En sendas notas, Diana A. Díaz y Leonardo Tovar evocan la vida y obra del filósofo Enrique Dussel, exponente fundamental del pensamiento crítico liberador decolonial en América Latina.
I. Tributo
Enrique Domingo Dussel Ambrosini (Mendoza, Argentina, 24 de diciembre de 1934 – Ciudad de México, 5 de noviembre de 2023) puede ser rememorado por su vida académica como filósofo, historiador y teólogo. Por ser el principal referente de la Filosofía de la Liberación, proyecto que emprendió en su patria natal a inicios de los años setenta junto con Rodolfo Kusch (1922-1979), Osvaldo Ardiles (1942-2010), Julio De Zan (1940-2017), Arturo Andrés Roig (1922-2012), Juan Carlos Scannone (1931-2019), Carlos Cullen (n. 1943) y Alcira Bonilla (n. 1944), entre otros pensadores. Por formar una escuela de pensamiento en su país de adopción, motivada por el interés que despertaron sus clases en la Unam (Universidad Nacional Autónoma de México) y en la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana). Con el objetivo no sólo de formarse en la Filosofía de la liberación dusseliana, sino de extender una praxis que girara entorno a la difusión de esta corriente y que fuera más allá de su normalización dentro de la filosofía establecida, sus discípulos directos en México como Katya Comenares, Alicia Hopkins y Jorge Zúñiga conformaron la “Asociación de Filosofía y Liberación” (AFyL).
Dussel también podría ser recordado por su compromiso con la formación de los representantes políticos y, especialmente, su colaboración como educador político con el partido Morena en México. Por sobrevivir a un atentado bomba en su casa en 1973, debido a su quehacer filosófico en Argentina. Por su extensa obra de más de 50 libros y 400 artículos. Por su corazón didáctico que a través de gráficos orientaban cada conferencia, clase o texto. Por ser el primer filósofo latinoamericano que planteó en la Universidad de Frankfurt en 1992, en el quinto centenario de la invasión de América, la necesidad de atravesar la modernidad, navegar entre su falacia desarrollista y su lado emancipador, para crear un nuevo orden sistémico. Así aportó el postulado de la transmodernidad al lenguaje filosófico, legando una nueva comprensión de la modernidad y con ella del sistema-mundo, de la Historia Universal y la colonización del mundo de la vida de las culturas originarias.
Por ser lector voraz de la filosofía occidental y tener claridad sobre los postulados de los autores de la misma, porque leer a Dussel es conversar con la Historia de la Filosofía. Por ser un autor que en las diferentes etapas de su pensamiento enriqueció su corpus filosófico a través de nuevas lecturas de Lévinas, Marx y Apel, haciendo la síntesis más original y arriesgada en pro de la comprensión del mundo y la superación de un sistema éticamente malvado y políticamente injusto.
Enrique Dussel puede ser recordado por algún aspecto de los mencionados o por todos. No obstante, yo lo recordaré no sólo por ser uno de los más grandes filósofos que la historia de la humanidad ha presenciado, sino porque gracias a su pensamiento estudiosos que han vivido a lo largo de las últimas seis décadas han sabido aceptar la invitación de un pensar geopolíticamente situado. La Filosofía de la liberación es más que una corriente que nace en una coyuntura contestataria en América Latina, es una invitación para hacer Filosofía desde el Sur Global; es una apuesta para que las alteridades que estamos en condiciones asimétricas en la totalidad sistémica podamos luchar por otro sistema en el que tengan lugar nuestros proyectos de vida desde la dignidad y el respeto que siempre nos fue negado por ser distintos y estar enraizados en otros territorios.
Enrique Dussel quedará honrado en mi memoria por brindarme un suelo teórico desde el cual puedo pensar la realidad de un país como Colombia que ha sido permeado por la guerra, la desigualdad social y la fetichización del poder. Pero también por hacerme comprender mi lugar como latinoamericana en la “Historia Universal” y desde allí combatir el colonialismo intelectual que nos impide congregarnos, situarnos, reflexionarnos y comprometernos con el mundo real, el mundo sensible de las corporalidades vivientes subsumidas y negadas.
La praxis de liberación es un postulado que orienta las acciones de quienes hacemos los ejercicios de fundamentación de cualquier pregunta de investigación, porque saberse en esta corriente es asumir un legado que ha costado exilios, señalamientos políticos o academicistas, rechazo en las Facultades por aquellos que han optado por el camino del tecnicismo, la repetición de ideas y la aplicación de modelos importados que poco o nada entienden nuestro estar siendo.
