Mientras la línea editorial de los grandes medios franceses refuerza el discurso liberal del apagado gobierno de François Hollande, Le Monde diplomatique sostiene su compromiso democrático, renueva el diálogo con los lectores y refuerza su distintivo periodismo reflexivo que no pacta con las presiones del establishment.
El 20 de agosto de 2013, Libération intentó reflotar su débil difusión mediante el siguiente eslogan promocional: “Cuando todo va rápido, hay una única solución: ir más rápido aun”. Una mala solución, parece. Un año más tarde, las ventas del diario continuaban derrumbándose, y sus directivos anunciaban la suspensión de más de un tercio de los empleados del diario. Al mismo tiempo, exigían que los sobrevivientes produjeran más contenidos “heteróclitos” con menos periodistas. Los que se sintieron tentados a resistir fueron advertidos por el nuevo director general Pierre Fraidenraich: “Es esto o la muerte” (1). Pasarán, sin duda, las dos cosas.
El planeta padece angustias más profundas que esta interminable agonía de una pequeña empresa en dificultades de volumen de negocios, de clientes y de razón social. Pero, aunque pueda parecer secundaria, esta historia muestra dos elementos importantes propios de una novela de época: una prensa escrita cuyo estado general oscila entre la declinación y el coma, conducida por directivos que ya no creen ni en su futuro económico ni en su misión democrática, y una izquierda de gobierno incapaz de expresar algo diferente de las pasiones mercenarias de sus adversarios (“Amo la empresa”). Libération, que sirvió de apoyo editorial a François Hollande, es presa de estas dos contrariedades. La “muerte” que ronda en torno al diario no constituiría, pues, sino la prefiguración de la advertencia “la izquierda puede morir”, con la que el primer ministro Manuel Valls intenta reunir en torno suyo a su último círculo de fieles.
En el caso del diario, el remedio imaginado es hacer depender su continuación de cualquier otra cosa que no sea el periodismo –organización de coloquios pagados por colectividades territoriales (2); “marketing cruzado” con el accionista principal del diario, el operador de cable y proveedor de acceso a Internet SFR-Numericable; transformación de los locales del diario en lugares de entretenimiento en un barrio “moderno” de la capital, etc.–. En cuanto a la perspectiva de la izquierda de gobierno, se reduce a suplicarles a sus partidarios mantener el rumbo que condujo a “la extrema derecha a las puertas del poder”, repitiéndoles que no hay ningún otro camino posible… para impedir a la extrema derecha alcanzar el poder.
Pero hace tiempo ya que únicamente cediendo a la manía habitual del periodismo de descubrir lo inédito allí donde la gente más normal sólo advierte viejas artimañas, alguien tomaría a Laurent Joffrin –fundador de Libération– como el heredero de Jean-Paul Sartre, o a Hollande como el sucesor de Jean Jaurès (3). Si el presidente francés necesitó algo de aplomo para declarar que su “verdadero adversario” eran las finanzas mientras que había resuelto no hacer nada en su contra, qué decir del director de Libération que, en el transcurso de la misma conversación, proclamó que su diario es “el más libre de Francia” y advirtió a aquellos que aún trabajan allí: “No vamos a insultar a los accionistas que han invertido 18 millones en el diario” (4).
Convendría en efecto evitarlo, sobre todo si pronto se les va a pedir más. No obstante, puesto que “los accionistas” de los grandes medios se cuentan entre las fortunas más grandes del país, que se reparten los principales títulos de la prensa francesa (5), que obtienen sus recursos de los sectores más dinámicos de la economía mundial (industria del lujo, grandes obras públicas, armamento, Internet, etc.) y que no cesan de desplazar sus aportes de un diario, de un canal de televisión o de un sitio de Internet a otro, dirigir sus filípicas o sus sarcasmos al actual Presidente o a sus ministros es criticar un espectáculo después de haber ensalzado hasta las nubes a sus titiriteros.
Alimento del espíritu conservador
Los cantos de amor que los editores destinan a sus propietarios –”Deseo a todos los diarios y a todos los medios tener un accionista como el nuestro”, expresó por su parte el director de Le Point a propósito de la familia Pinalut (6)– testimonian en todo caso una inflexión preocupante en la relación de fuerzas entre periodistas e inversores.
