Escrito por Carlos Eduardo Maldonado

Rosenell Baud, detalle sin título (Cortesía de la autora)

Es un lugar que se tornó común. En las redes sociales, en internet, con amigos y conocidos se presenta un mismo patrón. Dicho con el lenguaje que circula: “el virus es demasiado raro”. Y luego de unas descripciones de experiencias concluyen: “cuídense”. En todos los casos, se trata de historias como las siguientes: en una casa alguien con muy claras comorbilidades no se contagia a pesar de convivir, incluso íntimamente con los demás. Pero la persona más fuerte se contagia y se afecta seriamente. En otro lugar, toda una familia se contagia, pero en grados, con sintomatologías y con comportamientos diferentes; ningún es igual a los demás. En otro caso más, por ejemplo, alguien resulta contagiado pero asintomático. No contagia a nadie más en su entorno; se recupera, pero al cabo de un tiempo varios de sus allegados y familiares empiezan con síntomas. En otro caso adicional, alguien perfectamente sano, joven y deportista resulta infectado, sufre y termina por fallecer mientras que sus allegados, mayores, con algunas comorbilidades no se infectan, o se infectan ligeramente y logran superar los problemas.

En verdad, la fenomenología del contagio es casi tan amplia como lo son las familias, los grupos humanos e incluso los individuos.

La fenomenología de los contagios es amplia y ciertamente muy variada. Y en el plano de los grandes medios de comunicación, tanto como del sentido común la conclusión que cumple las veces de un denominador mínimo común es del tipo: el virus se comporta de manera rara. Incluso, para sorpresa de la opinión pública mundial, se habla de las variantes británica., brasileña o surafricana del virus. Surge desde ya la duda sobre si las vacunas existentes podrán ser suficientes para estas variantes.

Entre tanto, especialistas –inmunólogos, virólogos, intensivistas, microbiólogos, y otras especialidades en biología, química y médico-quirúrgicas el silencio se impone por prudencia. No hay luces claras sobre la fenomenología presente.

Mientras tanto, los comportamientos, la lógica y las estrategias son equívocas, reactivas y la mayoría de las veces equivocadas. La vacuna –dicho genéricamente– emerge como una panacea –un joker, en realidad–, enfocándose en los efectos y nunca en las causas. La pandemia está siendo tratada con banditas; literalmente: en el caso de Colombia, la mayoría de las Eps recetan aspirina (ácido acetilsalicílico) a los pacientes; cuando lo hacen. La muerte ondea y define a la atmósfera social en curso ya por cerca de un año.

Como quiera que sea, la concepción estándar es que el virus –los virus– no son un sistema vivo, puesto que necesitan de un huésped para poder vivir. Pero una comprensión similar es incapaz de explicar: a) que los virus aprenden; b) que los virus se adaptan; c) que los virus mutan; d) que los virus se comportan de manera diferente de acuerdo a la geografía, la cultura, los hábitos alimenticios, el clima y otros factores, incluyendo la propia fisiología y los hábitos y estilos de vida de cada ser humano. Todo parece indicar, de un lado, que la comprensión clásica de los virus está equivocada, y de otra parte, que asistiremos muy pronto a una total redefinición de la vida en la que los virus sean incorporados como factores clave en la evolución; algo que hasta la fecha permanece al margen, silenciado.

La pandemia del covid-19 ha llegado de manera imprevista e irreversible. Deberemos aprender a “vivir” con el virus, análogamente a como aprendimos de él con otros virus y bacterias. La mejor expresión es la importancia de los planes y políticas de vacunación; definitivos (una vez en la vida), periódicos (cada diez años en el caso de algunas vacunas), o regulares (cada año, como es el caso de las gripas y el N1H1, por ejemplo). Mientras que parece que hemos ganado “la guerra” contra el ébola, el sarampión y el VIH, las dudas son mayores con respecto al coronavirus, al mismo tiempo que se anticipan otros virus, por definición, desconocidos.

De esta manera, la lucha contra la enfermedad ha implicado atávicamente una estructura mental guerrerista, belicista, armamentista. Un motivo de reflexión que no puede despacharse de un plumazo.

