Más allá de los motivos supuestos como los determinantes que mantienen viva la migración de connacionales en procura de trabajo e ingresos permanentes que le permitan aportar al sostenimiento de su familia, así como construirse un mejor futuro, este artículo analiza los condicionantes laborales, económicos, políticos y sociales que explican la trama “destierro-dignidad”, en debate a propósito de la caza, captura y repatriación por parte del gobierno de los Estados Unidos de miles de colombianos que no cuentan con documentos legales para permanecer y trabajar en este país.
La crisis humanitaria provocada por el proceso creciente, imparable y global de migración-deportaciones es uno de los hechos más dramáticos que marcan con tinte indeleble de injusticia el siglo XXI por ser causante de la vulneración o negación de los derechos fundamentales de hombres y mujeres.
Es una realidad de la que no escapa la sociedad colombiana, cuya diáspora está dispersa en todo el globo geográfico, concentrada principalmente en países de América y Europa. Durante el periodo 1970-2024 emigraron 8,3 millones de sus miembros, cinco millones de los cuales, según estimaciones oficiales, viven fuera del país en condición regular (60,2%); por inferencia, 3,3 millones (39,8%) estarían sin documentación o de manera irregular. Durante el quinquenio 1970-74 emigraron 179.881 connacionales; medio siglo después esta cifra se multiplico 9,3 veces, en el quinquenio 2020-2024 abandonaron el terruño 1.674.144 colombianos (gráfico 1).

En años recientes, con la crisis del globalismo y el ascenso de políticas nacionalistas y proteccionistas, las medidas implementadas de deportación o destierro tienden a ser más drásticas. Así, por ejemplo, considerando solo a Estados Unidos, en 2022 se llevaron a cabo 184 vuelos de deportación hacia Colombia con 23.000 expulsados; en 2024 fueron 14.246; en 2025, según datos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas hay 29.000 colombianos con órdenes de deportaciones ya expedidas y firmadas, grupo al cual se suman otros 350.000 oriundos de nuestro país que, según estadísticas del Instituto para las Políticas, actualmente viven como indocumentados en Estados Unidos y estarían sujetos a deportación si son detenidos en algunas de las redadas multiplicadas en distintas ciudades desde que asumió el poder el presidente Donald Trump.
Otros 1.100 migrantes colombianos beneficiados por un ‘parole’ humanitario (beneficio que permite permanecer en el país estadounidense debido a una razón humanitaria urgente y de emergencia) están también en riesgo de deportación. Este programa fue autorizado bajo la administración de Joe Biden para fomentar vías legales de migración, entre ellos está el de “reunificación familiar” que se autorizó en el verano del 2023; los permisos otorgados a los colombianos comenzarán a vencerse hacia finales de este año, puesto que son dos años de gracia desde que se concede el “parole”. La administración Trump anunció que no tenía intención de renovar los permisos, dejando a los “beneficiarios” en el limbo y riesgo de deportación futura.
Los deportados son tratados de manera “indignante”. El gobierno colombiano protestó por la deportación masiva de sus connacionales en condiciones inhumanas. El presidente Petro ha reiterado que no aceptará recibir deportados en condiciones inadecuadas, específicamente esposados de pies y manos (Ver recuadro, Dignidad y destierro).
¿Cuáles son los condicionantes de la emigración de colombianos durante el periodo 1970-2024? (Ver recuadro, Condicionantes de la emigración). Despejar este interrogante lleva a explorar los factores –8 para nuestro caso– explicativos que potencian y propician abandonar su país a millones de colombianos, para lo cual nos valdremos de la técnica estadística de regresión lineal simple, la cual ayuda a comprender las relaciones entre una variable independiente y una dependiente. En el segundo paso del análisis se aplica un modelo de regresión lineal múltiple para estudiar el efecto combinado y conjunto de los 8 factores considerados.