Pues la prensa está hoy demasiado maltrecha como para poder resistir a las grandes fortunas misericordiosas que se dignan a aliviar sus déficits. Libération pierde cada día 22.000 euros, o sea cerca del 16% de su volumen de negocios (7). El año pasado, sólo dos de los dieciocho diarios franceses registrados por la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD) –Les Echos y la Gazette des courses– mejoraron su difusión en un 1,86% y un 2,6% respectivamente. Al mismo tiempo, doscientos cuarenta, de los trescientos uno semanarios, mensuales, bimestrales y trimestrales mostraron un retroceso, a veces sensible, de sus ventas: 21% Les Inrockuptibles, 19% Marianne, y 16% Le Canard enchaîné.
La desafección de los lectores interviene en el momento en que los ingresos publicitarios también se suspenden –los de la prensa escrita bajaron un 27% entre 2009 y 2013–. En estas condiciones, los grandes empresarios ya no invierten en un diario con la esperanza de obtener un beneficio económico. “Serge Dassault, sólo con Figaro, perdió, en promedio, 15 millones de euros por año durante cinco años”, recuerda la revista Capital. “Michel Lucas, el dueño de Crédit mutuel, 33 millones promedio con sus nueve periódicos regionales del este de Francia. Claude Perdriel alcanzaba los 5 millones de déficit, antes de ceder su Nouvel Observateur. Bernard Arnault acumuló más de 30 millones de pérdida desde la compra de Les Echos. El único sobreviviente, François Pinault, obtuvo durante mucho tiempo 2 o 3 millones de ganancias con Le Point, pero sufrió pérdidas en el primer semestre de 2014” (8).
Sin embargo, si Patrick Drahi decidió desembolsar 14 millones de euros en el salvataje de Libération es porque espera un retorno de la inversión. “Se piensa dos veces antes de atacar al dueño de un diario –continúa Capital–. El oscuro jefe de Numericable, Patrick Drahi, sólo era un ‘nobody’ cuando tomó por asalto SFR. Gracias a eso fue atacado en todos los frentes: exilio fiscal, holdings dudosos en las Bahamas, nacionalidad francesa incierta. De allí Libération. No es TF1, por supuesto, pero el efecto disuasivo no es nulo. Xavier Niel, por su parte, pasó del estatuto de pirata de las telecomunicaciones a miembro del establishment desde que se convirtió en copropietario de Le Monde en 2010. Y eso con poco gasto: su fortuna varía cada día en la Bolsa en más de 30 millones de euros, la suma que invirtió en el vespertino.”
Obtener que la línea editorial de la casi totalidad de los medios adopte un discurso liberal y a favor de la austeridad no requiere una presión constante. La formación y la socialización de la mayoría de los periodistas económicos, así como la de los editorialistas, garantizan que todos ellos piensen espontáneamente como el Fondo Monetario Internacional, la Auditoría General o el empresariado. Así, el economista estadounidense Paul Krugman señala casi todas las semanas en The New York Times que todos los temores de los monetaristas fueron desmentidos, en particular el de ver que el déficit público desencadena la inflación; señala, además, que todas las advertencias de los keynesianos fueron confirmadas, en particular la idea de que las políticas de austeridad paralizarían el crecimiento. Sin embargo –se lamenta– los que continúan triunfando son los primeros, sobre todo en los grandes medios. Ahora bien, ¿cómo dudar de que la casi desaparición de una prensa independiente o su subordinación progresiva a los grandes intereses que determinan la política económica y social de los gobiernos alimentan el espíritu conservador de una Europa en crisis?
