En junio de 2024 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) presentó el Informe sobre el Índice de Desarrollo Humano correspondiente a Colombia (1), un análisis que lleva a cabo desde 1990. La lectura crítica de este informe, como del conjunto de los presentados a lo largo de más de tres décadas, permite un acercamiento a la compleja relación entre lo humano y el desarrollo capitalista y a la realidad socioeconómica del país que somos.
Desde su inicio en 1990, la serie del “Informe sobre Desarrollo Humano” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud)advierte que el adelanto humano está condicionado por la forma en que concebimos el progreso. La importancia que conceden economistas y empresarios al indicador del PIB, es equivalente a la relevancia que otorga la tecno-burocracia y la clase política al índice de desarrollo humano (IDH). Este par de indicadores fueron uncidos por el contubernio interesado de las esferas pública y privada, declarando: “el desarrollo humano contribuye al crecimiento económico y el crecimiento económico contribuye al desarrollo humano”.
Haciendo abstracción de la estructura moldeadora del modo de producción capitalista sobre uno y otro indicador, los “informes” son apologéticos del modelo hegemónico al afirmar que los indicadores fundamentales del desarrollo humano avanzan en todos los países capitalistas, centrales y periféricos. Colombia es clasificada por el Pnud en la categoría “alto” desarrollo humano. Sin embargo, al analizar el período 1990-2023 se observa que el crecimiento del IDH no es constante en el largo plazo. Además, si ordenamos los países en función de su IDH, Colombia se encuentra en un puesto bajo con tendencia a desmejorar en el tiempo dentro del ranking mundial. Los valores alcanzados en el IDH y los cambios en el escalafón muestran una turbulencia endémica (gráfico 1 y mapa 1).
Índice de desarrollo humano (IDH). Se conoce como tal el indicador elaborado por el Pnud, con el apoyo de un equipo liderado por el economista indio Amartya Sen, y utilizado para clasificar a los países en niveles de desarrollo humano. Un país obtiene un IDH más alto cuando la esperanza de vida es mayor, el nivel de educación es mayor y el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita es mayor.
El primero de estos informes, “Desarrollo Humano: Informe 1990”, introdujo el nuevo índice de desarrollo humano (IDH). El desarrollo humano se presenta como un proceso y un nivel de logro. El IDH mezcla medios y fines: el ingreso es un medio para conseguir el desarrollo humano, mientras que los estándares de progreso en materia de salud y educación son los fines. El Pnud considera que la esperanza de una larga vida, junto con el alfabetismo total, no son suficientes para dar a un ser humano margen suficiente de elegir, si al mismo tiempo está privado de acceso a recursos para la satisfacción de sus necesidades materiales (la unidad de medida es el PIB).
La metodología del IDH escogió la distancia como denominador común de los tres componentes. El Pnud describe el desarrollo humano por medio de un “nivel internacionalmente comparativo de privación”, que muestra cuán lejos del caso nacional más exitoso se encuentran los demás países (la referencia son los países centrales y “desarrollados” del sistema mundo capitalista). La meta más ambiciosa del Informe es generar un IDH que sintetice, en una escala numérica, el nivel global de desarrollo del mapamundi político integrado por 194 países.
En 2010 el informe introdujo un índice de desarrollo humano ajustado por desigualdad (IHDI). Si bien el IDH simple sigue siendo útil, el Pnud afirma que «el IHDI es el nivel real de desarrollo humano (que representa la desigualdad), mientras que el IDH puede verse como un índice de desarrollo humano ‘potencial’ (o el nivel máximo de IDH) que podría lograrse si no hubiera desigualdad». Desde el informe correspondiente a 2012, los países se separan por cuartiles IDH: muy alto, alto, medio y bajo.
