Es insólito que en la campaña electoral presidencial de México la consigna del candidato del PRI Peña Nieto, de que “el tiempo pasado fue mejor”, aunque acote que “México ha cambiado y no puede ser gobernado como en el pasado”, tenga las mayores probabilidades de triunfo. Lo sigue de cerca el candidato de la izquierda López Obrador, con críticas más radicales aún. En cambio, la candidata del PAN, Josefina Vásquez, se apoya en la maniobra postrera del presidente Calderón, quien se apresura a constituir un bloque neoliberal del Pacífico, con Chile, Perú, Colombia, Costa Rica y Panamá.
La paradoja del desacreditado PRI, ahora en punta, se explica en gran parte porque sólo México y Brasil resistieron los embates neoliberales de las décadas de los años 70 y 80 y mantuvieron las estrategias industriales del modelo de la Cepal. Comprometido México en el Tratado de Libre Comercio de Américas del Norte (TLCAN) en los años 90, ha llegado la hora de las evaluaciones.
Los objetivos del gobierno mexicano para negociar y firmar el TLCAN eran: generar más empleos bien remunerados para la población mexicana, reteniéndola en el país; acrecentar significativamente la inversión física a través de la afluencia de inversión extranjera directa y de una mayor inversión nacional; acelerar el crecimiento económico, así como la elevación de la productividad; y realizar, en suma, el pasaje por vía rápida de México al primer mundo.
Pero, como lo subraya sin cesar el candidato del PRI a la Presidencia, durante el período de operación del TLCAN el crecimiento de la economía mexicana ha sido inferior al observado bajo el modelo económico precedente al neoliberal: 6 por ciento anual durante el período 1935-1982, contra 3 por ciento anual en el período 1994-2007, sin contar con el bajón de 2008 en adelante debido a la crisis económica en los Estados Unidos.
Es cierto que las exportaciones mexicanas hacia los Estados Unidos se duplicaron con el TLCAN, como por arte de magia, pero pronto se advirtió que el fenómeno obedecía al abultado crecimiento de la maquila, cuyo componente importado puede alcanzar hasta un 90 por ciento. La ofensiva china en maquilas redujo pronto la expansión mexicana. Por otra parte, se incrementaron las exportaciones de petróleo, que estabilizan las reservas probadas de los Estados Unidos y acrecienta la importación mexicana de refinados, mientras sus propias refinerías envejecen.
La inversión fija bruta (IFB) –en maquinaria, equipo y construcciones– apenas creció a una tasa de 3,7 anual durante el período 1994-2007, contra una tasa media de 8,3 anual durante el período 1935-1982. Es cierto que durante el período del TLCAN se incrementó la inversión extranjera directa (232 mil millones de dólares desde 1994 hasta el tercer trimestre de 2007), pero esta inversión foránea llegó principalmente a adquirir activos nacionales ya existentes (y secundariamente a fundar nuevas empresas, sobre todo de maquila, y ampliar capacidad instalada), al tiempo que la inversión realizada por mexicanos redujo dramáticamente su ritmo de crecimiento. Como resultado agregado, el coeficiente de Inversión Bruta Fija, que había alcanzado 24,7 por ciento del PIB durante el último trienio del modelo precedente al neoliberal (1980-1982), apenas ascendió a 19,7 del PIB durante el período 1994-2007.
El esperado crecimiento acelerado de la productividad durante el período de operación del TLCAN, la productividad del trabajo en el conjunto de la economía apenas creció a una tasa media de 1,5 por ciento anual, mientras que bajo el modelo económico precedente al neoliberal (1935-1982), la productividad agregada del trabajo había crecido a una tasa media de 3 por ciento anual. Cierto que algunas empresas y ramas de la economía han logrado elevar su productividad a ritmos acelerados durante el período del TLCAN, pero en el conjunto de la economía los resultados son decepcionantes.