Emigración, pobreza e indigencia
Desde los años 1970 hasta principios de la tercera década del siglo XXI, la incidencia de la pobreza monetaria descendió, en promedio, de 60,8 por ciento a 39,0; en igual periodo, la población en condiciones de indigencia (pobreza monetaria extrema) disminuye de 21,1 por ciento a 14,1. La relación entre la pobreza y la indigencia con la dinámica migratoria registra líneas de tendencia con pendiente negativa (disminuye los índices de pobreza e indigencia y se intensifica la emigración). El coeficiente de determinación es más alto en la correlación pobreza monetaria-emigraciones (0,48) en relación al valor explicativo de la indigencia que es insignificante y cercano a un valor de cero (0,05). Estos resultados muestran que la población migrante se diferencia estructuralmente por su pertenencia a una clase social y a los cambios en las condiciones socio-económicas inherentes (gráficos 2 y 3).
La mayoría de la oligarquía colombiana prefiere vivir en el extranjero (Europa o Estados Unidos), manteniendo su capital productivo y/o rentista en el país, y pueden hacerlo en condiciones legales, libres y holgadas; la clase media debe contar con alguna formación y experiencia para el trabajo y un mínimo de recursos económicos para emigrar de manera regular o irregular (por esta razón, la emigración aumenta con la mejora en los niveles de vida y la salida de las condiciones de pobreza); en cambio, la población más pobre se encuentra atrapada en el país sin posibilidades de irse, tampoco posee el acceso a los bienes y servicios necesarios en el extranjero para enfrentar la sobrevivencia diaria. Emigrar requiere contar con un “plante” mínimo. La trampa de la indigencia o pobreza extrema convierte al país, para quienes la padecen, en una “cárcel” de la cual es difícil escapar.
Emigración y condiciones laborales
Para quienes solo pueden sobrevivir de la venta de su fuerza de trabajo, lo que ocurra en el mercado laboral es determinante de su existencia. Durante el período 1970-2024 la tasa de desempleo involuntario se ha mantenido arriba de los dos dígitos. En el quinquenio 1970-1974 registró un promedio de 10,6 por ciento; a principios de siglo, en los años 2000-2004, alcanzó el pico de 15,6; en el quinquenio 2020-2024 disminuye levemente a 12,4 por ciento. En 2024 la tasa promedio del desempleo abierto fue de 10,3 por ciento. La relación entre el conjunto de valores emigración-desempleo genera una línea de tendencia con pendiente positiva: a una tasa mayor de desempleo involuntario, el número de emigrantes aumenta; el valor del R² (medida estadística de qué tan cerca están los datos de la línea de regresión ajustada; también se conoce como coeficiente de determinación) tiene un valor de 0,15 (gráfico 4).
Los problemas del mercado laboral son crónicos en Colombia; dos terceras partes de la fuerza de trabajo permanecen en condición de desempleados involuntarios, cuenta propia o informales. Históricamente, las relaciones modernas de producción capitalista en el país han incorporado al trabajo asalariado, en promedio, a no más de la mitad de la fuerza laboral. Las micro, pequeñas y medianas empresas constituyen el 99,5 por ciento del universo empresarial (2,4 millones de unidades económicas, según cifras preliminares del Censo Económico del Dane), las mismas que generan el 79 por ciento de los puestos de trabajo y aportan 40 por ciento al PIB. El 85 por ciento de los empleados en microempresas son informales. En un reciente informe del Banco de la República sobre el crecimiento de los micronegocios en Colombia señala que la informalidad está presente en 77 por ciento de las empresas de este tipo; éstas no tienen registro en la Cámara de Comercio, no pagan impuestos, no reportan ingresos, ni contratan empleados con seguridad social y prestaciones sociales1.
