Dicen ser la esperanza para sus pueblos, y no se ruborizan por ello. Con escenarios y escenografías diferentes, dos grandes encuentros de la derecha ultra fueron registrados por los medios de comunicación en el mes de mayo. Ambos sesionaron en España: el primero, los días 18-19, el segundo, apenas dos días después.
El primero de los encuentros (Europa Viva 24, organizado por el partido Vox) tuvo como estrella con luz propia a Javier Milei, el histriónico presidente argentino (2023-2027), autoconvencido de ser el salvador de su país, pero no contento con ello, también de la humanidad. Pese a su despliegue sobre el escenario, el objetivo central del encuentro radicaba en presentar a la sociedad europea un manifiesto con el cual los partidos de la diestra pretenden afrontar y vencer en la campaña electoral para el Europarlamento, por realizarse entre los días 6-9 de junio.
El segundo, denominado Europe Liberty Forum, concentraba una agenda privada, con la presencia de decenas de think tanks, ideólogos de la ofensiva que globalmente llevan a cabo los defensores de las ideas y programas de acción política y social, que apuestan por darle un nuevo y renovado impulso al neoliberalismo. “El faro que guía estas convenciones anuales es la influyente y poderosa Atlas Network, que reúne a una amplia red internacional de agrupaciones beligerantes contra las ideas y los gobiernos de izquierda o progresistas, y que cuenta con más de 600 sólidos grupos diseminados en todo el mundo” (1), y que cada año organiza cuatro o cinco foros de este tipo: uno por continente, más un encuentro anual que tiene por sede Estados Unidos o Canadá. En nuestra región, el más reciente sesionó en marzo pasado y tuvo como sede a Costa Rica.
Esta doble agenda es análoga a la que en Estados Unidos lidera la Conferencia Política de Acción Conservadora, bastión que alimenta la agenda de Donald Trump, referente global del pensamiento más retrogrado que hoy por hoy circula y gana simpatías incluso en países como Suecia, hasta ahora blindados contra ese tipo de fanatismos.
Líderes en sus países, como la primera ministra de Italia Giorgia Meloni, su par húngaro Victor Orbán, la presidenta de la Agrupación Nacional francesa Marine Le Pen, el diputado portugués Andrés Ventura; Santiago Abascal, líder del partido anfitrión; José Antonio Kast candidato a la presidencia chilena y líder del Partido Republicano, el ya mencionado Javier Milei; el exprimer ministro de Polonia Mateusz Morawiechi, entre otros de los 11 mil asistentes que fueron a exponer o escuchar sus ideales de renacer conservador en el evento organizado por Vox. Los más icónicos tuvieron espacio para plantear sus ideas, las que a pesar de no ser coincidentes en algunos aspectos sí los identifica sin matices en por lo menos dos: brindar la batalla cultural contra la izquierda y, en el caso de Europa, ponerle coto a la migración.
Aunque es común que se hable de la derecha –incluso la extrema– como si fuera una sola, ello no corresponde a la realidad, pues tienen matices, y no son pocos. Por ejemplo, en lo económico, aunque se supone jalonan un solo programa, no es así, pues es claro que el liderado por el Presidente argentino, reacio al proteccionismo estatal, no coincide con la agenda de los líderes europeos obligados en sus países a defender en particular a los productores agrícolas. Esto último se vio meses atrás con las protestas de aquellos en contra del ingreso cada vez mayor de productos agrícolas subsidiados, pero también la industria nacional, cada vez en mayores aprietos ante el avance exportador chino y las pretensiones comerciales de los Estados Unidos.
¿Y qué decir respecto a la propuesta de Milei de eliminar hasta el mínimo posible la intervención estatal en la agenda social, hasta llegar a una pesadilla distópica como la que hoy viven las mayorías en su país? Es esta una alternativa sin eco en Europa, a pesar de la reducción del Estado de Bienestar en proceso desde hace años.
Las diferencias incluso resaltan en agendas sociales, como la adopción por parte de parejas Lgbtq, la eutanasia o el alquiler de vientres, en lo cual coinciden la primera ministra de Italia, su par húngaro, así como Marine Le Pen y otros líderes conservadores, pero en lo cual no está de acuerdo Milei, quien propugna por que el Estado no asome sus narices por ahí y se haga efectiva la libertad individual, el respeto al proyecto de vida de cada cual, algo que extiende a la propiedad. En el cúmulo de contradicciones que se pueden encontrar en sus discursos, este último se opone al aborto, bandera que levantan unos y otros.
En el campo de las afinidades, la lucha cultural es la fundamental. El propósito es arrebatar tal bandera a socialistas y progresistas, que para ellos son lo mismo: comunistas, “enemigos del progreso”. Tras ese propósito, Milei sobresale por su informalidad, con patillas y corte de pelo que le brindan apariencia de estrella musical de los años 70, en muchas ocasiones con un hablar sencillo, corto, irónico, como: “El león vino a ‘surfear sobre las lágrimas de los zurdos’”, la cual el mercado callejero no dejó pasar sin sacarle monedas y estampó en camisetas (lágrimas de zurdo) que se venden a 8 mil pesos. Y como el rebusque es por todas partes, la oportunidad es oro y en la calle también se ofrecen gorras con ilustración de león a 6.000 y botones con la cara del Presidente a 1.000.
