En un mundo en crisis, en tiempos turbulentos, el sentido de ser humano puede perderse. Las múltiples noticias así parecieran indicarlo. Aparentemente imperan la indolencia, la autocomplacencia y la indiferencia. Sin embargo, esa es sólo una apariencia. Pues la verdad es que el humanismo vibra y las formas de preocupación y tematización por el ser humano no se agotan. He aquí una variante reciente.
De los orígenes a la actualidad
Las humanidades estuvieron en el centro de esa revolución cultural, social y política que fue la salida de la oscuridad de la Edad Media y el ingreso a la Modernidad a través del Renacimiento. Y siempre, desde el Quattrocento hasta la fecha, han sido fundamentales en el desarrollo humano, social y espiritual de las sociedades y pueblos. Pero ahora se ven amenazadas.
En el proceso de ingreso a la sociedad del conocimiento, uno, y luego también, a la sociedad de redes, existen intereses creados para reducir y eliminar a las humanidades, bajo argumentos como costo-beneficio, productividad, competitividad, eficiencia y eficacia. Desde Japón y los deseos del primer ministro Nobosuke Kishi de que las universidades de su país cierren los espacios a las humanidades, hasta Australia o Chile en donde, bajo circunstancias distintas, la filosofía no se enseña en los colegios, o Colombia que asiste sorpresiva a decisiones de Colciencias de promoción de emprendimiento y competitividad en toda la línea de la palabra y recortes a la investigación en todos los niveles para las humanidades y las ciencias humanas y sociales, por ejemplo.
Ciertamente que en la historia existió la querella entre los antiguos y los modernos –siglo XVII–; es cierto que existió una discusión profunda entre científicos y humanistas en los desarrollos del siglo XV y XVI. Y de tanto en tanto, aquí o allá, hay quienes han pretendido oponer a las ciencias y a las humanidades. Pero la verdad es que, propiamente hablando, jamás ha existido un guerra entre ciencia y tecnología, de una parte, y humanidades, ciencias humanas y sociales de otra. Una bibliografía seria así permite confirmarlo (1).
El computador, la computación y las humanidades
Desde la máquina que ideó Turing para descifrar el código Enigma de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, hasta los desarrollos incipientes del primer computador –el Eniac I y el Eniac II–, hasta la fecha, nuestra época está marcada, como ninguna otra, por la impronta de la tecnología, en la forma del computador y la computación. Con una observación puntual: el computador no es simple y llanamente una herramienta; antes bien, es un instrumento conceptual; esto es, tiene memoria, sintaxis, semántica, y es capaz de aprendizaje y adaptación, dando lugar a diversas formas de inteligencia y de robótica, ocupando, hoy por hoy, un lugar central en la vida de los individuos, las sociedades y los estados.
Las ciencias, las disciplinas, e incluso los saberes y las prácticas, no son enteramente ajenas a este fenómeno. Sin duda alguna, la digitalización del mundo y de la vida constituye una inflexión singular en la historia de la familia humana, y sin ambages, del universo mismo. El computador y la computación constituyen al mismo tiempo una metáfora y una herramienta, una forma de vida, y un modo de explicación y acción en el mundo, por ejemplo.
La computación introduce una serie de problemas y desarrollos a la vez, tales como: inteligencia artificial versus inteligencia humana, múltiples aspectos cognitivos (lenguajes naturales y lenguajes artificiales), adaptación y aprendizaje, importancia de la memoria (de corto y de largo plazo), así como la acumulación y procesamiento de la información. Y ello sin dejar de mencionar el problema mismo de la noción de sujeto y que computacionalmente se denomina “agentes”.
