Tras la caída de Bashar al Assad en diciembre de 2024, Siria enfrenta una transición incierta. Entre la esperanza inicial y la violencia sectaria busca construir una democracia mientras el líder Ahmed al Sharaa concentra poder y las minorías sufren represalias.
En medio de la noche, aparece en la pantalla gigante un águila dorada sobre fondo verde coronada por tres estrellas. A continuación, se transmite el discurso del presidente de transición, Ahmed al Sharaa, que proclama: “La identidad que hoy adoptamos encarna una Siria que no acepta ni divisiones ni particiones”, antes de añadir que “la diversidad cultural y étnica es una riqueza, y no una causa de conflicto”. Tres días después, Estados Unidos anuncia que retira de la lista de “organizaciones terroristas extranjeras” al grupo islamista del que procede el nuevo hombre fuerte de Damasco, Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante, anteriormente Frente Al Nusrah). Pero, en este país que apenas está saliendo de una larga noche, basta una chispa para que salten los fusibles y vuelva la oscuridad.