Si Colombia no logra adaptar para sí las transformaciones impulsadas por las nuevas tecnologías en industria, agricultura, salud, medio ambiente, energía, educación y otros sectores, se corre el riesgo fatal de quedarse –nuevamente– a la zaga en términos de desarrollo y bienestar, y se profundizarán la llamadas brechas digital y tecnológica que separan al país de la economía del conocimiento.
La situación del país en materia de ciencia y tecnología, por no hablar de la capacidad de innovación, es catastrófica, y –no obstante que en actividades de ciencia, tecnología e innovación se mantiene cierta dinámica, como lo presentan las cifras del Observatorio de Ciencia y Tecnología de Colombia (OCYT)– es indudable que ellas están lejos de ser las deseadas, ante todo cuando se comparan con otros países, incluidos aquellos de similar desarrollo al colombiano. Y cuando se analizan en conjunto con las inversiones en investigación y desarrollo, los datos hablan por sí solos.
Las actividades de ciencia, tecnología e innovación (ACTI), como porcentaje del PIB colombiano, no llegan al 0,5 por ciento, y en los años de la primera década del 2000 su crecimiento ha sido poco representativo, lo cual se hace más crítico si se toma sólo la inversión en Investigación más Desarrollo (I+D), como porcentaje del PIB, que en la misma década llegó al máximo del 0,16 por ciento del PIB.
Desde otra perspectiva, esta situación la ahonda el hecho de que Colombia no dispone de una masa representativa de investigadores. Un estudio de la OCYT sobre la educación avanzada calcula que para 2006 sólo el 0,45 por ciento de su población estaba dedicado a la investigación. De acuerdo con los registros de investigadores de Colciencias, denominado CvLAC, de cerca de 34.000 profesionales sólo el 9 por ciento cuenta con formación doctoral y el 28 con nivel de maestría. Por ello, no sorprende que Colombia tenga tan sólo 5,8 investigadores con maestría por cada 100.000 habitantes y la mitad un 2,9 con doctorado. De las mujeres, que representan el 40 por ciento de estos actores, sólo un porcentaje del 6 tiene título doctoral, mientras que 11 de los hombres que están en esta base de datos alcanzan ese nivel de formación. Las capacidades nacionales en Ciencia y Tecnología (C&T) se reflejan de manera principal en los grupos de investigación existentes y en los resultados de su actividad.
Al investigar en detalle estas cifras, la situación se hace más evidente al encontrar que cerca del 70% de los doctorados y maestrías se concentran en temas de investigación en ciencias sociales, económicas y contables, 17% a programas en ciencias de la salud, y solo 13% en ciencias de la ingeniería. Estudios de referenciación (benchmarking) a nivel internacional estiman que si el 10% de los estudiantes hicieran carreras de ingeniería, el porcentaje de crecimiento de la economía de los países aumentaría en un 0.5% cada año (Business Week 12/12/94).
Según la clasificación de los investigadores realizada por Colciencias, de acuerdo con el nivel educativo alcanzado y la productividad académica, el 48 por ciento de los investigadores que conforman los grupos de investigación registrados y clasificados es de categoría D, el 24 por ciento de categoría C, el 16 de categoría B, y el 6,7 y el 15 por ciento fueron clasificados en la categoría A y A1, respectivamente. La siguiente gráfica presenta los datos desglosados. Hay que tener de presente que los grupos de investigación de más alto nivel caen en la categorías A1, A y B, es decir, el 28 por ciento; mientras el 72 está en las categorías C y D.
La mayoría de investigadores activos tiene entre 30 y 40 años de edad. En un 64 por ciento son hombres, de los cuales alcanza un nivel de formación de maestría el 43 por ciento. Apenas el 26 por ciento del total de investigadores activos tiene título de doctorado y sólo un 28 alcanza el nivel de pregrado: los llamados jóvenes investigadores.
En Colombia, las actividades de investigación se realizan principalmente en las universidades. En efecto, el 89 por ciento de los investigadores corresponde a empleados de universidad, mientras tan solo un 5 a empresas gubernamentales, 4 por ciento a empresas privadas, y un 2 a organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro.
Según la Segunda Encuesta Nacional de Innovación (EDIT II, 2006), una baja proporción del personal ocupado en la industria se ubica en áreas de investigación y desarrollo (1%), Ingeniería (1%) y diseño (1%). Así, de un total de más de medio millón de personas que se ocupan en la industria manufacturera, algo más de seis mil empresas encuestadas realizan estas actividades.
Estos datos son representativos de la situación de las políticas en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación del pasado, y que se espera que tengan un giro de 180 grados, por dos factores cruciales, que son: por una parte, la aprobación de la Ley 1286 de 2009, que le asigna un papel más estratégico a Colciencias al convertirlo en Departamento Administrativo adscrito a la Presidencia de la República, con independencia y presupuesto propio; por la otra, la reforma a la Ley de Regalías, que les asigna un 10 por ciento de los recursos a programas estratégicos de ciencia, tecnología e innovación, algo más de 500 millones de dólares al año.
