El próximo mes de septiembre, con motivo del período 80ª de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, a su sombra, un suceso será noticia: la reunión de una decena de presidentes y primeros ministros, convocados para constituir la Alianza Progresista Global. La cita es continuación de la reciente cumbre (21 de julio) de cinco presidentes que se dieron cita en Santiago de Chile (1) en lo que llamaron Reunión de Alto nivel “Democracia Siempre”, que a la vez prosigue y robustece el encuentro sostenido entre los presidentes de Brasil y España bajo el paraguas de la 79ª Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre de 2024, y en la cual sellaron el acuerdo para liderar una disputa global por la vigencia y la pertinencia de la democracia. Se trata de un inaplazable liderazgo global ante el avance de ideas y prácticas de extrema derecha que tienen en vilo a la humanidad.
De acuerdo con ello, en septiembre próximo encontrarán espacio para compartir ideas sobre este particular, además de quienes firmaron la “Declaración conjunta, con motivo de la Reunión de Alto nivel, Democracia Siempre” (2), las presidentas de México, Claudia Sheinbaum y Honduras, Xiomara Castro, además de los primeros ministros de Dinamarca, Mete Frederiksen, Inglaterra, Keir Starmer; de Canadá, Mark Carney, de Australia, Antony Albanese, y el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa.
Como dijo certeramente el presidente de Chile, “aquí está naciendo algo grande”: una respuesta y una opción de largo plazo para anteponer la vida a la muerte, lo público y colectivo a lo privado e individual, la redistribución de los frutos del trabajo de millones a su acumulación por parte de una minoría, la protección del medio ambiente a su destrucción, entre otros de los motivos que les dan soporte a la iniciativa y la agenda global que potenciarán.
Esta cita y el liderazgo que desplegará harán de escudo contra el avance de la derecha más extrema que está teniendo lugar por los cinco continentes, y que está poniendo en riesgo el goce de innumerables derechos sociales, económicos y políticos ya conquistados por la humanidad a lo largo de siglos de lucha por el bienestar general, la justicia social, la igualdad y la libertad, ahora ampliados a los derechos de la naturaleza, también en el abismo.
Ese avance, a manera de ofensiva global, está liderado por Donald Trump como presidente de Estados Unidos, que, con un discurso amplificado por infinidad de cadenas de alcance trascontinental, posiciona ideas de odio contra las minorías de todo orden, entre estas los migrantes, además de los empobrecidos, los feminismos, y muchos más, reforzando valores individualistas como enriquecerse a cualquier precio, desconocer al otro, imponer y someter mediante el poder de las armas, destruir toda institución y todo acuerdo que no favorezcan a su país, y despedir de sus puestos de trabajo a quienes no acaten sumisamente sus pretensiones.
En su común sentir, los presidentes reunidos en Santiago de Chile, compartiendo su preocupación por el avance del autoritarismo en el ámbito global, y conscientes de la necesidad de recuperar la confianza de las mayorías de sus gobernados en la potencia de la democracia, identificaron la necesidad de llevar a cabo, en sus respectivos países, “reformas estructurales para enfrentar la desigualdad”.
No es poca cosa ese propósito, ya que la materialización de giros significativos en las estructuras de los Estados, en los que están asentados sus gobiernos, es un propósito que va más allá de la disposición de un jefe de Estado y debe superar las resistencias de los poderes legislativo y judicial con que cuenta cada país, así como los poderes económicos que dominan a la sombra del poder político, además de la resistencia que interponga la propia extrema derecha, agentes de algunas de las agendas más oscuras conocidas y padecidas por la humanidad en las últimas cinco décadas, y a quienes este liderazgo coordinado pretende regresar a las penumbras de donde logró salir.
Para las fuerzas progresistas, es una osadía hablar y proponerse materializar cambios estructurales si por ello se entienden las rupturas con el sistema socioeconómico vigente. ¿Superar el capitalismo? Sí, de acuerdo a lo expresado por el presidente Gustavo Petro, quien enfatizó en su intervención ante un foro con la llamada sociedad civil, organizado para explicar lo acordado entre los cinco presidentes: “Garantizar la vida hoy es que el capital no domine más” (3).
¿Qué pensarán sobre ese particular sus pares allí presentes? Sin duda, esta agenda arranca con ideas comunes, como con otras que no lo son tanto, pese a que en primera instancia parecen serlo. Es el caso de la visión que tienen sobre medio ambiente y su protección. Para el presidente colombiano es fundamental, para que en efecto se detenga el cambio climático, dejar atrás las energías fósiles y, por tanto, parar la explotación de petróleo, gas y carbón, algo que no comparte, por ejemplo, el presidente Lula, empeñado en la agenda extractivista.
Pero, más allá de las distancias que pudieran cruzar una agenda que apenas va delineando su marco identitario, lo sustancial es lo que les une, en lo cual debemos resaltar:
• Actuar con convicción y responsabilidad frente a quienes pretenden debilitar la democracia y sus instituciones.
