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La geopolítica de la integración latinoamericana

La geopolítica de la integración latinoamericana

La integración regional, un viejo sueño de líderes y pueblos, empieza a dibujarse en Sur América. Unasur, constituida en 2008, transita por sus primeros retos, destacando los intereses económicos y geopolíticos de sus integrantes. La crisis sistémica que afecta a los países centrales se presenta como una oportunidad para potenciar y consolidar la acción común entre vecinos.

 

América Latina, en particular América del Sur, vive importantes procesos de integración regional, de carácter multidimensional, tras el logro de una unidad de largo plazo. El No al Alca consumado en la Cumbre de Mar del Plata, Argentina, en el 2005, representó un hito histórico en este rumbo. Tras una diplomacia con claros signos soberanos, para el caso de unos países, y más autónoma y mejores negocios, para el caso de otros, toma cuerpo en 2008 la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y en diciembre de 2011 la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La celebración de estos dos procesos, que cuestionan de manera abierta y efectiva el tutelaje que por décadas ejercieron los Estados Unidos en la región, se presenta al mismo tiempo que este país pierde su hegemonía como potencia en un mundo unipolar (1).

 

Esta agenda integracionista tiene inmenso significado, Recupera espacios soberanos para cada uno de los países, en lo político, pero sobre todo en lo económico, permitiéndoles situarse en mejores condiciones –y con agenda diplomática plural– ante un mundo cambiante, donde las hegemonías están cuestionadas. En estas circunstancias, un primer beneficio que perciben es poder manejar en mejores condiciones, y con rendimientos cuantitativamente diferentes, sus recursos naturales e (hidro) energéticos. Al mismo tiempo, atender con mirada estratégica la preservación de la biodiversidad y los recursos bio-genéticos. También la amazonia, como área de preservación y de disputa, se coloca en el centro de sus prioridades y posibilidades.

 

Pero la recuperación de estos niveles y espacios de soberanía no se restringen al Estado. La sociedad también la apropia. La soberanía de los recursos naturales y el surgimiento de una nueva conciencia ecológica se convierten en elementos profundamente movilizadores y dinamizadores de los procesos sociales y políticos en nuestro continente. El surgimiento de nuevas visiones teóricas (El buen vivir) y nuevas prácticas políticas (Bolivia, Ecuador, Venezuela) demandan otra concepción de la integración regional, mucho más allá de un simple neo-desarrollismo. Surge como elemento central, soberano, el pueblo, actores y artífices de la defensa y gestión de sus territorios y de los recursos naturales que estos abrigan (2).

 

La creciente demanda

 

Mientras estos cambios se suceden en nuestra región, en el mundo no deja de crecer la demanda por recursos naturales. El incremento de la producción en Asia, en particular en China, propició un aumento de la demanda de materias primas superior a su oferta mundial, traducido en un ‘peak oil’, ante la escasez relativa de recursos estratégicos, que como consecuencia trajo un incremento sustancial de los precios mundiales de las materias primas y de los recursos alimenticios (‘commodities’), al tiempo que una mejora de los términos de intercambio para nuestros países. Y esto no es de poca monta.

 

Para el año 2012, en comparación con 1991, dichos términos se incrementaron un 48% para América Latina. En el mismo período, para los países de América del Sur, el incremento superó el 100%, pero fue negativo para Centroamérica y el Caribe. En comparación con el promedio de la renta en recursos naturales (período 1999-2000), tenemos que diez años después ésta se había duplicado en América Latina, en gran medida debido al incremento del 230% en extracción de minerales y 153% de gas natural. El proceso de ‘reprimerización’ es perceptible en la región, pero ha variado desde casos fuertes (Bolivia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina), medianos (Brasil, Colombia) y débiles (México, Costa Rica) (3).

 

Es este mismo proceso extractivista y minero el que despierta intensos conflictos sociales y medioambientales en la región. Según datos de la Cepal, durante los últimos cinco años el 35% de los conflictos en América Latina y el Caribe están relacionados con la minería de oro, 23% cobre y 15% plata. Se trata de una actividad extractiva irracional con un impacto devastador sobre el medio ambiente, y una tendencia de expulsar poblaciones locales de sus territorios. Estas poblaciones, en su mayoría indígenas y campesinas son, además, privadas de los medios de subsistencia. No es extraño, en este contexto, que la América Latina indígena reivindique con mucha fuerza la cosmovisión del Sumak Kawsay (Vivir en plenitud, Vivir en excelencia), con la cual demanda romper con el consumismo, al mismo tiempo que una visión de Estado y una gestión gubernamental ligada a la preservación del medio ambiente, concretar la cual implica –para la integración regional– ir más allá de la visión comercial, para proponer políticas comunes de un proyecto soberano regional y de intervención económica internacional (4).

