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Buscando fuentes directas que nos acercaran a los avances, retos y pendientes alcanzados por la Comisión de la Verdad, al iniciar el mes de mayo solicitamos una conversación con uno de sus comisionados, el veterano abogado promotor y defensor de derechos humanos Alejandro Valencia Villa, cuya respuesta no tardó pero si dejó en claro que el mejor momento para la misma era el posterior a la entrega del informe final (28 de junio) y una vez el país tuviera nuevo Presidente. Estuvimos de acuerdo.
Concretados ambos pendientes, el día llegó. El jueves 29 de septiembre nos reunimos en un modesto y acogedor apartamento del centro de Bogotá. Acudimos apoyados en muchas horas dedicadas al estudio reflexivo del Informe, en especial los volúmenes No matarás y Hallazgos y recomendaciones.
Alejandro Valencia –con experiencia ampliada en estas lides de esclarecimiento por su participación en Comisiones de verdad y de esclarecimiento histórico en América Latina, como las de Guatemala, Perú, Ecuador, Paraguay– respondió a nuestra pregunta por su experiencia como comisionado de la verdad en Colombia: “Ha sido el trabajo más duro que he tenido, en el plano externo y en el interno de la Comisión. En lo externo: un conflicto armado muy prolongado. Demasiados asuntos por esclarecer. Un escenario humano muy complejo con respaldos, críticas, apatías y encontrones. En el plano interno: la dificultad de crear un organismo a partir de cero y cohesionarlo. Eramos once personas muy distintas, que proveníamos de sectores y experiencias diferentes. Lograr crear un lenguaje común no fue fácil. Tampoco lo fue alcanzar consensos.
Siempre quisiéramos aportar novedades, pero no siempre es posible. En el caso del conflicto colombiano hay muchísimos trabajos previos desde la academia, los investigadores de la sociedad civil, el periodismo. Están los aportes del Centro Nacional de Memoria y de la Comisión Histórica del conflicto”.
Responsabilidades y entramados
“Comparto con muchos colegas desde hace tiempo la idea de que el conflicto armado es muy complejo, pero no confuso. Lo que el trabajo de estos años permitió esclarecer es que es mucho más complejo de lo que creíamos. Creo que pudimos profundizar en algunas dimensiones, relevar el significado de algunas cosas que creíamos menos importantes o la complejidad de cosas que creíamos más simples. Pienso, por ejemplo, en el tema muy importante en derechos humanos de las responsabilidades. El trabajo en la Comisión nos permitió comprender que las responsabilidades no son unívocas. Contemplamos el “entramado de las responsabilidades”. No se puede achacar que esto solo lo hizo el Estado, o los paramilitares con la fuerza pública. No, hay que decir: “fueron los paramilitares con la fuerza pública, por detrás había unos políticos, otros agentes del Estado, unos empresarios… Es decir, uno comienza a ver que hay grandes relaciones de entramados. Y esos entramados se relacionan, y se modifican a través del tiempo. Se comprende, entonces, que el conflicto es muchísimo más complejo. Un reto es ver las direcciones de esos entramados. ¿Quién buscó a quién? Fueron más los políticos que buscaron a los paramilitares que al revés”.
Narcotráfico y paramilitarismo
“Algunas de las relaciones de esos entramados fueron, o son, más descaradas. Por ejemplo, las relaciones entre paramilitares y fuerza pública. Trabajando en esto, uno lo sabe. Pero conversando con militares, con comparecientes a la JEP, se ve que esto ha sido mucho más corrupto de lo que uno creía. El arraigo del narcotráfico es impresionante. Uno sabe que ha sido importante, pero es con la investigación que se revela el rol tan crucial de esta economía en el conflicto: ¡El paramilitarismo surge del narcotráfico!