Condición para el desarrollo
Ya no se pone en duda que hay una relación directa entre el grado de desarrollo de un país y su capacidad de investigación científico-tecnológica y de innovación que se refleja en el mercado con productos, procesos y servicios de alto valor agregado tecnológico. En consecuencia, los países se han orientado cada vez más hacia la promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación (CT+i) como palanca para alcanzar objetivos de desarrollo económico, tecnológico y social.
Por ello, la ciencia, la tecnología y la innovación son un sine qua non de la competitividad, y como tal deben considerarse desde un contexto sistémico en los llamados sistemas nacionales o regionales de CT+i, como generadores de valor, ya que traen beneficios sociales, y no meramente económicos y financieros. Todo depende, al fin de cuentas, de la capacidad nacional de CT+i, definida como el potencial de la economía –como entidad económica y política– para producir una corriente de desarrollos científicos y tecnológicos reflejados en innovaciones de productos, procesos, servicios y modelos de negocios, relevantes en el campo comercial pero con impacto social. Al mismo tiempo, la capacidad innovadora depende en parte de la sofisticación científico-tecnológica de una economía y su fuerza de trabajo, así como de un arreglo de inversiones y cursos de acción acometidos por parte de los sectores público y privado.
El rápido cambio tecnológico presente, con los grandes avances en las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), así como la biotecnología y los nuevos materiales, les plantean oportunidades y desafíos a la sociedad y la estructura productiva del país.
¿Hacia dónde va Colombia?
Frente a estos desarrollos, cabe preguntarse: ¿Quo Vadis Colombia? Pues todo parece indicar que se está sufriendo lo que podríamos denominar esclerosis paradigmática, lo cual le impide al país entrar a un ritmo acelerado en la nueva economía del conocimiento.
Si se consideran los resultados de la Metodología KAM (Knowledge Assessment Methodology), del Banco Mundial, no sorprende que Colombia se encuentre por debajo incluso de otros países latinoamericanos. La siguiente tabla presenta los diferentes índices del KAM.
Las interpretaciones que se les pueden dar a las cifras del Banco Mundial-KAM muestran que Colombia se encuentra en niveles muy inferiores, no sólo con respecto a países más desarrollados sino inclusive con relación a países con similar grado de desarrollo. En cierta forma, estos datos le dan respuesta a la pregunta de por qué el país no cumple con los requisitos mínimos para incorporarse en la sociedad del conocimiento.
Se puede concluir que en Colombia la I+D y la innovación siguen caracterizándose por:
- • intensidad general baja de I&D tecnológico;
- • sobrerrepresentación del sector público y una presencia menor del sector privado;
- • énfasis primario en la investigación básica y muy baja concentración en la investigación aplicada;
- • bajos niveles de transferencia tecnológica entre el sector público y el sector privado, y dentro del propio sector privado;
- • escasos vínculos con redes internacionales de I&D tecnológico e innovación.
Estas diferencias cualitativas hacen pensar que las inversiones de fondos públicos en actividades de I+D tecnológico e innovación en Colombia pudieran producir unos beneficios económicos menores que las inversiones en otras actividades productivas tradicionales del país. Por tanto, habrá que hacer más hincapié en el sector privado.
La salida del callejón
Colombia debe considerar cuatro factores críticos para reducir estas brechas de investigación, desarrollo tecnológico e innovación:
- • Tecnologías. Una fuente continua de innovaciones que pueden convertirse en la base de una nueva estructura productiva hacia sectores de mayor valor agregado tecnológico.
- • Talento humano. Fuerza de trabajo altamente capacitada en todos los niveles, con habilidades y competencias para incorporarse a las nuevas condiciones de la economía del conocimiento.
- • Capital. Acceso a financiación de diversas fuentes y una manera para que los inversionistas obtengan rendimientos de su inversión
- • Know-how. Una estructura de transferencia de tecnología y conocimiento desde centros de excelencia de clase mundial, con consolidación de comunidades de práctica y aprendizaje con una red de mentores, asesores, modelos por imitar y proveedores de servicio.
El nuevo paradigma tecnológico está trasformando el escenario empresarial. Este paradigma amenaza la supervivencia de empresas tradicionales, promueve nuevos mercados, vuelve obsoletas las competencias acumuladas, facilita la globalización y está forzando la creación de empresas del conocimiento.
Con la tecnoglobalización, esto es, la internacionalización de la investigación y el desarrollo tecnológico, y con las nuevas tecnologías, se ha puesto en marcha un cambio radical de tipo tecnológico y organizativo que habrá de mantenerse en un futuro previsible. Las ventajas competitivas tradicionales han perdido terreno y ahora se deberá trabajar a un ritmo incomparablemente más rápido que en los finales del siglo XX, para desarrollar nuevas ventajas competitivas, basadas en la economía del conocimiento.
¿Existe en Colombia voluntad política para asumir este reto?
*PhD, Profesor Investigador. Director de la línea de investigación en cambio tecnológico e innovación estratégica, Facultad de Administración de Empresas de la Universidad del Rosario de Bogotá.