La “teatrocracia” de lo grotesco

El antropólogo francés, Georges Balandier, en su obra El poder en escena: de la representación del poder al poder de la representación, citando al dramaturgo ruso Nicolás Evreinov, destaca como éste enseña que la teatralización es una constante en las acciones humanas, con una presencia determinante en aquellas que involucran el poder. Eso lo llevó a que le diera a la práctica gubernamental la denominación de “teatrocracia”. Los actos de gobierno –pasado el predominio de las monarquías absolutas–, fueron investidos de autoridad en el marco de la gestualidad de lo solemne y lo dramático, apartando los instrumentos de la irrisión y de dar a las cosas el nombre de su contrario, que el absolutismo había usado como mecanismo de distensión cuando anunciaba decisiones inadmisibles para el colectivo. 

En ese escenario, la figura del bufón, hoy poco comprendida en su función de visibilizar lo sinuoso y fraudulento de los argumentos esgrimidos para justificar ciertos dictámenes del poder, fue central en apaciguar las reacciones más punzantes y peligrosas –a través de la caricaturización y el ridículo de los detentadores de autoridad–, como mecanismo de catarsis de las masas. “El personaje del bufón de la corte plantea el complejo problema del estatuto de la verdad en el campo político. Lo que encontramos en el entorno del príncipe no es nada más que un monstruo, un personaje grotesco, un deforme que hace de la inconveniencia, de la burla y de la transgresión expresiones de la verdad”1, dice Balandier en su análisis de la escenificación y sentido del sinceramiento a través de la bufonada.

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Autor/a: Álvaro Sanabria Duque
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº254, mayo 2025
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