Toda crisis económica y política abre las puertas a la revolución, como ocurrió en la Rusia de comienzos del siglo XX. Cuando, por el motivo que sea, aquélla no prospera, queda también de par en par para otro nivel de cambio, para otro tipo de opciones, como el giro de gobierno por vía electoral. Cuando ni revolución ni cambio de gobierno toman forma, las puertas quedan abiertas para el oscurantismo, para la regresión, como ocurrió en Alemania en la década de los 30, cuando, mediante elecciones y con el apoyo y la anuencia de los mayores poderes económicos de su país, el fascismo ascendió al poder para darle cuerpo a una contrarrevolución. Hoy se quiere negar que la Alemania nazi y la Italia de Mussolini no sólo fueron producto de la crisis del capital sino igualmente –y esto no se puede olvidar–, unas formas particulares de éste, con lo cual le dieron salida a los cuellos de botella de la acumulación en esos países. Hoy, algunos de estos sectores buscan lo propio con Amanecer Dorado en Grecia y el Frente Nacional que lidera Le Pen en Francia, sin duda las caras políticas más retrógradas que la crisis económica va constituyendo en la actualidad europea.
Luchas y giros de poder. Así ha sido siempre. Así ocurrió en América Latina, en particular en algunos países del sur, durante los años 90 del siglo recién trascurrido y los primeros años de la primera década del XXI, y así acaba de concretarse en Grecia con el triunfo en elecciones de Syriza o Coalición de la Izquierda Radical, triunfo que redondea el ya obtenido por esta fuerza en las elecciones de mayo de 2014, cuando conquistó a Ática, la más poblada de las regiones de este país, en la que vive el 40 por ciento de su población, triunfo extendido al 20 por ciento de los municipios que integran el mismo territorio, así como las islas jónicas.
Pero la disputa no es ocasional. La gente busca salidas, propuestas alternativas, por izquierda o por derecha, a situaciones de desespero, y más aún cuando su nivel de vida cae ostensiblemente. ¿Y qué mayor desespero que el vivido en Grecia desde hace escasos cinco o seis años? Como se sabe, en este lapso su PIB cayó un 25 por ciento y el ingreso medio un 30. El desempleo alcanzó el 27 por ciento –ahora es del 25– y entre los jóvenes ronda el 60. Mientras tanto, el IVA fue redoblado al 23 por ciento, al igual que otros muchos impuestos (vivienda, cigarrillo, alcohol). Las horas extras ahora no son canceladas y las pensiones fueron reducidas, y el saldo migratorio en estos pocos años afectó a 340 mil personas. El crecimiento reportado en 2014 fue insignificante (0,6%) y su pérdida acumulada durante estos años es del 26 por ciento (ver Halimi, pág. 40). La pobreza cobija al 46,3 por ciento de quienes sufren desempleo, al 34 de los hogares, al 60 por ciento de los pensionados y al 40 de los niños. Por otro lado, 300 mil familias sufren una inocultable crisis humanitaria, y la deuda pública, producto del plan de choque impuesto por la llamada troika (1), aumentó del 103 por ciento del PIB en 2007 al 176 a finales de 2014. ¡Realidad terrible!
Grecia no está en recesión sino que cayó en depresión en su doble acepción, pues los suicidios no paran. La situación es tal que algunos la comparan con la vivida por Estados Unidos y Alemania durante la llamada Gran Depresión de 1930, con una diferencia: ahora el Estado no asume lo público; por el contrario, y de acuerdo al mandato de sus prestamistas, lo privatiza con el propósito de recoger los millones necesarios para cubrir sus compromisos de abono a la deuda, dejando al conjunto social viviendo en “tierra de nadie”.
En Grecia todo está en venta, desde lo que parecería insignificante –quinielas, loterías, apuestas hípicas (2), lo simbólico, los edificios de cerca de 30 ministerios– (3) y lo estratégico: gas, agua (4), ferrocarriles, puertos (navales y aéreos), minas (5). Como si fuera poco, explotará sus derechos en el espacio radioeléctrico y su participación en la Hellenic Defense Systems. Se trata de una privatización sin límite: toda una piñata a favor del capital privado.
Pero aquí no se detiene la radiografía de un desastre que dio paso a la quiebra del régimen político, bipartidista, clientelista y cuasifamiliar, surgido en la posdictadura (6). El Estado ha dejado de contratar nuevos empleados, y en algunos casos, como en los hospitales, el funcionario que sale jubilado no es reemplazado, además de que sus dispensarios carecen de lo esencial para garantizar una buena y oportuna atención a todo tipo de pacientes. Es desesperante la situación que se vive en las empresas públicas, en proceso de destrucción, como paso previo a su privatización.
