El gran supuesto de la historia y la cultura: la naturaleza
Por: Carlos Eduardo Maldonado
La vida cotidiana, la cultura y la historia son, sencillamente, lo que sucede cuando la naturaleza lo permite. A su vez, el gran supuesto de la vida cotidiana, la cultura, en sentido amplio e incluyente, y la historia, es la naturaleza. Esta es la base de la forma de pensar y de vivir de Occidente. Como si la naturaleza fuera, valga decir, el telón de fondo de la comedia/tragedia humana. Cuando en realidad es el único y verdadero actor que existe.
Al momento de escribir este artículo, en las últimas veinticuatro horas, han ocurrido 34 temblores de tierra de magnitud superior a 4 de la escala de Richter, 69 temblores en los últimos ocho días, y 260 temblores en la última semana, y 530 en las dos últimas semanas de magnitud 5 o más en la escala de Richter. En las noticias el tema sucede episódicamente; y se ve como algo lejano. Los terremotos son acontecimientos que suceden en otros lugares; y cuando acontcce en el lugar propio, es un evento episódico; ‘a todo hay que acostumbrarse’. Por lo menos el cuarenta por ciento de los temblores en la última semana y en las dos últimas semanas son de magnitud superiores a cinco o a seis en la misma escala.
La escala de Richter es la más común, si bien no es la única, en la medición de los temblores y terremotos. Esta escala mide los movimientos telúricos en una escala global de 0 a 10. En la historia conocida, sólo la erupción del volcán del Vesubio se registra como de escala 10. El “Big One”, que se espera suceda en California en cualquier momento será también de 10 en la escala de Richter. Pero basta un terremoto de escala 6 en una profundidad determinada y durante un cierto tiempo para que haya una destrucción colosal en cualquier parte el mundo. Los terremotos se miden en función: a) de la intensidad, b) de la profundidad, con respecto a la superficie; c) el tiempo de duración. Pero es fundamental atender al hecho de que nunca existe un solo terremoto, sino, siempre tienen lugar numerosas réplicas.
Ahora bien, no existe una media o mediana de los temblores y terremotos. La estadística normal no sirve para nada al pretender estudiar y prevenir posibles futuros terremotos. Los terremotos tienen lugar en distribuciones que se denominan leyes de potencia, un tipo de distribución estadística específico de los fenómenos complejos. Las ciencias de la complejidad trabajan distintivamente con leyes de potencia.
La inmensa mayoría de temblores y terremotos tiene lugar en el Cinturón del Pacífico, desde Chile hasta Alaska, y desde Japón hasta el sudeste asiático. Sin embargo, numeroso temblores y terremotos acontecen igualmente en Europa. En general, los terremotos tienen lugar en los cruces o fronteras de las placas tectónicas. El mapa Nº 1 ilustra las capas tectónicas y las direcciones en las que se mueven constantemente, con un desplazamiento de tres pulgadas al año; una velocidad geológicamente muy rápida.
Como resultado de la tectónica de placas, los continentes se están desplazando en las direcciones señaladas. En geología se dice que las islas son corredores que se han rezagado del pelotón, a la manera del ciclismo.
El conjunto global de la tectónica de placas es de una complejidad magnífica. La vida de la biosfera jamás se detiene.
El marco amplio de las dinámicas de la biosfera
El marco grande de las dinámicas de la biosfera tiene que ver con varios factores. En primer lugar, el núcleo de hierro en el centro del planeta que contribuye muy activamente a configurar el manto geomagnético protector de la Tierra. El campo magnético constituye una especie de membrana protectora, en primera instancia de los poderosos vientos solares que se desplazan a una velocidad de hasta 1.500.000 km/seg.
Vale la pena recordar que la Tierra tiene tres movimientos, de rotación, de traslación y de peonza (o trompo), llamado técnicamente como movimiento de precesión. La velocidad de rotación es aproximadamente de 411 m/seg., mientras que la de traslación alrededor del Sol es de cerca de 30m/seg. A su vez, la biosfera se desplaza alrededor del Sol a una velocidad de 220 km/seg. Nada permanece estable, todo es movimiento. En efecto, la Vía Láctea misma se mueve por el espacio, girando en el Cluster local de galaxias –llamado Laniakea–, a una velocidad de 2.1 km/hora. Velocidades magníficas como se aprecia. Pues bien, es imposible entender los fenómenos de la vida y las dinámicas de la biosfera al margen de estos parámetros.
