“Es tremenda la importancia que tendrán los desarrollos legislativos que van del 20 de julio del 2016 al 19 de junio de 2017. Este periodo será decisivo para el país, perfilado en el nuevo tiempo al que asistimos. Serán aprobadas reformas constitucionales y legales concretas que variarán dimensiones claves del devenir nacional”. Así se expresó Alirio Uribe el pasado 18 de julio, dos días antes de la instalación de la nueva legislatura, mientras compartíamos un desayuno. Esta legislatura marcará el ritmo que podrá comportar el país en los próximos años. Al escucharlo no dudé en la importancia de lo expresado y le solicité conversar y profundizar en su visión sobre el momento que vive el Congreso Nacional y la paz, en entrevista para este periódico. Su respuesta no tardó. Dispuesto al diálogo, el abogado defensor de derechos humanos por casi tres décadas, integrante del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, y ahora también rostro visible del movimiento Vamos por los derechos –integrante del Polo Democrático Alternativo– aceptó.
Tres días después, según lo acordado, cuando el reloj marcaba las 12:13 del 21 de julio, registro mi ingreso al edificio del Congreso Nacional, situado en el costado oriental del Palacio de Nariño, y una vez surtidos los controles de rigor me dirijo hacia la oficina 502, donde con seguridad mi anfitrión estará esperándome.
Camino despacio y observo. Mis ojos detallan los personajes que habitan la factoría donde fabrican las normas que nos rigen, quiero leer lo que dicen las paredes, las miradas, los atuendos; en el tercer piso contemplo unos carteles reivindicando el derecho a perpetuar la guerra; imposible no sentir pena por la insistencia en su lenguaje bélico, el mismo que contrasta con la fuerza entusiasta que inundó las calles el pasado 15 de julio, cuando centenares de jóvenes se tomaron el centro de Bogotá con sus batucadas, y diversas fuerzas de la izquierda se congregaron para celebrar la gestación de la nueva atmosfera política, con más libertad, con el sueño de paz que germina en el país.
Celebración con profundo sentido. Tres semanas atrás, el 23 de junio, el Gobierno y las Farc anunciaban el fin de la guerra que por décadas los enfrentó. Los acontecimientos se precipitan y vivimos días que son lustros; en 24 horas los escenarios políticos cambian con la velocidad que lo hace una represa tras romper las esclusas que la contienen.
Prosigo mi andar, contemplo los pasillos del Congreso Nacional, largos y poco acogedores, Congreso que con el paso de los años perdió el aura de solemnidad ganado a comienzos del siglo pasado. Los resplandores del choque acerado de las inteligencias enfrentadas con las armas de la elocuencia, en un recinto vibrante que con el debate público en algo controlaba al poder presidencial, cedieron el paso a la atmósfera opaca de los funcionarios de los poderes corporativos y la turbia de los representantes de los capitales narco paramilitares engendrados en casi cuarenta años de economía ilegal ligada al tráfico y el lavado de activos.
No todo está perdido, quedan ínsulas invaluables, singularidades que resaltan en las diversas formaciones partidarias por su estudio serio de los problemas nacionales y regionales, por su proceder decoroso, por su bravura al decir verdades que no son fáciles de expresar en un país en el que durante décadas con violencia han silenciado las voces alzadas para denunciar la criminalidad, la corrupción, así como la subordinación desnuda o encubierta a los poderes foráneos.
Saludo a Alirio Uribe Muñoz, siempre con puntualidad impecable, metódico e infatigable en su trabajo, con inteligencia amante de discernir lo estratégico de cada asunto, y respetuoso por principio de la dignidad plena de cada ser humano. El ahora Representante llegó a la Cámara de Representantes en el año 2014 contra muchos pronósticos. “Su trabajo de treinta años en defensa de los derechos humanos no logrará vencer las campañas de miles de millones de pesos que se invierten para después recuperar con creces la inversión”, le dijeron muchos. Pero lo imposible fue posible, y Alirio llegó para apoyar el proceso de paz y para adelantar, de manera juiciosa, una tarea muy ardua en un medio bastante adverso: defender en condición de minoría parlamentaria valores y principios democráticos, y los derechos vulnerados de víctimas, campesinos, trabajadores, estudiantes, pensionados, mujeres en el oficio de la prostitución, prisioneros en cárceles hacinadas, ambientalistas…
Desde el comienzo de su labor en el Congreso se integró a la Comisión de Paz y a la co-presidencia de la misma. “Hasta ahora no ha sido fácil –comenta Alirio. Por un lado van las gestiones de paz, por otra parte las iniciativas de ley lideradas por el Gobierno en el Congreso, entre ellas varias aprobadas, como el Plan de Desarrollo, la Ley Zidres y el Código de Policía, todas ellas en abierta contravía al espíritu y el texto de los Acuerdos de paz; iniciativas lideradas con el argumento cínico de que “nada está aprobado hasta que todo esté aprobado””, como le han respondido algunos parlamentarios ante su cuestionamiento por la inconsecuencia con lo avanzado en La Habana. Inconsecuencia persistente pese a que las comisiones de paz de Cámara y Senado se comprometieron a no legislar en contra de lo pactado en la negociación.
