Un año después de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad, titulado Hay futuro si hay verdad, y de estar disponible en la plataforma digital de la Comisión, aparece la versión impresa en once tomos y veinticuatro volúmenes. Es un esfuerzo editorial que marca otro hito en la labor emprendida hace cinco años cuando, por mandato del Acuerdo de Paz entre el Estado y las Farc-ep, se convocó la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.
Un año no es suficiente para digerir cuanto se recopiló y sistematizo en el proceso adelantado por la Comisión de la Verdad, máxime cuando el Informe Final ha sido recibido, casi de manera inexplicable, con más frialdad que aprecio y valoración. Durante decenios el pueblo colombiano clamó por saber la verdad que había detrás del conflicto, por esclarecer desapariciones, asesinatos, masacres, falsos positivos, torturaras, abusos, violaciones a los derechos humanos, ataques contra las mujeres, las poblaciones étnicas, afros y pueblos rom, la población Lgbti+ y los niños, niñas y adolescentes del país, pidió saber por qué tantos colombianos tuvieron que optar por el exilio y no poder regresar, pidió escuchar las voces de las víctimas o de sus familiares. Y se hizo, ahí está el Informe Final. Los interrogantes son ¿Qué tanto se conoce? ¿Quiénes lo han leído, si no en su totalidad, en muchos de sus partes? ¿Para qué está sirviendo en aras de su propósito final: la verdad la convivencia y la no repetición?
No es necesario recalcar las condiciones en las que trabajó la Comisión: la hostilidad soterrada del gobierno anterior, las dificultades para llegar hasta las víctimas y sus familiares, y convocarlas en distintos puntos de la geografía nacional, el trabajar en medio de la pandemia. No hay aspecto, del conflicto que no haya sido cubierto en el Informe. El Tomo XI, que se divide en catorce volúmenes, presenta un corte geográfico que analiza el conflicto en todas las regiones, incluyendo las dinámicas urbanas, y el impacto en el campesinado. Por otra parte, el Tomo 3, No matarás, es el relato histórico del conflicto armado interno en Colombia, desde 1920 hasta 2016. Un libro de consulta obligado parea quien desee entender los orígenes y evolución de nuestro conflicto. No hay un solo volumen del Informe Final que no sea de interés para saber qué sucedió durante los últimos cien años en ese tema. Entre ellos, el Volumen 2, de casi 800 páginas, dedicado a los Hallazgos y Recomendaciones.
Una cosa es revisar, adentrarse y leer el Informe Final en el sitio virtual de la Comisión, diseñado de manera amigable, con animaciones, ilustraciones, imágenes y audios de los testimonios de la víctimas –herramienta de primera mano disponible sin ningún costo–, y que se presta para la pedagogía, desde la escuela hasta la universidad, y otra cosa es –al menos para los que no son nativos a las tecnologías digital– palpar, hojear, sumergirse en los 24 libros, más de 5000 mil páginas de la versión impresa. Una y otra son a cuál más de impresionantes, no solo por la impecabilidad de su presentación, sino por lo que hay en común: el testimonio de la Verdad que encontró la Comisión.
No han faltado voces de crítica al Informe: que es una verdad incompleta, imperfecta, que dejó por fuera estos y otros testimonios, que no tocó a ciertas élites responsables de daños notables durante el conflicto, verbigracia, la oligarquía vallecaucana de los ingenios de azúcar, que está parcializado hacia un lado u otro, etcétera. Jamás un Informe Final de este tipo dejará satisfechos a todos por igual. Pero lo que es innegable es que esta titánica labor no se puede mirar por encima del hombro, bien sea porque algunos de los miembros de la Comisión no sean “santos de devoción” de sus críticos, o porque no sé esté de acuerdo con la metodología, los hallazgos o las recomendaciones.
Lo cierto es que el Informe Final, más que un cierre, como afirma la presentación, Convocatoria a la Paz grande, es un inicio, una invitación para conocer y entender el conflicto y a partir de allí ahondar en el dialogo y alcanzar una verdadera reconciliación nacional. Por ello, quisiéramos ver una participación más activa del gobierno nacional para la divulgación y pedagogía del Informe Final. Si al gobierno anterior no le era importante la labor de la Comisión, al actual el Informe debe servir como una de sus principales herramientas para consolidar la Paz Total que tanto anhela el país.
Aquí, un llamado al nuevo ministro de Cultura, Juan David Correa, para que junto con colegas de distintas carteras, haga un esfuerzo significativo para poner el Informe en el lugar necesario para que el país supere, definitivamente, aquella época en que “los pájaros dejaron de cantar” –como se titula el volumen 6, el tomo testimonial de historias del conflicto, uno de los más conmovedores de todo el Informe Final.
Al igual que otros países que salieron de los horrores de una guerra, como Alemania, es fundamental que el país entero asuma las responsabilidades como nación, no solo de manera individual o de los grupos directamente involucrados, sino como nación entera. Solo así podrá abrirse el camino para que las aves vuelvan a cantar en el vasto y privilegiado territorio que la Naturaleza nos legó.
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