A esta situación llegó el país luego de la crisis del sistema financiero europeo y de los Estados Unidos, con coletazos en vivienda –como sucedió en España–, trance del cual uno de los países más afectado fue precisamente Grecia, colmado de empréstitos por parte de bancos comerciales europeos que entre los años 2005 y 2007 le entregaron más de 60 mil millones de euros, hasta acumular en la actualidad una deuda de 320 mil millones. El Estado se torna ilíquido, sin dinero para honrar sus compromisos económicos, con una contabilidad inflada y manipulada con complicidad del Banco Goldman Sachs, asesor del gobierno, que al mismo tiempo cosechaba “[…] jugosos beneficios especulando sobre la quiebra del país” (7).
Sin poder encubrir por más tiempo su real situación, finalmente Grecia fue intervenida en el año 2009 por organismos multilaterales que le obligaron a firmar clausulas draconianas si quería recibir los millones que requería para seguir funcionando. El dinero era necesario para cancelarles oportunamente a los bancos prestamistas. Hasta 240 mil y más millones de euros fueron lo estipulado para esta intervención, dinero entregado a plazos, siempre y cuando el modelo neoliberal acabara de copar todas las instancias de esa sociedad.
Las medidas, tradicionales en el recetario neoliberal, impulsado y defendido por instituciones como el FMI, ya aplicadas a Colombia durante su crisis económica de 1999, a la Argentina (2001) y otros países, no mejoraron la economía sino que la contrajeron todavía mucho más (8). Luego sería pública la discusión y la decisión al interior del FMI, lo cual evidencia que su afán no era salvar a este país e impedir el sufrimiento de millones de pobladores: su ‘benevolencia’ se debía a que deseaba asegurar el dinero para los bancos comprometidos con los préstamos que estaban en riesgo (9).
Por años, nada se pudo contra esta política de shock. Numerosas huelgas generales convocadas por los sindicatos, pese a su contundencia, no consiguieron parar la ejecución del mandato de la troika. Alzamientos sociales concentrados en plazas y confrontaciones con la fuerza pública tampoco lograron que el Ejecutivo griego retrocediera en la concreción del mandato del sistema financiero europeo. La resistencia y el descontento social, multiplicado más allá de lo sindical, tomó nuevas formas: por doquier surgieron cooperativas y sistemas solidarios de ayuda para sobrellevar la escasez, el desempleo, el hambre, los desalojos de las familias sin con qué cancelar sus hipotecas. Los bancos de tiempo también tomaron forma, y la organización alternativa iba tejiendo sus relacionamientos y búsquedas de nuevas opciones.
En 2014, las elecciones regionales permitieron ver la creciente capacidad de una nueva fuerza, la coalición de una docena de pequeñas organizaciones políticas de izquierda, que con una dirigencia relativamente joven convocaba a su país al cambio, a salirse de la Otan, a renegociar la deuda, a ponerle límite inmediato al ajuste fiscal. Su triunfo en aquella ocasión, y su misma llegada al Parlamento Europeo, permitían ver su posibilidad de triunfo en las elecciones convocadas de manera formal para 2016, las que finalmente fueron adelantadas ante la incapacidad del gobierno liderado por el partido Nueva Democracia para lograr mayoría y nombrar jefe de Estado. El cumplimiento de sus promesas en las ciudades que ahora gobierna reforzaron su prestigio (ver artículo pág. 4).
Blandiendo la consigna “Llega la esperanza. Grecia cambia, avanza Europa”, y con un programa mínimo por aplicar durante los primeros seis meses de su gobierno (10), que incluye un plan de salvamento social, Syriza rompió escepticismos y ganó la confianza de una ciudadanía que, como también ha sucedido en muchos otros países, votó en contra de aquel a quien ahora identifica como culpable de sus males; es decir, aplica un voto castigo o protesta –que para algunos también puede significar votar por el mal menor–, el que en esta ocasión también actúa como referendo sobre una política económica y social de austeridad que no desean pero que de manera autoritaria les impusieron. Es claro que en estas elecciones salió perdedor el gobierno de turno, en cabeza del primer ministro Andonis Samarás, pero también el FMI, el BCE y la Comisión Europea.
Un triunfo no ha sido fácil. La novísima agrupación enfrentó estas elecciones sabiendo sortear la campaña de miedo que desató el establecimiento, la misma que incluyó demonios como “Si gana Syriza, hará del país otra Corea del Norte”, “nos aislará de Europa” o “revivirá la guerra civil de los años 40 del siglo XX”; o “sería devastador”, como declaró la jefa del FMI en un claro mensaje en contra de un cambio en Grecia.