En Francia, el Presidente de la República lleva a cabo desde hace dos años una política económica alineada con las recomendaciones de la prensa. Los resultados son en consecuencia muy malos. Pero, lejos de estar agradecidos a Hollande por haber estado tan atento a sus recomendaciones nefastas, los editorialistas ahora lo conminan a acelerar en el mismo sentido, y después, con la misión cumplida, renunciar. “Ya que está derrotado para ser reelegido –lo increpa así el ex diputado socialista europeo Olivier Duhamel en Europa 1– al menos que haga las reformas hasta el fondo para dejar una huella en la historia.” Por su lado, un editorialista del Figaro invita enseguida –pluralismo obliga– al jefe de Estado al mismo sacrificio: “Hollande parece hoy privado de toda capacidad de recuperación. Estar así acorralado, ¿no es una razón más para jugar a todo o nada, yendo directa y valientemente hasta el fondo con una política reformadora y liberal, aunque sea al precio de ver que su mayoría lo abandona?” (9). El “retorno” de Nicolas Sarkozy parece garantizar que un enfrentamiento personalizado entre partidarios de políticas casi idénticas continuará repitiendo el debate público francés durante los próximos años. Y que los medios les marcarán el compás a todos, de manera compulsiva, a fuerza de sondeos y de alertas de terrorismo.
Desde 1989, el programa de France Inter Là-bas si j’y suis permitió a un público importante y socialmente diversificado escapar a tales manipulaciones gracias a una perspectiva diferente sobre la actualidad social pero también internacional. Los periodistas de Le Monde diplomatique eran invitados regularmente. En junio último, argumentando la edad del conductor, Daniel Mermet, y las encuestas de audiencia en retroceso, la dirección de la estación cerró autoritariamente este espacio de libertad. Sin embargo, Radio France continúa recurriendo a periodistas experimentados, como Christine Ockrent, y a otros que acumulan fracasos bien reales, como Nicolas Demorand, recientemente echado de la dirección de Libération después de que el 89,9% de los empleados del diario hubieran reclamado su partida. Pero éstos forman parte de los indestructibles gracias a su fuerte adhesión a la globalización versión patronal (Ockrent) o al social-liberalismo (Demorand) (10). La desaparición del único programa cotidiano de la radio nacional identificado como disonante en el concierto mediático, y cuyas encuestas daban la palabra a las clases populares, constituye pues un duro golpe contra el pluralismo (11).
Nuestro proyecto
La defensa de Le Monde diplomatique y la ampliación de su influencia se vuelven así más urgentes. Pues bien, en 2013, la movilización de los lectores fue importante. La difusión del periódico mensual (-0,61% según la OJD) resistió mejor, en efecto, que la de la mayoría de los otros títulos de prensa. El monto de las contribuciones de los lectores, convertidas en un pilar esencial de nuestra economía, aumentó, por otra parte, fuertemente y superó los 240.000 euros (contra 180.000 euros en 2013). En fin, el número de abonados a nuestros archivos digitales pasó de 0, a fines de 2012, a 6.947, en 2013, para establecerse en 11.382 en septiembre de 2014.
Este último ejemplo lo demuestra: nosotros buscamos anticiparnos al estancamiento de las ventas del diario y al rol cada vez más marginal de los ingresos publicitarios en nuestro volumen de negocios (1,6% en 2013) inventando sin cesar otros medios, incluso digitales, para dar a conocer nuestra manera de ver. Medios que deben permitirnos movilizar nuevos lectores para pesar más en el debate público. Nuestro Manuel d’histoire critique, que se publicó el mes último, se inscribe en esta perspectiva tanto editorial como política. Y es uno de los proyectos que no hubiéramos podido llevar a cabo sin el concurso de ustedes, bajo la forma de abonos y contribuciones.
En 2013, Le Monde diplomatique desapareció de la lista de las doscientas publicaciones más auxiliadas por el poder público, donde figuraba en la posición ciento setenta y ocho. Simultáneamente, la revista Closer se mantenía en esta lista (en la posición ochenta y ocho, con 533.221 euros) y el diario patronal L’Opinion hacía su entrada (12). Esta seguidilla de incongruencias subraya la necesidad urgente de considerar las subvenciones a la prensa. Deberían, en primer lugar, ser útiles a las publicaciones que contribuyen al debate democrático que no quieren depender del óbolo de las grandes fortunas. Estamos lejos de ello cuando Télé 7 jours, adosado al grupo Lagardère, cobra cerca de 7 millones de euros por año, y Le Monde diplomatique… 108.600. Pero, allí también, el esfuerzo consentido de nuestros lectores contribuye a equilibrar la situación, puesto que dos tercios de las contribuciones que nos pagan les son reembolsados luego por el Tesoro público.