*Licenciada en Filosofía, Universidad Pedagógica Nacional- Magister en Filosofía Latinoamericana, USTA. Asociación de Filosofía y Liberación, AFyL- Colombia.
II. Semblanza
Con ocasión del deceso de Enrique Dussel, relata Ramón Grosfoguel que a aquel no lo convencía que lo presentara como el Hegel latinoamericano, pero que el historiador puertorriqueño procedía así para destacar ante audiencias eurocéntricas la importancia filosófica de la obra del pensador argentino-mexicano, creador en el tránsito de los siglos XX y XXI de un sistema filosófico del Sur comparable al sistema filosófico del Norte diseñado por el filósofo prusiano a inicios del siglo XIX. Ahora bien, si de comparaciones en la historia de la filosofía se trata, Dussel prefería ser relacionado con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, de la que la Filosofía de la liberación podría ser considerada su émula latinoamericana, si bien superando a aquella por denunciar de partida el eurocentrismo del que los frankfurtianos en sus sucesivas generaciones no han podido sacudirse.
A nuestro turno, reincidiremos en el gesto equívoco de cuestionamiento eurocéntrico del eurocentrismo, para señalar que la relevancia filosófica y social de Dussel nos parece más equiparable a la de Jeremy Bentham, pues como señaló en su momento Michel Foucault, el impacto histórico de la doctrina utilitarista del iusfilósofo inglés en las sociedades capitalistas modernas rebasa con mucho la incidencia de doctrinas más sofisticadas como las de Kant o el propio Hegel. En esa línea, cuando los historiadores y filósofos del futuro exploren los derroteros ideológicos y políticos de nuestra época hallarán que el historiador, teólogo y filósofo recientemente desaparecido fue el “intelectual orgánico” de las recientes transformaciones de corte progresista sucedidas en la Nicaragua sandinista, la Venezuela de Chávez y Maduro, la Bolivia de Evo Morales, la Colombia de Petro, e indudablemente el México de Andrés Manuel López Obrador, retrospectivamente incluso la Cuba de los Castro y sus sucesores, pero no porque en todos los casos su doctrina hubiese ejercido una influencia visible sobre dichos líderes, sino porque su filosofía en sí misma recoge el espíritu progresista y populista de dichos proyectos de cambio político.
Pero la comparación con Bentham no sólo tiene que ver con la repercusión de los dos en los procesos históricos sino con el mismo estatuto conceptual de sus pensamientos. Como el teórico inglés, que en el criterio de utilidad destacaba un principio puramente empírico inscrito en la naturaleza humana para orientar científicamente la acción moral, el último Dussel reivindica frente a las otras propuestas éticas históricas y actuales que la vida humana misma en correlación con la vida del planeta constituye el principio ético fundamental de carácter fáctico. Detrás del utilitarismo, opera una antropología teleológica basada en la maximización de los intereses individuales y colectivos de los agentes morales; detrás de la ética de la liberación una antropología histórica orientada por la reparación de las víctimas instaurada por el código de Hamurabi en los orígenes de la tradición semita y recogida por el cristianismo. “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí». (Mateo, 25, 35), en lugar de una sospechosa “felicidad para el mayor número” que en no pocas ocasiones confunde la genuina “vida buena” (Sumaq Kawsay de la tradición quechua) con el falso bienestar consumista del mercado.
En el utilitarismo, se trata de la eclosión de la razón instrumental moderna propia de la dominación capitalista de la sociedad llevada al paroxismo suicida en la globalización neoliberal; en la Filosofía de la liberación, de la reversión de dicha racionalidad de muerte mediante la reparación de la vida de las víctimas del sistema moderno de colonización de los pueblos dominados. Aquí, el vitalismo liberacionista es a la vez expresión e inspiración de las luchas anticolonizadoras y anti-imperialistas contra las élites trasnacionales y locales que succionan el “trabajo vivo” con el fin de alimentar el “capital muerto”, tal como había prefigurado Marx. Allá, el eficientismo utilitario es la ideología que toman las clases y naciones dominantes para hacer pasar por racional el despojo de las comunidades y personas sometidas a la explotación capitalista. Mientras el utilitarismo refleja el ethos de la hegemonía dominante del sistema-mundo capitalista, la Filosofía de la liberación compendiaría así la hegemonía insurgente de las víctimas en procura de construir “otro-mundo” posible más justo y humano.
