El legado de Enrique Dussel para los procesos emancipatorios actuales, Ética y política en la filosofía de la liberación

Antes de hacer alusión a algunos temas específicos del libro, quisiera poner de presente parte de la vigencia de la vieja Declaración de Morelia, carta de nacimiento de filosofía de la liberación en América Latina, firmada en 1975, por Leopoldo Zea, Abelardo Villegas, Miró Quesada, Enrique Dussel, Dussel, entre otros.

 

La Declaración de Morelia, que dio a conocer la filosofía de la liberación en todo el continente, no fue un manifiesto exclusivamente para América Latina, también lo fue para Asia y África. Fue una Declaración que llamó a una liberación universal, pues la dominación, la opresión y la explotación deberían eliminarse de la faz de la tierra. Hoy, más de 40 años después, y a pesar de las transformaciones de nuestra época, podemos decir que sus postulados conservan una gran vigencia, pues aún no hemos logrado construir un ser humano pleno, digno, libre y solidario, es decir, aún no se ha dado una “afirmación plena del hombre, del hombre concreto”.

 

1º. Si la Declaración postulaba “el derecho de todo pueblo a la libertad como autodeterminación”, hoy vemos como la intervención en otros pueblos, tomando como excusa la lucha contra el terrorismo y la “guerra preventiva”, imponer la democracia, o reestablecerla, como son las pretensiones con Venezuela, niegan justamente ese derecho a la autodeterminación. Las intervenciones de Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea en Medio Oriente, son prueba de que en este punto no hemos avanzado nada.

 

2º. Si la Declaración llamaba a una solidaridad horizontal, hoy vemos que un atentado terrorista en Paris o en Bélgica, genera la solidaridad de los poderosos, del mal llamado Primer Mundo, pero si ocurre un atentado en Turquía o en África, la llamada comunidad internacional puede permanecer calladamente en la indiferencia y en la impasibilidad. Lo mismo sucede con los devastadores efectos del huracán Irma: se habla y hay solidaridad con Estados Unidos, pero nada se dice de Cuba, que durante años ha demostrado una sincera solidaridad con los desastres ocurridos en otros países.

 

Eso se debe a que el mundo actual tiene su propia antropo-geopolítica donde existen seres humanos de primera categoría y otros de segunda, tercera y hasta cuarta categoría o, que incluso, no son tratados como humanos. Son los descartables de la sociedad de los que habla el papa Francisco en sus encíclicas. Esa realidad es un rezago de la llamada división del mundo entre gente civilizada y gente bárbara. Un rezago del eurocentrismo, y del sistema mundo moderno colonial, con sus jerarquías y segmentaciones presentes y vigentes aún en la llamada civilización globalizada.

 

3º. Si la Declaración llamaba a que los derechos y los valores creados por la cultura occidental se extendieran a toda la humanidad, a los seres humanos en general, hoy vemos cómo la igualdad, la libertad, la dignidad, el derecho al trabajo, a la salud, la educación, la alimentación, la vivienda, etcétera, sólo son disfrutados por una mínima parte de la población del planeta. Las cuentes hambrunas en África, la explotación laboral en Asia en manos de las multinacionales, la situación de la vida de los inmigrantes en Europa, lanzados a la vera de la vida; de los ancianos dejados en asilos y abandonados por sus familiares, dejados a los vaivenes de sus últimas soledades… parecen demostrar que sólo el darwinismo social es universal.

En el prólogo a Los condenados de la tierra de Franz Fanon, y en plano proceso de descolonización de África, ya Jean Paul Sartre denunció la hipocresía del falso universalismo de la Ilustración y de los derechos humanos, pregonados por Europa, derechos que en verdad sólo reclamaba para sí.

 

4º. Si la Declaración denunciaba la “Dependencia como realidad” en lo político, económico y cultural, estas dependencias se mantienen vigentes. En gran parte, los países del Norte ejercen una tutoría política sobre los del sur; las economías de América Latina y África siguen subordinadas a Europa o Estados Unidos; incluidas en la llamada fiesta de la globalización, pero incluidas para ser expoliadas; incluidas de manera desigual, desventajosa o asimétrica. En la actualidad, las necesidades energéticas y de crecimiento industrial de Europa, China y Estados Unidos, someten a los países del Sur a costos irreparables. Las multinacionales mineras, energéticas, madereras, etcétera, se apoderan de páramos, ríos, quebradas, bosques, grandes extensiones de tierras, en países como Perú, Honduras y Colombia. Contaminan el agua de las comunidades locales y someten pueblos, como los Wayuu del Caribe colombiano, a morir de sed.

