Casi siempre fueron jóvenes mujeres las que hacían guardia frente a la enrejada puerta de ingreso, vestidas en uniforme verde olivo, aunque rara vez con arma en la cintura. Alrededor de un pequeño lago se vislumbran varias casas, casi todas de dos pisos y separadas por arboles y jardines. Rodeado de un alto muro, sin presencia notoria de centinelas, ni cercas eléctricas o cámaras de vigilancia, se encuentra el complejo residencial El Laguito, en La Habana. Aquí el Estado cubano hospeda a grandes personalidades del mundo, como los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, farc, reunidos allí para adelantar los diálogos que esta organización se ha propuesto con el gobierno colombiano.
El Laguito se convirtió en una obsesión para la mayoría de los casi sesenta corresponsales extranjeros acreditados para cubrir las negociaciones. Además de entrevistar a los guerrilleros, querían saber cómo vivían. Al no lograr el ingreso, empezaron a tejer historias sobre los presuntos lujos que los rodeaban. Y aunque las casas son modernas, la ostentación no es lo que resalta. Claro que algunos de esos combatientes tenían la impresión de vivir en un castillo, pues sólo habían conocido humildes viviendas, además de selvas y montañas. “No fue fácil adaptarme a dormir encerrado en una habitación, sin los ruidos del campo. Nunca tuve un colchón tan cómodo (1)”, me dice Miguel Pascuas, uno de los campesinos fundadores de las farc en 1964.
El comandante Ricardo Téllez, más conocido como Rodrigo Granda, miembro del Secretariado de las farc (máxima instancia dirigente) y responsable del trabajo diplomático (2), me cuenta que a diario reciben correos solicitando entrevistas. Agrega que tienen reticencias con los grandes medios colombianos, porque “siempre están buscando una palabra que sirva para hacer escándalo en contra nuestra”, precisa Granda. Sandra Ramírez, viuda del dirigente histórico de las farc, Manuel Marulanda, pone un ejemplo del comportamiento de la prensa colombiana. El 18 de octubre, durante la inauguración oficial de los diálogos en Oslo (Noruega), las dos principales cadenas informativas, CaracolTV y RCN, cortaron la transmisión cuando el comandante Iván Márquez, número dos de las farc y jefe de la delegación guerrillera, comenzó su intervención. “La mayoría de los colombianos sólo pudo escuchar y ver al delegado gubernamental, Humberto De La Calle Lombana.”
Otra sesión de entrevistas. Se me ocurre decir que nunca he estado rodeado de tanto dinero a los cinco guerrilleros que me acompañan. Me miran intrigados. Es que por ellos, y los demás negociadores de las farc, el gobierno colombiano y el de Estados Unidos ofrecen recompensas, que van desde quinientos mil a cinco millones de dólares. Márquez, Téllez y Pascuas son los más “cotizados”, vivos o muertos. Pascuas, que está a mi lado bebiendo un jugo, me dice: “Imagínese que para salir del país hacia Cuba y después a Oslo, el gobierno le pidió a la Interpol que retire las ordenes de captura que tenemos varios de nosotros. Al volver de Oslo dos días después, el gobierno volvió a pedir nuestra captura. Solamente en Cuba y Noruega no son efectivas”.
Para muchos, ellos aceptaron las negociaciones porque la oposición armada se siente próxima a la derrota. “Nos han golpeado y hemos golpeado, pero a pesar de los miles de millones de dólares que han invertido en armamento y en tecnología de punta, seguimos presentes en casi todo el país.”, afirma Sandra Ramírez.
Sentados bajo un frondoso árbol, cuestiono a Granda sobre la validez de la lucha armada en una Latinoamérica donde han llegado al gobierno fuerzas de izquierda por la vía electoral. Aspira el cigarrillo y responde; “Quien no conozca la historia del terrorismo de Estado en Colombia, no podrá entender su vigencia. Y nuestra lucha tendrá validez mientras la oligarquía continúe siendo violenta e intolerante como pocas han existido en el mundo, porque toda señal de inconformismo es reprimida. Históricamente, cada proyecto político o social que ha intentado disputar el poder ha sido masacrado. Y todas las estructuras del Estado sirven para ello.”