En este problemático contexto, de acuerdo con las cifras del Dane, en el país devengan menos del salario mínimo legal vigente (Smlv) el 46,9 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada; el 16,5 por ciento de los ocupados ganan un Smlv; entre más de uno y dos Smlv se encuentra el 23,5 de los trabajadores activos; solo el 13,1 por ciento de los trabajadores ganan más de dos Smlv. El Estado es un gran empleador, ocupa a 866.113 personas, esto es, el 3,7 por ciento del total de la fuerza laboral ocupada y paga salarios, en promedio, cuatro 4 veces superior a la media nacional; la incorporación a un puesto de trabajo público depende del acceso a las redes clientelares o contar con padrinazgos políticos. Realidad que determina la decisión de emigrar de la fuerza laboral.
Emigración, violencia social y conflicto armado interno
La crueldad y la agresividad están presentes de manera continua en la historia nacional. Además de las dinámicas políticas propias de las luchas de poder, la violencia ha permeado la cultura y la forma de resolver los conflictos sociales en la vida cotidiana. La tasa de homicidios por cada cien mil habitantes registró un valor de 23,2 en el quinquenio 1970-1974; alcanzó un máximo de 77,3 en los años 1990-1994; durante el período 2020-2024 desciende a 26,9. Según Medicina legal, durante 2024 se registraron en Colombia 29.290 muertes violentas, de éstas, 13.917 fueron homicidios (47,5%); el 37,0 por ciento de las muertes violentas corresponde al grupo etario juvenil (la juventud de 15 a 29 años representa el 24,5% de la población total colombiana). En este año, la cifra de “Lesiones No fatales” (violencia interpersonal e intrafamiliar, entre otras) sumó 198.185 personas, el 36,2 por ciento de los casos pertenece al grupo de edad juvenil.
De otra parte, entre los años 1970-2024 el número de víctimas ocasionado por los hechos victimizantes en el marco del conflicto armado interno suma 11,2 millones de personas o civiles no beligerantes (cada individuo cuenta una sola vez, independiente de ser víctima de varios hechos simultáneos o en el tiempo)2; el promedio anual se eleva de 43.197 registrados a principios de los años 1970, y salta a 673,072 durante el quinquenio 2000-2004, y se contrae a 174.486 en el periodo reciente 2020-2024. Los gráficos de dispersión registran una asociación positiva entre las distintas manifestaciones de la violencia y la dinámica de la emigración (gráficos 5 y 6).

No obstante, impacta con mayor fuerza el número de víctimas ocasionado por el conflicto armado interno (R²=0,16) en comparación con la tasa de homicidios (R²=0,01), con baja significación esta última, en la determinación y dinámica del fenómeno de la emigración. En realidad, un buen número de los emigrantes colombianos son víctimas de la guerra o perseguidos políticos que buscan refugio o asilo en tierras distantes. Mientras los distintos tipos de violencia social afectan de manera global, caótica e ininterrumpida a colombianos y colombianas sin distingo de clase, nivel socioeconómico, edad o ubicación espacial, el conflicto armado interno se focaliza en regiones, particularmente rurales, periféricas a las grandes ciudades, cimentadas en actividades extractivas y economías ilegales. En una sociedad en la cual la vida se valoriza poco, difícilmente puede hablarse de dignidad humana.
Emigración, dinamismo de la economía e ingreso per cápita
Durante los últimos 55 años la economía colombiana ha perdido dinamismo, el cual se define como el proceso de transformación productiva que permite la integración económica de los habitantes de un territorio a las cadenas productivas, eleva el ingreso por persona y garantiza la reducción en las brechas de desigualdad y pobreza, así como mejoras en el empleo y la calidad de vida a través del mayor acceso a bienes y servicios (gráficos 7 y 8).
En el primer quinquenio de la década de 1970, el crecimiento promedio anual del PIB fue de 6,6 por ciento; en el quinquenio 2020-2024 cae a un promedio anual de 2,7 por ciento. La evolución de la economía criolla es bastante inestable: el PIB creció 1,7 por ciento en 2024; antes, en 2020 fue negativo en 7,2 por ciento (debido a las políticas implementadas durante la pandemia), en 2021 rebotó a 10,8, en 2022 alcanzó 7,3 y en 2023 registró un lánguido 0,7 por ciento.