La hipótesis de que el TLCAN traería consigo la generación de suficientes empleos bien remunerados para la población mexicana, reteniéndola en el país y conteniendo así la migración hacia Estados Unidos, está lejos de ser confirmada. Al contrario, en el período 1994-2007 creció dramáticamente la exportación de trabajadores a EU, hasta superar los 500 mil por año. La razón es sencilla: para que la economía mexicana genere empleos suficientes para sus nuevas generaciones, debe crecer a una tasa superior a 6 por ciento anual, más del doble del crecimiento observado en el período 1994-2007. En particular, la competencia desleal de Estados Unidos en materia agropecuaria, debido a los subsidios y otras barreras no arancelarias, resultó catastrófica para los campesinos.
Dado el desempeño de la economía mexicana durante el período de operación del TLCAN, ya abundan las voces autorizadas que proponen superar las posturas rígidas y de cuentas alegres, que conducen a negar cualquier renegociación del TLCAN. Ahora se propone abrir las perspectivas de un renovado ciclo largo de crecimiento económico acelerado con equidad, sin desechar una inserción eficiente en los mercados norteamericanos y del mundo.
¿TLC con Estados Unidos causó el ‘milagro chileno’?
Chile, país de ciudades costeras, es además, y de lejos, el primer productor de cobre del mundo. Pero estas ventajas absolutas se consolidaron con la nacionalización del cobre (Allende, 1971 y ratificada por Pinochet, 1973) porque significan el reintegro forzoso de la totalidad de las divisas logradas por las exportaciones. Venezuela consiguió también estas ventajas (C.A. Pérez, 1976) como quinto productor de petróleo en el mundo y primero en reservas. Tales fortalezas hacen excepción en América Latina.
Esa posición central del cobre en Chile constituye entre el 40 y el 70 por ciento de las exportaciones, dependiendo de los precios. En el año 2010 (**), por ejemplo, la minería constituyó el 63 por ciento de las exportaciones, mientras la industria (incluida la derivada del cobre) alcanzó el 28 por ciento; la agropecuaria, pesca y maderas el 6, y otras el 3 por ciento.
Por otra parte, dada su fortaleza cuprífera, Chile tiene tratados del libre comercio con 22 países más 27 Estados miembros de la Comunidad Económica Europea. Como sucede con otros países, el cobre y derivados constituyen el 35 por ciento de sus exportaciones a México. Pero en su diversidad exportadora por países, los asiáticos tienen la primacía con el 49 por ciento, seguidos por Europa con el 18, Estados Unidos con el 10, Mercosur con 8, otros países de la Aladi latinoamericana con 7, otros del Nafta de Norteamérica con el 4 y otros el 4 por ciento.
Como se puede observar, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos no tiene una ponderación en las exportaciones chilenas tan importante como sucede con Colombia. En cuanto a las importaciones, los países asiáticos proveen apenas un 28 por ciento, Mercosur el 17, Estados Unidos el 16, Europa el 14, Aladi latinoamericana el 10, otros del Nafta de Norteamérica el 5 y otros varios el 10 por ciento.
La posición marítima de Chile, que minimiza los costos de transporte interno y lo fuerte de su gran industria minera cuprífera y derivados, está muy lejos de la situación mediterránea de la mayoría de las ciudades colombianas y la pérdida del café como su núcleo duro exportador. En la actualidad, el café sólo representa el 17 por ciento de las exportaciones sometidas a reintegro de divisas (es decir, excluido el carbón, el ferroníquel y el petróleo).
Si el ‘milagro chileno’ está acaballado sobre ventajas absolutas, marítimas, y el cobre nacionalizado, mal se puede esperar que sea un modelo por seguir a pies puntillas, mirando al TLC con Estados Unidos y la multiplicación de tratados con el mundo, como profecía de otro milagro a la vista. Lo que sí se puede compartir con Chile es su creciente desindustrialización. Chile importa el 78 por ciento en productos industriales, 10 en productos mineros y energéticos, 2 en productos agropecuarios y 10 por ciento en varios. Su excesiva especialización lo ha llevado a padecer la endémica enfermedad holandesa, que Colombia también sufre, aunque por la vía del exceso de importaciones sobre exportaciones con reintegro, financiando el déficit comercial con el flujo versátil de capitales de variada pinta y con el manejo de la deuda externa.
** Fuente estadística: web Banco Central de Chile, junio 2012 Comercio Exterior.
* Economista, editor Le Monde diplomatique, edición Colombia.