‘La cadena se rompe por el eslabón más débil’. Eso no solo lo saben los mecánicos, cerrajeros y otros trabajadores que manipulan cadenas y objetos similares, también lo sabe Trump, que a pesar de nunca haber realizado trabajo alguno que exija fuerza o destreza física, sí ha logrado compenetrarse con el cuerpo de la sociedad estadounidense, tanteando los deseos y disposiciones de millones de sus compatriotas.
Con sus cinco sentidos despiertos, palpa la cadena de su sociedad, la estira, la contrae, identifica y sujeta el eslabón más débil, que para su caso son los inmigrantes elevados a criminales e indeseados. “¡Deportaciones masivas, ahora!”, recoge su plataforma electoral (1). Ellos le servirán de esparrin para que los originarios de esas tierras desahoguen sus rabias producto de una economía ahora poco prodiga en maná verde, y encuentren la respuesta “perfecta” para las dificultades que viven en el día a día. Atrás las décadas doradas del apogeo norteamericano; ahora la necesidad de retomar esa senda, para lo cual el candidato promete deportar a millones. Así despierta nacionalismos y xenofobia, y gana militantes activos, radicales, dispuestos a lo que él diga.
Así, con esa parte de la cadena siempre asida a su virulenta lengua, llevó a cabo la campaña electoral que lo regresó, a pesar de ser un convicto, a la Casa Blanca. Una vez allí, no le dio espera a lo prometido, ordena militarizar fronteras, le exige lo mismo a sus vecinos inmediatos, dispone miles de policías para que requisen las calles de diversas ciudades, y despierta el pánico entre miles de latinos que viven y trabajan allí sin legalizar su residencia. Vuelos con cientos de ellos, encadenados, empiezan a llegar a sus países de origen. Un proceder que, a pesar de su intensidad, no alcanzará para deportar en cuatro años los millones que aseguró sacaría de su “bello país” (2).
De esta manera, como si estuviera en campaña electoral permanente, inflama espíritus entre los suyos y más allá de sus fronteras, con presidentes de distintos países que reviran por lo que está en curso, pero que al final del alegato se acomodan a la agenda del republicano.
Es una realidad que nos obliga a recordar que los millones de quienes, tras ingentes esfuerzos, viajan y se radican en la tierra de “la libertad” para vender su fuerza de trabajo, incluso, sin estar protegidos por ley laboral alguna, resumen la evidente injusticia vigente en países como Colombia. Huyendo de la cual, según lo retoma Libardo Sarmiento en su artículo (“El lado oscuro de la dignidad y el destierro”, pp., 4-6), la diáspora nacional ha llevado a vivir por fuera de su tierra al 10 por ciento de su población, lo cual es igual a 5,3 millones, de los cuales 1.674.144 salieron en el quinquenio 2020-2024. Además de Estados Unidos, país y cultura con la que existen identidades y deseos que atraen a un alto porcentaje de migrantes, países de Europa y Suramérica son sus principales destinos y ahora lugar de residencia de quienes, por motivos de bajos e inseguros ingresos mensuales, informalidad laboral, desempleo, violencia, entre otras circunstancias, se ven obligados a buscar otras fuentes de ingreso para ellos y para los suyos, recursos para, por fin, tener casa propia, para financiar el estudio de algunos de los miembros de la familia, para asegurar el alimento de cada día, así como para garantizar en sus hogares una “economía del cuidado”, es decir, destinar dinero suficiente para quien o quienes deban dedicarse a cuidar en su núcleo familiar personas adultas o con alguna enfermedad que les impida valerse por si mismas.
Entre todos estos factores que impulsan a millones de personas a dejar el país, los bajos salarios son una realidad que no puede desconocerse, ya que hasta el 46,9 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada devenga menos de un salario mínimo legal vigente, el cual sí lo percibe el 16,5 por ciento de los ocupados. En cualquiera de las dos circunstancias, la pobreza es la constante que acompaña a estos millones de quienes cuentan con su fuerza de trabajo como único recurso por ofertar en el mercado. Esquivar una existencia plena de negaciones, es motivo más que suficiente para dejar el país.