Estamos ante análisis e indicadores que han recibido cuestionamientos de parte de diversos analistas, los cuales han señalado críticamente algunas limitaciones del IDH:
i) el concepto de desarrollo está al servicio del designio hegemónico e ideológico estadounidense. Pensar el desarrollo –cualquier clase de desarrollo– requiere primero percibirse como subdesarrollado, con toda la carga de connotaciones que esto conlleva. La metáfora del desarrollo contiene un virulento poder colonizador, pronto aprovechado por tecnócratas y políticos: convertir la historia en programa, un destino necesario e inevitable. La historia fue así reformulada en términos de la evolución del sistema mundo capitalista, privando a los pueblos de culturas diferentes de la oportunidad de definir las formas de su vida social, económica, política y cultural;
ii) ante la realidad histórica de la deshumanización y destrozos ambientales ocasionados por el modo de producción capitalista, el IDH es un ejercicio burocrático y político que tiene como propósito limpiar rostro y manos del capitalismo, a la vez que le da legitimidad y continuidad al sistema capitalista;
iii) el IDH realza la centralidad del tándem capital-Estado como determinantes del “Desarrollo” e invisibiliza el protagonismo democrático y autogestión de la clase trabajadora y las comunidades;
iv) la mayoría de antropologías filosóficas y religiones se ocupan del problema de cómo llegar a ser verdaderamente humanos; en contravía, el Pnud asocia como elemento esencial de lo “Humano” el “Desarrollo capitalista”;
v) el IDH tiene como punto focal la distribución en vez de la creación de riqueza e ingresos; además, se interesa en el desarrollo de capacidades humanas y no en su utilización productiva;
vi) la concepción del IDH es primordialmente sectorial, pues le interesa las inversiones en educación, salud y otros servicios sociales. En consecuencia, no contiene una mirada amplia e integral, deja de lado la “política identitaria” relacionada con los distintos grupos sociales y la democracia participativa, desconoce que “cuando el conjunto se pierde, todo se vuelve arbitrario”;
vii) al concentrarse sólo en los medios, oculta el debate sobre los fines últimos;
viii) el concepto de DH se encasilla en un modelo predeterminado: el capitalismo, por ello es apologético de la eficiencia del mercado para la asignación de los recursos productivos, la competencia global y la apertura económica, el individualismo, la propiedad privada, la vida transformada en mercancías donde todo se vende y se compra y la ganancia como la fuerza que impulsa el capitalismo.
Colombia: desarrollo humano y ranking a nivel mundial. El país es considerado por el Pnud como un caso exitoso de elevación continua del IDH, en particular afirma: “El país ha experimentado progresos significativos en aspectos económicos, sociales, políticos y ambientales en el siglo XXI”. Como parte de ello, el país está clasificado por el Pnud como de desarrollo humano alto pese a que el crecimiento económico es inestable y turbulento, el ingreso per cápita es bajo, su distribución es significativamente desigual, la incidencia de la pobreza es generalizada, la injusticia es compartida por distintos grupos sociales y el grado de violencia es de los más altos en el mundo.
En efecto, durante el período 1990-2023, el IDH de Colombia registra un valor medio de 0,70 y el coeficiente de variación que mide la dispersión de los datos en los 34 años analizados es de 7 por ciento. El rango de variación es de 0,16 puntos porcentuales, con un valor mínimo de 0,61 en el año 1990 y un máximo de 0,77 en 2019. En los años 2020 a 2023, el IDH cae a 0,75 sin lograr alcanzar el nivel previo a la crisis de la pandemia.
Como parte de ello, el estudio comparativo de Colombia frente a la dinámica del IDH en el conjunto de países del mundo permite registrar una tendencia declinante en los años 1990-2023. De acuerdo con el ranking a nivel mundial, el puesto promedio ocupado por el país es el 85 durante los 34 años analizados; el coeficiente de dispersión en el ranking es más alto en comparación a la evolución del IDH: 7,7 por ciento. El rango de variación es de 24 puntos; el puesto mejor es el 72 en el año 1994 y el más mediocre el 96 en 2006. Durante estos 34 años, su posición respecto a los demás países del mundo, en relación al IDH, describe dos ciclos con tendencia a involucionar: el primero va del año 1990 al año 2006, comenzando con el puesto 79, alcanza la posición 72 en 1994 y luego cae hasta el puesto 96 en 2006; a partir de este último año se inicia el segundo ciclo, alcanza la mejor posición en el año 2016 al ocupar el puesto 85, a continuación el desempeño es más lento y se rezaga continuamente respecto al ritmo de avance de los demás países ocupando el puesto 91 en 2023 (gráfico 1).
IDH, Pobreza, economía y sociedad. Por mucho tiempo se creía que el sistema de protección social institucionalizado en el Estado de bienestar, al articular la expansión del sistema productivo capitalista, un sistema impositivo que concentra crecientemente la riqueza social en la hacienda pública, con la asistencia, los subsidios y la intervención en las fracturas y exclusiones sociales, podría erradicar definitivamente la pobreza y reducir las desigualdades. Hoy sabemos que se trataba de un delirio e ilusión.