Este tema del narcotráfico es un reto del presente. Y nos permite expresar una de las paradojas de la Comisión de la Verdad. No es una Comisión de cierre del conflicto armado, como sí lo es en otros países de América Latina. Es muy contradictorio porque creo que la mayoría de colombianos teníamos la esperanza de que los Acuerdos con las Farc las cosas iban a ir por mejor camino, pero estos cuatro últimos años hubo un gran deterioro. Nosotros teníamos el deber de formular recomendaciones en clave de no repetición. ¿Cómo se hacen esas recomendaciones frente a un fenómeno que no pertenece al pasado sino que se ha mantenido? Nuestra respuesta fue cavilar y presentar los factores de persistencia del conflicto. Y claro, ahí aparecen los temas de persistencia de entramados, sus alianzas, y la impunidad.
Hay casos concretos en los que pudimos expresar novedades. El trabajo de escucha es apasionante; me dediqué, en especial, a las entrevistas con responsables. Comparecientes a la JEP, pero también con otros responsables. Escuché relatos estremecedores y, al mismo tiempo, esclarecedores de personas vinculadas al conflicto durante décadas”.
Fechar es interpretar, pero nombrar también es interpretar
Al escuchar a Alejandro pienso en el origen del conflicto. El punto 5 de los Acuerdos de Paz suscritos en el 2016, que abordaron el tema y los mecanismos para alcanzar verdad, justicia, reparación y no repetición. El acto legislativo Nº 1 de 2017 y el Decreto 588 del 2017 crearon la Comisión de la Verdad y establecieron los mandatos que debía cumplir. El Artículo 11 del Decreto en su numeral sexto, señaló: ARTÍCULO 11. Mandato. La CEV tendrá como mandato esclarecer y promover el reconocimiento de: 6. El contexto histórico, los orígenes y múltiples causas del conflicto, teniendo en cuenta como insumo los informes de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, entre otros.
Sin embargo, en el Informe de la Comisión de la verdad, en el volumen: No matarás, se señaló: “La Comisión de la Verdad toma el año 1958, con la creación del Frente Nacional, como un partidor de aguas entre la guerra civil bipartidista y el conflicto armado interno que vivió Colombia durante más de medio siglo. Por eso inicia en ese año su
proceso de esclarecimiento”.
Alejandro reacciona al interrogante sobre el origen del conflicto: “Sí, ese fue un tema de mucha discusión. ¿Cuál era el parteaguas a partir del cual debíamos iniciar nuestro trabajo de esclarecimiento? A nosotros nos correspondió abordar el conflicto armado, no la violencia política. ¿Cuándo empieza la guerra en Colombia?
Quien trabajó mucho en eso fue Alfredo Molano. Unos decían que empezáramos en el 48, con Gaitán, otros, no, en 1946. Otros que en las Bananeras, en 1928. Teníamos el deber del esclarecimiento. Para nosotros era importante determinar una fecha en la que pudiéramos contar con fuentes orales, testimonios, voces. Acordamos buscar una fecha que nos permitiera decir cosas con mayor fundamento, con más profundidad, e incorporamos unos antecedentes. Justo uno de los últimos documentos que trabajó Alfredo contemplaba el año 1958 como el momento en el que se comienza a consolidar más lo que inicialmente iba a ser una mejor propuesta de paz a las guerrillas de los años cincuenta. Los intentos previos habían fracasado de manera estruendosa. Y esto lleva a lo que van a ser las Farc y el Eln, etc. Y se nos murió Alfredo, y esa fecha nos permitía contar con mejores fuentes, y dijimos: arranquemos en esa fecha para la tarea de esclarecimiento y miramos unos antecedentes importantes. Alfredo había alcanzado a proponer el año 53 por ser el año en el que se proscribió el comunismo en Colombia”.
Las palabras de Valencia Villa me suscitan dos interrogantes que le formulo: Teniendo la Comisión el mandato legal de esclarecer los orígenes del conflicto. ¿por qué no se tuvo en cuenta la responsabilidad de la elite política bipartidista –con su acuerdo de 1945 para entregar el poder del Estado a un partido minoritario, de acuerdo a los guarismos electorales de 1946– en los acontecimientos que desembocaron en el conflicto político y armado de los años sesenta?