La complejidad de la pandemia I: la singularidad de la vida, en cada caso

Digámoslo de manera franca y directa: el raro no es el virus, no obstante que no se comporta siempre de la misma manera. Desde luego que debe comportarse de una manera en cada ocasión, pues al fin y al cabo es un fenómeno vivo; o bien, por decir lo menos, es un fenómeno que afecta a la vida y sin el cual la vida misma no es posible.

Los sistemas vivos se componen, en su escala más básica, de parásitos, bacterias, virus, hongos, protozoos y microbios. Todo lo demás son conglomerados y evoluciones de los mismos. Estos son, sin la menor duda, el primer escalón de la vida, el cual se compone de otros subniveles más sutiles pero que pueden quedar aquí de lado, como los priones y los extremófilos. Y claro, la explicación de cada uno de los componentes de lo que cabe designar como el primer piso del edificio de la vida. Un edificio sin una forma definida y sin centros.

En verdad, el fenómeno más apasionante por raro en el universo son los sistemas vivos. Específicamente, por ejemplo, cada cultura, cada clima, cada sistema alimenticio, cada familia, finalmente, cada individuo, hombre o mujer. Se han identificado cerca de ciento treinta microclimas en el mundo, y hay países que son muy ricos en microclimas, y otros muy pobres. Hay países muy ricos en biodiversidad, otros ricos genéticamente, otros muy ricos culturalmente. Cuando un país es rico en diversidad natural, genética y cultural, se dice que es un país megadiverso. Es decir, de lata complejidad biótica en toda la línea de la palabra, que incluye también aspectos culturales.

El coronavirus se comporta de manera distinta, análogamente a como las bacterias, los hongos, los parásitos y los microbios se comportan de manera diferentes en función del medioambiente en el que se encuentran. Los virus, cuyos movimientos son de muy corto alcance, logran viajar distancias enormes gracias a los seres humanos. Y así, deben aprender a comportarse en función de costumbres, climas, altitudes, latitudes, geografías y comportamientos humanos.

Una analogía permite entender exactamente esta idea. Las plantas son sésiles (= no móviles, como los animales y los seres humanos), pero son tan inteligentes que usan a los seres humanos para viajar distancias enormes gracias a que éstos las ingieren, los humanos viajan, y en sus deposiciones se encuentran semillas y gérmenes; lo que resta es sólo esperar a condiciones propicias para la germinación. Permanecen, entre tanto, en estado de latencia*. Naturalmente, las plantas también aprovechan los vientos y otras condiciones climáticas para moverse por amplias geografías.

Pues bien, esto es exactamente lo que hacen los virus, bacterias y hongos, por ejemplo. El covid-19 “nace” en Wuhan y en muy poco tiempo logra invadir el mundo: gracias, esencialmente, a los movimientos de la economía, lato sensu. No solamente eso: primero en Inglaterra, luego en Brasil, posteriormente en Suráfrica, aparecen variaciones del virus Sars-CoV-2. Parcialmente, esto se explica, también por analogía a lo que sucede, además de lo que ya queda dicho, debido a la resistencia bacteriana: que las bacterias aprenden y se fortalecen, combatiendo a la penicilina –y sus variantes farmacéuticas y comerciales–, haciéndose cada vez más resistentes. Al fin y al cabo, la vida en general sólo quiere una cosa: vivir. Y para ello debe aprender y robustecerse ante las adversidades.

Pues bien, lo que pone en evidencia la crisis del coronavirus covid-19 es que, efectivamente, son numerosos los factores que inciden en la sintomatología y los diagnósticos. Al cabo, lo cierto es que cada cultura, cada pueblo, cada grupo humano, cada familia, y finalmente cada individuo es individual, singular. Esto requiere una explicación adicional.

En un planeta de alrededor de ocho mil millones de habitantes; en una historia de la familia humana en la que se calcula –los cálculos empezaron a realizarse en 1995–, que han existido alguna vez, el acumulado de todos los humanos que nacieron es de más de ciento ocho billones, a la fecha; pues bien, en un planeta semejante, no existen y jamás han existido dos seres humanos idénticos.

No hay dos huellas dactilares iguales; no hay dos iris de los ojos idénticos; no hay dos sistemas inmunológicos iguales en la humanidad. La base de esta singularidad de cada individuo se funda desde el punto de vista biológico, ulteriormente, el complejo de histocompatibilidad, que es la instancia encargada de distinguir lo propio de lo extraño, literalmente. Descubierto por primera vez en 1950, el complejo mayor de histocompatibilidad encuentra su explicación en la genética.
Como se aprecia, la complejidad abunda, permea y constituye a la vida.