“La Comisión de Paz –amplía el parlamentario– funciona articulada en su mayoría a las instrucciones presidenciales, y esa obediencia limita la posibilidad de actuaciones autónomas en favor de una idea de paz que vaya más allá del desarme de las guerrillas, dinámica que desaprovecha la riqueza de miradas e intenciones de paz presente en muchos de los integrantes de la Comisión”.
La Habana
Primero, en misiones facilitadoras, y después como integrante de la Comisión de Paz, Alirio ha viajado varias veces a la sede de las negociaciones. Mientras conversamos, en la capital cubana las delegaciones de las dos partes en negociación laboran con redoblada intensidad en todas las precisiones que faltan en los Acuerdos, y en los temas difíciles que quedaron pendientes.
¿Cómo fue esa llegada a La Habana? ¿En qué lugar se adelantan las negociaciones?, le pregunto. Y como si estuviera narrando algo muchas veces visto –lo que indica la importancia dada a su participación en esta coyuntura– Alirio responde: “Llegué a la sede de las negociaciones ubicada en un sector en las afueras de La Habana denominado El Laguito, un conjunto de casas lujosas de millonarios que fueron expropiadas, mansiones destinadas por el gobierno cubano al alojamiento de delegaciones diplomáticas. No deja de asombrarme que los cubanos, con tantas necesidades, brindasen todo lo que han brindado para que la negociación haya sido posible”, enfatiza en su respuesta.
Y prosigue. “Ha sido muy emocionante asistir al poder del diálogo. Apreciar los poderes de la palabra. Contemplar en las reuniones la aproximación humana entre congresistas y la delegación de las Farc, los encuentros de dos miradas hasta ahora opuestas con ferocidad, desconociéndose con rótulos descalificadores. En la Comisión de Paz hay hombres de extraordinaria integridad, un congresista cuyo padre fue acribillado por las Farc y otro con un hermano secuestrado por la guerrilla, y que sin embargo apuestan por la paz porque creen en ella con el alma entera”.
“Estremece verles ahora mirarse a los ojos, escucharse unos a otros, superar mitos, romper hielos, quebrantar estereotipos y descubrir de manera mutua el ser humano que está al frente. Asombra verles hablar, hasta con humor, de los temas del tránsito hacia el fin de la confrontación armada. Escuchar a Iván Márquez, por ejemplo, inaugurar el tema de reforma política afirmando: “Bueno, yo creo que ustedes saben mejor que nadie que el sistema electoral está podrido””.
“Ha sido paradójico contemplar la forma cómo se entienden entre militares, más allá de la ideología en la cual están formados y sus proyectos políticos; entre ellos se entienden sin necesidad de que pase mucho tiempo. Con muchos años en el combate, puede apreciarse ahora la forma como se respetan los que han estado en la guerra, dándose plomo durante décadas. Se entienden pronto los que han vivido la guerra y sus horrores. Cosa diferente sucede con algunos personajes del Congreso que aún mantienen las banderas del odio. En el Centro Democrático, sin embargo, hay gente que siente vergüenza de seguir defendiendo la guerra, hay gente allí con ideas de derecha, pero decentes; no fanatizados, ni apresados en el servilismo derivado del agradecimiento al caudillo por la curul que ahora disfrutan.
Creo que la Comisión de Paz ha sido el espacio menos inhóspito que he encontrado en el Congreso; la vivencia en el Congreso me ha permitido profundizar en la comprensión del funcionamiento del Estado como un todo”.
El comentario de Alirio Uribe me permite enlazar un nuevo interrogante: ¿Cuáles son los aprendizajes obtenidos en estos dos años de ejercicio parlamentario?
El cambio de escenario no lo agarra desprevenido. En seguida enlaza la respuesta y enfatiza que: “Hay un problema estructural que el país no ha podido superar. Una lógica perversa que afecta de manera muy grave la capacidad del Estado de resolver los más graves y enconados problemas sociales: la forma de relacionamiento del poder ejecutivo con el poder legislativo. Se invierten dineros de poderes económicos, legales e ilegales, en las campañas. Con ello se garantiza no afectar por vía de leyes los privilegios, o introducir leyes que favorezcan los poderosos intereses que financian las campañas. Una vez en el Congreso se operan transacciones para impulsar la agenda legislativa gubernamental y el gobierno de turno paga en nóminas y contrato esta línea de acción que prevalece en amplias franjas del Estado, lo que al mismo tiempo asegura que la acción estatal no esté orientada, ni sea ejecutada, por franjas sociales preparadas para resolver los problemas sociales prevalecientes.