El detonante de la propuesta filosófica de Dussel estriba en una filosofía de la historia revisionista que controvierte el “origen del mito de la Modernidad”, mostrando que ni el punto de partida de la filosofía moderna reside en la proclamación del sujeto cartesiano, ni la revolución industrial fue la carta de constitución de la economía moderna, ni Maquiavelo y Hobbes fueron los padres fundadores del Estado moderno, pues en realidad todas estas expresiones de la Modernidad son la consecuencia de la apropiación colonialista de América en el mal llamado “descubrimiento”, que en realidad operó como el “encubrimiento” con el que Europa negó la vida de los pueblos americanos y después de las demás latitudes, sometidos a ser periferia de la dominación eurocéntrica. Pero junto con la enfermedad en el siglo XVI también surgió su antídoto, por medio en especial de la proto-teología y proto-filosofía de la liberación encarnadas en la prédica y acción proféticas indigenistas de Bartolomé de Las Casas, que por medio del reconocimiento del Otro indígena se opuso al “ego conquiro” (yo conquisto) colonizador sobre el cual se instaló el “ego cogito” (yo pienso) moderno.
En su etapa argentina, la clave interpretativa adoptada por el pensador mendocino procede de la ética de la alteridad formulada por el filósofo judío Emmanuel Levinas, quien a la dicotomía planteada por Parménides en los orígenes de la filosofía occidental entre “ser o no-ser”, opone el mandato fundacional de la tradición semita: “no matarás”. Dussel traspone históricamente el ser en la Totalidad de la civilización moderna que niega el no-ser de la barbarie encarnada en los pueblos originarios del continente americano, en los sectores populares de campesinos y obreros, en las mujeres y demás sujetos discriminados de la sociedad. En términos geopolíticos, la Totalidad es detentada por el sistema de explotación capitalista que somete a la dependencia a las naciones de la periferia ubicadas en Latinoamérica y otras regiones del sur.
Contra dicha dominación, la primera Filosofía de la liberación dusseliana se ubica desde la exterioridad de los excluidos, de las discriminadas, de las otras y otros desplazados de la racionalidad, la economía y la cultura hegemónicas, de los nadie en la gráfica expresión de Eduardo Galeano, con el fin de reivindicar su derecho a la existencia individual y colectiva digna, en contra de las diferentes modalidades de la opresión social. A través de una pedagogía de la liberación vinculada con Paulo Freire, se trata de crear relaciones educativas que corrijan la domesticación por medio de la concienciación de las condiciones de dependencia. La erótica de la liberación busca que las mujeres superen la cosificación como objeto sexual a la cual las somete el mercado, con el fin de auto-constituirse como dueñas de su destino y el de sus familias. Contra las relaciones jerárquicas de dominación, la política de la liberación busca instaurar nuevas relaciones de carácter horizontal, basadas en la resistencia del pueblo contra la opresión y sus luchas por sociedades más justas.
Trasladado a México, país en donde se instaló a mediados de los setenta luego de abandonar su tierra natal para huir de la persecución política que sufrió en los preámbulos de la dictadura militar, debió enfrentar el cargo de populismo abstracto que le endilgaron críticos de izquierda por sostener una noción de pueblo a imagen de las comunidades de fe, pero alejada de los efectivos conflictos de clase. Para responder a la objeción, emprendió Dussel un exhaustivo examen de la obra económico-filosófica de Marx, en el que formulado de manera muy escueta descubrió que en la obra marxiana, más radical aún que la explotación de la clase proletaria por la clase burguesa, se revela la negación de la vida de los sujetos relegados por fuera de las mismas relaciones de trabajo, verdadera exterioridad sobre la cual se implanta la apropiación de vida por el capital.
Siguiendo adelante, durante los años ochenta y noventa Enrique Dussel y Karl-Otto Apel protagonizaron un significativo debate a nombre respectivamente de la ética de la liberación y la ética discursiva. Junto con Jürgen Habermas, el filósofo alemán había mostrado en revisión de Kant que los principios morales no se originan en la reflexión solitaria del sujeto sobre el alcance universal de sus acciones, sino sólo se legitiman a partir del diálogo inter-subjetivo entre los actores en procura de condiciones de consenso. Su interlocutor latinoamericano aplaude esta transformación comunicativa de la ética, pero estima que se trata de un momento segundo en la constitución de la moral, pues no vivimos para argumentar sino argumentamos para vivir. En realidad, al desconocer que la reproducción material de la vida sirve de criterio fundamental de todo acto, norma o institución social, la ética discursiva es proclive a usos ideológicos que hacen pasar por consensos socialmente vinculantes los que sólo son acuerdos interesados de los sectores dominantes de la población. Pero ello no significa que la pretensión discursiva de validez moral se deba abandonar, sino que se la debe subordinar a la conservación y recreación de la vida como principio de verdad ético.