Pues bien, existe aquí un conflicto. Se trata de una tradición centrada fuertemente en procesos de generalización, apoyada firmemente en la estadística, y el reconocimiento de que cada sistema inmunológico es singular y único. La epidemiología es una ciencia del pasado, tal y como la conocemos. El futuro de la medicina se denomina la medicina traslacional que promueve el diálogo y la fusión entre ciencias y disciplinas diferentes, tanto como, al mismo tiempo, la medicina personalizada –también llamada como genética personalizada, o medicina personalizada genómica–, que tiene en cuanta a cada individuo en su singularidad. En Colombia ya existe un trabajo, incipiente, en esta dirección.

En cualquier caso, dado que no hay dos individuos iguales –ni siquiera los gemelos o los mellizos, por ejemplo–, el covid-19 se comporta de manera distinta y entonces, claro, aparece la fenomenología mencionada al comienzo. Estamos aprendiendo apenas de los virus.

Un aprendizaje que comienza en el 2017 cuando se promulga el Proyecto Viroma Global (PVG), y con prolongación hasta el 2027. Se trata de la identificación de la genética de los virus, por consiguiente, sus orígenes, y el estudio de sus comportamientos. Una historia reciente y en marcha. La pandemia del covid-19 sucede exactamente en el centro del (PVG), y los comportamientos del coronavirus permiten rápidos aprendizajes.

Sin duda, el desarrollo de las vacunas –en Cuba, Estados Unidos, Rusia, China, India, Alemania, principalmente– representa una curva de aprendizaje como jamás se había producido en la historia de la ciencia. Y sin embargo, urgentes como son, las vacunas no son la verdadera solución a la crisis de salud en el mundo. Volveremos sobre este aspecto.

La complejidad de la pandemia II: las políticas de salud

Queda establecido:

1) Ningún ser humano es igual a otro, y cada quien existe en entornos particulares. La genética, el sistema inmune, el sistema entérico, la flora intestinal, y varios otros aspectos hacen, desde el punto de vista biológico de cada quien alguien perfectamente distinto, en toda la línea de la palabra, a todos los demás. Este panorama se torna tanto más complejo cuando se tienen en cuenta los entornos, los hábitos, las costumbres, las relaciones de cada quien;
2) Los comportamientos de los virus –o las bacterias–, en general, de los agentes patógenos son adaptativos y no responden a criterios simplemente universales u objetivos sin más. En tanto que sistemas adaptativos, aprenden y entonces exhiben rasgos de complejidad. Las generalizaciones resultan peligros en muchos casos que impiden entender y tratar la salud, y la vida.

En consecuencia, es preciso señalar que estas circunstancias implican un reto adicional, a saber: la complejidad de los sistemas de salud relativamente a la particularidad de cada quien (cada “paciente”, digamos).

En verdad, las políticas públicas –en este caso, específicamente, las políticas de salud– son generalizaciones que operan según la ley de grandes números, una campana de Gauss o una curva de Bell; esto es, de acuerdo a distribuciones normales. En estas generalizaciones siempre quedan descuidados los extremos de una campana de Gauss. Pues bien, es en estos extremos en donde suceden las cosas más difíciles, importantes, sensibles y delicadas al mismo tiempo.

Mientras que, de un lado, las políticas públicas apuntan a la población en general, la medicina y la biología, de otra parte, han aprendido recientemente acerca de la singularidad de los sistemas vivos y de los seres humanos. Existe, en consecuencia, una fuerte asimetría entre políticas públicas, medicina y biología.

Es así como la emergencia del covid-19 desnudó la crisis de los modelos clásicos de corte estadístico, notablemente, de la epidemiología, que son generalistas; sencillamente, abstracciones. En el caso colombiano la mayoría de los datos epidemiológicos provienen de la epidemiología anglosajona (masa corporal, patologías por población, índice de temperatura, consumo de calorías, y tantos otros aspectos semejantes). No existe una desagregación de datos de salud a nivel nacional en Colombia; esto es, desagregación de datos por departamentos, municipios, poblaciones y demás.