“Con el trabajo adelantado en lo concerniente a la reforma política hemos intentado desvertebrar ésta lógica impúdica, pero no hemos logrado consenso para que cese este modo inveterado de hacer política que tanto daño ha causado y causa a nuestra nación.
“No es raro que así suceda, existe una telaraña de intereses empresariales beneficiados por este sistema, para superar la cual son necesarias un conjunto de acciones simultáneas que rompan esa falla estructural del mecanismo democrático en nuestro país. Por ejemplo, una forma de contrarrestar la corrupción instalada en los mecanismos electorales es la introducción del voto electrónico con el cual podría evitarse que voten los muertos y que una persona vote varias veces. La ley que lo aprueba fue expedida hace seis años. Esa ley contemplaba un plazo de cuatro años para entrar en vigencia. Han transcurrido seis, y los intereses que se ven afectados por su puesta en marcha no han permitido que entre en vigencia. Precisamente este 21 de julio interpusimos una acción de cumplimiento exigiendo su entrada en vigor”.
Su comentario nos lleva a pensar por un momento en lo estructural y lo difícil que resulta mutar el régimen político vigente y el Estado del cual es expresión; pero de manera rápida volvemos al tema que nos ha convocado: lo que pasa con la paz en este tiempo, y le preguntamos por la nueva fase de excepcional producción legislativa ahora desencadenada para desarrollar los Acuerdos de La Habana.
“Antes –comenta nuestro interlocutor– había un día D, que era el día señalado para la firma de los Acuerdos, a partir del cual comenzaban a contarse todos los plazos: para ubicación de tropas, seis meses para la dejación de armas, inicio de la justicia transicional, etcétera. Ahora, con la aprobación del plebiscito se surgido un segundo día D”.
“Por ejemplo, el Acuerdo de Justicia dice: “firmados los Acuerdos a los tres meses tiene que estar funcionando el Tribunal, y la comisión de la verdad”, pero claro, cuando se introduce la clave de que todo está condicionado a la aprobación plebiscitaria de los Acuerdos, aparece el nuevo día D. Y, entonces, los plazos ya no coinciden si transcurren, por ejemplo, tres meses entre su firma y la fecha del plebiscito. No sé cómo van a resolver esta circunstancia, porque hay entrelazamiento entre seguridades, indulto y entrega de armas. En la lógica del Gobierno el proceso termina con la firma de los Acuerdos, y en la lógica de la guerrilla con la entrega de las armas, dejan de ser tenidos en cuenta…
“En todo caso, se ingresa ahora, con el horizonte del plebiscito, en una fase decisiva de las negociaciones y en la urgencia de resolver los temas más difíciles, y precisar lo que falta. También puede suceder que ofrezcan una versión genérica a la comunidad para votar el plebiscito, y después nos permitan saber el detalle del Acuerdo final.
“En general existe una tensión entre la urgencia que demandan los Acuerdos en términos de leyes y reformas constitucionales, y los tiempos sin premuras de la montaña. Creo que las lógicas de blanco y negro, de ver homogéneo lo que no lo es, y la insensibilidad ante las coyunturas propicias y los momentos favorables, han contribuido a relentizar lo que podría haber avanzado con más celeridad”.
La Justicia transicional y sus avatares
Uno de los temas que mejor conoce Alirio Uribe, que a su vez es uno de los más complejos de esta negociación, es la Justicia Transicional, y no quiero perder la ocasión para preguntarle por lo alcanzado finalmente es tal materia:
“Creo que cumple con estándares internacionales. Hay muchos ángulos de análisis en este asunto. Para mi un tema decisivo es el de la composición de los tribunales. Las personas son definitivas. Por ejemplo, los primeros diez años de la Defensoría del Pueblo no tienen nada que ver con los dieciséis años posteriores. Igual hay que resaltar la Corte Constitucional de Ciro Angarita y Alejandro Martínez, que fue una Corte progresista. Las instituciones sí las hacen las personas. Por ello, si no hay cuidado en la selección de la Comisión de la Verdad, pues no funciona. Las personas pueden echar a pique la mejor institución. Lo mismo en el Tribunal, los márgenes de discreción son muy altos. No es tan fácil determinar los casos que van a ir a la Justicia Especial y cuáles no. Por ejemplo, frente al paramilitarismo existirán tres sistemas judiciales. Justicia y Paz, que no ha culminado; la justicia ordinaria, y la Justicia Especializada para la Paz. Entonces, si como magistrado no tienes unos criterios claros sobre la función de la Justicia Especializada para la Paz, las cosas no van a funcionar. Por ejemplo, casos de agresión sexual sobre niñas, eso no debe quedar en Justicia Especial, ni un solo caso. Todo eso debe ir a la justicia ordinaria, pues son asuntos que no han tenido nada que ver con la guerra. Esos casos deben ir a ordinaria, así el sindicado sea militar, paramilitar o guerrillero. En el caso de falsos positivos de civiles que cayeron en el marco de una operación militar, y cuyos cuerpos fueron vestidos con uniformes para reportarlos como guerrilleros, creo que pueden ir a Justicia Especial, pero el caso de personas discapacitadas que fueron conducidas con engaños, asesinadas y reportadas como guerrilleros caídos en combate, creo que deben ir a la justicia ordinaria.
