Home Ediciones Anteriores Edición impresa N° 129 Para ganar puntos, lea este artículo

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Por largo tiempo, se subestimó su importancia. La ruptura entre los jóvenes que lo juegan y los adultos que relegan los videojuegos a la categoría de vulgar entretenimiento era evidente. Pero los fans de Pac-Man ahora comparten con sus hijos una cultura común. Con su potencia de cálculo sin precedentes, las consolas ofrecen una fantasía, de grafismos, entornos, escenarios comparables a los que caracterizan a las producciones cinematográficas. Salvo que aquí, el jugador es un actor. Este fenómeno social refleja una visión ambigua del mundo. Escapar de lo real es la ambición, pero siendo realistas (página 27). En los Estados Unidos, Japón y ahora Canadá, el crecimiento de esta industria se basa en recetas tradicionales de la globalización: la externalización, el dumping social y fiscal (páginas 23-24). Gigantes de la industria mueven miles de millones y se frotan las manos: consagrado como una forma cultural respetable (página 25), el videojuego llega más allá de la esfera doméstica. En este primer artículo el videojuego se asume como instrumento de políticas públicas y como una herramienta de gestión.

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