En este ámbito, son dos las conceptualizaciones habituales de la pobreza y del bajo desempeño del IDH: una la define como carencia; la otra, en función del criterio de desigualdad. Es necesario conectar la desigualdad a la pobreza. Hay una conexión estrecha entre la evaluación de la pobreza y la estimación de la desigualdad. No obstante, la mayor parte de los estudios se han realizado en el contexto de un indicador unidimensional del ingreso individual, considerando la pobreza como un ingreso inadecuadamente bajo; esto podría llamarse “pobreza del ingreso”. Sin embargo, el ingreso es sólo uno de los muchos factores que influyen sobre las oportunidades reales de que disfruta la gente.
Uno de los métodos más usuales utilizados oficialmente para medir la pobreza en Colombia es la “Pobreza por Ingresos Insuficientes”. La línea de pobreza monetaria es el valor en dinero que necesita una persona al mes para adquirir una canasta básica de alimentos, servicios y otros bienes mínimos para vivir. Si una persona tiene un ingreso menor a este valor se considera en situación de pobreza monetaria. En Colombia, durante el período 1990-2023, el grado medio de incidencia de la pobreza monetaria es de 45,6 por ciento; el coeficiente de variación es de 18,3 por ciento. El rango de la pobreza es de 25,9 puntos porcentuales; el valor mínimo es de 33,0 por ciento en el año 2023 (producto de las políticas públicas asistencialistas que transfieren dinero en efectivo para subsidiar el consumo de las familias consideradas “pobres”) y el máximo de 58,9 en 1990, un año previo a la declaración de la nueva Constitución Política (Gráfico 2). El coeficiente de correlación es la medida específica que cuantifica la intensidad de la relación lineal entre las variables pobreza e IDH en un análisis de correlación; en nuestro caso tiene un valor de -0,95, esto es, altamente significativo e inversamente proporcional (de manera simultánea: baja la pobreza y aumenta el IDH).
La evolución del ingreso per cápita anual en Colombia durante el período 1990-2023 es bastante irregular y turbulento. La media de crecimiento es de 2,0 por ciento anual, con un coeficiente de dispersión de 158,4 por ciento. El rango de variación es de 17,7 puntos porcentuales, con un valor mínimo de -8,6 por ciento en el año 2020 y un máximo de 9,1 en 2021 (Gráfico 3). Para el caso de la correlación entre el IDH y el crecimiento porcentual anual del ingreso por persona en Colombia, la correlación aunque positiva es débil y cercana a cero: 0,04 (2).
De acuerdo con el Informe del Pnud de 2024, la tendencia positiva del IDH se vio interrumpida en 2020-2021, cuando se registró un retroceso debido al impacto de la pandemia. Este fenómeno ha sido global. Aunque se ha observado una tendencia favorable, el país aún no ha logrado recuperar completamente el nivel alcanzado en 2019. Agrega que “Es ampliamente conocido que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo y que pierde un 25 por ciento de su IDH al ajustar por desigualdad, lo cual constituye uno de los aspectos centrales a considerar para comprender por qué el país no logra converger”.
El coeficiente de concentración Gini registra un valor significativamente alto en el promedio del período 1990-2023: 0,54 (arriba de 0,3 está asociado con sociedades polarizadas políticamente, niveles altos de pobreza, violentas e injustas), con una baja dispersión de los valores registrados (el coeficiente de variación es de 6,02 por ciento). El rango de variación es de 0,14 puntos porcentuales, con un valor mínimo de 0,46 en el año 1991 y un máximo de 0,59 en 2001 (Gráfico 4). Paradójicamente, el coeficiente de correlación entre la evolución del Gini y el IDH es positivo, aunque con poca significación: 0,33. Este hecho contradice la afirmación del Pnud: “Cuanto mayor sea la igualdad con que se distribuye el PIB y las oportunidades económicas, tanto más probable será que se traduzcan en un mejoramiento del bienestar humano”.
El Pnud señala que “En los países en desarrollo no es la calidad de vida la que corre peligro: es la vida misma” (3). El informe de 2024 sobre Colombia, enfatiza que la promoción del desarrollo humano requiere de paz, y a su vez, el logro de la paz demanda desarrollo humano. Por lo tanto, el desarrollo humano necesita una condición básica: la seguridad humana, que implica que las personas puedan vivir libres de las amenazas que pongan en riesgo la posibilidad de realizar plenamente sus vidas.