• Consolidar una red de países y sociedad civil que impulse la construcción de una democracia conectada con la ciudadanía.
• Establecer una red de centros de pensamiento que generen análisis y propuestas en defensa de la democracia.
• Colaboración para la transparencia algorítmica y la gobernanza digital.
• Promover una fiscalidad progresiva y la cooperación fiscal internacional.
• Constituir un observatorio de juventudes frente al extremismo.
• Enfrentar la desinformación y los discursos de odio en plataformas digitales.
• Impulsar estrategias comunes en favor del multilateralismo, el desarrollo sostenible, la justicia social y los Derechos Humanos, entendido todo ello como un imperativo ético y político.
• La tarea urgente de nuestro tiempo es enfrentar el autoritarismo, y en ello no basta con resistir y proteger; es necesario proponer y seguir avanzando, actuar, lo que significa “defensa de la esperanza”.
Además, y como un gesto de solidaridad y llamado al orden global, que recuerda la necesidad de la vigencia del Derecho Internacional Humanitario, reclamaron el imperativo de conseguir un alto al fuego en Gaza, y “[…] el acceso pleno, seguro y sin restricciones de ayuda humanitaria a la Franja”.
Se trata de un conjunto de objetivos que no se podrán impulsar y materializar por simple acción y por iniciativa estatal. De ahí que, con reconocimiento de la democracia como propósito y valor que se soporta y se fortalece en y por iniciativa de la ciudadanía, los presidentes reunidos en Santiago de Chile llamaron a la participación activa de las gentes de a pie, de los movimientos sociales, de los centros de estudio, un llamado y una puerta abierta que recuerdan la potencia que en su momento concentró y las expectativas que despertó el Foro Social Mundial (FSM), espacio del cual fue activo defensor e impulsor el actual mandatario de Brasil, por aquel entonces con pretensión de serlo, en un primer momento, y luego como presidente expositor en sus deliberaciones. Como también la experiencia de los encuentros intergalácticos y de otros órdenes organizados por los zapatistas.
Aprendiendo de lo vivido en estos dos referentes, es necesario desplegar, ante el tejido social, un amplio e intenso ejercicio de democracia viva y actuante, por medio de foros, tertulias, talleres, campañas, que difundan lo que se entiende por democracia, lo que significa y debiera ser esta en los tiempos que corren, contra la pretensión de quienes impulsan agendas individualistas y privatizadoras de lo público, agendas en las que lo público se arrincona hasta liquidarlo, lo cual es igual a decir que se impondrían el autoritarismo y los privilegios de las minorías sobre las necesidades de las mayorías.
Un proceder tal, además, debe alimentar la autonomía de los actores sociales, quienes pueden recibir en primera instancia apoyos de los gobiernos para desatar su trabajo en defensa de los derechos conquistados a lo largo de la historia de la humanidad, con especial énfasis en los tres últimos siglos, más otros que van emanando. Se trataría de un actuar con libertad y audacia, con mirada futurista, que –en las realidades que hoy cubren nuestras cotidianidades– implica, por ejemplo, hacer de la red global de internet un patrimonio de la humanidad, sin posibilidades de privatización ni de explotación comercial por empresario alguno. A la vez, es necesario brindar formación informática a toda la gente, hasta el punto de potenciar sus capacidades para diseño y complemento de lenguajes de código abierto, para que el software no sea privativo sino común. Para ello, partiendo de cada uno de los países que harán parte de la cita de septiembre próximo, garantizar que en sus agendas públicas se rompa cualquier acuerdo que se tenga con multinacionales vendedoras de servicios informáticos y de internet.
En tal plano, un objetivo central debe ser construir, entre estos y otros países que se sumen, una red de internet realmente pública, garantía para que sus poblaciones no sean objeto de espionaje ni de privatización de sus comunicaciones, saberes y deseos. Enfrentar el control algorítmico implica esto y mucho más: construir, como patrimonio de la humanidad, una red satelital de uso pacífico, que permita el despliegue armonioso de lo aquí señalado. Sin ello, el propósito no pasará de ser un simple deseo.
Es un potente reto, toda vez que, como es conocido, la información en tiempo real, direccionada de forma personalizada, aparece como nuevo instrumento de control y exige la presentación de aristas de contraste como forma de conservación de grados de veracidad que sostengan la posibilidad de análisis. De ahí que el acceso a los recursos tecnológicos sea, entonces, una condición actual de sociedades verdaderamente horizontales. La desviación hacia lo superfluo y lo alienante de las posibilidades con las que puede contarse, ha distorsionado el poder comunicativo de las nuevas tecnologías. Es, por tanto, tarea urgente un esfuerzo de conquista de dicha forma de poder, en la que los espacios de escolarización deben ser centro del debate y garantizar la educación reflexiva en ese campo.
