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Los sistemas humanos son los de mayor complejidad. Una demostración

Los sistemas humanos son los de mayor complejidad. Una demostración

 

De reciente aparición, el autor de este artículo acaba de publicar con la Editorial Desde Abajo: Complejidad de las ciencias sociales. Y de otras ciencias y disciplinas. Un libro provocador y retador a la vez, en el que se combina el diálogo entre diversas ciencias, disciplinas, artes y saberes. Este artículo resume algunas de las ideas centrales allí plasmadas. En realidad, una invitación a leer y discutir el libro.

 

 

Las ciencias sociales asumen de suyo que se ocupan de los sistemas sociales humanos, como si éste fuera el único tipo de sistema social. La verdad es que, por el contrario, existen tres clases de sistemas sociales:

 

• Los sistemas sociales naturales

• Los sistemas sociales humanos

• Los sistemas sociales artificiales

 

El lugar en el que coexisten las tres clases de sistemas sociales es la ciudad. Cada uno de estos sistemas es el objeto de numerosas teorías, y a su vez, diversas disciplinas se ocupan de ellos. Lo cierto es que en el mundo actual, existen diferentes bucles de retroalimentación, positivos y negativos, entre las tres clases de sistemas sociales. Su existencia, desarrollos e implicaciones constituyen una marca de la complejidad del mundo.

Intuitivamente podemos pensar que los sistemas sociales humanos son los de máxima complejidad conocida, o posible. Sin embargo, no existe una demostración al respecto. Necesaria, la intuición a veces hay que demostrarla.

 

La complejidad de

los sistemas sociales humanos

 

La comprensión acerca de la complejidad de los sistemas sociales humanos tradicionalmente se ha reducido a considerar la complejidad del cerebro. Es así como, en numerosas ocasiones, se ha sostenido que éste es la instancia de mayor complejidad de la naturaleza, y no sin razones, evolutivamente, se enfatiza en la importancia del cerebro. La confluencia de factores anatómicos, fisiológicos y termodinámicos establecería la complejidad del cerebro humano y su importancia para el ulterior desarrollo de la cultura y la civilización. En otras palabras, su estructura y dinámica sería fundamento suficiente para establecer, sin más, la complejidad de los seres humanos. Ulteriormente, los aspectos cognitivos, intelectuales y racionales serían fundamentales para establecer, sin más, la complejidad de los seres humanos en la naturaleza. Un argumento que en realidad se muerde la cola.

 

Es posible una estrategia mejor, aunque más sutil.

 

Con una advertencia: establecer la complejidad de los sistemas sociales humanos no significa, en absoluto, volver a caer en el chauvismo evolutivo, o resalar con otras herramientas el centralismo de la especie humana en la naturaleza. Por el contrario, se trata de resaltar las posibilidades del humanismo en tiempos en que múltiples amenazas se ciernen sobre un mundo humanista y humanizado. La última expresión de estas amenazas: el antropoceno. El chauvinismo evolutivo es conocido propiamente como el argumento antrópico, igualmente conocido como el argumento antrópico cosmológico y que afirma sencillamente que la evolución del universo estaba destinada a la creación de la especie humana, y sin ella el universo no tendría sentido (xyz).

 

 

Cuatro modos de demostración

 

 

Cuatro argumentos son posibles para demostrar la complejidad de los sistemas sociales humanos. Se trata de cuatro estrategias poco habituales entre la mayoría de los científicos de las ciencias sociales y humanas:

 

La teoría de conjuntos. Esta teoría tiene el mérito de que, matemáticamente hablando, toda otra teoría matemática es traducible en términos de conjuntos. Existe la teoría clásica de conjuntos y adicionalmente la teoría de conjuntos discreta. Cabe destacar, adicionalmente, a los conjuntos extremos.

 

Esta idea comporta el reconocimiento expreso de que toda la matemática de punta en el mundo de hoy es matemática de sistemas discretos. Algunos de sus temas y problemas son los grafos e hipergrafos, todos los problemas relativos a la numeración, la combinatoria de los conjuntos parcialmente ordenados, la combinatoria algebraica, la teoría de matroides y la teoría de probabilidades discretas. Como se aprecia, se trata de áreas recientes en la historia del pensamiento humano. Los sistemas sociales humanos pueden ordenarse, pero casi siempre de forma parcial o incompleta.

