente de la crisis y todo el dolor que pueda generar, ante la reacción xenofóbica de parte de sus ciudadanos, prima la conveniencia política partidista de índole inmediata sobre la conveniencia y la vida de miles de personas.

Una reacción xenofóbica contra quienes llegan, culpándolos de ‘robar’ los puestos de trabajo (7) y el bienestar de sus sociedades, también sumidas en crisis económicas, alimenta el surgimiento de organizaciones ultranacionalistas fascistas o cercanas a éste: Amanecer Dorado en Grecia, Frente Nacional en Francia, Ukip en Reino Unido y Partido de la Libertad en Holanda. Ante éstas, y ante la ausencia de una opción política que retome la realidad de la recesión global del capital y las evidentes expresiones de la aguda crisis del modelo de Estado-nación que llaman a su superación, no es perceptible una adecuada salida a la realidad aquí comentada, coletazo de maniobras geopolíticas de algunos de los países más poderosos del mundo.

 

Notas

  1. Palabras de la alcaldesa de la isla, Giusi Nicolini, tras la muerte de más de 300 migrantes cerca de sus costas, en 2013.http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/04/150420_respuesta_europa_migrantes_ac.
  2. http://es.euronews.com/2015/04/21/oim-el-numero-de-inmigrantes-.muertos-en-2015-podria-superar-los-30000/.
  3. “Como ocurre habitualmente, tenemos que contar cientos de muertos para que se preste atención a un fenómeno que desde hace más de 20 años que ininterrumpidamente afecta a nuestro país, a nuestro continente, y sobre el cual, hasta ahora, no se ha dado respuesta por parte de las instituciones europeas de manera coordinada y atenta”, http://es.euronews.com/2015/04/21/oim-el-numero-de-inmigrantes-muertos-en-2015-podria-superar-los-30000/.
  4. http://brecha.com.uy/tragados/.
  5. Al parecer, la imposición de una forma de organización política a la imagen de Occidente parece estar cediendo paso, incluso en el discurso. La resolución 1674 de 2006 de la ONU, en la cual explícitamente se habla de la responsabilidad para proteger (conocida como R2P), legalizó las intervenciones de la llamada Comunidad Internacional (léase, las grandes potencias), dando lugar, de hecho, al fin de la soberanía de las naciones más pequeñas.
  6. “Hoy, tras la intervención de Europa y de los Estados Unidos, Libia es un estado fallido. […]. Tras la intervención de la OTAN, Libia no cumple ni uno solo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En Siria, el pueblo se ha visto obligado a centrarse en la defensade su soberanía ante múltiples agresiones foráneas, mientras contempla cómo los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN bombardean las ruinas de villas y ciudades ya devastadas por la guerra. En lo que hace a Iraq, luego de dos guerras que, promovidas por los EEUU y sus aliados, mataron –según las mejores estimaciones– a no menos de un millón de niños iraquíes y arruinaron las condiciones de vida de varias generaciones venideras; Iraq es un Estado incapaz de sostenerse por sí mismo y totalmente a merced de la inseguridad”.

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7939.

  1. Reacción contradictoria, pues la población migrante, por su alta vulnerabilidad, ha sido siempre instrumento del capital para forzar los salarios a la baja. Las leyes laborales, conquistadas por la fuerza de trabajo nativa, son burladas al contratarmigrantes ilegales, sometidos a condiciones infrahumanas de explotación. El capital, entonces, termina usufructuando el desorden que crea en otros lugares, y, si bien las ventajas encontradas pueden no ser producto de un plan preconcebido, no por eso dejan de ser ventajas para los empresarios. Además, la clase de trabajo que tienen que ejercer los migrantes es normalmente trabajo de alto riesgo o que atenta contra la dignidad humana.

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