En igual plano, deben diseñarse modelos de investigación y educativos que partan de las realidades de sus poblaciones y que reivindiquen el valor y la importancia de la cultura colaborativa y solidaria, como antítesis al discurso de odio y violencia que hoy se escucha, con especial resonancia desde Argentina, en boca de Javier Milei, y en El Salvador por parte de Nayib Bukele.
Se trata de discursos en constante despliegue, como fue evidente el día 10 de julio, en la presentación de Grok, el programa de inteligencia artificial de X, la compañía de Elon Musk, que ante preguntas anti-woke, brindó respuestas abiertamente antisemitas y pro-nazis, algo que pretenden presentar como un asunto anecdótico pero que en realidad refleja el espíritu de las posiciones que defiende el extremismo de derecha y que piensa ser inoculado en los centros de enseñanza.
En otros planos, por ejemplo el económico, el fundamental a la hora de materializar una democracia de profundo calado, le corresponderá a los Estados apoyar con capital semilla el surgimiento y fortalecimiento de decenas de iniciativas productivas, cooperativas y asociativas, en su mejor sentir, que les garanticen a las gentes su real autonomía respecto del Estado, dejando atrás la actual política de subsidios que tienen como propósito impedir que los empobrecidos caigan en miseria, y que por efecto perverso ahonda la dependencia de los individuos respecto del Estado (4).
Es fundamental para que estas perspectivas se tornen realidad, redimensionar la inversión pública como instrumento no sólo de redistribución, sino como mecanismo de identidad, lo que obliga a romper con el fetiche –defendido incluso por intelectuales que se dicen progresistas–, de que los impuestos progresivos son un sinsentido o son enemigos del empleo. Transporte público digno, hospitales de acceso sin restricciones y espacios lúdicos para todo el cuerpo social, deben ser exigencias perentorias que invitan a concretar, de verdad, una política fiscal que actúe como un instrumento de equilibrio y armonía social. Una política fiscal para redistribuir la riqueza social, algo que no pudieron realizar los más ricos por conducto de su difundida “tesis del goteo” y la supuesta redistribución que su enriquecimiento terminaría derramando sobre el conjunto social. Al final de su ’altruismo’ la realidad que hoy padece la humanidad es más empobrecidos, la concentración cada vez más vergonzosa y vulgar de la riqueza producida por quienes trabajan y el arrinconamiento de la democracia producto del auge de agendas autoritarias.
Esta es la realidad. Se trata, por tanto, de discursos por enfrentar y superar si de verdad los gobernantes que firman esta convocatoria asumen y propician en sus respectivos países el reconocimiento y el avance, a cargo de las mayorías, de todo aquello que debe pasar de ser público a ser común. Un reconocimiento y una posibilidad que traerán como resultado, incluso, el desmonte del poder del Estado, en un proceso de largo plazo y en el cual las gentes asuman el derecho de ser los propios diseñadores de su presente y su futuro, siempre en un marco común, y que no dependa de ninguno de los pilares en que se asienta y soporta el Estado liberal.
Surge acá un interrogante, en tanto este tipo de iniciativas no son políticas de Estado sino de gobierno, ¿qué sucederá con la participación de cada uno de los países hoy firmantes de esta iniciativa, una vez quien la firma y el pensamiento que representa, no sean refrendadas en las urnas?
Si bien las personas, los líderes, en este caso los presidentes, son facilitadores para que este tipo de iniciativas tomen cuerpo, su soporte en el largo plazo reposa en los sectores de base organizados. Un liderazgo que de nuevo trae a colación que el mayor aporte que puede traer acceder al gobierno reposa en el fortalecimiento, en autonomía, de los movimientos sociales.
Una luz, aún tenue, se extiende en medio de la oscuridad. Tal como leemos en la declaración firmada el 21 de julio en Chile, “[¨…] no basta con evocar la democracia ni hablar en nombre de ella: debemos fortalecerla, renovarla y hacer que vuelva a ser significativa para quienes sienten sus promesas incumplidas”. Y ello significa, de manera concreta, y en el día a día, justicia, bienestar, felicidad, para todos y todas. Algo que no se da ni se decreta sino que se construye colectivamente.
- Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Pedro Sánchez (España), Yamandú Orsi (Uruguay).
- https://prensa.presidencia.cl/comunicado.aspx?id=301564.
- “Palabras del presidente Gustavo Petro en el encuentro con la Sociedad Civil, en el marco de la ‘Reunión de Alto Nivel: Democracia Siempre’”, https://www.presidencia.gov.co/prensa/Paginas/Palabras-del-presidente-Gustavo-Petro-en-el-encuentro-con-la-Sociedad-Civil-en-el-marco-de-la-Reunion-250721.aspx
- Ver, Gutiérrez M., Carlos, “Democracia, rompiendo diques”, Le Monde diplomatique edición Colombia. Nº 256, julio 2025, pp. 2-3