Para neutralizar esta campaña, para tranquilizar a los diversos intereses pendientes del resultado electoral, Alexis Tsipras, candidato del partido ahora triunfante, debió renunciar a su fuerte y característico discurso esgrimido durante las elecciones de 2012, girando hacia el centro-izquierda, olvidándose del retiro de la Otan, mostrándose como vocero de un partido centrado al que la troika y los mercados no deben tenerle miedo. El cambio, que no tomó forma ahora sino que fue moldeándose durante los últimos dos años, durante los cuales aquél asistió a oficios religiosos, aseguró a los inversores extranjeros que pueden estar tranquilos; hizo públicas sus reuniones con los embajadores de Francia, Gran Bretaña y Alemania, y se reunió con los principales bancos de inversión.
Poder y contrapoder. Resistencia. En esta disputa entre lo tradicional y lo alternativo, las imágenes no dejan de pesar. Tsipras tomó posesión de su cargo como Primer Ministro en un despacho civil, negándose a la ceremonia religiosa contemplada incluso en la Constitución. El gesto es claro y la tensiones están presentes desde el primer día: habrá que ceder pero no en todo. ¿Cómo actuará en caso de que la troika no renegocie las condiciones de su intervención o plan de choque? ¿Quedará esta elección convertida en un parto de los montes? Por el contrario, ¿planteará desafíos importantes que fuercen la hasta ahora imperturbable línea trazada por las entidades multilaterales del capital?
Y es precisamente de las fuerzas reales que amenazan cualquier desviación del libreto delineado por las entidades multilaterales de lo que deben ocuparse los movimientos alternativos. La dependencia de los mercados externos para satisfacer las necesidades más elementales, heredada de la globalización; el acceso al crédito y a los mecanismos de pago, como la llamada red Swift para transacciones en tiempo real, son las armas de destrucción masiva más comunes que utiliza el capital internacional para someter a los ‘díscolos’, por lo cual la primera pregunta que surge dentro de estas consideraciones es: ¿tiene Grecia algunas cartas económicas y geopolíticas que le permitan renegociar las condiciones bajo las que fue sometida? Vale la pena levantar este interrogante porque, a diferencia de algunos países latinoamericanos que lograron debilitar en la subregión el llamado monroísmo, contribuyendo a la apertura de una etapa de lucha por un sistema multilateral en el mundo, el caso griego parece no contar con tantas perspectivas.
Luces. Rusia ya le ofreció ayuda económica al país helénico, lo que abriría el juego a la disputa entre proatlanticistas (quienes se decantan por una Otan fuerte y una presencia dirigente de Estados Unidos en Europa) y proeuropeístas (aquellos que consideran a Rusia parte de Europa y propugnan por el usufructo de sus materias primas de forma amplia), que podría dar alguna importancia a la permanencia de Grecia como integrante de la Unión Europea, fortaleciendo las demandas de mejores condiciones para el pago de la deuda. Por su parte, China invierte, con gran ambición en este país, la compra del puerto de Pireo ejemplifica una de sus principales jugadas, donde también suma la compra del aeropuerto de Atenas y otras empresas de importancia local y regional. No oculta su interés por el puerto de Salónica, así como por su red de ferrocarriles. Parece ser que el acceso a los Brics está servido.
Sea como fuere, lo cierto es que el desmonte total del llamado Estado de Bienestar no va a ser tan fácil en la Europa occidental y continental, como sí lo fue en el mundo anglosajón y el resto de países. El avance rápido de un movimiento como Podemos en España es quizás el otro hito que pudiera llamar a reconsiderar las condiciones a las cuales se sometió a Grecia, aunque el gran temor de la prensa oficiosa y los agentes multilaterales es que ceder significativamente ante las demandas helenas extienda el fenómeno de los movimientos alternativos. La posibilidad sigue abierta cuando los pronósticos de las entidades multilaterales de carácter oficial diagnostican que España regresará a las tasas de desempleo anteriores a la crisis tan solo en 2019. ¿De qué recuperación hablan entonces? De tal suerte que de la audacia de las políticas de Syriza depende en buena medida estimular un cuestionamiento masivo de las políticas de austeridad y hambre.
Exigir una auditoría de la deuda, mostrar las reales causas de la misma, así como mostrar su ilegitimidad pueden ser aspectos importantes que desnuden la naturaleza verdadera de la crisis en Europa. Judicializar a los responsables directos pudiera desatar una exigencia generalizada por identificar y castigar a los culpables individuales, pero, lo que es más importante, desnudaría la estructura de un sistema de distribución de la riqueza que cae cada vez más en la forma de cleptocracia abierta, cubriendo al sistema como un todo.