La economía también crece a un ritmo análogo al aumento demográfico; en los años 1970-1974 el PIB per cápita creció en promedio 3,7 por ciento anual, en el quinquenio 2020-2024 el aumento fue de 1,2 por ciento. En 2024, el ingreso por persona creció en solo 0,8 por ciento (favorecido por la fuerte caída en la tasa de crecimiento demográfico a 0,9 anual).
La relación entre el conjunto de valores de la emigración y la dinámica económica, registrada en los gráficos 7 y 8, muestra líneas de tendencia con pendiente negativa (al perder la economía dinamismo y al caer el ritmo de los ingresos por persona, crece el volumen de la emigración). La relación entre variables es más significativa en el caso del crecimiento anual del PIB (R²= 0,33) en comparación con su ritmo de cambio del PIB per cápita (R²=0,11).
Emigración, equidad y distribución del ingreso
La desigualdad económica es una realidad medible que refleja las diferencias de ingresos y riqueza entre distintos grupos de población. Factores como la falta de empleo estable, los bajos ingresos o salarios, la alta informalidad, la ineficacia y corrupción en la ejecución de las políticas sociales agravan esta brecha, generando exclusión, pobreza y estimulando la emigración de la fuerza de trabajo, particularmente jóvenes con formación técnica o profesional. Además, cuando las desigualdades son considerables, desalientan la formación profesional, obstruyen la movilidad económica y social y el desarrollo humano y, en consecuencia, inhiben el crecimiento económico. Más grave aún, sociedades estructuralmente desiguales (un índice de desigualdad Gini superior a 0,5) y excluyentes registran mayores conflictos internos y violencia crónica (gráfico 9).

En Colombia, el valor del índice de desigualdad Gini es persistente en un grado de 0,55 durante los últimos 55 años. Durante la primera mitad de la década de 1970 su valor promedio anual estuvo en 0,557; durante el quinquenio 1985-1989 registró 0,47, el valor más bajo; en los años 2020-2024 escaló a 0,555. La regresión lineal simple que modela matemáticamente la variable dependiente (emigraciones) y la variable independiente (desigualdad del ingreso) como una ecuación lineal genera una línea de tendencia con pendiente positiva (al aumentar la desigualdad, también el volumen de emigración aumenta) y un coeficiente de determinación R² de 0.15
Regresión lineal múltiple
La regresión lineal múltiple permite generar un modelo lineal en el que el valor de la variable dependiente o respuesta (Y) se determina a partir de un conjunto de variables independientes llamadas predictores (X1, X2, X3…X8). Es una extensión de la regresión lineal simple, con la diferencia que ahora el modelo integra los ocho factores determinantes de la emigración. La variable dependiente representa el producto o resultado cuya variación se está estudiando; las variables independientes, también conocidas en un contexto estadístico como regresores, representan insumos o causas, es decir, razones potenciales de variación. Los resultados se presentan en el cuadro 1:
El coeficiente de correlación múltiple (R) tiene un valor de 0,93. Este coeficiente cuantifica el grado de correlación entre la variable dependiente y el conjunto de variables independientes. Varía de 0 a 1, donde 0 indica que no hay correlación y 1 indica una correlación perfecta.
Según el coeficiente de determinación R², el modelo explica el 86 por ciento de los cambios emigratorios en Colombia para el periodo 1970-2024; en consecuencia, el otro 14 por ciento de los cambios en este fenómeno es explicado por otros factores que no están incluidos en el modelo. El coeficiente de determinación es usado en el contexto de un modelo estadístico cuyo principal propósito es predecir futuros resultados o probar una hipótesis. En estadística, un valor de 1 indica un modelo que predice perfectamente los valores en el campo de destino; un valor de 0 indica un modelo que no tiene ningún valor predictivo.