Como evidencia de ese factor, resaltar que la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes en el país registra una media de 46,1 durante el período 1990-2023; el coeficiente de variación es de 42,7 por ciento (Gráfico 4). El rango de variación es de 59,6 puntos porcentuales, con un valor mínimo de 21,6 en el año 2020 (año de encierro colectivo poblacional, como medida preventiva ante el covid-19) y un máximo de 81,2 en 1990. A partir de 2021, con la gente en la calle nuevamente, la violencia homicida ha vuelto a aumentar a ritmos superiores a la prepandemia. El coeficiente de correlación entre la violencia y el IDH es casi que absoluta y negativa (-0,98).
De igual manera, el Pnud proclama que si bien el objetivo general del nuevo pacto internacional sería mejorar los niveles de desarrollo humano en todo el mundo, es posible que los países en desarrollo e industrializados concreten más este objetivo con la generación de empleo, “a fin de crear suficientes oportunidades de trabajo para absorber las nuevas adiciones a la fuerza laboral” (4). El IDH no hace referencia directa al trabajo; según el Pnud: “las tasas de empleo se reflejan en el ingreso real” (5), afirmación contraria a lo que muestra la evidencia empírica.
En Colombia, la media de la tasa de desempleo durante el período 1990-2023 es de 11,8 por ciento; el coeficiente de variación es de 25,2 por ciento lo que refleja un problema estructural asociado al modelo de desarrollo sustentado en actividades rentistas y extractivas dependientes de la expoliación de los recursos naturales, poco generadoras de valor agregado y puestos de trabajo (Gráfico 4). El rango de variación de la tasa de desempleo en los 34 años estudiados es de 12,1 puntos porcentuales, con un valor mínimo de 7,6 por ciento en 1994 y un máximo de 19,7 en 2000. El coeficiente de correlación entre la tasa de desempleo y el IDH es negativa y poco significativa: -0,10.
Según el Pnud, el IDH depende del desarrollo endógeno local, el cual retoma las capacidades locales para la gestión del desarrollo. De acuerdo con el Pnud, “las causas reales de la pobreza y las privaciones humanas se encuentran profundamente arraigadas en las políticas nacionales de los países en desarrollo. Es posible que los cambios favorables que se efectúen en el entorno exterior resulten de gran ayuda, pero jamás podrán sustituir las reformas internas” (6).
Agrega el Pnud que el desarrollo endógeno depende del Estado y no de la valorización de la iniciativa local centrada en la democracia, creatividad, autogestión, autonomía y cooperación como palancas del desarrollo. Afirma, asimismo, que “Los gobiernos y las comunidades pueden influir en gran medida en el desarrollo humano, encauzando una parte importante del ingreso público hacia el gasto social más prioritario, en particular mediante la prestación de servicios sociales básicos para todos. Vistas así las cosas, es evidente que el IDH tiene un sesgo estado-céntrico.
Un sesgo evidente entre nosotros, donde el complejo de estatalismo, fiscalismo e intervencionismo crece agigantadamente y sin pausa desde mediados del siglo XX. Durante el período 1990-2023, el valor medio de apropiación del PIB por el Estado es de 24,1 por ciento; el coeficiente de variación es de 15,3 por ciento (Gráfico 5). El rango de variación es de 13,9 puntos porcentuales, con un valor mínimo de 15,1 por ciento en el año 1990 y un máximo de 29,0 en 2022. La Constitución de 1991 disparó el gasto público lo que ha requerido de permanentes reformas tributarias para atender los requerimientos de la Hacienda Pública (como los ingresos son insuficientes y el déficit fiscal creciente y estructural, las nuevas responsabilidades públicas se resuelven con mayor endeudamiento público). Tres rubros del PGN concentran el gasto público: servicio de la deuda pública (intereses y amortización), gasto social y sostenimiento del desmesurado aparato jurídico y represivo. Los gastos de funcionamiento y de pago de deuda pública crecen tendencialmente, mientras la inversión cae proporcionalmente. Pese a lo anterior, el coeficiente de correlación entre el porcentaje de gasto público/PIB y el IDH es positivo y altamente significativo: 0,69.
Desarrollo desigual y combinado. En un país de regiones, como es conocida Colombia, la disparidad de ingresos, acumulación de capital y bienestar, como de oportunidades para el desarrollo colectivo e individual, fue y continúa siendo una de sus marcas sustanciales. Algunos intelectuales apologéticos del establecimiento y el capital nos hablan de la historia del país como un caso exitoso en el mundo de convergencia, pero la realidad es bien distinta. Una realidad que tratan de superar los planes de desarrollo de diferentes gobiernos, con distintos enfoques e instrumentos, sin alcanzar el cometido.