 

En los países de la periferia desigualmente vinculados al mercado mundial, los Estados se han convertido en Estados-policía que protegen los intereses del gran capital y de los países desarrollados. Lo que en el Norte se llama necesidad de crecimiento económico, en el Sur se disfraza de inversión extranjera. Es el Estado-policía al servicio del capital. En realidad, la llamada inversión extranjera en el Sur encubre lo que David Harvey llama acumulación por desposesión o, García Linera, “neoapropiación” por expropiación, lo que en términos simples equivale a la subsunción de la naturaleza, la vida y la corporalidad viviente al capital: acumulan unos a costa de la desposesión de los “medios de vida” de otros.

 

Este tipo de dominación económica, que también causa dependencia tecnológica, está generando daños irreparables en la naturaleza. Es, en realidad, una colonialidad sobre la vida. Es la toma de la vida por el capital. Si la naturaleza es un circuito de vida, la intervención minera, por ejemplo, desarticula ecosistemas, desaparece especies, produce migraciones animales, etcétera, interrumpiendo los circuitos vitales.

 

5º. Si la Declaración de Morelia llamaba a cancelar la dependencia cultural, ésta se mantiene gracias a la época de la publicidad universal y de la sociedad del espectáculo, la subalternidad pervive gracias a los mecanismos y las industrias culturales de lo que José Saramago llamó la Disneylandia global. En últimas, nuestras ideas de progreso, desarrollo y buena vida humanos, se mantienen atadas a la idea de progreso y de desarrollo de las sociedades euro-norteamericanas, que de esta manera imponen sus formas de ver, comprender y estar en el mundo, como si este fuera, para recordar a Leibniz, “el mejor de los mundos posibles”, ocultando e in-visibilizando cualquier intento distinto de construir alternativas vitales. Este panorama, descrito de forma incompleta, pone de presente que muchos de los postulados de la Declaración de Morelia son utopías inconclusas y que, como tal, seguirán sirviendo de foco orientador para la praxis social y política de la región.

 

En este marco, la filosofía de la liberación en la versión de Enrique Dussel es uno de los pensamientos más influyentes en América Latina desde la segunda mitad del siglo XX. Su obra, traducida a varios idiomas, es un referente obligado para el pensamiento filosófico latinoamericano. La filosofía de la liberación es un pensamiento crítico y propositivo que le apuesta a la liberación de las víctimas producidas por el capitalismo del actual sistema/mundo/moderno/eurocéntrico/colonial/logocéntrico y patriarcal, que ha puesto en peligro la continuidad de la vida misma.

Es así como los textos recogidos en este libro, elaborados por investigadores peruanos y colombianos, examinan dos importantes aspectos de la filosofía de la liberación: la ética y la política. Son reflexiones expositivas y críticas que examinan el legado de Enrique Dussel para los procesos emancipatorios actuales, textos que se ofrecen al público con miras a discusiones y prácticas que contribuyan a la descolonización epistemológica de América Latina y que, ojalá, se conviertan en pivotes para la construcción de realidades y utopías alternativas.

 

Quiero agradecer a todos los investigadores peruanos y colombianos que participaron en él. De nuestro país, las relaciones planteadas por el politólogo de la Universidad Nacional, Edwin Cruz, entre el pensamiento de Dussel y las influyentes teorías en torno a una democracia radical de Ernesto Laclau son sumamente fructíferas, pues permiten establecer un contrapunto entre sus concepciones.

 

Igualmente, las reflexiones de Luis Eduardo Rico, derivadas de su trabajo de maestría, retoman las recientes elaboraciones teóricas de Dussel en torno a la economía, y la necesidad de replantear y proponer alternativas al sistema económico actual, son altamente fructíferas.

 

Finalmente, agradezco al profesor brasilero Julio Cabrera, quien en un denso texto sobre el holocausto indígena, dialoga con pensadores como Reyes Mate y Hanna Arendt, para rebatir la idea de la singularidad del nazismo y poner de presente que aún falta una des-banalización del mal en torno al genocidio de los amerindios. Ambos fenómenos comparten, al parecer de Cabrera, más elementos en común, que supuestas diferencias.

 

 

* Palabras pronunciadas durante la Celebración de los 40 años de la Maestría en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás, septiembre 21 de 2017.

 

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