También las humanidades, las ciencias humanas y sociales participan en estas dinámicas y estructuras. El resultado es, para decirlo de manera cauta, la inter y la transdisciplinariedad. Del lado de las ciencias humanas y sociales, emergen, en este contexto, las ciencias sociales computacionales, tanto como la ciencia social generativa (2). Y por el lado de las humanidades aparecen, primero, las humanidades computacionales y, más propiamente, las humanidades digitales. En la actualidad, estas humanidades forman parte medular del cruce entre las ciencias de la complejidad y la ciencia de grandes datos (3).
¿Qué son las humanidades digitales?
El concepto aparece propiamente hablando, según algunos autores, a finales de los años 90 del siglo anterior, y de acuerdo con otros, entre el 2004 y el 2005 como resultado de la importancia social, cultural y científica de los computadores y la computación, de la cual las propias humanidades no pueden aislarse. Antes, desde los años 60 y 70 diversos encuentros académicos habían tenido lugar centrados en el diálogo y cruce entre computación y humanidades.
A la fecha, ya nadie habla de humanidades computacionales, y por el contrario, el concepto adecuado es el de humanidades digitales.
La digitalización es una forma como el mundo ha llegado a organizarse, y con éste, el conocimiento y la vida social. La digitalización configura hoy en día uno de los modos de desarrollo humano, y ya los países escandinavos han reconocido, desde hace algunos años, el derecho al libre uso de internet –wimax, y no ya simplemente el wifi– como un capítulo propio de los derechos humanos (4).
La digitalización permite distinguir las humanidades clásicas de las actuales, así: numerosos textos clásicos se encuentran cada vez más a disposición de la gran base de la sociedad gracias a la digitalización de los mismos (es lo que en general se conoce como los textos en pdf). Asimismo, los trabajos en archivística se digitalizan cada vez más, garantizando así posibilidades más amplias de socialización del conocimiento. Por lo demás, metodológicamente, la digitalización ha permeado a las humanidades en la forma del trabajo con grandes bases de datos y en la transición hacia lo que se conoce puntualmente como la ciencia de grandes datos (big-data, big-data science). En fin, políticamente hablando, se trata del reconocimiento explícito de que el conocimiento es un bien común y no es ya patrimonio de nadie, todo lo cual, comporta un giro fundamental en los procesos de democratización de la sociedad y del Estado.
De manera precisa, jamás había existido un acercamiento tan grande entre humanistas y científicos como sucede hoy en día, algo que se aprecia particularmente en la buena ciencia de punta, en sentido amplio y general; esto es, aquella que ha logrado tomar una distancia grande frente a la disciplinarización del conocimiento, haciendo de la computación una herramienta cotidiana y amable de trabajo. A pesar de ello, existen sectores políticos, empresariales, financieros y militares que consideran a las humanidades como inútiles y de nulo provecho en términos de beneficio, eficiencia, competitividad, estrategia, producción y consumo.
Las humanidades digitales son por tanto aquellas que incorporan plenamente los procesos de digitalización en toda la línea de la palabra, esto es: en la enseñanza-aprendizaje, en la metodología de investigación tanto como de exposición, en el uso de herramientas computacionales y cada vez más en relación directa con la ciencia de datos. Como consecuencia, las humanidades digitales representan una inflexión con respecto a las humanidades clásicas, ya que otro rasgo distintivo es el manifiesto carácter abierto y de inter y transdisciplinariedad que las caracteriza. En español no existe aún una bibliografía amplia y sólida acerca de la humanidades digitales: he aquí un campo amplio de oportunidades y aprovechamiento.
Impacto y consecuencias
Diversos enfoques y estudios se han realizado acerca del impacto social, tanto como epistemológico de las humanidades digitales. Desde el punto de vista político (5), se trata de fortalecimiento de la democracia en cuanto que, en el contexto de la sociedad de redes, evidencia con suficiencia que el conocimiento no es de nadie, que es patrimonio común, y promueve la lectura, discusión y espacio para acceder y compartir los textos fundamentales del pensamiento humanista de la humanidad. Vale mencionar un ejemplo: la obra del más grande erudito, crítico y demócrata del siglo XVI Erasmo de Rotterdam se encuentra totalmente disponible en la web, un autor conocido por sus posturas abiertamente anti-dictatoriales, no-confesionales, críticas y de apoyo a las grandes bases de la sociedad; esto es, los pobres y los marginados, los excluidos y los perseguidos.