Históricamente, en Colombia los planes nacionales de desarrollo repiten, como un “mantra”, el propósito del desarrollo equitativo, equilibrado y convergente entre las distintas regiones, para que asuman con autonomía el liderazgo en la solución de sus propias necesidades. El pretendido dista de la realidad. Aún en el año 2023, Bogotá, Distrito Capital, concentra el 15 por ciento de la población y participa con el 25 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En el país, cinco unidades territoriales (Antioquia, Bogotá DC, Cundinamarca, Santander y Valle del Cauca) aportan las dos terceras partes del Producto Interno Bruto (PIB). Las cinco más pobres (Caquetá, Chocó, La Guajira, Quindío y Sucre) (7) contribuyen apenas con el 3,7 por ciento de la producción económica. La relación entre el valor producido por las 5 entidades más ricas y las 5 más pobres es de 17 veces. El PIB por habitante más alto (Bogotá DC) es 6 veces superior al más bajo (Vichada).
El concepto de evolución está asociado con una gradualidad implícita que la distingue de la revolución. Lo más importante con respecto a las proporciones de evolución es que varían enormemente. Además de ser un paso de lo homogéneo a lo heterogéneo, la evolución es también un paso de lo indefinido a lo definido; a la par que un progreso de lo simple a lo complejo, se verifica un progreso de lo confuso a lo ordenado, de lo indeterminado a lo determinado. La desigualdad es la “ley más general del proceso histórico”. Estas desigualdades son la expresión específica de la naturaleza contradictoria del progreso social y de la dialéctica del desarrollo humano. El desarrollo es la historia de las fuerzas sociales, económicas y políticas en pugna de la sociedad. La historia del capitalismo lo es también de la subordinación del campo a la ciudad, del antagonismo entre clases sociales y de la desigualdad del desarrollo económico, político y social. El desarrollo geográfico desigual resultante es tan variado como inestable. La intrincada geografía física y humana lleva el sello de los procesos sociales y políticos de los que deriva y de las luchas activas que la produjeron.
En esta dinámica típica del capitalista, la riqueza y la pobreza, el desarrollo y el subdesarrollo están entrelazados. En todas partes aparece una falta de uniformidad característica entre localidades, regiones y naciones, así como a lo largo de diferentes tiempos, en forma de auges, caídas y desintegraciones. La desigualdad en el desarrollo es inherente al régimen capitalista en todas las etapas de su existencia, lo cual, incluyendo sus aspectos políticos y sociales, es una ley ineluctable del capitalismo. Una tesis que suscribe Trotsky, al tiempo que la perfecciona al afirmar que «la desigualdad del desarrollo es desigual en sí misma».
En efecto, Trotsky amplió el concepto de desarrollo desigual (utilizado con frecuencia por Marx y Lenin) para abarcar un fenómeno más complejo, el del desarrollo desigual y combinado. Mientras los países relativamente retrasados bajo el capitalismo liberal recorrieron etapas de desarrollo parecidas a las que los países avanzados atravesaron unas décadas antes, esto ya no sucedió con el imperialismo. En lugar del desarrollo orgánico, la mayor parte de los países menos desarrollados experimentan una combinación de «desarrollo y subdesarrollo». La dinámica territorial del IDH en Colombia reafirma esta condición estructural (Ver mapa 2 departamental del IDH 2022).
La construcción y aplicación del IDH evade el análisis del capitalismo, no contempla el conflicto y la dialéctica inherentes a la historia humana y hace caso omiso de las leyes del desarrollo desigual y combinado, de una parte, y de la concentración y centralización del capital, de otra.
En consecuencia, el Pnud es idealistamente optimista de la tendencia histórica hacia la convergencia del IDH a nivel territorial. El IDH integra tres dimensiones clave del desarrollo humano: una vida larga y saludable, acceso a los conocimientos necesarios para tomar decisiones en libertad sobre la vida que las personas desean llevar, y contar con capacidad económica para lograr los fines deseados. Su informe de 2024 realiza el cálculo del IDH departamental para el período 2011-2022. Bajo la perspectiva del IDH, los 32 departamentos de Colombia, más Bogotá muestran, en general, una tendencia positiva durante el periodo mencionado. Sin embargo, se observan múltiples trayectorias que evidencian dinámicas territoriales de desarrollo humano muy diversas (Gráfico 6).
