La historia en América Latina está marcada por guerras de invasión, dependencia, inequidad, dictaduras y conflictos armados; a la vez, por procesos de democracia imperfecta. La precisión sobre el carácter de los hechos en las últimas décadas del siglo XX y el avance del siglo XXI plantean enormes retos para un historiador. El título genérico para estas décadas es el de dictaduras, restablecimiento de la democracia, conflictos armados, insurgencia, procesos y acuerdos de paz. Con la Mesa en La Habana vale la pena tomar como hilo conductor este último tema.
Los teóricos, académicos, investigadores, cuadros políticos y líderes de oposición, con diversa motivación, han elaborado, en ocasiones, una historiografía de la historia militar insurgente –y, su concomitante, contrainsurgente– en nuestra América. Sin embargo, una historia semejante no puede estar (por completo) aislada de los procesos de paz –escaramuzas y contactos previos, acuerdos, tratados, procesos, declaraciones, firmas, transiciones, incluso triunfos y fracasos– que los acompañan. Usualmente, éstos, como consecuencia o derivación de la forma como cesaron las armas.
Varios procesos de paz sucedieron y están en curso en América Latina. Estos cobran la expresión de tres planos: i) el restablecimiento de la democracia luego de las dictaduras militares, en particular en el cono sur de Suramérica, ii) los procesos de paz en Centroamérica y, iii) en desarrollo, el proceso de diálogo y paz en Colombia (con la ayuda, entre otros, de La Habana, Caracas y de Estocolmo). En estos procesos, ¡por qué y cuál ha sido el papel de los Ejércitos y de sus particularidades? Más allá de las notas de prensa, para una respuesta a fondo, en la historia contemporánea de América Latina, es evidente la gran limitación y asimetría con respecto a la historiografía militar.
Las negociaciones, los acuerdos y los tratados de paz son cuestión de política. La historia militar entra mucho más en el dominio de la ciencia, en el sentido de la reflexión y la perspectiva. Otro componente, el de la opinión y el consenso en relación directa con los imaginarios sociales, forma parte, algo de la sociología, y definitivamente de la antropología en el sentido originario del término: el estudio de lo exótico. Como referencia, son numerosos los documentos políticos y declaraciones, y existe una amplia literatura –cuentos y novelas–, junto con una serie importante de reflexiones historiográficas, pero desigualmente repartidas en el Continente.
¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que un acontecimiento pueda ser calificado como histórico? ¿Dónde está el umbral entre el presente y el pasado? En el caso de los primeros movimientos que saldaron contra las dictaduras, han transcurrido “apenas” unos cuarenta años. Al respecto colombiano, cincuenta, y en el más reciente de México más de una década –con la catedral de San Andrés Larráinzar como sede el 16 de febrero de 1996, sin cumplimiento, el gobierno federal signó los primeros y únicos acuerdos con el Ezln.
Con la historia en general, existe un capítulo que, particularmente en el espectro hispanohablante, es aún más extraño: se trata de la historia militar, esto es, la historia de los conflictos armados y con tales, las estrategias, tácticas, batallas y guerras, de las partes en conflicto; o de una de ellas.
En la historia contemporánea: conflictos y procesos de paz
La historia de los conflictos armados en América Latina encuentra dos grupos fuertes de referencia. De un lado, la historia de los conflictos insurgencia-poderes establecidos. De otro, ocasional, la historia de conflictos entre países. En este segundo caso pueden mencionarse entre otros, la guerra entre Colombia y Perú (1932-33), distintos choques entre Nicaragua y Honduras, o la guerra de las Malvinas, entre Argentina e Inglaterra, llamada inversamente la guerra de las islas Falkland.
De lejos, desde el punto de vista de conflictos que condujeron a desenlaces de poder (victoria o derrota) o a procesos de paz, el primer tipo con la insurgencia frente al poder es el más relevante. En este sentido, los actores, desde el lado de la insurgencia, en la historia contemporánea de la región, han sido –siguiendo un orden histórico:
Guerrillas en Brasil: tras el reacomodo institucional que agotó la dictadura, la guerrilla con el antecedente de la Columna Prestes (1925-1927), Acción Libertadora Nacional, Var Palmarés y MR-8 derivó en militantes y grupos que participaron en la conformación del Partido del Trabajo (PT).
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (Faln) (1962-1969) y MIR en Venezuela, y luego PRV-Ruptura (1966-1986), en derrota política y militar mantuvo la clandestinidad y organizó un “frente militar de carrera” que concibió y aportó inicialmente estructura y formación en las intentonas que dirigió Hugo Chávez el 4 de febrero/27 de noviembre de 1992.
Movimiento de Liberación Nacional-Tumaparos, años 1960 y comienzos de los 1970 con papel junto con el Frente Amplio en el triunfo presidencial de José Mujica en 2009.
El Movimiento Peronista Montonero (Montoneros), lucha armada entre 1970 y 1979.