Al así obrar, pierde el territorio que los vio nacer y que les entregó en buenas, regulares o no tan buenas condiciones la posibilidad de estudiar y formarse en distintos campos del saber, no necesariamente universitarios, personas en su mayoría jóvenes y, por tanto, en las mejores condiciones de su existencia para desempeñarse en variedad de oficios. Si transcurridas varias décadas regresan al país, lo harán con el peso que le significará al mismo velar por la seguridad social de quien transita el último ciclo de su existencia.
Y lo que pierde el país de origen, lo gana el país que los recibe, tanto por los saberes que portan consigo, para lograr lo cual no han contribuido con ningún recurso, como por la mano de obra en plenas condiciones físicas y mentales que ofertan, mano de obra dispuesta a trabajar en circunstancias no siempre sanas ni seguras, con salarios por debajo de lo que reciben los nativos o quienes sin serlo sí están regularizados. Aunque parezca increíble, y lo niegue la propaganda xenófoba del hoy Presidente, esos millones de “criminales” aportan de manera notable a que flote la economía del país potencia, rejuveneciendo su envejecida fuerza laboral, sin tener que invertir en ellos en todo lo que implica su formación media, técnica o profesional. Un aporte que va más allá, sin duda alguna, del que puedan garantizar quienes estén dispuestos a pagar 5 millones de dólares por la “tarjeta dorada” que ahora ofrece Trump para que se radiquen “en este maravilloso país” los ricos que lo deseen (3).
La cifra creciente de inmigrados que reportan las estadísticas nacionales tiene un efecto inmediato: potencia las divisas del país, las que por su cantidad tiende a opacar el alto costo que le significa exportar mano de obra. Para el 2024 las mismas sumaron 11.848 millones de dólares, muy cerca de los 15.024 millones de dólares que reporta por exportación de petróleo y sus derivados, y algo más de la quinta parte del total de sus exportaciones que sumaron 49.551 millones de dólares al cierre del 2024.
Falta mucho para reconocer el aporte que día a día realizan al país los negados de siempre, tanto los que emigran como los que no lo hacen. La magnitud del aporte de los primeros puede verse en las cifras anotadas, más claras aún si detallamos que las remesas enviadas el año inmediatamente anterior superan en trescientos por ciento a las recibidas por la exportación de oro –4.000 millones de dólares en el mismo periodo–, o las generadas por un producto de moda como el aguacate hass –309 millones de dólares.
El lugar de donde provienen estas remesas, además del país del Norte (el 53,6% de las mismas) son, entre otros, España (15,4%), Chile (3,9%), Reino Unido (3,7%). Una geografía que señala con nitidez que quienes buscan mejores ingresos están dispuestos a trasladarse a cualquier país, y no se casan con uno solo de ellos.
A su vez, enfaticemos, la magnitud de las remesas, permite constatar que el valor creado por esa fuerza de trabajo no es despreciable, así como que la migración tiene una importante motivación en la protección de los familiares que quedan en el país, pues de lo contrario el volumen de lo enviado no sería tan significativo.
Vista así esta realidad, de inmensas implicaciones presentes y futuras para Colombia, es claro que la misma reclama más que declaraciones ocasionales sobre la dignidad de los ahora repatriados, la puesta en marcha de políticas de largo plazo que propicien que la juventud se enrute en la construcción de un país que garantice condiciones plenas de vida, como de satisfacción personal y colectiva, para la totalidad que somos.
Resalta por tanto, el imperativo de crear esclusas para retener a la población joven del país, lo cual nos coloca ante el reto de trascender las fallidas políticas juveniles aprobadas hasta ahora por diversos gobiernos, todas ellas de bajo, limitado y errado impacto que, contrario a lo requerido por quienes están en la flor de sus vidas, enfrascan a sus beneficiarios en programas y acciones puntuales, asistencialistas, sin pretensiones de largo plazo y, por tanto, programas sin interés alguno en potenciar autonomías, despertar la curiosidad, estimular la creatividad, así como alimentar espíritus críticos dispuestos a profundizar en procesos educativos como también asociativos y solidarios.
Comenzar a caminar por esa senda coloca a un gobierno que pretende llevar a cabo giros indispensables para romper la herencia recibida, ante el reto mayúsculo de reformar el pensum que orienta la educación primaria y secundaria, incluyendo en el mismo, con acertado diseño de simple a complejo, la enseñanza de matemáticas, estadística, economía, lógica y filosofía, entre otras materias, desdeñadas o minimizadas en los primeros ciclos educativos en el rigor como deberían ser abordadas.