Como se aprecia sin dificultad, la realidad en general se mide en términos de velocidades. Y sin embargo, al mismo tiempo, la realidad, en general, es impredecible.
Complejidad de la biosfera
Es imposible entender la dinámica de la biosfera en términos analíticos, es decir, segmentando fenómenos y sistemas. La comprensión de la vida demanda de un pensamiento sintético. Analizar significa, literalmente, dividir, fragmentar, compartimentar. Fue la forma de pensamiento y de vida de Occidente, siempre.
En la naturaleza, como de hecho en la vida misma, las cosas no están aisladas, jamás; sólo que están tejidas de manera sutil e indirecta. Pues bien, los temblores y terremotos ni acumulan ni suceden separados de los ciclos biogeoquímicos, esto es, el ciclo del oxígeno, del nitrógeno, del fósforo, del hidrógeno, del sulfuro y del carbono, principalmente, que son, literalmente, los reguladores de los pulsos y ritmos enteros de mares, vientos, ríos y dinámicas físicas.
A su vez, los ciclos bioquímicos son el resultado de las interacciones entre los suelos, las aguas y los vientos, como producto de los más fantásticos fenómenos, totalmente imperceptibles: las bacterias, los hongos, los virus y los parásitos, el verdadero sustento de la vida.
En este proceso, en particular, los vientos se clasifican en planetarios, regionales y locales, lo que da lugar en general al clima y, mucho más significativamente, a los microclimas. Los más importantes de todos los vientos, en un marco amplio, son los huracanes que, dependiendo de los países, se llaman también tifones o ciclones. El Mapa Nº 2 ilustra los vientos y las direcciones de la biosfera.
Pues bien, el cruce de los mapas Nº 1 y Nº 2 permite ilustrar las interacciones entre la tectónica de placas y los vientos. Un proceso fundamental para entender lo que sucede en cada lugar, en cada momento.
Los lenguajes fuertes de la naturaleza
Lo cierto es que la biosfera habla numerosos lenguajes: entre ellos el de las sequias, de los desiertos, de los ríos y los mares, de las montañas y los valles. Estos son lenguajes suaves, casi imperceptibles. Sin embargo, al mismo tiempo, la naturaleza habla en voz alta y con tono fuerte. Se trata entonces de los huracanes, los incendios y los terremotos, principalmente. En la vida de la biosfera nada sucede aislado, todo está conectado, de diversas maneras y en grados variables, con todo lo demás.
Los seres humanos en general, y los gobiernos y los Estados, por su responsabilidad política, deben poder escuchar y entender los diversos lenguajes de la naturaleza. Una manera como ello se logra es mediante la ciencia. Aunque hay saberes no-tradicionales que también escuchan y hablan los lenguajes de la naturaleza. Esta idea apunta a la importancia del diálogo entre ciencia y saberes no-convencionales; entre ciencia y comunidades locales. El vector último de este diálogo y encuentro posible es el de ciencia abierta (open science; open data).
De todos los lenguajes, el más explícito, sin lugar a dudas corresponde al de los terremotos, que obedecen a tectónica de placas, y más puntualmente a eventuales erupciones volcánicas. Pues bien, científica, política y culturalmente debe ser posible ver los terremotos en su complejidad.
El mundo –esto es, notablemente, los gobiernos, los ejércitos, los planes de contingencia, y tampoco las comunidades y los grupos sociales– no está para nada preparado para la eventualidad de que sucedan al mismo tiempo varios terremotos de alto impacto en, digamos seis o siete centros neurálgicos del mundo. No hay economía ni sistema social, no hay psique o sistema de gobierno que pueda soportar un acontecimiento semejante. Para nada improbable. Ciertamente no en términos estadísticos.
La Nasa, por ejemplo, ya se está preparando para la eventualidad de que un cuerpo extraño (= meteorito) aparezca súbitamente en el espacio a una velocidad colosal dirigido directamente a la Tierra. La misión Dart (Estrategia de Defensa Planateria) logró con éxito el pasado 26 de septiembre desviar en 32 minutos al meteorito Dimorphos. Un logro espectacular desde donde se mire. Sin embargo, paneo a revistas especializadas, informes gubernamentales, agencias de investigaciones gubernamentales o privadas, revistas y centros de pensamiento, por ejemplo, pone en evidencia la total ausencia de preparación para una eventual irrupción simultánea de múltiples terremotos con consecuencias perfectamente impredecibles. Un motivo serio de reflexión.