 

Es esta perspectiva la que choca –sin neutralización en la región– con una dinámica mundial creciente: la conversión de los commodities en un tipo de activos financieros en búsqueda de lucros rápidos con los llamados “mercados futuros”, hasta cumplir un rol similar a la burbuja inmobiliaria. No hay que olvidar que la lógica especulativa impuesta en el mercado de commodities fue responsable, entre 2005 y julio de 2008, del aumento de los precios de las materias primas y alimentos, con las hambrunas del caso sobre todo en África Subsahariana. No es casual que sea sobre todo en este continente donde está en proceso una batalla por la descolonización en torno a la soberanía alimentaria, que América Latina ha de acompañar. La participación de los especuladores a futuro pasó de 7% en 1998 a 40% en 2008 y no ha dejado de crecer. Mientras que en el mismo periodo, los que están interesados en los propios productos físicos pasaron de 79% a 34%. Más de dos terceras partes del mercado de futuros de commodities estaba en manos de especuladores. El capital financiero y especulativo, convertido literalmente en el factor organizador de toda la economía de la región, sufrirá una crisis del capital financiero a nivel global, momento estratégico para las luchas sociales (5).

 

En esta perspectiva, el año 2013 abre condiciones favorables para un cambio de paradigma. Ante el inminente ‘peak oil’ los precios del crudo no dejaron de subir en los años recientes y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), ha logrado un proceso de rearticulación de su influencia a nivel global. Con un cambio sustancial: las compañías nacionales, que están en el centro de los acuerdos con los países emergentes, en 1970 sólo administraban un 10% de la producción del petróleo, para llegar ahora al 90%. Las grandes transnacionales como Exxon, Chevron, Shell, BP y Total quedan cada vez más rezagadas en este mercado.

 

Transformación del sistema monetario internacional

 

Este cambio es sustancial, además, por que este petróleo se comercializa cada vez menos en dólares. Entre los Brics acordaron dejar de usarlo. Brasil hace lo propio en el comercio con Argentina, Uruguay y Colombia. El volumen de comercio sin uso del dólar al interior del Alba ya cubre más del 35%. Y la tendencia a nivel mundial es creciente, Es probable que en el 2013 proliferen acuerdos para que el dólar sea desplazado en la compra de petróleo y para otros intercambios comerciales, perdiendo así su posición privilegiada de moneda de intercambio internacional y de reserva.

 

De concretarse esta tendencia, la moneda estadounidense entrará en una crisis que impactará fuertemente sobre las otras monedas, desembocando en una crisis de gobernabilidad, obligando a que en la próxima cumbre del G20 en San Petersburgo, se aboque –como lo pretende Putin– la transformación del sistema monetario internacional. Entramos por tanto a un peligroso y largo período de transición que ya resumía en su tiempo Antonio Gramsci: “El viejo mundo (la civilización occidental, n.m.) se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer y en este claro-oscuro surgen los monstruos” (6).

 

Es posibilidad de cambio es real, pero ante ella el poder que muere se resiste. Los países centrales combaten de manera desesperada la crisis capitalista, restableciendo la tasa de ganancia con devaluación o apreciación de las monedas. En la más reciente cumbre del G20, se demandaba que los Estados no habiliten, provocados por las medidas cambiarias asumidas por Japón para hacer competitivas sus exportaciones, una guerra de monedas en aras de la competitividad. Algo no muy distinto de lo hecho por EE.UU., devaluar el dólar contra otras monedas globales. Ante la crisis que los ahoga, la zona euro actúa a contramano, y en lugar de devaluar para competir, afecta el costo de producción, por lo que induce reducciones de ingresos populares y gasto público social. Dos caminos ante la crisis: unos con políticas cambiarias –EEUU y Japón–, y otros con políticas de austeridad (7).

 

De llegarse a una guerra de monedas, el signo es inequívoco: el Sistema Monetario Internacional (SMI) se adentraría en la crisis. Ante esta posibilidad distintos países se apresuran a recuperar sus reservas en oro, alojadas en las bóvedas de la Reserva Federal de los Estados Unidos.

