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Entrevista a Iván Cepeda. “En el proceso de paz tal vez estamos en el punto de no retorno”

Entrevista a Iván Cepeda. “En el proceso de paz tal vez estamos en el punto de no retorno”

En Colombia ingresamos, desde el pasado 23 de septiembre, en una espiral decisiva para avanzar hacia el silencio de los fusiles, al menos, y por el momento, con las farc. Así quedó establecido con el apretón de manos entre el presidente Santos y Rodrigo Londoño –o Timochencko, comandante de las farc–, al anunciar en La Habana la posible firma de un acuerdo definitivo de cese de la confrontación armada para el próximo 23 de marzo de 2016*.

 

 

De esta manera, los acontecimientos a favor y en contra de la paz se precipitan. En la mesa de negociaciones instalada en la capital cubana, hasta ahora las partes han acordado compromisos de temas álgidos, y en el actual momento abordan otros ítems, también esenciales, como la dejación de armas y el diseño y puesta en marcha de las zonas de paz. 

 

En sus negociaciones acuerdan comunicados conjuntos dirigidos a la comunidad nacional e internacional, el más reciente de ellos el presentado por los representantes de los países garantes –Cuba y Noruega– anunciando que el gobierno colombiano y las farc llegaron a un acuerdo sobre medidas inmediatas para la búsqueda, ubicación, identificación y entrega digna de restos de personas dadas por desaparecidas durante el curso del conflicto armado.

 

Apenas unos días después de conocerse este anuncio el Procurador General de la Nación Alejandro Ordoñez, representante de un bloque de poder de extrema derecha, hizo pública un llamado a juicio disciplinario en contra del senador Iván Cepeda Castro, proceso que diversos analistas vaticinan que terminará en la destitución del investigado, actor persistente –desde los sectores políticos y sociales alternativos– por la negociación política del conflicto armado.

 

En palabras del afectado, el actuar del Procurador “no es un evento aislado, se trata de un curso de acción dirigido hacia la eliminación judicial y moral, a condenar a la cárcel o al ostracismo a los liderazgos sociales y políticos de las franjas sociales históricamente excluidas. No nos vamos a atemorizar ni vamos a caer en una depresión psicológica. Nuestra lucha va a ser implacable. Vamos a llegar a la paz y a la solución política del conflicto armado”.

 

¿Palabras simplemente de cajón? No. Al Senador se le ve seguro y convencido de lo que expresa; en su rostro queda reflejado, con cada entonación, la luz de lo imperioso y la seguridad de la persistencia. Es por ello que en esta fase crucial de la coyuntura que transita Colombia, resulta esclarecedor escuchar la voz valerosa de este hombre que desde su más temprana infancia conoció las amenazas, la represión y los asesinatos, tanto en la misma humanidad de su padre, como del conjunto de sus compañeros de acción política, todos ellos contrarios y resistentes ante las acciones criminales de un Estado convertido en aparato de dominación y control de una población forzada a aceptar lo inaceptable. Iván conoce, además, el proceso de paz desde sus comienzos. 

 

Para hablar con él, aprovechamos los momentos posteriores a un encuentro acaecido el 14 de octubre en el barrio Teusaquillo de Bogotá, en la Casa España, donde fueron presentados el pasado un conjunto de publicaciones elaboradas por el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado –Movice–, entre las que se destaca “El desmantelamiento del paramilitarismo. Aprendizajes y recomendaciones desde las víctimas”. El Senador ha acudido esa tarde a escuchar las voces de las organizaciones que elaboraron las publicaciones. Apenas presentados los informes, no desaprovechamos la oportunidad y le dirigimos la primera pregunta, con la cual pretendemos ganar de lleno su atención, lo interrogamos por su valoración del proceso de paz en los actuales momentos:

 

“Creo que tal vez hemos llegado a un punto que podríamos caracterizar como el punto de no retorno en el proceso de paz con las farc y un importante avance para llegar al proceso en la fase pública con el eln. El hecho de ponerle una fecha tentativa de terminación de los diálogos en términos de llegar al acuerdo general final, el hecho de que las farc haga anuncios trascendentales, como, por ejemplo, que comenzará la dejación de armas unos cuantos meses después de firmados los acuerdos, que suspende o que deja el reclutamiento de personas para sus filas en esta etapa, que cambian sus cursos militares por cursos políticos; el hecho de que la comunidad internacional asuma esta fase del proceso prácticamente como la fase final o de terminación y que el propio gobierno comience a realizar anuncios que implican el cierre del proceso, por lo menos de los diálogos, a mi modo de ver son elementos que dan un contexto a la afirmación hecha al comienzo. 

