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Santos, la reelección y el continente

Santos, la reelección y el continente

En las fotos no oculta su alegría. Sucede en Brasil durante la cumbre Brics-Unasur-Celarc. La presidenta Dilma Rousseff lo trata con cercanía, lo mismo que el presidente Vladimir Putin de Rusia; también destaca su imagen observando con atención al jefe de Estado de la India, así como a Xi Jinping, presidente de China. Sucede igual en su intercambio con líderes regionales como Michelle Bachelet, José Mujica y otros. Hay una compenetración con el escenario internacional y su potencial de negocios.

El cambio es notable, como puede observarse con facilidad. En ninguna de las imágenes resalta ambiente frío, ni caras largas ni distanciamiento entre Juan Manuel Santos y sus pares regionales, como sí ocurría con su antecesor en este tipo de escenarios, siempre alejado del resto de concurrentes que lo miraban con recelo. Uno, incisivo y directo, el otro, diplomático; la ideología prioritaria para el finquero, incluso a riesgo de perder preferencias comerciales con sus vecinos; la economía al centro, para el otro, eje de sus relacionamientos con los países fronterizos y con los de otras latitudes. Dos estilos para gobernar y representar al país, así en lo más profundo de sus proyectos políticos las coincidencias resalten y las diferencias emerjan en asuntos puntuales.

Este cambio en el manejo de la agenda pública internacional, y con ella la recomposición de sus distintas agendas multilaterales o bilaterales, es el principal logro externo de Santos en sus primeros cuatro años de gobierno, renovando y abriendo puertas para el país, de lo cual deben surgir más y mejores negocios para los agentes públicos y privados.

Habrá continuidad. En los cuatro años que ahora abren calendario, esta será la tónica. Las compuertas estarán de par en par para capturar y multiplicar capital internacional con destino a potenciar, muy seguramente, más minería y agricultura de gran escala, y sectores anexos. Veamos. En su primer período, según las estadísticas de la balanza de pagos del Banco de la República, la inversión extranjera directa pasó de 6.746 a 16.772 millones de dólares –multiplicándose casi 2,5 veces–, cifra de la cual el 47 por ciento correspondió a petróleo, minas y canteras, reforzándose la reprimarización de la economía nacional, que es la constante del modelo en las dos últimas décadas. El sector minero-energético, que a comienzos de este siglo representaba el 8 por ciento, para 2010, año en el que Santos comienza su gobierno, sube al 10,8, y hoy es de 13,4, que significa, además, el 67 por ciento de las exportaciones del país (1).

Representante de una clase que domina el país desde hace largos años, el Presidente sabe claramente de qué trata aquello que llaman diplomacia (simulación, apariencia, representación, acuerdos), pero también conoce y valora, y sabe presentar en todo su potencial, el significado de Colombia para el mundo y para sus vecinos regionales: paso obligado de Venezuela –si desea ahorrar costos– hacia el Pacífico; vía prioritaria también en igual trayecto para Brasil; bastión de minerales y materias primas para quien desee acceder a ellos; puerta de entrada y salida para Centro y Sur América, pero también hacia el Caribe y el Amazonas, con inmensos territorios por explorar y explotar. De todo ello puede derivar divisas y ventajas políticas el país, con grupos económicos que ya muestran negocios florecientes en Centro América, en sectores como banca, energía, cemento, construcción, los que extiende por el sur hacia Ecuador y Perú, y en menor medida en otros países. Las Inversiones y la presencia empresarial no relacionan, por su ilegalidad, al narcotráfico, verdadero y potente emprendimiento made in Colombia.

No es casual, por tanto, el interés de los voceros de potencias como Rusia y China por la paz local, y por ampliar sus relaciones con el país, tal vez el que les falta para ensanchar su presencia, cada vez más significativa en esta parte del mundo (2), donde empiezan a disputar de manera cada vez más abierta la hegemonía de los Estados Unidos. La cumbre Brics-Unasur-Celarc así lo evidencia.

El razonamiento es simple y amoral: las divisas son buenas, provengan del norte, del sur, del oriente o de más allá. Así parece razonar el jefe de Estado colombiano, para lo cual no pierde oportunidad. Sabe que de su gestión y los buenos resultados en este plano depende el potencial de su iniciativa política interna y externa, y la posibilidad de estabilizar un modelo político y económico que debe posicionar a quienes representa en el escenario subregional, amparado en la llamada tercera vía, como un referente que no reclama revoluciones pero que logra cambios demostrativos en sectores visibles y sensibles como miseria, pobreza y empleo, tal como lo hacen sus pares progresistas.

Si el logro externo más significativo en sus primeros cuatro años descansa en la recomposición de las relaciones con sus vecinos, la expresión de un liderazgo regional que le interesa ampliar cada día y consolidar en el corto plazo queda reflejada en la captura de la Secretaría de Unasur en cabeza del expresidente Ernesto Samper, quien en su momento perdiera la visa de los Estados Unidos y, como se podrá recordar, precisamente no por motivaciones políticas. Este personaje devino en una especie de “socialdemócrata”, razón por la cual no genera recelos en los países integrantes de Unasur, los mismos que hacen del antimonroísmo uno de sus ejes en las relaciones internacionales. En este juego de disputa simbólica con el Norte, bien calza quien maneja la política sin escrúpulos ni principios.

De esta manera, Santos, en negocios de mayor escala con el inversionista extranjero, y la vocería política regional en cabeza de uno de los suyos, también puede abocar de manera indirecta, y más efectiva, un debate sobre la vía que debiera seguir América Latina para reducir la desigualdad social: ¿reforma o revolución?