“Una parte esencial de esa Justicia Especial es el desmonte de las redes que han unido a poderosos financiadores con escuadrones paramilitares y altos cargos políticos. Si hay gente capaz y proba en los tribunales y demás instancias que conforman esa Justicia Especial, podrán desmantelar esas redes. Si se colocan burócratas para pagar favores, no se hará nada. El Gobierno tiene los equipos de alistamiento, la capacidad de contratación, y los equipos interministeriales, que le permiten incidir en alto grado en los desarrollos legislativos y constitucionales que deben desarrollar los Acuerdos de La Habana”.
La explicación brindada por Alirio me lleva a pensar en la enorme importancia que tendrá en esta nueva etapa del país el tejido social organizado. El despertar fraterno de la energía colectiva, por lo cual le planteo, ¿Qué sucederá con las víctimas, un escenario en el cual usted ha laborado durante años?
“Sus organizaciones tendrán tres ejes de labor –explica: uno, la incidencia en la composición de las instancias por crear, dos, su participación en los desarrollos legislativos y, tres, en la forma como se pararán frente a esos sistemas”.
¿Y los otros puntos de la agenda?, le inquiero.
“Si contemplamos los Acuerdos de paz, desde la óptica del tejido organizativo de la sociedad civil, podríamos afirmar que quizás los sectores más débiles son los de tierras y política antidrogas. Nosotros, en el Congreso, hemos trabajado el tema de Reforma Política, que corresponde al punto 2 de los Acuerdos. Y hemos laborado en un colectivo en el que tienen presencia integrantes de los diversos partidos. Pero, claro, también puede suceder que el Gobierno ya tenga su reforma lista, ignore los debates y las propuestas que hemos construido, y apruebe lo que ya tiene decidido y no ha dado a conocer. Esto, por supuesto, no invalida el ejercicio que hemos adelantado.
“Está también el punto del fin del conflicto, que contempla aspectos como desmonte del paramilitarismo, garantías de protección, y garantías de no repetición. Estos temas decisivos también nos ocuparán porque, para decirlo en términos sencillos, si llegamos al posacuerdo lo mínimo por esperar es que no sigan matando a la gente”.
Inmenso reto que deberá concretarse con mucha resistencia social, con fortalecimiento de los tejidos sociales, de otra manera los poderes enquistados en el Estado no cederán, ellos, por el simple hecho de la firma de un Acuerdo de paz, no renunciarán a sus poderes y a sus prácticas. De ahí la importancia de este otro tema con el cual lo interrogo, ¿Cómo se conformará la Comisión de la Verdad? ¿Podremos saber la verdad de lo sucedido en Colombia?
“La Comisión se conformará con “un mecanismo de desconfianza”, digo yo. Las Farc le entregan seis nombres al Gobierno, para que éste elija tres de entre ellos. El Gobierno le entrega seis nombres a las Farc, y éstas eligen tres de entre ellos. Entre esos seis elegidos se reúnen y eligen otros tres. Y esos nueve que quedan, no son, a estos nueve les corresponde elegir a los miembros de la Comisión de la Verdad.
“El Acuerdo de Justicia funciona para ambas partes, el Acuerdo consagra Verdad Plena y define con claridad qué se entiende por tal, y la línea de Verdad es altísima. No es “anóteme ahí el muerto y sigamos”, como sucedió con el paramilitarismo en los procesos de Justicia y Paz. Ahora se trata de un proceso de esclarecimiento a fondo, y para todos”.
La respuesta es contundente. No estarán ausentes las inconsecuencias y contradicciones a la hora de su implementación. Habrá que indagar por muchos más temas sobre un tiempo tan decisivo, pero debemos por ahora acatar la implacable ley de los editores sobre el número máximo de caracteres y conformarnos con las ideas compartidas. La jornada de Alirio durante este día se extenderá, una vez más, hasta muy tarde en la noche. Nos despedimos, y mientras salimos del Congreso las palabras de Martí resuenan en mis adentros: “La pureza continua de un alma esencial puede despertar, a la hora misteriosa del deber, las raíces del alma pública”.