La disputa está apenas abierta y es muy pronto para predecir hacia dónde y cómo girará. Por ahora hay que remarcar que el recién elegido gobierno griego, como sucede en todas las elecciones de este tipo, ascendió al realismo político, les bajó el tono a sus declaraciones y buscó neutralizar la batería de presiones que pueden provenir de la troika. Las concesiones no fueron suficientes: los defensores del neoliberalismo esperan más, y para lograrlo apretarán, pues saben que ahora están en juego España y otros países de la región, azotados también por la crisis y la intervención de los organismos multilaterales. Es muy diciente la declaración del presidente del Banco Central Alemán (Bundesbank), Jens Weidmann, el domingo 25 de enero, apenas se conoció oficialmente el resultado electoral: “Tienen que respetar los acuerdos” (11). Sus palabras no dejan dudas sobre lo que viene y de lo que tendrá que sortear Syriza si no quiere terminar como un simple proyecto social-liberal, aplicando un plan de salvamento social. Ahora, con seguridad lo saben, la posibilidad de resistir a todas estas presiones descansa en el pueblo que lo ungió, al que deberá acudir una y otra vez para defender lo hasta ahora logrado y para ahondar el triunfo en forma de democracia, más que representativa, directa, radical. ν
1 Así denominan a la tríada constituida por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.
2 Una concesión por 12 años a cambio de lo que el gobierno recaudaba en tres.
3 Fueron vendidos por 260 millones de euros, para tomarlos en arriendo por 30 millones al año, y firmar una clausula que establece el derecho del gobierno a “recomprarlos” en el futuro.
4 Bruselas ordenó la privatización del agua. La Mancomunidad de municipios de Tesalónica organizó un referéndum. El gobierno griego intentó prohibirlo y lo declaró ilegal. A pesar de todo, se llevó a cabo con la presencia de observadores internacionales. El resultado fue que el 97,8 por ciento de la población estaba en contra de la privatización. Aun así, se privatizó, pero el Tribunal Supremo lo declaró ilegal.
5 La corona de negocios lo constituyen las mismas de oro de Calcidia. “La empresa que las gestionaba provocó un desastre medioambiental. Antes de hacerse cargo de las indemnizaciones, se declaró en quiebra. El Estado griego también perdonó las cotizaciones sociales debidas y compró por 11 millones los derechos de explotación. A las pocas horas, los vendió por el mismo precio a una empresa constituida dos días antes; ésta, a la vez, vendió el 9 por ciento de la explotación a un holding catarí por 175 millones. Sólo el 9 por ciento valía 16 veces más que lo que recaudaron los griegos”.
6 La dictadura griega, llamada de los Coroneles, cubrió el período 1967-1974, cuando nace la Tercera República.
7 Un FMI “útil de nuevo”, pero, ¿para quién? http://www.rebelion.org/noticia.php?id=130516
8 En los primeros cálculos del Fondo, la economía griega se contraería un 5,5 por ciento, mientras que finalmente lo hizo en un 17, entre 2009 y 2012, y el desempleo previsto fue de 15 puntos, aunque finalmente alcanzó el 25 por ciento en 2012.
9 FMI admitirá errores en el rescate de Grecia http://lat.wsj.com/articles/SB10001424127887324798904578527420952967626.
10 El programa contempla los “cuatro pilares para la reconstrucción nacional”, medidas destinadas a ponerle fin a la crisis humanitaria que vive el país; a recuperar la economía, la justicia fiscal y el empleo, y a democratizar en profundidad el sistema político. En palabras de Costas Isijós, responsable del área internacional de Syriza, “los primeros pasos y las primeras iniciativas del gobierno de la izquierda se encaminarán a recuperar la soberanía nacional y popular”, lo cual significará la ya citada negociación de la deuda y del memorando de préstamo, la elevación del salario básico a 751 euros, la reconexión de los cientos de miles de hogares que carecen de electricidad y la restitución de los convenios colectivos, entre otros asuntos. El dirigente señaló asimismo la responsabilidad del Estado a la hora de ofrecer educación y sanidad pública de calidad, erradicar la corrupción y la injusticia fiscal, y “fortalecer la democracia, las instituciones y la sociedad, como antídoto contra el aumento de la xenofobia, el racismo y el fascismo”.
11 Alemania reacciona: “Grecia tiene que respetar los acuerdos”, http://www.publico.es/internacional/alemania-insiste-grecia-respetar-acuerdos.html.