Ciertamente que en E.U., por ejemplo, existe el Programa de Eventos Azarosos Terremotos, que forma parte del Programa Nacional de Reducción de Riesgos (Hazards). Pero basta una mirada desprevenida a lo que aconteció con la pandemia generada por el virus Sar-Cov-2, para entender que, ya con respecto a los terremotos, nadie está preparado para una sucesión simultánea de los mismos. Reconocer esta realidad, preverla, lo que exige mucho y continuo estudio, debería ser el proceder de la sociedad, en general, y en particular de los gobiernos.
La naturaleza es el verdadero fundamento de la cultura y la vida cotidiana
La verdad es que la naturaleza habla en innumerables lenguajes. Los más decisivos a escala social, en el sentido más amplio de la palabra, son los terremotos, los huracanes y tifones, y excepcionalmente, los meteoritos. Las relaciones e inferencias en el universo, en el mundo y en la sociedad no son, jamás, las inferencias directas e inmediatas. Por el contrario, son las inferencias indirectas. La buena ciencia como el buen pensamiento debe poder saber de ellas. La dificultad estriba en que jamás son vistas, justamente, en términos directos o inmediatos.
La vida cotidiana, la cultura, la historia son lo que acontece cuando la naturaleza lo permite. Es por tanto supino ignorar las dinámicas, procesos, estructuras y fenómenos de la naturaleza y darlos por sentado, como asuntos que van de suyo. La buena cultura, como la buena ciencia saben ante todo y en primer lugar de la naturaleza. Las ciencias sociales y humanas, en sentido amplio, la ignoran flagrantemente, o la dan por supuesto. Y no ven, entonces, los entrelazamientos, las posibilidades, las inferencias indirectas.
La verdad es que es el azar el que guía –guía, no determina– a la naturaleza misma. El nombre elegante del azar es medioambiente, el cual es esencialmente abierto e indeterminado. No se trata de que el mundo, la vida y la naturaleza sean aleatorios o contingentes; en absoluto. Se trata del reconocimiento de que hay un componente –una pizca– de aleatoriedad, que es sencillamente imposible de descartar. En esto exactamente consiste la complejidad. Todo depende, para cada quien, para cada país y cultura, para cada ciencia o disciplina, de la cantidad, por así decirlo, de la pizca de ese condimento que es el azar en el plato central, que es la comprensión de la sociedad, del mundo y del universo.
Eventuales planes de preparación de contingencias
Los gobiernos siempre llegan tarde a las poblaciones afectadas por catástrofes y cataclismos. De manera consuetudinaria, las gentes se quejan de la falta de atención gubernamental y de la ayuda internacional. La razón de estas quejas consiste en esperar “desde arriba” ayuda que, desde luego, es fundamental.
La verdadera solidaridad, como la cultura y la vida misma nace y encuentra sus raíces siempre, desde abajo. Nace aquí una ética y una política del cuidado. Por ejemplo, en un barrio o en una vereda o, máximo, en un municipio pequeño, se trata de estudiar cuántos médicos hay, cuantos educadores, cuáles medios de alimentación locales existen, quiénes saben de cuidados de urgencia, cuántos psicólogos hay, quiénes saben construir y qué medios existen para ello, cuántos perros hay que puedan utilizarse como de rescate, o entrenarlos; y así sucesivamente.
No sobra enfatizar, con mirada múltiple –de presente, a la vez que de futuro–, que las acciones y planes cotidianos existen y son posibles cuando y solamente porque la naturaleza lo permite. Occidente jamás supo de la naturaleza, puesto que siempre la consideró como fuente de recursos (naturales). Saber sobre ella apunta a otras formas de vida y de pensamiento distintas a las occidentales, y posibles hoy y hacia futuro. ν
Referencias:
Courtois, H., (2021). Travesía por los mares del cosmos. Nuestro hogar en el universo: Laniakea. México, D. F.: GranodeSal
Kieffer, S. W., (2013). The Dynamics of Disaster. New York-London: W W. Norton & Company
Maldonado, C. E., (2021) “Un mundo con temblores y terremotos”, en: Le Monde diplomatique, Año, XIX, No. 209, abril, pp. 36-37
Zimmer, C., (2020). Un planeta de virus. Madrid: Capitán Swing