Granda relata que fue el presidente Manuel Santos, recién electo, quien aceptó la persistente propuesta de las farc de buscar una solución política al conflicto. Santos le envió el mensaje a la organización por intermedio de uno de sus principales dirigentes, Jorge Briceño, más conocido como Mono Jojoy. Lo hizo a pesar de considerar a Jojoy como el “principal enemigo de Colombia”. Propuso un diálogo sin publicidad. La dirigencia guerrillera aceptó. “Estábamos en ello cuando el 22 de septiembre 2010, cayeron sobre el campamento del Mono 30 toneladas de bombas y misiles, de las cuales siete dieron en el lugar donde dormía.” Fue la “Operación Sodoma.” Veinte días antes, Briceño había declarado en una entrevista: la guerra “no se termina a tiros ni a bombas, ni a misilazos ni con aviones. Se termina con reflexión, con política, resolviendo lo que necesita el pueblo”.
Cuando se esperaba una fuerte reacción militar de las farc, la dirección insurgente expresó en un comunicado: “No es por la vía de la exterminación del adversario que Colombia encontrará la paz y la reconciliación (…) El único camino es la solución política y pacífica para el conflicto social y armado interno”. El Secretariado decidió continuar los diálogos secretos, y el presidente ordenó abatirlos si no se rendían.
El 4 de noviembre 2011, el número uno de las farc, Alfonso Cano, fue cercado por 800 soldados de las fuerzas especiales, secundado por aviones y helicópteros. Cano estaba acompañado de cuatro hombres y un perro. “Su asesinato fue un golpe muy duro, pero decidimos seguir siendo consecuentes con nuestro pensamiento, la bandera de la paz, y no interrumpimos los encuentros con los enviados de Santos”, precisó Granda. Entonces el nuevo jefe de las farc, Timoleón Jiménez, “Timochenko”, le envió una carta pública al presidente que terminaba diciendo: “Así no es Santos, así no es”. Como respuesta, el presidente ordenó intensificar las operaciones militares.
“De la mesa de negociaciones no nos vamos a levantar. No seremos nosotros quienes rompamos el diálogo,” asegura el comandante Iván Márquez, sentado en una tapia baja del jardín, bajo la sombra de palmeras y un árbol florido. “Sabemos que intentarán provocarnos agrediéndonos, buscarán un pretexto o lo crearán, pero seguiremos insistiendo en la necesidad de la paz. Eso sí, la paz con justicia social para la mayoría de colombianos. Porque la paz no es sólo el silencio de los fusiles.”
Tres días antes Pascuas me había dicho: “Conozco bien al enemigo y a su amo, los Estados Unidos. Ellos sólo quieren nuestra rendición de rodillas, pero no la van a lograr. Estamos aquí para negociar otra Colombia, no para entregarnos ni vendernos.”
El 19 de noviembre el Estado Mayor de las farc ordenó a todas sus estructuras un cese de operaciones ofensivas hasta el 20 de enero. En el comunicado le solicitaba al gobierno hacer lo mismo para que los colombianos pasaran una “navidad en tregua”. No sólo se rechazó el pedido, sino que se multiplicaron las operaciones militares. Al mismo tiempo, el delegado De La Calle Lombana no dejaba de insistir: “Ni el modelo económico, ni la doctrina militar, ni la inversiones extranjeras están en discusión…”.
1 “Estamos aquí para negociar otra Colombia para las mayorías, no para rendirnos ni vendernos”, http:hcalvospina.free.fr, 12-11-12.
2 Véase Maurice Lemoine, “¿Quién mató a los 11 diputados?, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2007.
*Periodista