Frente Sandinista de Liberación Nacional, 1961-1979, con la toma de Managua y la expulsión de la dinastía Somoza.
Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia y Ejército de Liberación Nacional, en Colombia (1964 hasta la fecha). En su momento hubo de contar igualmente el Movimiento 19 de Abril (M-19) que terminó en un acuerdo de paz.
Unión Revolucionaria Guatemalteca (Urng) en Guatemala, uno de sus dirigentes empuñó armas en 1948 contra un golpe militar, con guerrillas desde 1968 firmó paz en 1996.
Ejército Revolucionario del Pueblo, Argentina, 1968-1977.
Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Chile en repliegue y derrota (1987-1997)
El Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Chile, 1983 hasta comienzos de este siglo.
Alfaro Vive ¡Carajo!, Ecuador, 1983-1991 con protagonismo en el “Batallón América” firma su desmovilización.
Movimiento Popular Cinchonero, Honduras (1980-1991) en un acuerdo definió su disolución
Partido Comunista de Perú-Sendero Luminoso, comienzos de los años 1980 hasta finales de la misma década y MRTA (1984-1997).
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, El Salvador, (1970-1992) firma un acuerdo de paz y en 2009 su líder gana la Vicepresidencia en fórmula con Mauricio Funes Presidente.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 1983 hasta la fecha
La historia de la revolución cubana es un proceso propio, aparte, que ya ocupa un capítulo en la historia de América Latina. Por esta razón puede quedar aquí sin detalle.
Del lado de los ejércitos nacionales, la lucha contrainsurgente una de sus aristas de acción, aparece con base en documentos y esferas ajenos al propio continente. Sólo existe un estudio, en Uruguay, sobre el tema.
Historia militar: un capítulo menor
En esta parte del mundo, la historia militar no existe, con la excepción de Brasil. Ninguna revista especializada sobre el tema, y los centros dedicados al tema son usualmente propios de las fuerzas militares, que impiden libertad de criterios para profundizar y descorrer en los hechos de su función. Como es sabido, el capítulo dominante en las fuerzas armadas oficiales de los países de América Latina se denomina “Doctrina”. “Doctrina” es a las fuerzas militares como la “teología dogmática” es a la teología católica.
Con referencia a la faceta contrainsurgente, con la excepción ya hecha de un estudio, están disponibles (relativamente) numerosos trabajos con eje en las experiencias de los Montoneros, los Tupamaros y el ERP (Argentina), y algo menos también acerca de las mismas en Perú y Venezuela. Estos trabajos tienen como característica que son ediciones con un fuerte impacto social, entre las cuales destacan las editoriales Trilce, Fin del Siglo, La Campana, Alem y Puntosur, entre otras. No obstante, en el plano académico y científico, no existen libros y/o artículos especializados. Esta asimetría debe ser motivo para una seria reflexión acerca de tal vacío.
En cualquier caso, existen por parte de las diversas fuerzas insurgentes documentos, entrevistas, programas y declaraciones que, strictu sensu, sirven de datos para una historiografía contemporánea, pero que no son aún análisis y reflexiones en perspectiva histórica.
Historiografía y no historia sobre la acción insurgente y procesos de paz
Insertas en el marco de la lucha política y social de cada país o región, existe una historiografía –de hecho, varias, diversas historias, en plural– acerca de las luchas sociales en América Latina: Historia del sindicalismo, historia de partidos políticos de oposición y oficiales; existen incluso, microhistorias de sectores urbanos, de los barrios pobres de distintos países y alguna historia del movimiento estudiantil.
También, existen relatos acerca del final de un sueño revolucionario a raíz del fracaso del proyecto comunista, debido a la Caída del Muro de Berlín, la Perestroika y el Glasnot, y el consecuente vacío que produjo en varios de los partidos comunistas de países de América Latina. Sería posible elaborar una lista de los documentos y libros disponibles, pero tal reseña desbordaría el carácter del presente texto. Sin embargo, la historia de las luchas, los triunfos e incluso, por qué no, de los fracasos militares de esta parte de la historia permanece, por así decirlo, desconocida, casi clandestina. En contraste con recuentos acerca de las luchas de Vietnam, Corea y varios países de África, por ejemplo.
Historia militar y espionaje
Como parte de los avatares de las guerras y los conflictos, no existe el capítulo menor pero sensible del espionaje o trabajo de inteligencia. Un terreno alrededor del cual la literatura ha sido más prolífica que la propia historiografía. Un terreno al mismo tiempo acuoso, dado que por definición los temas de “inteligencia militar” no son públicos. Estos sólo son visibles al cabo de un lapso mucho mayor que los propios acontecimientos a catalogar como de historia contemporánea.
