La grieta que divide a la sociedad judía israelí no enfrenta a partidarios de la democracia contra sus enemigos sino dos lealtades: una con el Estado y otra con la identidad judía. Estas visiones, aunque opuestas, comparten cegueras comunes: fe en el carácter “democrático” del régimen y rechazo a admitir su dimensión colonial.
Cada vez que las tensiones se agravan dentro de la sociedad judía israelí y que los ciudadanos se manifiestan contra un gobierno de derecha, o incluso de extrema derecha, o contra el primer ministro Benjamin Netanyahu –en el poder casi sin interrupciones desde 2009—, surgen en Francia y en otros lugares debates que vuelven a enfrentar a los progresistas y a los conservadores, a una centroizquierda ilustrada y a una derecha reaccionaria, oscurantista, religiosa y fanática. Los análisis son previsibles, pero muy engañosos.