El R² cuadrado ajustado disminuye a un valor de 28,0 por ciento, mostrando, asimismo, si la adición de predictores adicionales mejoran o no un modelo de regresión. El R²ajustado siempre es menor al R² en cuanto “castiga” al modelo por el mayor número de variables independientes incluidas (como anotamos antes, en nuestro caso son 8); además, es necesario adicionar más observaciones a las incluidas en el ejercicio estadístico realizado. En el modelo utilizado los coeficientes más significativos o determinantes de la emigración son los factores asociados directamente al ámbito económico, de ingresos y su distribución: el desempleo involuntario, el crecimiento del PIB, el ingreso por persona y las diferencias de ingresos y riqueza entre distintos grupos de población. Los otros factores sociopolíticos (la violencia social, el conflicto armado interno y los grados de incidencia de la pobreza monetaria general y extrema, inciden poco en los cambios de los volúmenes de emigración, esto es, registran una débil fuerza explicativa y decisiva.
Finalmente, el valor crítico F es un valor específico utilizado para determinar si la estadística F es estadísticamente significativa. En general, si la estadística F es mayor (1,485) que el valor crítico F (0,463), significa que hay una diferencia significativa entre las varianzas de los grupos. Dicho de otra manera, los factores incorporados al modelo son predictores independientes, esto es, explican causas diversas y convergentes de la dinámica emigratoria.
Al aplicar la técnica estadística de regresión lineal simple y múltiple, hemos visto los factores quemás pesan al momento que alguien en nuestro país toma la decisión de abandonar el territorio nacional, de todo lo cual se desprende que solo aplicando transformaciones estructurales al modelo económico, laboral y social que nos rige, podría romperse el desangre continúo de la fuerza de trabajo juvenil, capacitada y educada. Reformas que a su vez serían indispensables para construir y cimentar dignidad, ganando un estatus real más allá de los discursos populistas de ocasión. γ
2. Según la RNI –Red Nacional de Información–, los hechos victimizantes está clasificados en 15 categorías: Abandono o Despojo Forzado de Tierras; Acto terrorista/Atentados/Combates/ Hostigamientos; Amenaza; Confinamiento; Delitos contra la libertad y la integridad sexual; Desaparición forzada; Desplazamiento forzado; Homicidio; Lesiones Personales Físicas y/o Psicológicas; Minas antipersonal/Munición sin explotar/Artefacto explosivo; Perdida de Bienes Muebles o Inmuebles; Secuestro; Tortura; y Vinculación de Niños Niñas y Adolescentes.
* Economista y filósofo. Integrante del Consejo editorial Le Monde diplomatique edición Colombia y desdeabajo
Dignidad y destierro
El destierro es el efecto de expulsar a alguien de un lugar o de un territorio determinado. Esta acción no ocurre en el vacío. El modo de producción y las relaciones sociales históricas son centrales en la “narrativa” explicativa. En nuestro caso el capitalismo, la jerarquía entre países, el régimen político y la estructura social de clases son condicionantes de esta dinámica. El capitalismo global avanzó de la mano con la colonización, la violencia, la esclavitud, el asesinato de pueblos nativos, la destrucción focalizada de competidores potenciales, la opresión política-económica y una inmensa y continua transferencia de riqueza a los países centrales1.
La sociedad colombiana es periférica en la jerarquía del sistema mundo capitalista. En consecuencia, es crónica su situación de dependencia estructural respecto a los países centrales e imperiales, desde la invasión europea, en la colonia y durante la vida republicana. Estos condicionantes explican el flujo continuo de personas que buscan escapar de la pobreza, la inseguridad, la violencia, la corrupción, el autoritarismo, el desempleo y las pocas oportunidades, con el propósito de realizar el anhelo de vivir en una sociedad del primer mundo.
En este contexto, la dignidad humana es una utopía, presente, si acaso, en la inventiva constitucionalista. La mayoría de la población colombiana no accede a una vida digna a lo largo de su existencia. La clase dominante, la oligarquía, considera el disfrute de la dignidad como un derecho exclusivo, propio, natural.
