Como espectáculo total, los Juegos Olímpicos ocupan un lugar destacado en el imaginario colectivo que se forja a partir de un abordaje mediático consensuado. Sin embargo, la retórica exagerada apenas esconde la lista de compromisos no cumplidos: el dinero pulverizó el amateurismo en todas las disciplinas; las sanciones discrecionales –contra Rusia, pero no contra Israel– reemplazaron a la neutralidad; el Comité Olímpico Internacional (COI), órgano supraestatal, se revela de lo más opaco; beneficios económicos efímeros justifican enormes gastos públicos; las restricciones impuestas en nombre de la seguridad aplastan las libertades; las proclamas chauvinistas de los comentaristas aniquilan cualquier espíritu de fraternidad entre los pueblos…
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