 

De otra parte, en cuanto al eln, todo indica –por los anuncios hasta ahora conocidos–, que también están por inaugurar una fase pública de conversaciones. Ambos elementos en medio de un contexto muy agitado y convulsionado, pero que revela un afianzamiento de las fuerzas que queremos la salida del conflicto armado”.

 

Del acuerdo sobre justicia

 

Creemos que Iván debe conocer el texto detallado de 75 puntos que conforma el acuerdo sobre justicia, el que aún no ha sido publicado en su integridad, suscitando una ola de especulaciones que han favorecido a quienes atacan la dinámica de acuerdos que debe conducirnos al fin de la confrontación. Le preguntamos en forma directa si conoce tal documento, y su respuesta no demora más que unos pocos segundos: “Si lo conociera no podría reconocerlo. Lo que puedo decir de ese acuerdo, sin conocer todavía su contenido pleno, es que es un acuerdo inédito en la historia del país y del mundo. Lo que podemos decir es que crea una formidable estructura de justicia restaurativa, es de lejos el sistema más complejo que se ha creado en cualquier acuerdo de paz en el mundo con relación a estos asuntos. Es un acuerdo con más garantías para las víctimas, que hace parte de un sistema mucho más amplio y ambicioso de verdad, justicia, reparación y no repetición. Estos acuerdos se traducirán en eventos concretos de justicia restaurativa largo tiempo esperada por muchas víctimas.

 

Así que, sin lugar a dudas, el acuerdo podrá dejar a algunos insatisfechos en tal o cual aspecto de este asunto, pero es un logro que tiene alcances muy importantes y que ahora debe ser respaldado por la publicación del acuerdo entre ambas partes y también por la demanda de las víctimas y la movilización social para que se cumpla su contenido como acuerdo, en lo cual ya vemos reticencia en ciertos sectores, es decir, hay una gran ambigüedad, yo diría una gran esquizofrenia”.

 

El para Estado

 

Una de las dimensiones de la prolongada confrontación que más daño ha generado para la comunidad nacional e internacional con injerencia directa en nuestro país, ha sido el plegamiento de franjas del Estado a la criminalidad; la construcción de un Estado oculto o para Estado, con vínculos con sectores del narcotráfico. Le inquirimos, ¿No es indispensable el desmonte de las estructuras criminales al interior del Estado para avanzar hacia la paz genuina? Y nos responde: “Al interior y al exterior. Por supuesto existen varios núcleos de preocupación esencial sobre cómo transcurrirá el momento que siga a los acuerdos de paz, por supuesto aquí la gran preocupaciones es esa transformación del Estado, de una máquina de guerra, represión y persecución, a un Estado democrático. Es una preocupación fundamental por el abandono, y la proscripción de métodos y de formas de actuación abiertamente ilegales, como el uso de entidades terceras para generar efectos de persecución y eliminación de las fuerzas del cambio político, tales como las estructuras paramilitares, como el mercenarismo, como el recurrir a la intervención extranjera, como dejar a sus anchas a las transnacionales para que conviertan a las fuerzas militares en sus servicios privados de seguridad. El paramilitarismo ha estado creciendo y debe ser delimitado y debilitado como fenómeno multidimensional con articulaciones económicas y políticas en diferentes regiones del país.