Más exactamente, la crisis del covid-19 no la produjo el virus, nada de ello, es el resultado de un sistema sanitario insuficiente y de unas políticas de Estado y de gobierno cortoplacistas y efectistas. Y ante la crisis, los gobiernos y Estado simplemente reaccionan e improvisan. En algunos países con algún sentido de ética y sensibilidad social. En Colombia no se ve nada de esto, en absoluto. Por el contrario, reina la corrupción, la indolencia, la insensibilidad y la muerte. A la fecha, Colombia es el onceavo país con mayores índices de contagio en el mundo; y en términos de muertes por millón de habitantes, ocupa el lugar veintitrés. Hay que tener en cuenta que el sistema internacional está compuesto por ciento noventa y cinco países. El estado de la situación en el país suramericano ciertamente es la culpa de la pésima gestión del gobierno de Duque, pero también de un acumulado histórico de muchos gobiernos indolentes ante la seguridad social.

Una observación puntual se impone en este punto. A nivel global, queda en claro que los países más afectados por la pandemia fueron los más importantes del sistema capitalista. Y los menos afectados y que tomaron las decisiones más racionales fueron los del sureste asiático, varios países caribeños, y unos tantos en Europa oriental. Una razón para este contraste es que éstos países en contraste con el llamado primer mundo –por ejemplo, los integrantes de la Ocde- le hicieron caso a la ciencia. Basta con una mirada desprevenida a los datos.

Por lo demás, es fundamental, en verdad, atender al hecho de que entre los “ladrillos” que sostienen a la vida y la hacen posible, se encuentran naturalmente los virus; y debemos poder aprender a vivir con ellos. Dicho escuetamente, los virus son inevitables y conforman una de las hebras de la trama de la vida. Allí no está el problema, y sí en las políticas de salud, y por extensión, en las políticas económicas (fiscales, industriales, bancarias, comerciales, por ejemplo). Algunos de los vértices de una política de salud en sentido amplio son la virología, la microbiología, la bacteriología, la inmunología, pero todo en el contexto de un sistema de aseguramiento de la salud y la vida.

Así, en este cuerpo vital, la crisis sacó a flote la necesidad de cambios estructurales y a largo plazo en políticas de salud. Y por consiguiente, también en políticas de vida. Pues bien, es imposible un cambio de las gestiones y las políticas de salud sin, al mismo tiempo, en otro plano, tener claridad acerca de los temas, sensibles de seguridad, bioseguridad, aseguramiento y calidad tanto, en su base, sin tener una idea sólida, aunque mínima, de lo que son los sistemas vivos.

En otras palabras, la salud humana es imposible sin la salud, al mismo tiempo del oikos; esto es, literalmente, sin la salud de la casa o el hogar, y ulteriormente la salud del oikos significa la salud misma del planeta. Así, por ejemplo, la salud del aire, de las aguas, las plantas, los animales y demás. No existe una frontera rígida y sólida entre los sistemas bióticos y los abióticos. Se trata de fronteras móviles, difusas, permeables.

Como se aprecia sin dificultad, es indispensable generar un giro de una visión distintivamente antropológica de los temas de salud-enfermedad, a una visión más amplia, de corte ecológico o biocéntrico. Las políticas púbicas poco y nada saben al respecto. Se requiere una transformación profunda de las mismas, y a través suyo, del Estado, el régimen político y el sistema político vigentes.

Al cabo, desde el punto de vista de la economía, el factor demográfico es muy importante; al fin y al cabo, una población grande es un mercado de consumo amplio, requiere mucha energía y los ciclos económico implican diversidad y velocidad. Pues bien, la crisis del coronavirus puso de manifiesto que la demografía es un fenómeno de debilidad.

La complejidad de los sistemas de salud de cara al sufrimiento y la muerte

Parte de la fenomenología que se vive en Colombia y en el mundo es el hecho de que los pacientes graves que fallecen, mueren solos, y sus familiares y seres queridos no pueden despedirse de ellos. El sistema de salud no sabe de cuidados paliativos, y ciertamente no de ética y de humanitarismo.