“El zancudo, el único contra quien el gringo nada pudo”
Y, ¿Por qué el volumen del Informe: No matarás, evade esclarecer, sin rodeos, el rol principal del gobierno de los Estados Unidos en el acontecimiento que truncó el proceso de democratización que encarnaba Gaitán y, en consecuencia, en los orígenes ciertos del conflicto? Fechar es interpretar, nos enseñó Gonzalo Sánchez, pero nombrar también es interpretar.
Alejandro nos brinda sus pistas: “En este tema es necesario tener en cuenta que en ese Informe de la Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas: Contribución al entendimiento del conflicto armados en Colombia, fueron catorce personas y escritos distintos. Hubo un trabajo juicioso de leerlos, citarlos e interpretarlos. Son puntos de vista muy respetables. En el volumen de No matarás se recoge un poco ese contexto de Guerra Fría. Fue crucial para poder comprender la época. En el Informe se cuenta un poco la proscripción del comunismo y se cuenta mucho lo que significó la participación de Colombia en la guerra de Corea. En varios textos se mencionan hitos importante para ver la influencia de los Estados Unidos en la construcción de conceptos que van a ser centrales en la comprensión del conflicto armado. Por ejemplo: el concepto de enemigo interno o lo que va a ser la Doctrina de la Seguridad Nacional. Nosotros queríamos dar un panorama general sin entrar a tomar partido por las tesis más particulares de algunos de estos historiadores. En la transmedia hay un caso extenso, más de doscientas páginas sobre el papel de los Estados Unidos en el conflicto. Discutimos mucho si hacíamos un volumen dedicado al tema internacional. Era complicado y decidimos armar un par de casos más sólidos, uno de ellos sobre los Estados Unidos. En todo caso son temas sobre los que hay que seguir ahondando.
En otros apartes del Informe abordamos el rol de los Estados Unidos durante otros momentos. Logramos un acuerdo con la NSA –National Security Archive– y pusimos a disposición del público un conjunto amplio de documentos que pueden ayudar a entender muchas cosas”.
[…] una de las paradojas de la Comisión de la Verdad (es que) no es una Comisión de cierre del conflicto armado, como sí lo es en otros países de América Latina.
El papel de la Iglesia Católica
Para no anclarnos en una deliberación que no venía al momento, le digo a Alejandro que la referencia a los Estados Unidos la hice porque ha existido una tradición mayoritaria en la historiografía colombiana en el sentido de comprender lo que nos ha ocurrido como pueblo solamente a partir de los actores nacionales. ¿No es acaso el momento de introducir de modo decidido en los trabajos complementarios que, sin lugar a dudas, promoverá el Informe de la Comisión, lo determinante que ha sido el contexto internacional en nuestra historia, y, en especial en la comprensión del conflicto político y armado? Y doy continuidad a la conversación con este nuevo interrogante: ¿Cómo aprecias el papel de la Iglesia Católica en el esclarecimiento que realiza el Informe sobre el conflicto?
Alejandro, responde sin ambages: “No fue un tema en el que nosotros lográramos profundizar, o entrar. Quedaron muchos temas pendientes. Los aportes que contiene el Informe son sobre casos de victimización de sectores religiosos en el marco del conflicto armado. No abordamos tampoco temas como el papel de la “teología de la liberación”, son tantas cosas… Nuestra labor consistió en priorizar, en preguntarnos en cada fase del conflicto en dónde poníamos el acento. Teníamos claro el privilegiar las víctimas y nos decíamos: ojo, no nos perdamos, a nosotros no nos toca hacer un ensayo ni académico ni historicista sobre esta vaina. Esto es lo central, no nos dispersemos. La tarea hacia adelante es vastísima”.
