Descripción:
Sería un error pensar que el nuevo libro de Víctor de Currea Lugo es apenas un análisis de varios conflictos armados, en diversos lugares del planeta, de los más lejanos para nosotros, como Siria o Sudán. Desde luego, hay mucho de ello y es perfectamente posible tal lectura. De hecho, es la que realiza el profesor Rubio Llorente autor del prólogo. Y, sin lugar a dudas, de Currea es un verdadero especialista, que ha forjado su conocimiento no sólo en los libros sino en el contacto directo con las personas y los acontecimientos allá donde ocurren, tal como lo demuestra su obra anterior Las revueltas árabes, (Ed. Le Monde diplomatique, 2013). Pero no es así; éste es un libro que habla de Colombia, o mejor, que le habla a Colombia. Pensando en nuestro conflicto y en el actual proceso de negociación: ¿pueden extraerse lecciones de otras guerras y otras paces? El autor piensa que sí. Y al servicio de este propósito pone todo su conocimiento. Es así como debería leerse esta obra fundamental.
El orden de exposición, tanto como el género utilizado y el estilo literario, se corresponden con esta pretensión. No es, por eso, un texto enciclopédico ni un largo ensayo de politología. Salvo la primera parte y la última en donde lo dominante es la reflexión analítica, de todas maneras anclada en los casos concretos considerados, el género que más utiliza su autor evidentemente es el del reportaje, principalmente en el acápite denominado “De otras tierras”. Pero tampoco sería exacto, ni siquiera allí, reducir la obra a un ejercicio de periodismo. Los reportajes cumplen una función eficaz en el conjunto. Se trata de mostrar que todo conflicto armado, así como todo proceso de negociación entre las partes enfrentadas, que suelen llamar, aunque de manera impropia, proceso de paz, debe ser analizado en profundidad. No hay nada peor ni más lejano de cualquier propósito de resolución negociada de un conflicto que reducir la cuestión a la vana y simplista exhortación a la paz que pareciera deducirse automáticamente de los desastres de la guerra.
Terrible ilustración es, en el África, el caso de Darfur, verdadera catástrofe humanitaria que está entre las más hondas preocupaciones y angustias de Víctor de Currea y, por lo cual, vuelve sobre ella una y otra vez en sus escritos. Se trata de una región que hace parte de aquello que la “descolonización” dio en delimitar como un país: Sudán. Allí una guerra escondió otra, y un proceso de paz sirvió para impedir otro. Conflicto “interno”, se dice para eludir las miradas críticas desde afuera; enfrentamientos étnicos, se dice, cuando el análisis demuestra que han sido más bien un pretexto del gobierno central para responder a las demandas de la región con una despiadada estrategia paramilitar. Los intereses, en sordina, de algunas potencias han sido eficaces para inutilizar la Corte Penal Internacional y vaciar de contenido el mandato de la Organización de Naciones Unidas. Entre tanto, se perpetra uno de los más grandes genocidios de la historia. Se trata de Crímenes de Guerra, con todas sus letras, y, sin embargo, a pesar de lo obvio, a pesar del dolor y la crueldad, la llamada Comunidad Internacional sigue impávida.
Así como éste, son muchos los casos, considerados en este libro, que nos advierten acerca de los riesgos de las “recomendaciones” genéricas, al tiempo que nos ilustran sobre la necesidad de abordar las características específicas de los conflictos que son, a la vez, los problemas particulares de una negociación. Mucho nos hace falta en Colombia intentar un análisis de esta naturaleza a propósito de nuestro conflicto armado, en un momento en que el análisis se ha proscrito y hasta satanizado bajo la sospecha de cualquier referencia a lo que antes se llamaba, también impropiamente “causas objetivas”, es una suerte de justificación del terrorismo. Y se cree que basta con repetir mil veces la palabra “paz”, en una exhortación hipócrita que tiende a volverse vacía.
Y entonces por qué nos dice de Currea que es posible extraer no pocas enseñanzas. “Sonaría contradictorio decir que toda guerra es diferente y que a la vez todas son iguales, pero es así.” El juego de la contradicción es aquí aparente. La posibilidad de la enseñanza surge precisamente del atento examen de lo particular, de la especificidad; casi se podría decir que es el evitar la generalización lo que permite aprovechar las lecciones. La solución expositiva intentada en la última parte –”De otras paces”– es magistral porque organiza y sistematiza todo aquello que es necesario tener en cuenta en cada caso. Desde el momento inicial, “El dilema de la guerra y la paz”, y el “Atreverse a negociar” hasta “El sutil encanto del posconflicto”. Es posible examinar entonces, por ejemplo en Colombia, no tanto lo que puede aplicarse y lo que debe evitarse, que sería apenas una primera, y tal vez superficial, utilización, sino sobre todo las condiciones que hacen factible, en medio de los riesgos, una alternativa, un paso o un camino.
Como si fuera poco, el libro termina con un tema que ha sido, es y será de controversia: la regulación de la guerra. Así como es de sólida la convicción del autor en el sentido de que no deben ahorrarse esfuerzos en la búsqueda de caminos de negociación y de paz, así mismo es realista su apreciación sobre las fuerzas que están en juego en dicha búsqueda. Por eso se atreve a meterse con el “mientras tanto”, ese espacio desconocido o despreciado por muchos, en el que ni siquiera en la guerra debe aceptarse el “todo vale”. En el fondo se encuentra un supremo valor que es, sin duda, la guía primordial de todo el trabajo de Víctor de Currea, en esta obra y en todos sus escritos: una consideración sobre las víctimas; asunto de ética profunda.
“¿Qué diferencia hay entre una mujer violada por los miembros de Boko Haram en Nigeria o por los soldados de los Estados Unidos en Irak? ¿No es acaso esencialmente la misma desesperanza la que tiene un refugiado sirio y uno maliense? Tal vez sea riesgoso pero podemos atrevernos a decir que el dolor de las víctimas sí constituye una experiencia universal”.
Héctor-León Moncayo