Una enseñanza por medio de la cual se comprenda cómo funciona el mundo y cómo un país podría producir lo necesario e indispensable para que la justicia sea la prenda principal por garantizar a los suyos. Proceso formativo que revise el significado e implicaciones del imperialismo y la urgencia de construir comunidad de naciones soberanas, solidarias y dispuestas a la integración humana, y no solo mercantil.
Se trata de un aprendizaje no únicamente teórico sino, y de manera notable, práctico, para lo cual es indispensable constituir grupos de educandos no menores a 6 integrantes, que seleccionen un proyecto por liderar, dentro de una lista de opciones definidas previamente por el Estado y explícitas en la política educativa, líneas prioritarias definidas como parte de su proyección económica, social y científica por lo menos a treinta años. Proyectos financiados con recursos públicos desprendidos de los diversos subsidios que hoy reciben tanto los educandos como sus núcleos familiares, recursos que harían las veces de capital semilla, no reembolsable, pero sí sujetos a un seguimiento estricto por parte de administradores profesionales que ahora se integrarían a labores educativas. En idéntica senda, el cuerpo profesoral viviría un reforzamiento de sus saberes, a la par de incorporar en la planta docente una suma de nuevos profesionales que, obligatoriamente tendrían que pasar por procesos formativos en pedagogía. Nuevas instalaciones, con laboratorios de diversas características, entrarían a la orden del día para facilitar las reflexiones y saberes indispensables que inclinen a los educandos ante una u otra línea de acción.
Es un proceder, por demás, que al propiciar generación de ingresos por propia mano, deberá estimular el valor de la cooperación y del hacer colectivo, elevando la estima por la autonomía y la autogestión, así como la importancia de la creatividad. Imaginar con toda libertad, reflexionar, debatir, crear, transformar, estarían a la orden del día.
En consecuencia con los proyectos puestos en marcha, los que alcancen más desarrollo en uno u otro tópico y en un tiempo previamente determinado, estarían abiertos a integrarse o complementarse con otros de igual o similar perfil implementados en otras partes del país, ganando de esta manera más potencia, recibiendo para ello un recurso económico más robusto y un mayor acompañamiento de la parte administrativa-gerencial y técnica, y de otros órdenes, de ser necesario.
Se trataría de un aprendizaje y desarrollo de saberes que le permitiría a los educandos implementar un proyecto de vida, recibir un salario justo por ello, a la par de potenciar liderazgos sociales y líneas de desarrollo económico que ahondarían el camino diseñado por el país para dejar atrás la injusticia y la dependencia sempiterna ligada a los centros de poder global. Línea de acción que deberá integrarse con las políticas universitarias y de educación técnica en general, todo ello dentro de un dinámico y articulado proyecto educativo público, cuya última fase deberá estar reforzada por toda clase de instalaciones y otros recursos indispensables para la exploración, experimentación y corroboración de saberes en un grado superior –más cualidad que cantidad–, todo esto, además, enrutado hacia el territorio, para que la comunidad en general también sea parte ampliada de una educación en pro de un país al servicio de y para sus gentes. Las iniciativas de este tipo que se consoliden pasarán a integrarse con empresas públicas del sector, fortaleciéndolas, pero en caso de no existir podrían ser la base para constituir compañías de ese tipo y carácter de impacto nacional.
Es claro que no es un camino fácil ni expedito, pero es una opción por implementar para crear condiciones económicas y sociales en procura que la juventud no vea en la migración su única opción ante el futuro que le depara una sociedad marcada por altas tasas de informalidad laboral, desempleo, violencia, empobrecimiento sempiterno y otras injusticias desprendidas de su condición económica-social y política. Una opción, por demás, de cara a una realidad global cada vez más cambiante y exigente, la misma que demanda virajes en la visión sobre y en la relación con el Estado, así como en la vida cotidiana, cambios que deberían ir más allá de las palabras.
‘Nada es eterno en el mundo’, asegura el cantar popular. Al ser así, el eslabón más débil puede dejar de serlo, siempre y cuando procedamos en acción colectiva con un material maleable elaborado a partir de políticas imaginativas de diverso orden. Que el bono demográfico que aún goza el país se beneficie de un giro como el propuesto, es posible e inaplazable. γ
1. https://www.bbc.com/mundo/articles/c9vplp9wgl9o
3. https://www.jornada.com.mx/2025/02/26/mundo/022n1mun
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