Le digo a Alejandro que pregunté por el rol de la Iglesia Católica por una aseveración de Manuel Reyes Mate, el notable filosofo de la memoria español: “tenemos un deber de verdad con las víctimas de ayer”. Me atrevería a decir que la inmensa mayoría de las víctimas fueron víctimas sin saber de las grandes determinaciones que arrojaron el vendaval de violencia que segó sus vidas. Los testimonios de las víctimas, de las personas sobrevivientes o los victimarios, pese a su infinito valor, no supieron de los entramados y las decisiones que instauraron la muerte y el espanto. Por tanto, su aporte a la construcción de un relato comprensivo de lo acontecido es más que limitado en el escenario de determinar en quiénes recaen las más altas responsabilidades.
“Sí (responde Alejandro a la digresión). En los testimonios esa pregunta fue recurrente: ¿Por qué lo hicieron? Para nosotros, Colombia tiene más solidez en información, fuentes y estadísticas a partir de los años noventa hasta el presente. Si uno empieza a retroceder es muy poco lo que encuentra en datos confiables sobre las diversas acciones violentas. El estado de muchos archivos es calamitoso. No están sistematizados. Acudir a un archivo desorganizado significa naufragar, ahogarse. Perder un tiempo precioso por lo limitado. Nos dieron por ejemplo acceso al archivo del DAS. No tiene procedimientos archivísticos. Están las cajas, a lo sumo por años y por dependencias. Unos funcionarios de la JEP nos compartieron lo que tenían organizado. Claro, si hubiese habido tiempo las cajas contenían un material fascinante para investigar.
Lo poco que pudimos hacer nuevo con soporte estadístico antes de 1985 se hizo gracias a un grupo de pasantes de la universidad del Rosario que nos ayudaron a configurar un informe sobre personas detenidas y torturadas bajo el Estatuto de Seguridad. Esto se logró revisando la revista Alternativa, el periódico Voz, los libros negros de la represión.
En síntesis, la magnitud colosal y laberíntica del trabajo nos exigió tomar decisiones muy difíciles”.
El tema de los archivos me suscita un nuevo interrogante al Comisionado Valencia Villa: ¿Qué ha sucedido con los archivos sin desclasificar del gobierno de los Estados Unidos sobre el magnicidio de Gaitán?
Nosotros hicimos la solicitud de desclasificar muchos documentos. Pero este es un asunto que depende mucho de la voluntad política de los gobiernos. Y nos correspondió allá el gobierno de Trump y acá el de Duque. Conversé con funcionarios de las agencias de los Estados Unidos y me dijero: lo que ayuda a abrir puertas son cartas presidenciales. Eso no lo logramos. Dejamos una carta en la que consta todo el material que solicitamos. Se puede conocer en la transmedia.
Las palabras de Alejandro, me permiten preguntar por el esclarecimiento del fenómeno paramilitar: ¿Nació el paramilitarismo con el narcotráfico o fue al revés? ¿fue utilizado el narcotráfico en Colombia –como sucedió en Vietnam– para financiar la guerra contrainsurgente que no se podía financiar con dineros oficiales? ¿Fue utilizado para atacar a las organizaciones armadas, sino a la población civil sospechosa de ser el “agua del pez”?
¿Qué fue primero?
“Estos son temas difíciles –empieza a explicarnos Alejandro–. Hubo cosas que logramos, por ejemplo complejizar mucho más los orígenes de las Autodefensas Unidas de Colombia. Abordamos las relaciones iniciales de Fidel Castaño con Pablo Escobar, la ruptura, el surgimiento y desarrollo de los Pepes, los vínculos de la Policía Nacional con la DEA y la CIA y, obviamente, con el cartel de Cali y otros narcotraficantes. Esa es una vertiente que después se encuentra con ganaderos y bananeros de Córdoba y Urabá. Después se encuentra con las Convivir. Las primeras alianzas que se tejen con el Ejército. Todo eso confluirá con las autodefensas campesinas. Hay muchas alianzas.