Este informe identifica tres trayectorias distintas: alta, media y baja. Un total de 14 departamentos, incluido Bogotá (muy alto) , presentan un desarrollo humano alto y muestran una tendencia positiva. Muestran avance al mismo tiempo en las tres dimensiones que considera el IDH: educación, salud e ingresos. Por otro lado, 17 departamentos muestran un desarrollo humano medio, donde los avances han sido limitados o no se evidencian cambios significativos. En estos casos, los avances logrados se ven contrarrestados por retrocesos en otros aspectos. Finalmente, los dos departamentos con desarrollo humano bajo exhiben una trayectoria decreciente.
El Pnud afirma que las fracturas territoriales son el resultado de una configuración compleja de diversas dinámicas territoriales. Se pueden observar múltiples capas de desigualdad que se entrelazan y refuerzan entre sí. La fractura territorial es tan marcada que la diferencia entre el territorio con el IDH más alto (Bogotá) y el departamento con el IDH más bajo (Guainía) se amplió entre 2010 y 2022 (0.25 puntos).
El optimismo del Pnud parte de los remedios derivados del diagnóstico: “Una mirada sistémica a estas dinámicas y diversas trayectorias de desarrollo humano en los territorios se explica por las relaciones e interdependencias entre la capacidad institucional, el crecimiento económico, la integridad ecosistémica y la incidencia del conflicto armado y nuevas formas de violencia. La combinación sistémica de estas dimensiones permite comprender qué factores pueden estar influyendo en el proceso de desarrollo humano de los territorios. En particular, la falta de una capacidad institucional sólida en ciertas regiones limita el acceso a servicios básicos como salud, educación y seguridad, lo que afecta directamente la calidad de vida de la población”.
La solución, según el organismo multilateral, está a la mano y es autoevidente. El capítulo 5, titulado “Oportunidades: trayectorias posibles para el desarrollo humano en Colombia”, del Informe 2024, plantea que “para avanzar hacia la convergencia del desarrollo humano en los territorios, es necesario desatar el potencial económico, social, institucional y relacional, en armonía con el entorno. Si el desarrollo humano consiste en ampliar las capacidades y su utilización, la productividad humana propone acelerar este proceso, y hacerlo desde la lógica del desarrollo humano sostenible”.
Y amplía: “Impulsar la productividad humana de manera efectiva significa entender las dinámicas territoriales en la formación y uso de las capacidades. Desde esta perspectiva, una mayor eficiencia en la ampliación de capacidades y su uso está directamente relacionado con una mayor eficiencia en provisión de servicios y bienes públicos, de calidad y universales, en incrementos de competitividad empresarial y, finalmente, en fortalecer el contrato social” (8).
La persistencia y confianza ciega en el supuesto desarrollo hacia el cual avanzamos en el capitalismo, como prerrequisito para potenciar la calidad de la condición humana, es irrenunciable, incluso en tiempos de crisis estructural y sistémica del Sistema Mundo Capitalista que creó y habitamos.
1. PNUD. (2024). Informe Nacional de Desarrollo Humano. Colombia: Territorios entre fracturas y oportunidades. PNUD, Colombia.
2. En probabilidad y estadística, la correlación indica la fuerza y la dirección de una relación lineal y la proporcionalidad entre dos variables estadísticas. El coeficiente de correlación puede tomar un rango de valores de +1 a -1; un valor de 0 indica que no hay asociación entre las dos variables.
3. PNUD. (1992). Desarrollo Humano: Informe 1992. Tercer Mundo Editores, Colombia, p. 20.
4. PNUD. (1992), op. cit., p. 30.
5. PNUD. (1992), op. cit., p. 52.
6. PNUD. (1992), op. cit., p. 17.
7.Sin considerar, para efectos de este análisis comparativo, a los “Nuevos departamentos”. Estos corresponde a Amazonas, Arauca, Casanare, Guainía, Guaviare, Putumayo, San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Archipiélago), Vaupés y Vichada, antiguamente organizados como intendencias y comisarías.
8. PNUD. (2024). Informe Nacional de Desarrollo Humano. Colombia: Territorios entre fracturas y oportunidades. PNUD, Colombia, pp. 12-22.
*Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos Le Monde diplomatique edición Colombia y desdeabajo.
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