 

Todos estos son temas que atañen a eso que denominamos la transición política; por supuesto esos son temas de conversaciones y de negociación en la Mesa, aquí se ha enfatizado mucho en la dejación de armas de la guerrilla, se habla mucho de cuál será el modelo territorial que asumirá su transformación, de una fuerza armada a una fuerza política, pero con igual énfasis se debiera hablar de esas transformaciones básicas que están planteadas también en la mesa de conversaciones: ¿cómo se hará para que fuerzas de policía, los aparatos de inteligencia, las fuerzas militares, dejen de asumir la protesta y la vida de los movimientos sociales como una amenaza para el Estado y para el orden público?, ¿cómo se logrará suprimir la práctica de encarcelar y judicializar a líderes reconocidos –como Feliciano Valencia– que actúan en la base de los movimientos sociales, por la única razón y pretexto de su actividad social y política? Todos estos son asuntos que conforman el núcleo de la paz en Colombia, son temas estructurales, como también otros, por ejemplo: ¿cuál es el fondo financiero y presupuestal que garantizará los recursos que demandarán las transformaciones requeridas institucionalmente para construir las bases del post conflicto? Todas estas son cuestiones sustanciales que están en la agenda y que todavía no son tratados en todas sus consecuencias y detalles en La Habana”.

 

¿Y el narcotráfico?

 

Pocos estudiosos de Colombia ignoran el hecho de que el narcotráfico generó en el país una narco economía que condujo a una narcopolítica. Es indispensable para transitar de una economía de guerra a una economía de paz, erosionar el poder del narcotráfico en la economía y la política, ¿conoce algún avance puntual en este aspecto?

 

“El gran avance sobre este particular, el acuerdo que podría cambiar radicalmente la configuración de todo este fenómeno, descansa en la sustitución de los cultivos de uso ilícito que dejaría atrás esa política de erradicación a través de las fumigaciones indiscriminadas con glifosato. La creación de programas agrícolas que puedan llenar el espacio que hoy ocupan los sembrados de coca, pero también otras políticas, como por ejemplo, la idea de cambiar el paradigma exclusivo de penalización y de persecución del comercio de drogas ilícitas y buscar otras formas de tratamiento social a este fenómeno, o la persecución de los capitales financieros como un enfoque fundamental de lo que ha dado en llamase la lucha contra el narcotráfico. 

 

Ahora, el problema no es tanto de esos viejos enfoques –plasmados en un acuerdo nuevo– reivindicados desde hace mucho tiempo por movimientos sociales, especialistas y expertos, sino el músculo que tendrá el Estado para aplicarlos y la voluntad política que tendrá para hacer de estos acuerdos una realidad. 

 

En ese curso que debiera tener este tipo de problemáticas, que vemos hoy con preocupación que la política de sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito no está sustentada sobre recursos de programas agrícolas que entren rápidamente a operar para lograr ese cambio; lo vemos en el Catatumbo, con el escenario de una mesa de conversaciones entre los campesinos y el Estado que no se cumple; también lo estamos viendo en el Putumayo, donde no es evidente una rápida y eficaz acción de Estado para poder garantizar esa política de sustitución voluntaria”.

 

Sobre la verdad

 

En 1948 se truncó el acceso a la dirección del Estado, por vías constitucionales, de un movimiento social y político que proponía una democratización del país y una opción de soberanía. Su exterminio no ahorró ningún recurso de parte del establecimiento, hasta llegar al magnicidio, recurso y práctica de poder retomado en otros momentos de nuestra historia nacional. Se tendió entonces, sobre el país nacional, un manto de confusión, pactándose la inducción del olvido sobre lo acontecido, pero la confrontación emergió sobre la injusticia cometida. 

 

Con la Constitución de 1991 se intentó un proceso de democratización en medio del conflicto, pese a lo cual la dinámica de la confrontación mantuvo el estigma, al igual que la persecución sobre los movimientos sociales y políticos con visiones alternas al dominio de las redes corporativas y el avance de las mafias. Décadas de comunicación masiva dirigida a estigmatizar y odiar, sumadas a una educación con serias deficiencias en la formación de la capacidad de razonar por cuenta propia, terminaron por incubar un país lastrado por la intolerancia y la incapacidad de construir y acometer la realización de propósitos nacionales. En este sentido, ¿cómo contempla la dimensión de la verdad en el proceso que está en curso en La Habana?