 

• El problema de los tres cuerpos y de los n-cuerpos. La inmensa mayoría de las comprensiones sobre los sistemas sociales humanos asumen explícita o tácitamente que son sistemas duales. Ejemplos de estos sistemas son: nación-territorio; comprador-vendedor; oferta-demanda; ciudadano-representatividad; derechos-deberes; médico-paciente; profesor-estudiante; hombre-mujer; hombre-naturaleza; ganador-perdedor; actor-espectador; artista-curador; hablante-oyente; individuo-sociedad; preferencias-utilidades; aseguramiento-riesgo; centro-periferia.

 

Una comprensión semejante es deudora de la física newtoniana, que explica el mundo, ulteriormente, en términos de acción-reacción y que en el marco de las ciencias sociales bien puede traducirse como poder-contrapoder y muchos otros. Debe ser posible que la comprensión de los sistemas sociales humanos se eleve al problema de los tres cuerpos y desde aquí finalmente al problema de los n-cuerpos. Ciertamente el referente aquí es la física y la astronomía.

 

• La topología y la ciencia de redes. La topología es el campo de las matemáticas encargada de estudiar la forma como los espacios o estructuras cambian, cómo lo hacen, y lo que acontece en el cabio mismo, con una condición: que en las transformaciones del espacio no haya rupturas. El mundo social está constituido por innumerables organizaciones de todo tipo, alunas de ellas llamadas pomposamente como instituciones. Pues bien, las organizaciones humanas son un modo del espacio (humano). Por su parte, las redes complejas se articulan en nodos, clusters y hubs y las ciencias de la complejidad han puesto de manifiesto que las redes libres de escala se caracterizan por la existencia de leyes de potencia.

 

La idea de base aquí es que vivimos un mundo pequeño, y la teoría del mundo pequeño (small-world theory) sostiene que en el mundo actual existen máximo seis grados de separación entre dos extremos cualesquiera. Algunos ejemplos de redes en los sistemas sociales humanos son los procesos de contagio, influencia o impacto social, el rumor y la difusión de la información, incluso el chisme, las redes de tránsito, las avalanchas e todo tipo, las epidemias, en fin, los problemas de cooperación.

 

• La teoría combinatoria. Los problemas sociales humanos pueden ser resueltos, en la mayoría de los casos, de forma ineficiente. Pues bien, es preciso atender al tiempo de solución de un problema, tanto como a la construcción del mejor algoritmo posible para resolverlo. Un problema se dice que es inherentemente difícil si su solución requiere de recursos significativos, cualesquiera que sea el algoritmo empleado para solucionarlo. El núcleo aquí es la teoría de la complejidad computacional.

 

Los problemas combinatorios ponen de manifiesto que la complejidad computacional resulta cada vez más habitual en la consideración de la complejidad humana. Si es así, asistimos entonces a una confluencia de las ciencias de la computación, las matemáticas, la lógica y las ciencias de la complejidad.

 

Dicho de forma sucinta, en otras palabras, la complejidad de las ciencias sociales, y con ellas, de los sistemas sociales humanos, consiste en tres aspectos. Esto son:

 

1. Las divisiones internas y ramificaciones, en las especializaciones y clasificaciones de las ciencias sociales.

2. La complejidad de las ciencias sociales estriba en su densidad temporal. En su inmensa mayoría, las ciencias sociales son ciencias del presente.

3. La complejidad de las ciencias sociales y humanas estriba en una mala pelea que cazó en algún momento con las ciencias naturales, físicas o exactas.

 

Ese problema: el antropoceno

 

Dicho de forma genérica, los seres humanos han introducido una verdadera inflexión en la historia del planeta. Una historia que define, con acento propio a la geología: esto es, la historia misma de la Tierra.

 

Sobre la base del precámbrico y fanerozoico, el período cuaternario conoce la emergencia del antropoceno, que es la época en la que la historia de la Tierra, esto es, la geología y los ecosistemas sufren serias transformaciones como consecuencia de las actividades del ser humano.

 

Con una observación puntual técnica: la geología es una ciencia cuya unidad mínima de tiempo es el millón de años. Y la verdad es que si bien la historia de los homínidos es amplia, la historia del homo sapiens se remonta a hace tan sólo 40.000 años. Así, mientras que el ser humano introduce cambios de orden geológico, lo hace en una escala de tiempo muy inferior en el marco de la geología.