De la conjugación del principio material de la reproducción de la vida aprendido primordialmente en Marx y el principio formal del consenso dialógico desarrollado a partir de la ética discursiva, resulta la segunda versión de la Filosofía de la liberación, expuesta por Dussel en su obra de 1998 “La ética de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión”. La tesis central estriba en poner estos dos criterios al servicio de un tercer principio de cierre, el principio fáctico de liberación, que ordena emprender acciones efectivas para procurar la mejora de las condiciones materiales de vida de las víctimas desposeídas por el sistema de dominación global a partir de la organización comunicativa de las propias víctimas en contra de la opresión que sufren. Detrás de esta apelación al éxito estratégico se alza la crítica de la razón utópica de Franz Hinkelammert, que previene contra el mal utopismo de maximalismos políticos que no tienen en cuenta las condiciones efectivas de realización de las transformaciones sociales.
En clave ética, la interpelación es el acto de habla mediante el cual los sectores excluidos de la comunidad comunicativa y de las garantías vitales reclaman el reconocimiento de sus derechos y la reparación de los bienes que les han sido negados, en un movimiento que a la inversa de Rawls o Habermas no deriva las condiciones de justicia social de principios normativos de carácter deontológico sino que parte de la denuncia de las condiciones de injusticia estructural que padecen los pueblos y clases marginados por el orden neoliberal globalizado de privilegios impuesto en América Latina y en otras latitudes. En clave política, Dussel proyecta el “poder obediencial” zapatista a la exigencia de que el poder institucional constituido en el ejercicio de la administración pública siempre atienda al poder instituyente encarnado en el pueblo como única fuente de legitimidad gubernativa. En su acepción profunda, la corrupción se configura cuando el mandatario olvida que es un delegatario de la sociedad y de manera fetichista antepone sus intereses particulares a los de la comunidad.
Frente a un populismo de derecha desenfrenado que abusa de las formas electorales democráticas para erosionar el alma popular de la democracia, que invoca un individualismo posesivo a ultranza en contra de cualquier sentido comunitario y disfraza como garantía a las libertades personales lo que no es más que la claudicación de los fines públicos a los privilegios privados nacionales y trasnacionales, el populismo de izquierda anticolonialista y comunitario de Dussel realza como una alternativa genuinamente democrática. Sin embargo, la constitución del pueblo como potentia fuente del poder en una democracia no está exenta de ambigüedades, pues caudillos autoritarios pueden reivindicar como voluntad popular su propia corrupción, cuestión que no se resuelve al exonerar por definición a los regímenes de izquierda por sus declarados propósitos anticapitalistas y sus proclamadas intenciones de justicia social, sino que requiere de valorar su capacidad efectiva para mejorar las condiciones reales de vida de los integrantes de la comunidad, en condiciones de respeto institucional a las reglas de juego democráticas.
Si en sus opciones partidistas el propio Dussel atendió o no a los estándares éticos que él mismo había trazado es algo que no vamos a dirimir aquí, pero acertadas o equivocadas, sus tomas de posición revelan que no rehuyó “ensuciarse las manos” y de modo consistente procuró poner su reflexión y praxis políticas al servicio de los Otros, las víctimas, los vencidos de la historia rememorados por Walter Benjamin. Durante una intervención en 2017 de visita a su país natal en la “Casa de las Madres” de la Plaza de Mayo, el profesor Dussel sintetizó así el propósito de su obra: “Mi filosofía es la justificación de los desaparecidos, de los esclavos, de los indios, de los huérfanos”*.
- “Decolonización y transmodernidad”, conferencia pronunciada por el activista y filósofo Enrique Dussel en la Casa de las Madres de la Plaza de Mayo, Buenos Aires, 31 de agosto de 2017. https://www.youtube.com/watch?v=-ZYU0KrKl-w Complemento bibliográfico
A las personas interesadas en incursionar en la vasta producción literaria de Enrique Dussel les recomendamos empezar por su libro “1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad”, en el que se reúnen las conferencias que pronunció en Frankfurt con motivo del quinto centenario del mal llamado “descubrimiento de América”. Para conocer la Filosofía de la liberación creada por el autor argentino en la primera etapa de su pensamiento, puede consultarse la compilación “Lecciones de filosofía de la liberación”, publicada en 2012. Luego puede estudiarse la “Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusion”, editada en 1998, en la que se exponen las tesis centrales de su obra madura. Para relacionarse con su filosofía política, pueden leerse sus “20 tesis de política” (2006). - Filósofo. Dr. h. c. en Educación, Universidad Pedagógica Nacional. UniAlfonsiana- Sociedad Colombiana de Filosofía.
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