Dados estas ausencias, mientras no se haga un recuento serio, crítico y reflexivo, parcialmente, o una vez hecho no se conozca ampliamente por la base de la sociedad, prevalecerán los imaginarios sociales, con todo lo bueno y malo que tienen. Y peor, en contextos en los cuales la prensa independiente permanece aún como marginal a pesar de una masa crítica creciente y un mercado estable mínimo.
Tanto peor: en contextos en los cuales los grandes medios de comunicación de masas, controlados cada día más por grandes transnacionales y al servicio de poderes e intereses pre-establecidos, tienen la ventaja de crear imaginarios sociales, (de)formar opinión pública. Un panorama que resalta en su importancia fundamental, la relación del historiador en su investigar y escribir, con el periodismo sin compromiso con el poder, de los hechos e historia en curso de los pueblos, sociedades y naciones de América Latina y del mundo.
Estudios sobre seguridad y defensa
Es otro tema reciente que, estrictamente hablando, poco y nada tiene que ver con la historia militar. Entrecruzado con este frente se encuentra una cierta documentación acerca de estrategias y tácticas militares de parte de los ejércitos oficiales*.
En cualquier caso, sin que exista una historia escrita, los relatos relativos a los procesos de paz y los conflictos militares entrarán a formar parte de los imaginarios sociales, los imaginarios colectivos. Que es uno de los nombres de los mitos. La historia en América Latina parece no haber terminado de escribirse, y en varios capítulos, ni siquiera haber comenzado a escribirse, como en el caso de Colombia. Ahora, en medio de un nuevo intento de paz. Esa historia la escriben los vencedores; pero esa es sólo una posibilidad.
También los perdedores escriben la historia: cuando la escriben
Perdedor o triunfador es una cuestión de perspectiva; que brinda el tiempo, en fin, al cabo: la historia. En verdad, la historia ha puesto de relieve que “perdedor” o “vencedor” es un asunto que, con el debido tiempo y reflexión, termina atenuándose gracias al trabajo de los historiadores. Los ejemplos son múltiples: desde la historia de los Cátaros hasta la Masacre de San Bartolomé; desde el papel de Savonarola hasta la importancia debida de Giordano Bruno; desde la victoria militar de Winston Churchill hasta su aplastante derrota política, para mencionar tan sólo algunos casos. Un acontecimiento sin registro y sin reflexión desde la historia termina, acaso, por pasar desapercibido; esto es, por ser algo menos que una anécdota.
Puede existir el temor de que escribir la historia militar resulte un paso de información sobre gente que aún está viva; sobre procesos que aún están en cumplimiento. No cabe duda acerca de la plausibilidad de estos argumentos. Precisamente, razones que hacen de la historia una ciencia políticamente incorrecta.
Recordar datos, analizar procesos, interpretar fenómenos de una manera no canónica resulta más que inconveniente para las conciencias políticamente acomodadas. La historia, disciplina por excelencia de interpretación, (re)escritura, debate y (nuevos) descubrimientos de fuentes y datos, resulta reacia a los esfuerzos por hacer de su campo algo cerrado, uniforme y oficial.
* El Documento de Santa Fe I de 1980 es referencia obligatoria. (Cfr. www.angelfire.com/un/circulobolivariano/documentos/santafeii.doc, y http://es.wikipedia.org/wiki/Documentos_de_Santa_Fe).
* Profesor titular. Universidad del Rosario
Vacíos que son oportunidad
Según la vieja fórmula de origen aristotélico, la naturaleza aborrece el vacío. En términos de investigación y crítica, existe una oportunidad o ventaja por aprovechar. Un vacío que es particularmente visible en el caso colombiano. La novela sigue siendo la gran depositaria de la memoria en América Latina, y la historia ha entrado, de manera atávica, en nuestra América, primero a través de la novela y el arte, antes que por la historiografía propiamente dicha. Como historia se trataría, dicho genéricamente, de un recuento de los triunfos tanto como de los desmanes, de las victorias parciales tanto como de la derrotas ocasionales, de las iniciativas a la vez que de las traiciones, en fin, de victorias definitivas tanto como de desastres colosales –según el caso. Al fin y al cabo, la historia militar es historia de batallas o de guerra. No necesariamente de la victoria final.
Los relatos de las batallas, de las pérdidas y las victorias, de los engaños, las estrategias, las tácticas y los ardides, los nombres de los participantes, los avatares y las acciones mismas –habitualmente en el relato de los insiders: los comandos centrales de cada uno de los ejércitos: el oficial y el insurgente. Cada uno de los participantes tiene sus propias memorias y maneras de interpretación de los fenómenos acaecidos. Pero al cabo, todo termina en eso: relatos; relatos que la memoria altera, según el tiempo, las circunstancias, los oyentes y el momento.
Ahora bien, la historia no es “lo que sucedió” o “que tiene lugar”. Es, al fin y al cabo, el decir, pensar y escribir el qué sucedió, que hacen los historiadores, si hemos de creer en la clásica fórmula de L. P. Cutis, Jr. (Cfr. El taller del historiador).