En la palabra dignidad no hay nada natural. Es una invención que hace parte del acervo histórico de deseos, creencias y valores humanos. Lo real es que la “dignidad” no hace parte natural del animal humano ni define su esencia. La dignidad no se descubre, sino se crea y se construye colectiva y políticamente (democracia sustantiva y directa). Como todo lo construido, también puede ser destruida y reconstruida. La falta de sentido histórico es un defecto inherente a la noción tradicional de dignidad humana. La dignidad como una distinción esencial o natural tiende a encontrar fundamento en las doctrinas religiosas, el idealismo metafísico o en la demagogia de los políticos.
Las sociedades son contingencias históricas antes que expresiones de una subyacente naturaleza ahistórica o realizaciones de metas suprahistóricas. Es necesario reconocer la dignidad humana, ética y políticamente, pero no fundada en el ser sino en las relaciones sociales y en la dinámica histórica de la lucha de clases por el reconocimiento universal de los derechos humanos (expresión constituyente y jurídica de la dignidad). Una defensa de la dignidad humana que no tenga en cuenta las condiciones materiales e históricas reales, psicológicas, sociales, culturales, ambientales, económicas y políticas para su realización y apropiación efectiva y democrática como tales derechos humanos cae en una forma de ideologización al sostener como válidos y vigentes en términos universales unos derechos que solo son apropiados y disfrutados por una minoría autoritaria y privilegiada.
Desde Hegel (1770-1831), los pensadores historicistas han negado que exista una cosa tal como “la naturaleza humana” o “el nivel más profundo del yo”. La socialización y, por tanto, la circunstancia histórica, abarcan la totalidad: no hay nada “debajo” de la socialización o antes de la historia que sea definitorio de lo humano. Si no hay un centro del “yo” o “yo nuclear” (la esencia humana), entonces solo hay diferentes maneras de insertar nuevas creencias y anhelos posibles en una trama ya existente de creencias, deseos y valores2. En resumen, no existe una naturaleza digna inherente al ser humano, tampoco ningún poder superior que la conceda, es un atributo construido históricamente, adquirido en las luchas políticas democráticas y defendido ante las amenazas deshumanizadoras.
1. Shaikh, Anwar. (2022). Capitalismo. Competencia, conflicto y crisis. Fondo de Cultura económica, México, p. 48.
2. Rorty, Richard. (1991). Contingencia, ironía y solidaridad. Editorial Paidós, España.
Condicionantes de la emigración
“Colombia es una República fundada en el respeto de la dignidad humana”, reza la Constitución Política en su artículo primero. “Principio fundamental” cuestionado por la realidad del masivo anhelo de la población por irse del país.
El 81 por ciento de su juventud quiere emigrar, en particular con el deseo de trabajar en el extranjero. Así lo dio a conocer el estudio ‘El latido de la juventud en Colombia’, realizado por la consultora SmartPR y el cual consultó a jóvenes del país sobre sus metas, preocupaciones y aspiraciones en el ámbito personal y profesional. La idea de trabajar por fuera del país se construye, según el estudio, por las ganas que tienen los jóvenes de crecer profesionalmente, tener oportunidades y experiencias culturales enriquecedoras1.
En Colombia, según el Dane, al finalizar 2024 se encontraban en condición de “Ninis” 2,5 millones de jóvenes (67% mujeres y 33% hombres), esto es, 22,5 por ciento de la población entre 15 y 28 años de edad cumplidos no estaba inscrita en instituciones educativas, ni en proceso alguno de formación laboral, ni participa en el mercado de trabajo2. Las oportunidades que tienen estos para acceder a empleos decentes continúan siendo limitadas en las economías emergentes y en desarrollo. De acuerdo con la OIT, “La falta de empleo estable y remunerado, sumada a la alta informalidad y los bajos salarios limita las oportunidades de movilidad social de los jóvenes conduciéndolos a emigrar”.
1. https://www.eltiempo.com/economia/sectores/el-81-de-los-jovenes-colombianos-les-gustaria-trabajar-en-el-extranjero-y-61-laborar-de-forma-remota-segun-un-estudio-3376250. Consulta: 10/02/2025
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