En este proceso se ve claro el papel de ciertas agencias de los Estados Unidos. Pero no es fácil precisar esos elementos de participación internacional. Obvio, uno se pregunta: Esos entramados de violencia ¿contra quién se dirigen? Y ahí aparecen esas primeras masacres: Mejoresquina, Puntacoquitos, Honduras, La Negra… que desplazan o de retaliación contra la población civil. En esos años surge la Unión Patriótica. Y el asunto se complejiza.
Pero, claro, creería que hay un origen netamente contrainsurgente, pero el asunto es mucho más complejo: el poder del narcotráfico es crucial y los entramados en los que está presente engendran realidades muy complejas. Por ejemplo: me pregunté, bueno, ¿y quiénes integraban los Pepes? Y cada vez salían más nombres de todos lados. Nombres de narcotraficantes, de la clase política, de ciertos agentes o personajes cruciales en una dinámica muy compleja. Por eso insisto en el valor del concepto de los entramados para comprender. Hemos comenzado a levantar un poco el velo de estas realidades, pero mucho permanece en la penumbra. Hay mucho silencio que impide reconfigurar el rompecabezas completo”.
Algo que no está de más, en tu consideración, Alejandro, no en la de la Comisión es ¿cuáles son los hitos que marcan el origen del conflicto? ¿quiénes son sus responsables?
“La tesis nuestra, porque nuestro deber era esclarecer el ‘conflicto armado’, es que lo que hubo fue una guerra por el poder político y esto está en el origen del conflicto. Por supuesto, en lo político está presente lo económico. Afirmamos también que esa alianza entre armas y política le ha hecho mucho daño a este país. Lo decimos, obvio, por el origen de las guerrillas. Después ingresan otro tipo de actores. Pero la política también ha estado presente al enfrentar a quiénes han procurado construir un Estado más ‘democrático’”.
Alejandro: ¿Hay nombres propios, altos responsables con nombres propios?
A nosotros nos competía establecer más el tema de responsabilidades colectivas. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Hay responsabilidades muy profundas de las clases políticas tradicionales. Y de los otros actores que de una u otra forma han intervenido.
Lo necesario, lo recibido
¿Nos equivocamos muchos al esperar un relato más breve y comprensivo del Informe final de la Comisión de la Verdad? Solo dos de los numerosos volúmenes entregados: No mataras y Hallazgos recomendaciones suman más de 1.500 páginas. Muy pocos colombianos tienen las condiciones para abordar una lectura juiciosa de esa magnitud. La labor de mediación que pueden hacer los docentes en las condiciones de labor que tienen no será fácil ni motivante. ¿Qué piensas al respecto?
Es curioso, nosotros empezamos así: hagamos 200, máximo 300 páginas. Y se inició el proceso: ¿Por qué no decimos esto o aquello, falta esto otro. Lo esencial de lo que queríamos decir quedó en Hallazgos y recomendaciones, que es la pepa del almedrón. Son muchos temas que resultaba imposible no abordar y abordarlos significaba un esfuerzo de rigor que se traducía en un número creciente de páginas. Para complementar la comunicación se trabajó en la transmedia que contiene elementos visuales. Se hizo el documento ético-político de Pacho de Roux: La paz grande.
Pero, claro, es indudable que en Colombia no hay cultura de lectura. La poca que hay existe en algunos sectores de la academia y en algunos periodistas. Se han creado grupos de estudio del Informe. Esta semana hablé con un militar retirado y muy pronto me di cuenta que no había mirado el Informe. A mi me correspondió coordinar el volumen de violaciones de derechos humanos. El volumen, sumando los diferentes tipos de violación, generó más de mil páginas. Hay un material que quedó disponible en la transmedia para las diferentes personas, organizaciones y movimientos, dependiendo de sus intereses”.