Por ahora, los hechos y las referencias para el mismo son concretos: enfocándose en los más pobres, ¿acaso no aplica Colombia iguales medidas económicas y sociales –subsidios de diferente índole– que sus pares regionales? ¿No logra reducir la miseria y la desigualdad social? Claro. Como se puede comprobar, esta reducción, incluso de la pobreza, en nada contradice la concentración del ingreso y el capital en las cúpulas. Siendo así, el reto está planteado para quienes difunden una idea de transformación profunda en sus países: o van al centro de la nuez o quedan desnudos en la estrechez de las reformas emprendidas. Por ahora, sólo les queda una medida diferenciadora en la ruta de extractivismo que han escogido: la nacionalización de sus recursos estratégicos (3), mientras Colombia y México los ofrecen de manera solícita. Pero, además, con un simbolismo de gran impacto. El debate soterrado o abierto que abre Santos en toda la región va más allá, con la pretensión de arrebatarles banderas de amplio reconocimiento social a quienes dicen ondearlas desde hace años: en particular el gallardete de la democracia. Como tema inicial de esta disputa, pone en la agenda el fin de la reelección presidencial: en Colombia esta será anulada, mientras en países vecinos la misma tiende a una reedición sin fin.

Con la reelección de su brazo, va la concentración de todos los poderes. Si bien es sabido que en nuestro país tal concentración es manifiesta desde hace décadas, con potenciación del presidencialismo, esto no parece conmover al jefe de Estado colombiano, quien como caballo de Troya ubica este debate, como ejemplo, en el centro de la disputa ideológica y política de la región.

De esta manera, el sol que brilló con intensidad y por más de una década para el modelo político, económico y social en boga en países vecinos parece declinar como en vespertina. Llega el frío para los sueños de cambio, por lo cual renovación o derrota son la alternativa que podrán avizorar sus dirigencias. Según su respuesta, lo que se puede evidenciar para todos es que el progresismo no fue más que un esfuerzo cargado de buenas intensiones y discursos altisonantes que nunca confrontó al capital en su núcleo, y, por tanto, no alcanzó a constituirse en peligro estratégico para el mismo. Es decir, modelo antiimperialista y nacionalista, pero no referente de ruptura con la historia de sus países. La iniciativa tiende a pasar, entonces, de la llamada izquierda institucional a la derecha modernizante o socialdemocracia.

¿Y los movimientos sociales, sobre todo aquellos cooptados e institucionalizados? ¿Se podrán recomponer? ¿Tendrán una segunda oportunidad? Muy seguramente no, pero en todo caso para ellos también están abiertos los interrogantes: ¿revolución o reforma? ¿Cambio de modelo económico y político, o ‘modernización’? ¿Liderazgo social, directo y protagónico, o conducción, representación y suplantación desde arriba?

 

 

Multilateralismo

 

Como está sucediendo en todo el mundo, la unipolaridad da paso al multilateralismo, con favorecimiento para ello en el descenso del poder de Estados Unidos y el surgimiento de poderes regionales-globales que están dispuestos a abrirse espacio en varias coordenadas. Los Brics los resumen, y su poder económico les permite acometer iniciativas como una nueva banca de fomento (4) o la cancelación de su intercambio comercial con moneda diferente del dólar.

Con el gobierno Santos, Colombia profundiza esta lógica, abierta con el Tratado de Libre Comercio firmado con la Unión Europea y otra docena más, aprobados con igual cantidad de países, entre ellos Estados Unidos.

El gobernante, pragmático, sabe que los Estados Unidos son el principal aliado del país, pero no puede permanecer impávido ante su declive y la llegada de nuevos jugadores a la región. Las puertas están abiertas, y sus ojos, que detallaban en Brasil con atención a los voceros de las potencias emergentes, resumían esa seguridad y esa decisión.

¿Habrá Santos antiimperialista? No, pero tampoco es necesario. Las nuevas circunstancias globales le permiten un margen de maniobra con el cual permanecer como fiel aliado, a la par que abrazar a sus supuestos enemigos.

Los cuatro años que abren calenda el 7 de agosto serán vitales para la agenda de cambio en el continente, enfrentando un liberalismo que, a pesar de su crisis y los desastres causados por doquier, retoma aire de manos de la socialdemocracia internacional.

1 La dependencia de esta clase de productos ya comienza a mostrar sus riesgos con la caída de las exportaciones, experimentadas durante el último año, en lo esencial por el descenso del precio del carbón, que pasó de 80 dólares la tonelada a principios del 2011 a 54 al finalizar 2013. La volatilidad económica a la que están sometidos los países dependientes de materias primas no es un argumento de libro de texto sino una realidad que el país ya experimenta pero que los llamados expertos quieren soslayar. Además, si el subsuelo no da, todavía nos queda suelo para feriar, como activo cada vez más valorizado frente a la creciente demanda de tierras en un mundo finito, con población creciente y grandes problemas de inestabilidad climática.
2 Con ocasión de la cumbre de los BRICS en Brasil, China y Rusia firmaron decenas de acuerdos comerciales y compromisos económicos con Venezuela, Argentina y Cuba.
3 Nacionalización o propiedad estatal como estrategia central para un manejo más regulado y autónomo de los efectos de las volátiles variables de los recursos primarios, pero que no impiden sus efectos desindustrializadores en lo económico y clientelares en lo político.
4 El banco será constituido con un capital inicial de 100 mil millones de dólares, reunidos con aportes de lo cinco socios, así : China, 41 mil millones, Rusia, Brasil e India, cada uno con 18 mi millones, y los cinco mil restantes a cargo de Sudáfrica.

 

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