En ese mismo campo, Milei avanza sin respetar a nadie ni nada; la imagen de la motosierra trasmite el supuesto de alguien que arrasa con todo, en primera instancia con la clase política, parasitaria, y en segundo con la corrupción, algo que siempre desea el pueblo. Pero también se apropia de palabras como “la casta” que en su momento potenciaron al progresismo español (2), así como de temas musicales que se veían como referente de la izquierda, por ejemplo, “Se viene”, de Bersuit Vergarabat, casi un himno que sonó una y otra vez con la lucha de los actores sociales argentinos contra la agenda neoliberal de principios de siglo.
En su mira también está el feminismo, llamado “ideología de género” –un atentado, según su decir, contra la familia tradicional, así como contra los roles de género–; también el cambio climático, que niegan a pesar de las evidencias científicas, además de empíricas. Suman a ello la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, ¡igualada a un programa de comunistas!
Estamos ante una disputa que no deja dudas de que, en su cruzada sin tapujos, en defensa del capitalismo a ultranza vienen por todo, no solo arrasar conquistas sociales que significaron años de lucha en infinidad de países, así como la vida de no pocos, sino que también se proponen apropiarse de referentes sustanciales para la izquierda, invirtiendo su lógica y sentido profundo: “Conservadurismo del bien común” pregonan en disputa al bien común, defendido por la izquierda en general y el progresismo en particular, un propósito negado por la cruda realidad de la riqueza mundial concentrada en los bolsillos del 1 por ciento, con un mar de empobrecidos que padecen toda clase de penurias a lo largo y lo ancho del mundo. Pero, según su agenda, en la supuesta “libre competencia” que permite el capitalismo, todos actuamos en “igualdad de condiciones”, pudiendo realizar sueños y propósitos sin control ni impedimento estatal alguno, una pretensión que desnuda que su pretendido es privilegiar al capital financiero y asimismo a la oligarquía en general, y que sus enemigos son los de abajo.
En igual cruzada quedan la libertad y la igualdad –que para ellos las garantiza el mercado, con derechos fundamentales solo posibles de gozar por quien pague por ellos–, y el rol del Estado, negado en su función económica y social pero no así policiva. Se trata del mismo Estado que en el original proyecto marxista debe difuminarse hasta desaparecer, dando paso a una sociedad de seres humanos libres, solidarios, cooperativos, autorregulados. En medio de todo ello, la democracia queda reducida a su más elemental formalidad y apariencia: las elecciones.
No se llega a estos supuestos y propósitos sin antecedentes. En años pasados, la derecha ya les disputaba la calle a los movimientos sociales. Ahora batallan la dimensión cultural, factor fundamental en cualquier agenda de cambio con aspiraciones de largo plazo, y básicamente descuidada por los gobiernos progresistas que, cuando aluden al neoliberalismo, lo asumen como si solo implicara el factor económico. Gobiernos centrados en una agenda de subsidios que procura ingresos mínimos para que infinidad de familias no caigan o permanezcan en la mendicidad –una política económica que, por demás, hipertrofia en mayor medida al Estado– pero que por parte alguna las impulsa y les crea condiciones mentales y económicas para que superen el “paternalismo estatal”, infundiendo valores de autogestión, autonomía, solidaridad, rebeldía, vida en común, valoración plena de la naturaleza, entre otros.
En su propósito de avanzar hacia una nueva fase del capitalismo, a partir de la actual neoliberal pero llevada al extremo, se valen asimismo del cúmulo de errores, fracasos y excesos cometidos por regímenes políticos y gobiernos de izquierda (el otrora conocido “bloque oriental”), denunciando su inocultable violación de derechos humanos, la opresión desprendida de un Estado que todo lo cubría y controlaba, así como su fracaso en la agenda económica con el empobrecimiento de millones, sindicación que extienden a los gobiernos progresistas.
No hay duda, por tanto, de que la disputa que plantean es cuerpo a cuerpo. Con irreverencia que correspondía a los de abajo, vienen por todo, ocultando el desastre que para miles de millones ha significado, y aún significa, el capitalismo, y para la definición a su favor de esta puja necesitan que el ensayo argentino les funcione. En ese experimento, Milei es una simple ficha: funge como líder con energía propia pero su agenda está soportada sobre un programa elaborado por un amplio y formado equipo político y económico detrás del cual, a la vez, están empresarios, transnacionales y organismos multilaterales de alto calibre.
La disputa que extienden estos ‘salvadores’ obliga a replantear y fundamentar de manera integral la alternativa de izquierda, que es por dignidad humana, conciencia crítica y democracia directa, radical, plebiscitaria, y no simplemente participativa. Un referente en el cual, por fortuna, el anarcocapitalista viene a recordar que el liderazgo y el reconocimiento social descansan en el factor cultural y que el comunismo es la utopía de una sociedad ciertamente en libertad, autogestionaria, fundada en valores comunes, algo olvidado por el progresismo, que, pese a reivindicarse de izquierda, olvida el protagonismo y el liderazgo de los de abajo, estimulándolos a la concreción de un profundo poder popular que le dé cuerpo a otras formas de autorregulación no estatistas ni policivas, progresismo que, contrario a lo planteado en su ideario, termina por fortalecer el Estado y el capital, así como a la totalidad del sistema que dice querer superar.
1. Tejada, Armando G., “La ultraderecha crea en Madrid un cuartel contra el progresismo”, La Jornada mayo 24 de 2024.
2. Sanabria, Álvaro, “Espejismo y realidad de la política-espectáculo”, desdeabajo Nº 311, marzo 18-abril 18, 2024, p. 18.
Suscríbase
https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=180&search=le+mond