 

El impacto de los seres humanos sobre la historia del planeta es de amplio alcance, inmensamente profundo, de amplia envergadura. Sin embargo, esta lectura exige particularizaciones del tipo: antigüedad, Edad Media, modernidad, por ejemplo. O paleolítico, neolítico, capitalismo y demás. En cualquier caso, el antropoceno, antes que una verdad establecida constituye un concepto-problema.

 

 

Una vez más: el reto de la interdisciplinariedad

 

Una sola ciencia o disciplina resulta, hoy por hoy, insuficiente para comprender y explicar la complejidad del mundo y de la naturaleza. Por el contrario, cada vez es más imperativo el cruce, el diálogo, los puentes, en fin, los aprendizajes recíprocos por parte de diversas clases de conocimiento.

 

De manera atávica, la mayoría de académicos, científicos y gestores del conocimiento considera que existe interdisciplinariedad cuando, por ejemplo, la física dialoga con la química, o cuando las matemáticas interactúan con las computación. Exactamente en el mismo sentido, se cree que hay interdisciplinariedad cuando la geografía interactúa con la política, o las relaciones internacionales con la psicología o los temas urbanísticos, por ejemplo. Como si la interdisciplinariedad consistiera en el diálogo y el trabajo al interior de familias de ciencias; las ciencias físicas y naturales de un lado, y las ciencias sociales y humanas de otro. Se trata, en ambos casos de crasos errores.

 

La verdadera interdisciplinariedad sucede cuando existe un cruce de familias y de tradiciones. Específicamente, cuando la sociología dialoga con las matemáticas, o la física con la política, o acaso también la antropología con la bioquímica, o incluso cuando la economía dialoga con la termodinámica, por ejemplo.

 

En otras palabras, la auténtica interdisciplinariedad tiene lugar por fuera de los lugares de confort de las propias ciencias sociales y humanas, o del otro lado, por fuera de las ciencias exactas y positivas. Cuando el diálogo se cierra al interior de una familia dada, no hay verdadero aprendizaje, y por consiguiente, los retos y desafíos son bajos. Por el contrario, la verdadera interdisciplinariedad implica la capacidad de prender otros lenguajes, otros enfoques, otras metodologías  y técnicas que los habituales al interior de cada familia de ciencias y disciplinas.

 

Pues bien, la tradición de las ciencias y las disciplinas ha mantenido aisladas, acaso con el argumento de las especificidades de cada bando, a las ciencias y a las humanidades; o a las ciencias positivas y a las ciencias sociales y humanas; o las ciencias y las artes. El principal aislamiento es el desconocimiento de otros lenguajes. Y por consiguiente, de otras aproximaciones y otros modelos explicativos.

 

De manera tradicional los científicos sociales poco saben de matemáticas, y en el mejor de los casos, tan solo de estadística. Inversamente, muchos científicos sociales y humanistas poco saben de termodinámica o de ciencias de la computación; tan sólo saben usar con idoneidad un computador, por ejemplo.

 

Pues bien, asistimos a la emergencia de nuevos lenguajes, métodos, enfoques, ciencias y disciplinas que superan, con mucho, las habituales distinciones entre ciencias físicas, por ejemplo, y ciencias humanas. La complejidad del conocimiento no es distinta a la propia complejidad del mundo y de la realidad. Ambas se implican recíproca y necesariamente. Pero si es así, se impone un proceso de actualización permanente y radical del conocimiento, y asimismo, de aprendizaje continuo y apertura de mente.

 

Al fin y al cabo, la condición para ver los sistemas complejos, los cuales son esencialmente abiertos, es la de tener una estructura mental abierta. Ello implica atender de manera cuidadosa al conocimiento, pero cuidar absolutamente al pensar. Todo parece indicar que comprender, afrontar y vivir la complejidad del mundo actual no es distinto a un ejercicio de aprendizaje y reflexión que nos permita cambiar un mundo injusto, inequitativo y feo por un mundo bueno, mejor, más democrático y en armonía con la naturaleza.

 

Los sistemas sociales humanos son absolutamente importantes en la economía del universo. Pero nada asegura que sean definitivamente necesarios. Quizás la mejor manera de que lo sea es en consonancia con los sistemas sociales naturales y con los artificiales. Nos encontramos, verdaderamente, en medio de una auténtica inflexión en la historia del planeta y de la naturaleza. ν

 

*Profesor Titular Universidad del Rosario

 

 

 

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