Asimismo, la historia, una ciencia por definición políticamente incorrecta, constituye ampliamente una de las aristas más destacadas en el ámbito de las humanidades digitales. El acceso de numerosas fuentes históricas permite una lectura crítica del pasado y una apropiación autónoma del presente, en contraste con la apariencia que quieren dar los saberes dominantes (6) .
No existe, manifiestamente un único humanismo. Varios son identificables a lo largo de la historia: el griego, el renacentista, el cristiano, el marxista, el ateo, el existencialista y varios más. En cualquier caso, las humanidades digitales constituyen una inflexión en la historia de la concepción del ser humano y de las experiencias y relaciones entre los seres humanos y el mundo y la naturaleza. Esta inflexión consiste en el hecho de que nuevas preguntas y nuevas respuestas están siendo planteadas acerca de la cultura humana. Al fin y al cabo, no es el pasado el que ilumina el presente, sino, por el contrario, son los desarrollos, los logros y las conquistas del presente los que arrojan luz sobre el pasado.
Notablemente, se trata de conquistas, logros y desarrollos posibles gracias a las nuevas tecnologías disponibles en cada momento, las formas como la comunidad académica y científica se relaciona con el conjunto de la sociedad, y los lenguajes, enfoques y metodologías que, a cada paso, se van desplegando. Sin la menor duda, las humanidades digitales representan un momento en la historia de complejización del conocimiento, de la sociedad y de la vida. Y sí, la complejidad hace referencia al proceso mismo de diversificación, auto-organización, y no-linealidad de las experiencias humanas. Al fin y al cabo vivimos un mundo de crecientes inestabilidades, turbulencias y fluctuaciones. En un mundo y en tiempos semejantes la re-interpretación de lo que significa ser humano es un tema que no puede ser, en absoluto, obliterado. Cada época descubre al mismo tiempo retos, pero también nuevas posibilidades para realizar nuestra humanidad. Las humanidades digitales responden, con todas las herramientas disponibles a este conjunto de cuestionamientos y desafíos.
Cada época desarrolla la ciencia que puede y la ciencia que necesita para comprender y resolver los nuevos problemas con que se enfrenta a cada paso. Pues bien, las humanidades digitales constituyen uno de los modos de esta nueva ciencia en desarrollo. El futuro determinará su validez o sus cambios.
1 Cfr. por ejemplo el excelente libro de S. J. Gould, Érase una vez el zorro y el erizo: las humanidades y la ciencia en el tercer milenio, Barcelona, Crítica, 2010.
2 Al respecto, véase Maldonado, C. E., Complejidad de las ciencias sociales, de próxima aparición en: Ed. Desde Abajo, Colección “Ciencia y Sociedad” (en prensa).
3 Cfr. Maldonado C. E., Introducción al pensamiento científico de punta, hoy, Bogotá, Ed. Desde Abajo Nº 15.
4 Existen numerosas fuentes al respecto. Entre otras. Cfr.: http://www.cnet.com/news/is-internet-access-a-fundamental-right/; y http://foreignpolicy.com/2015/02/02/unrestricted-internet-access-human-rights-technology-constitution/, y http://ahumanright.org/blog/.
5 Hunter, A., (2015). “The digital humanities and democracy”, en: Canadian Journal of Communication, 40, pp. 407-423.
6 Dobson, J. E., (2015). “Can an algorithm be disturbed? Machine learning, intrinsic criticism, and the digital humanities”, en: College Literature: A Journal of Critical Literary Studies, (Fall), 42.2, pp. 543-564.
*Profesor titular Universidad del Rosario.