 

El primero que lo hizo fue Venezuela. Recientemente Alemania, quien las solicitó, sin poderlas o quererlas entregar su amanuense, quien sólo ofreció entregar el 5% de lo requerido por año. La sospecha es real: la Reserva Federal re-alocó el oro y empeñó oro ajeno en garantía a otros. Ante esta realidad, el Bundesbank alemán demandó verificar el peso y el carácter genuino del oro, transmitiendo a todo el mundo que la Reserva Federal ni el gobierno de los Estados Unidos es de fiar. Como consecuencia de esta decisión otras naciones empiezan a exigir sus reservas en oro, como lo acaba de solicitar Holanda.

 

Los sucesos son aleccionadores, y la oportunidad madura para que América Latina recupere no solo sus reservas en oro, sino que ante el mismo colapso del dólar recupere, incluso, sus reservas en dólares. Pues, una vez quede claro que el dólar, es decir, el dinero llamado fiduciario (el que se basa en la fe o confianza de la comunidad internacional) no es de fiar, se desplomará el valor de esta moneda, acabándose su rol como moneda de reserva.

 

Si así ocurren los hechos, los países emergentes, con China a la cabeza, se vislumbran como actores importantes para impulsar un nuevo SMI frente al antiguo bloque de poder. Vivimos, por tanto, una situación semejante a la presentada antes de las guerras mundiales, y las consecuencias también puedan ser parecidas (8).

 

La crisis económica mundial, que afecta de manera predominante a los países centrales, carga signos de gran significado. Pero al interior de los mismos la pasividad no es la norma. Por ejemplo, y en vía contraria a lo sucedido hasta ahora, estos países, con los Estados Unidos en primera línea, se aproximan a una gestión de la crisis “a la islandesa”, es decir, dejar naufragar a los bancos sin rescatar a los accionistas. Los países simplemente ya no tienen los medios para pagar nuevos rescates. Además, crece el descontento popular ante los recortes y la misma corrupción pública y privada.

 

Por ello, como medida populista, no debe ser pequeña la tentación de más de un dirigente por deshacerse, con una medida popular, de las deudas y de los “activos tóxicos” que abarrotan su economía. Con la caída de grandes bancos, incluyendo a los grandes de Wall Street y la City de Londres, sus principales accionistas, a menudo grandes consorcios, quedarán afectados y, por ende, puede esperarse un colapso de la bolsa de valores.

 

Esto ya es grave. Pero el cuadro luce más oscuro para la primera potencia, y así lo han señalado las agencias de calificación de deudas (públicas). Por ejemplo, Egan Jones ya bajó tres veces la calificación de Estados Unidos a AA. Esta, que es una agencia relativamente pequeña, recibió la prohibición por 18 meses de tener en cuenta al país. La agencia de calificación más grande (Standard & Poors) está judicialmente procesada al atreverse a deteriorar la calificación de Estados Unidos una sola vez. Ante estas amenazas, las otras dos grandes (Moody’s y Fitch) han cerrada su boca (9).

 

El caos económico, político y hasta militar que puede derivarse de esta situación supone y demanda una mayor autosuficiencia a todo nivel, y América del Sur la puede lograr ya que posee importantes reservas de recursos energéticos naturales considerados estratégicos. El continente representa la segunda mayor reserva de petróleo a nivel mundial y posee todas las fuentes primarias de energía. En sus tierras están alojadas el 96% de las reservas mundiales de litio, 98% de niobio, ambos recursos naturales estratégicos escasos usados en tecnologías emergentes verdes y que en su conjunto se llaman “tierras raras”. Si en Europa todo comenzó con dos recursos naturales (el hierro y el carbón) América Latina cuenta con mucho más. Es preciso saber que China se ha negado a exportar ciertas tierras raras y exige a las compañías instalarse allí, con transferencia tecnológica, para poder acceder a estos escasos recursos. El reto es claro y oportuno. El litio latinoamericano no solo no debería salir en bruto, ni incorporado en carros eléctricos hechos en el continente bajo la racionalidad de la obsolescencia programada, sino en medios de transporte colectivo más duraderos para mejor atender las necesidades comunitarias en el propio continente.