La era digital abrió un autoservicio caótico. Se encuentran allí todos los artículos, mezclados y encimados de cualquier manera en un mismo plano. Pero ya empieza a sentirse una forma de cansancio, de fatiga, ante la información superficial sin límites, el comentario inmediato y previsible de la menor (pretendida) actualidad, las últimas desviaciones de palabras, los estados de ánimo ombliguistas, los bufidos repentinos, el esplín teatralizado, las pequeñas depresiones.
Y es allí donde nuestra singularidad podría resultar una ventaja, pues nos permite escapar a la rapidez, a la saturación, a la vehemencia, a la simplificación. Pero sabemos sin embargo que hace falta adelantarnos, rendir cuenta de las discusiones y de los proyectos, imaginar nosotros mismos estrategias de reconquista. Detenerse a reflexionar, en suma, para avanzar luego con los ojos abiertos.
Aunque Le Monde diplomatique cambió mucho desde hace sesenta años, el racionalismo equilibrado, la esperanza progresista, la negativa a aullar con los lobos y los perros de ataque permanecen invariables. En una época en que existen pueblos enteros que caen en el oscurantismo, el miedo y la paranoia, nosotros seguimos pensando que la razón, las ciencias, la educación, el saber, la historia pueden legítimamente suplantar la emoción única, las creencias, las costumbres, los prejuicios, las supersticiones, el fatalismo. Y fundar un proyecto de liberación humana.
No estamos obsesionados con el tema de la decadencia porque continuamos apostando a la emancipación. Nuestros medios de proseguir este combate intelectual dependen también de ustedes.
1 L’Express.fr, 15-9-14.
2 Véase Julien Brygo, “Des forums locaux pour renflouer Libération”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2013.
3 Véase Pierre Rimbert, Libération, de Sartre à Rothschild, Raisons d’agir, 2005 y Benoît Bréville y Jérôme Péllissier, “L’art de tuer Jaurès”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2014.
4 De esos 18 millones de euros, 14 millones son aportados por Patrick Drahi, presidente de Numericable. “L’instant M”, France Inter, 16-9-14.
5 Les Echos y Radio Classique pertenecen a M. Bernard Arnault (1ª fortuna francesa), Le Point a François Pinault (3ª), Le Figaro a Serge Dassault (4ª), Libération a Drahi (6ª), Le Monde y Le Nouvel Observateur a Xavier Niel (7ª), Direct Matin y Canal Plus a Vincent Bolloré (10ª). Martin Bouygues (TF1-LCI), Jean-Paul Baudecroux (NRJ) y Arnaud Lagardère (Europe 1, Paris Match, Journal du dimanche) se cuentan también entre las más grandes fortunas de Francia.
6 Pierre Rimbert, “La joie de servir”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2014.
7 Según sus propietarios.
8 Capital, París, agosto de 2014.
9 Le Figaro, París, 15-9-14.
10 El 5 de marzo de 2013, en un editorial notable, el que en ese momento era director de Libération llamó a “devolver los derechos trabajosamente obtenidos y la protección social. Sí, habrá que fijar compromisos dentro de las empresas sin los que éstas cerrarán. Sí, para decirlo con estas palabras en otro tiempo altisonantes, habrá que trabajar más para ganar lo mismo y quizás menos. Sí, este panorama es mil veces preferible a la desocupación”.
11 Véase Daniel Mermet, “A Radio France, rapprocher le micro de la fenêtre”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2014. El sitio http://www.la-bas.org da cuenta de los próximos proyectos de Daniel Mermet. Y tres miembros de su antiguo equipo conducen en France Inter, cada sábado a las 16 horas, el programa “Comme un bruit qui court”.
12 Véase “Le Monde diplomatique disparaît”, La valise diplomatique, 9 de mayo de 2014, http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2014-05-09-le-diplo-disparait
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola