“Gobierno Petro, un abismo entre lo propuesto y lo alcanzado”

La noche llegó con la frescura que ansiábamos, luego de un día caluroso, y con ella, incluso desde antes de la hora establecida para el inicio del diálogo “Gobierno Petro, un abismo entre lo propuesto y lo alcanzado”, fueron llegando diversidad de personas con interés en escuchar, opinar y debatir en torno a la realidad de lo que comúnmente es conocido como “el primer gobierno progresista de Colombia.

Las manecillas del reloj indicaron que eran las 6 pm. El salón, con aire sombrío, sin mobiliario previamente dispuesto pues es salón para enseñar y ejecutar danza, fue ganando aspecto de evento con la disposición que poco a poco se fue haciendo de la silletería. Y, con la premura de escuchar los argumentos que sustentarían el congresista por el Pacto Histórico Alirio Uribe Muñoz, y Philip Potdevin integrante del consejo de redacción de Le Monde diplomatique, también, poco a poco, el salón ganó ocupación plena.

La presencia de tan entusiasta concurrencia no permitió retrasar el inicio del evento, y tras los saludos y gratitudes de rigor, Philip Potdevin, previo acuerdo con Alirio, tomó la palabra y expuso sus primeros argumentos resaltando, por un lado, la tarea irrenunciable, pero también reto, de los medios de comunicación como el que convocaba esta cita, así como de su hermano, desdeabajo, que si bien sus impulsores comparten la necesidad de un cambio en el país y los pretendidos esenciales de lo ofertado en campaña por el hoy Presidente, no pueden renunciar a su autonomía y, con ella, a su deber de adelantar una crítica propositiva al gobierno.

Sin darle pausa a sus razonamientos, sustentó a continuación la consistencia del programa electoral con el cual hizo campaña y llegó al gobierno Gustavo Petro, así como la fortaleza argumentativa con la cual está elaborado el Plan Nacional de Desarrollo, una de las principales concreciones del programa de campaña, que ya no era simple promesa sino que tenía que tornarse en realidad por medio de diversidad de planes.

El recuerdo de la toma de posesión el 7 de agosto de 2022, con la orden por parte del Jefe de Estado a la Guardia Presidencial de llevarle la Espada de Bolívar, como símbolo de la lucha contra la oligarquía llevada a cabo por siglos, así como del triunfo logrado y del cambio por venir, reforzaron simbólicamente, según Potdevin, el porvenir anunciado por el nuevo gobierno. Cambio por venir que rápidamente quedó bajo sombra, una vez en su discurso Gustavo Petro afirma y sustenta que en Colombia, con el nuevo gobierno, ‘habrá más capitalismo’.

Iniciada la gestión del tan deseado nuevo gobierno, el afán por un acuerdo de gobernabilidad por arriba, extendió la segunda sombra sobre el carácter y la intensidad del cambio posible por venir, sombra reforzada en sus grises una vez tramitada y aprobada la insuficiente reforma tributaria que dejó sin afectar, como debió hacerlo, al capital financiero, a las multinacionales y a los ricos y súper ricos del país.

De acuerdo a la pausada sustentación de Philip Potdevin, esa estela de tibieza se prolongó, meses después, en las reformas a la salud, pensiones, laboral y otras, todas las cuales han sufrido notables mutilaciones, quedando en claro que el cambio necesario, tan ansiado por los más de once millones de sufragantes por quien hoy ostenta la primera magistratura del país, va quedando en deuda.

Es esta una realidad que demanda el protagonismo social, para lo cual es necesario, pero no determinante, la motivación desde el gobierno, pues le corresponde a los mismos actores sociales, con autonomía y sentido del tiempo que vivimos y los retos que porta, ganar en coherencia y consistencia ocupando el puesto que le corresponde para que el cambio no quede en simple ilusión, que el 7 de agosto de 2026, de no haberse concretado, sería desilusión y, con ello, circunstancia sustancial para que el establecimiento retome las llave de la Casa de Nariño.

Un elemento más, según Potdevin, extiende nubarrones sobre la gestión hasta ahora adelantada, y es el afán de Petro por tranquilizar y llegar a acuerdos con los cacaos del país, hipotecando el programa que lo llevó al gobierno. Un afán que refuerza el afán por construir gobernabilidad por arriba, la misma que el Presidente quiere reforzar por medio de un Acuerdo Nacional. Las prioridades así establecidas para alcanzar este Acuerdo –aunque Philip no lo expresó así– deja a los marginados de siempre en tercer renglón, en el mejor de los casos, o como simples espectadores, en el peor de los casos.

Hay deficiencias pero el cambio ya deja huellas

Una vez extendidos sus argumentos por parte del delegado del periódico Le Monde diploamatique edición Colombia, tomó la palabra el congresista por el Pacto Histórico Alirio Uribe Muñoz.

Inició su argumentación con una sentencia contundente, “yo no defiendo personas, defiendo el proyecto de cambio”, que es el motivo de todo lo que hacemos. E, hilando y reforzando esta aclaración, siguió otra idea fuerza como explicación de errores cometidos y acciones por hacer, realizadas a destiempo o aún no concretadas: “con el paso de los meses nos dimos cuenta que no sabíamos cómo gobernar, que no estábamos preparados para gobernar”.

Una realidad reforzada por la coraza que protege a la totalidad de la institucionalidad –del Estado como un todo– en la que se prolongan los mismos de siempre, con obstáculos y mañas que entorpecen el trámite de cualquier iniciativa en pos del cambio pretendido.

Dicho esto, Alirio refuerza que no comparte el diagnóstico de Philip, en especial que Petro haya perdido o hipotecada su autonomía y proyecto por el hecho de buscar acuerdos con los cacaos y con el establecimiento como un todo. Para el congresista del Pacto Histórico, esa es un pretendido valido, necesario.

Al mismo tiempo, y frente al comentario de Potdevin del recelo que generó el Presidente el día de la posesión al darle la “bienvenida al capitalismo”, Alirio reconoció que todos los gobiernos progresistas de Latinoamérica, desde comienzos de este siglo, han actuado dentro del modelo neoliberal; en ese sentido Petro no está haciendo nada diferente a lo realizado por esos gobiernos.

De igual modo, reafirmó que los cambios pretendidos están dentro del espíritu de la Constitución del 91, y que no se trata de nada que extralimite el modelo allí establecido. Reconoció que el plan de gobierno agitado en la campaña electoral, en tanto recoge el sentir de los movimientos sociales y populares desde décadas atrás, es muy ambicioso, por lo cual “Sabernos que este proyecto no se puede materializar en cuatro años. Nunca nos imaginamos que fuera tan difícil gobernar. Esto ha sido un aprendizaje, con mil errores”.

Al mismo tiempo reconoció los importantes avances alcanzados en los 18 meses vividos al frente de la Casa de Nariño, logros evidentes, por ejemplo, en el tema de paz. En estos meses se ha avanzado más que lo alcanzado por Duque en sus 4 años de gobierno.

En relación con el Plan Nacional de Desarrollo, reconoció que está en mora de ser implementado y que, en procura de que así sea, se lleva a cabo control político desde su curul, con requerimientos constantes a los ministros y demás funcionarios del gobierno.

El representante Uribe cree que el país sí ha cambiado, y que de ahora en adelante se verá alternancia en el gobierno –como lo hemos visto en toda nuestra región–, entre proyectos de izquierda y de derecha; este giro en dirección del gobierno, por si mismo, ya es objeto de celebración. Ya no estamos en la Colombia de antes, afirmó.

Lo que no puede soslayarse, sostuvo Uribe, es que estamos ante la realidad del golpe blando. Hay una clase política que no quiere cambiar. En un Congreso donde la bancada oficial es de cincuenta congresistas, de un total de trescientos, pues es necesario negociar cualquier pretensión legislativa. Y esa negociación se hace con una clase política depredadora que sólo piensa en sus intereses, que no le importa el país y que su principal preocupación es recuperar los miles de millones gastados en las campañas electorales. Una clase política que, por ejemplo, logró convencer al país, dijo irónicamente, que el sistema de salud a través de las EPS es una maravilla, y que es un peligro eliminar el sistema de intermediación, cuando en realidad es todo lo contrario, un lucrativo negocio de 95 billones de pesos que el poder económico no está dispuesto a soltar. Una clase política que no quiere una reforma de salud, ni pensional, ni tributaria, ni de educación, de justicia o de servicios públicos domiciliarios.

Ante tal realidad, el gobierno se esquivó –pues no tiene la experiencia de negociar con esa clase política–, por ejemplo, al negociare primero con los partidos políticos y sus lideres tradicionales, que están políticamente muertos y luego con las bancadas de las comisiones que iban a votar cada proyecto; eso generó un doble desgaste político para el gobierno.

Prosiguiendo en su argumentación, Alirio resalta la existencia de un poder económico, nacional y trasnacional que siente que le están metiendo la mano al bolsillo, y por ello las reacciones no se hacen esperar. Pese a todos los obstáculos padecidos, en el primer año del Gobierno del Cambio pasaron en el Congreso veintiocho reformas, si bien no las más grandes y principales entre las necesarias por liderar.

En esa dirección, Alirio Uribe le hace el llamado al Gobierno, como también lo hacen otros sectores que están de acuerdo con el progresismo: “Si ya hay un plan de desarrollo, y hay dinero en caja, ¡dedíquese a gobernar!”. Esa es la reclamación que más se le hace a los ministros en los pasillos del Congreso.

“Tenemos mucho Presidente y poco gobierno”, es la frase lapidaria que lanza el representante Uribe. Es urgente que el estadista Petro, que tan bien se proyecta internacionalmente, haga funcionar a su gabinete.

La resistencia al cambio es en todos los planos y con todas las formas posibles. Una confesión escalofriante, así lo refleja: los congresistas de derecha le dicen al oído al representante Uribe. “No joda más con la reforma a la salud, que ya cuadramos con la Corte que lo que aprueben lo tumbamos”. Es decir, dicho expresamente: “Las cortes están en contra de este proyecto político”, el Pacto Histórico solo tiene un magistrado en todas las cortes, los demás pertenecen a los partidos tradicionales.

Como si fuera poco, las Cortes han tumbado ocho curules, entre ellos el presidente del Congreso, Roy Barreras, y el presidente del Polo, Alexander López, con maniobras de cambiar la jurisprudencia. Entre estos cambios de jurisprudencia, con el auto admisorio de una demanda se pueden suspender las leyes, un cambio de jurisprudencia de más de treinta años, algo que raya con lo absurdo, pero que tiene un fin político clarísimo: impedir la aprobación de cualquier ley que afecte al poder económico del país. Por su lado, la Procuraduría y la Fiscalía enfilan igualmente sus baterías contra el Gobierno.

Desde la perspectiva de los medios, la realidad es desalentadora: el Gobierno no se sabe comunicar con las bases populares. Uribe califica al gobierno de “autista”, su estrategia comunicativa es simplemente desastrosa.

Finalmente, Alirio Uribe llama a que haya un Gran Acuerdo Nacional para sacar al país adelante, algo que va más allá de la paz total con los grupos armados. Se trata de la Paz Social. Un Gran Acuerdo Nacional, que logre precisar el país deseado; ¿un país turístico?, ¿un país extractivista?, ¿qué tipo de país? Hay que ponerse de acuerdo con esto, para que cada gobierno no sea un barco en medio de una tormenta.

Al final

Con gratitud para quienes asistieron, tanto por su esfuerzo para hacerse presentes, como por las preguntas e intervenciones realizadas; con la convicción de la pertinencia y necesidad de proseguir en el intercambio de ideas sobre la experiencia gubernamental que estamos viviendo, mujeres y hombres de distintas experiencias, unos nacidos en el Pacífico colombiano, otras en Santander, algunos en el Valle del Cauca, sin faltar quienes llegaron a Bogotá hace años desde Antioquia, Huila, Boyacá, Tolima y otros departamentos, conversando entre ellos, discutiendo las ideas defendidas por cada uno de quienes animaron el diálogo Le Monde diplomatique edición Colombia, dejaron el salón prestado por Codema y volvieron a la calle, a gozar la frescura de una noche de verano, con Luna creciente acompañada por estrellas y luceros.

Con esa compañía fueron a dormir, pensando, posiblemente que en el alto gobierno, es cierto, falta experiencia pero también, notablemente, audacia, así como confianza en el actor popular, el cual está en deuda con su autonomía como factor clave para acompañar y emplazar, de ser necesario, a un Gobierno de cuyo resultado –al 7 de agosto de 2026– pende el futuro del país en general como de la izquierda –en todos sus matices– en particular.

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Información adicional

Diálogos Le Monde diplomatique edición Colombia
Autor/a: Alirio Uribe y Philip Potdevin
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:
El Diplo We would like to show you notifications for the latest news and updates.
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