Las políticas de defensa basadas en la disuasión nuclear vuelven a dominar la escena internacional, agudizadas por las guerras en Ucrania y Medio Oriente, en un contexto en el que sólo nueve países tienen bombas atómicas. Sin embargo, la mayoría de los Estados en la ONU abogan por un “desarme humanitario”.
Cuando la bomba atómica estadounidense destruyó Hiroshima el 6 de agosto de 1945, la humanidad entró en “una nueva era de la historia del mundo”, según la expresión de Günther Anders (1). La preocupación del filósofo austríaco no tenía tanto que ver con la posibilidad de una carrera armamentística entre Estados Unidos y la Unión Soviética sino con un giro radical en la historia universal: a partir de ese momento, el ser humano contaba con recursos técnicos suficientes para su autodestrucción.