 

“Mi tesis es que independientemente de las dificultades que pueda tener el proceso de paz –que son muchas y de las cuales apenas hemos tocado un par en esta conversación–, el mismo significará una transformación democrática importante para el país; se trata, ni más ni menos, que de la irrupción en la vida social y política de un sector, algunas franjas de la vida del país que han sido históricamente excluidas, lo que significará, sin lugar a dudas, una nueva realidad rural y también en la vida urbana de sectores que han estado excluidos de la política; por supuesto esto sin querer hacer idílica toda esa gran confrontación política que significará la transición a la fase siguiente de terminación del conflicto; sin lugar a dudas, ese proceso va a traer al escenario nacional nuevas fuerzas y liderazgos políticos, nuevos lenguajes y nuevos problemas y, sobre todo, va a significar también, por lo menos, el cuestionamiento y la puesta en discusión del concepto de la nacionalidad, pues una parte de la nación ha estado excluida por acción del mismo conflicto; a tal punto que tal vez por primera vez, si es que se logra la paz con las farc, con el eln y con todo lo que significan las causas del conflicto, podríamos decir que llegamos a un plano en el cual vamos a poder hablar de una nación, no nación entendida desde una manera simbólica y formal de tener una bandera y un himno y unas instituciones que por supuesto dicen cobijarnos a todos, sino, realmente, de construir unas instituciones, unos símbolos, unos lenguajes que realmente sean el fruto de la controversia de todos. Ahora, como parte de ese gran proceso de debate democrático, sin duda alguna un elemento central lo constituirá la verdad del conflicto armado, irrumpiendo múltiples historias, memorias, voces, testimonios, relato, todos ellos silenciados por décadas.

 

Siempre he creído que hay aspectos del conflicto armado que permanecen silenciados, señalados, por ejemplo lo ocurrido en el campo de batalla, solamente los guerrilleros y los soldados, los que han estado en la confrontación, saben qué ha pasado allí, el resto hemos recibido los ecos mediáticos, las deformaciones y manipulaciones de lo que ha sido el conflicto; de la verdad de las zonas rurales solo hemos oído los ecos, pero no hemos tenido una condición para la plena y libre expresión de lo que ha ocurrido en esta parte del país; conocemos los relatos de las masacres, hemos oído muchos relatos de víctimas, pero la creación de un escenario democrático en el que se puedan expresar esas realidades será, sin lugar a dudas, parte de ese proceso político, cultural, intelectual que deberá llegar si, en efecto, los procesos de paz en marcha culminan de manera exitosa. 

 

Por todo ello, considero, que la terminación del conflicto armado no puede ser visto como un hecho intrascendente, no, tal momento traerá unas consecuencias grandes para todos; en primer lugar en el orden político; en segundo lugar en el orden social y en tercer lugar en el orden económico, consecuencias, transformaciones, que se verán, cada una de ellas, con el paso del tiempo y de los hechos, repito, si es que llegamos a ese punto”.

 

De quienes están por la continuidad de la guerra

 

La transformación de un país en guerra a una nación sin confrontación armada es colosal. Abrir la posibilidad de que nos ocupemos de la curación de los estragos sociales gestados por la ocupación de la energía colectiva en el conflicto armado, o a sobrevivir en medio del conflicto, significa abrir las compuertas del caudal creador de una nación diversa y laboriosa capaz de construir condiciones de vida digna para todos y contribuir a causas globales vitales como el enfrentamiento del cambio climático. Sin embargo, hay fuerzas sociales y políticas ligadas a la economía de la guerra o al poder tradicional que insisten en impedir ese transito. ¿Cómo evalúa este fenómeno?

 

“No hay que ignorar a las fuerzas que están en contra de esa transformación fundamental. Se habla de enemigos de la paz y de la reconciliación, pero yo diría que en realidad hay sectores enemigos de esta transformación democrática, lo que temen ciertos sectores, muy conservadores, ultraconservadores, es que pueda generarse una situación política, no en la cual se expropie a los grandes terratenientes ni en la que se produzca una toma del país por parte del ‘castro-chavismo’, sino una situación política de tal naturaleza que permita que mediante irrupciones de fuerzas políticas distintas y mediante la convergencia de esa pluralidad de fuerzas, se genere un gobierno distinto a los que hemos tenido. Este realmente es el problema que está en el fondo. Por supuesto hay sectores que viven orgánicamente de la guerra, que se nutren ella, que no conciben su discurso político más allá del miedo y del odio, no sé si es la fórmula de la seguridad democrática, la combinación de miedo y odio. Pero más allá de ello cargan el gran temor de que eso que llamamos la paz sea el escenario –que no hemos tenido en el país– de verdadera irrupción de una transformación política. Entonces, esas fuerzas podrán, en apariencia, conciliar con unos cambios y aparentar algún tipo de tolerancia ante esos cambios, pero van a actuar y a militar en contra de tal posibilidad, y van a asechar esa transformación.

