Desde el intimidante despliegue de naves de guerra frente a Venezuela hasta el desenfadado condicionamiento del rescate financiero argentino, Donald Trump reordena la región mediante coerción militar, sanciones económicas y presión diplomática. Y lo hace sin máscaras, con un lenguaje casi mafioso.
El despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe se ha convertido en la expresión más visible de un giro doctrinario. Desde hace tres meses, Washington incrementa de manera sostenida su presencia frente a las costas venezolanas, con unidades navales y aéreas que operan bajo el rótulo de la lucha contra el “narcoterrorismo” (1). La movida de cambio de régimen podría o no implicar una invasión a Venezuela; la lógica, en todo caso, es disciplinaria. El resultado, inequívoco: 83 ejecuciones extrajudiciales en operaciones presentadas como interdicción antidrogas (2).