 

Pero ningún país de América Latina puede imponer por si solo la misma condición que logró China. Por algo Occidente considera a la potencia asiática como la principal amenaza de la civilización occidental. Para poder implementar esta política, América Latina precisa una mayor integración y establecer acuerdos Sur-Sur. De lograrlo, en Occidente no se contaría con los recursos necesarios para continuar produciendo bajo la racionalidad de la obsolescencia programada. Ante la escasez de recursos la lógica de valores de uso colectivo y duradero prevalecerá sobre valores de cambio portadores de ganancia y plusvalía. Se vislumbraría de esta manera, y más claramente, una transición hacia otra civilización. Proceso que podría acelerarse ante un caos internacional. Ante un eventual colapso del comercio internacional –durante la Gran Depresión del Siglo XXI–, la integración latinoamericana no solo se torna viable sino un requisito.

 

Es un escenario posible ante el cual se dispone un muro: la Alianza del Pacífico. En palabras de Ana Esther Ceceña (10), esta Alianza es una franja geográfica a manera de dique, que separa o cerca los países con procesos de transformación democrática o de reivindicación de soberanías fuera de las líneas hegemónicas pretendidas universales. Su conformación inicial puede relacionarse claramente con la necesidad de detener ante todo la expansión de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) y las otras iniciativas paralelas de integración como Petrocaribe o Banco del Sur. La Alianza del Pacífico desliza de lo económico a lo militar, y los cuatro países principales en su constitución (Colombia, México, Chile y Perú) están abiertamente comprometidos con las políticas hemisféricas emitidas por Washington. A estos se suman, formal o informalmente, Panamá, Costa Rica y por supuesto Honduras. La Alianza del Pacífico funciona como frontera de control de las relaciones económicas entre Asia y América, limitando la libertad de penetración para las inversiones chinas y cerrando las salidas directas al Pacífico para la zona industrial de Suramérica en general y la brasileña en particular (11).

 

Estamos, por tanto, ante una disputa regional y continental en todos los campos, y los Estados Unidos no ahorran ni ahorrarán esfuerzos para proteger y conservar sus “intereses vitales”, colocando el acceso, la apropiación y la gestión de los recursos naturales como asunto de seguridad nacional. Para así garantizarlo, y como uno de sus principales instrumentos, dispone de los tratados bilaterales de libre comercio, a la par de proyectos netamente político-militares (bases militares, golpes de Estado, etcétera). Política de poder que no puede ser entendida ni estudiada por fuera de un contexto de redefinición de las estructuras de poder hegemónico mundial, donde los Brics disputan por un mundo multipolar que superaría la visión euro-céntrica y su ‘civilización occidental’, para avanzar hacia la constitución de una civilización planetaria.

 

Es claro que este conflicto de intereses tiene como telón de fondo visiones societarias y proyectos civilizatorios en choque (12). Si las oligarquías de América Latina no están dispuestas a tomar éste reto entre sus manos, tarde o temprano lo harán los sectores populares, para hacer realidad el sueño histórico de nuestros antepasados.

 

1 León, Oswaldo, “Participación social, cultura y comunicación” Alai, diciembre de 2012, pp. 41-42.

2 Bruckmann, Mónica, “Una estrategia regional para la gestión de los recursos naturales”, Alai, diciembre de 2012, pp. 1-6.

3 Corona, Leonel, Xhemalce Remzi, “América latina ante la reprimarización y la sociedad de conocimiento”, Alai, diciembre de 2012, pp. 23-29.

4 Bruckmann, Mónica, op. cit, p. 2.

5 ibíd., pp. 5-6.

6 Global Europe Anticipation Bulletin (GEAB), http://www.leap2020.eu/GEAB-N-72 consultado el 18 de febrero de 2013.

7 Gambina, Julio, “Estado y Mercado. Relaciones sociales en disputa”, 18 de febrero de 2013, www.argenpress.info.

8 Willie, Jim, “Pitched Currency War & USDollar Rejection”, www.financialsense.com, 11 de febrero de 2013; Germany Repatriates Gold from NY Federal Reserve, http://adask.wordpress.com, 29 de enero de 2013).

10 Global Europe Anticipation Bulletin (GEAB), http://www.leap2020.eu/GEAB-N-72, 18 de febrero de 2013.

11 “Pistas y desafíos en la geopolítica latinoamericana”. Alai, diciembre de 2012; pp. 16-19.

12 Ceceña, Ana Esther, op. cit. p. 17.

13 Bruckman, Mónica, op. cit. p. 6.

 

Wim Dierckxsens*

*Economista, investigador del DEI, Costa Rica.

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