 

La fuerza de lo alterno

 

Se están gestando en el mundo otras formas de economía menos controladas corporativamente, con más privilegio de lo cooperativo sobre lo competitivo, más ligadas a la eficacia de no sumar al cambio climático; ¿ve usted que en las fuerzas políticas y sociales alternas que están emergiendo exista un horizonte alterno de país que sea capaz de seducir y convocar con la claridad de sus propuestas? 

 

“Creo que cada vez es más evidente que hay una irrupción de movimientos transnacionales de cambio político y social; cada vez las crisis políticas, y las transformaciones de todo orden que propician en determinados países, van generando dinámicas que tienen un impacto regional; hay una creciente transnacionalización de la movilización y de la indignación social y política; son fenómenos que estamos viendo en España, Italia, Portugal, en Grecia, y que hemos visto en América Latina, es decir, no es casual que uno tras otro, desde 1998 tal vez, aparezcan gobiernos con signos progresistas de izquierda transformadora y con un signo integracionista; entonces, efectivamente, eso influye en la situación en Colombia; 

 

Es por ello que no podemos ver la salida del conflicto armado como un simple hecho local y nacional sino que debemos percibirlo como parte de una gran apuesta en el continente y así se entiende; el papel que ha jugado Cuba, el que ha jugado Venezuela, Ecuador, Chile Uruguay, Brasil, en todo este proceso, muestra que esta es una transformación necesaria dentro del proceso de integración, en la cual el papel de esos países en el momento siguiente a los acuerdos de paz en Colombia será muy significativo y muy importante”.

 

Aires que recorren el país

 

Cada expresión de nuestro interlocutor nos invita a reflexionar y nos brinda claves de la labor que es necesario adelantar para ser actores sociales que contribuyamos de manera activa al tránsito hacia una paz genuina. Cerca del 25 de octubre, día de elecciones regionales, no podemos dejar de inquirir por su análisis sobre el significado de las mismas para el proceso de paz? 

 

“Muchas zonas del país donde esperamos que surjan administraciones, gobernantes, propuestas y programas que apunten a la paz, es la manera como se disponen tales regiones para la paz, que, como es conocido, tiene un contenido territorial; porque hay que decirlo, gran parte de los esfuerzos que pueden fructificar en pro de la paz concreta, cotidiana, no serán esfuerzos y decisiones tomadas desde el centro del país, no, allí habrá un gran peso de todo aquello que puedan hacer los gobernadores, los alcaldes, los concejos y las asambleas, de ahí que la idea de provocar –una vez se produzca estas elecciones– una gran reunión de alcaldes y gobernadores, de concejales y diputados, para discutir el tema del poder local de cara a la paz y al post conflicto armado y a los acuerdos, es una iniciativa interesante a la cual estarían dispuestas a contribuir distintas fuerzas políticas.

 

Queremos el proceso de paz como revolución democrática. La firma de los acuerdos dará lugar al surgimiento de nuevas formas de poder social. Se abrirá una puerta para que los indígenas, los campesinos, los jóvenes de las barriadas populares y otros sectores excluidos del campo y la ciudad, participen realmente en política. Es necesario, entonces y para que así sea, la construcción de nuevos lenguajes y nuevos liderazgos hacia los escenarios políticos inéditos que se abrirán. Para facilitarlos y potenciarlos, como concurrencia de esfuerzos con vocación alternativa, necesitamos comenzar a construir desde ya poder económico y poder comunicativo. El reto es inmenso y está a las órdenes de todos aquellos sectores que sueñan con ese otro país posible”. 

 

* Ver “Estampas”, Le Monde diplomatique edición Colombia, Nº149, octubre de 2015, pp. 2-3.

 

* Abogado, investigador y acompañante procesos sociales,

 

 

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