Apoyados en una licencia literaria, podría decirse que cada quien muere de acuerdo a la forma como ha vivido, y si ello es cierto, es aún más claro que el estilo de vida del sistema capitalista es el individualismo, el egoísmo. Y la forma como el manejo de la pandemia a nivel mundial se lleva a cabo consiste en el hecho, dramático, de que las gentes están muriendo aisladas de los suyos, y en entornos impersonales. Deberá hacerse un juicio sobre este aspecto, una vez que la pandemia haya pasado. La fenomenología de la muerte durante la misma devela la total inhumanidad del sistema de libre mercado. El sistema vigente no sabe cómo llevar una vida buena y lo que significa vivir bien (suma qamaña, sumak kawsay), sino, adicionalmente, ni siquiera sabe cómo adoptar una muerte digna.

Vivimos un sistema que se equivoca en la forma como recibe a los recién nacidos (= deudas acumuladas; un hijo llega al mundo con mayor deuda que sus padres), en la forma como se vive en sociedad (= delincuencia, terrorismo de Estado, crímenes corporativos, depredación de la naturaleza, obsolescencia programada, por ejemplo), y en la forma como se muere (= pandemia del covid-19).

Un sistema semejante, como habría dicho G. García Márquez, no merece una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.

Conclusiones improvisadas

Es indispensable una mirada de largo aliento para entender las cosas, y para encontrarles soluciones a las crisis, siempre inminentes, inmediatas y atropelladas.

La fenomenología de la crisis del covid-19 no se agotará en unas cuantas líneas. Habrá que recuperar el aliento para la vida y continuar, desde luego. Pero también habrá que hacer balances, juzgar y actuar consiguientemente. La ayuda de la fenomenología radica en aportar evidencias para el carácter inhumano, explotador, injusto, inequitativo, corrupto, y demás del estado de cosas actuales. Esta fenomenología daría la impresión de un cuadro pesimista, sombrío y sin soluciones. Pero esta es sólo una arista.

Pues la verdad es que, en los casos de la crisis, son numerosos los ejemplos de comportamientos novedosos, de aprendizajes y nuevas formas de organización, en fin, en la adopción de nuevos estilos de vida. Que es la base cotidiana para revoluciones de más largo aliento. Nuevas músicas emergen y se hacen posibles, nuevos lenguajes literarios, nuevas formas de investigación y descubrimiento. Claro, no aparecen en los titulares de la gran prensa. Habrá que volver, por lo menos de vez en cuando a Gramsci, al respecto, pues el silencio en los medios de comunicación es miedo a la puesta en evidencia de alternativas. El desasosiego que presenta la llamada gran prensa es estratégicamente diseñada y orquestada, no hay la menor duda. Los estudios al respecto son abundantes.

Los sistemas vivos no se comportan nunca de la misma manera siempre. He aquí un enunciado trivial, pero que requiere de una precisión. El uso de cuantificadores universales “nunca”, “siempre” es desafortunado en lógica, pero su uso se impone justamente para evitar generalizaciones y abstracciones rápidas, superficiales. Que es lo que sucede a propósito de la pandemia.

Los seres humanos son un capítulo importante de la trama de la vida. Y tampoco nosotros nos comportamos siempre de la misma manera; contra lo que pretenden las corporaciones y el Estado.

Por su parate, Colombia es un caso conspicuo del pavor que implica el retorno a la llamada “nueva normalidad”. El gasto militar, de policía y de seguridad se ha incrementado a lo largo del 2020, como nunca antes en la historia del país. Sin embargo, existen dinámicas efervescentes que no pueden ser aplacadas.

Sin la menor duda: lo mejor está por venir, a pesar de la pandemia; o acaso, paradójicamente, gracias a la crisis del covid-19. La vida en general no sabe de sistemas de control. Por ello mismo, su complejidad.

* Mancuso, S., (2019). El increíble viaje de las plantas. Barcelona: Galaxia Gutenberg

Referencias
López-Martínez, Alondra, Chávez-Muñoz, Claudia, & Granados, Julio. (2005). “Función biológica del complejo principal de histocompatibilidad”, en: Revista de investigación clínica, 57(2), 132-141. Recuperado en 17 de enero de 2021, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-83762005000200005&lng=es&tlng=esPáginas web:
https://www.prb.org/howmanypeoplehaveeverlivedonearth/
https://ourworldindata.org/covid-deaths?country=~COL
https://www.worldometers.info/coronavirus/
https://zerocovid.uk/
http://www.globalviromeproject.org/
https://www.bloomberg.com/news/articles/2016-10-14/a-child-born-today-comes-into-the-world-with-more-debt-than-you

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