Una visita a “Los cuatro gatos”

En abril de 1973 dejó de latir el corazón del artista español Pablo Picasso. Cincuenta años después es necesario revisitar el espíritu artístico en el cual realizó sus primeras obras, pretendido que aboca este escrito, una crónica que rememora los encuentros del pintor con los artistas de la vanguardia barcelonesa en el bar restaurante Los cuatro gatos.

En Los cuatro gatos (Els Quatre Gats) de Barcelona, nos tomamos el primer vermut del día. Estábamos contentos de encontrarnos en ese lugar donde Pablo Picasso, hacia finales del XIX, con toda la vanguardia joven de esa ciudad, se reunió, bebió, habló, se enamoró, planeando cambiar las formas y el ritmo de la vida y la pintura. Con el segundo vermut entró a nuestra conversación el mismo Picasso y sus cómplices, quienes relataron cómo aquel bar restaurante fue el sitio perfecto para exponer su arte y aventura libertaria. Allí, alrededor de sus fotos nos imaginamos los encuentros de estos artistas a contracorriente que pusieron en entredicho la existencia perfecta burguesa y la sacudieron hasta sacar a la luz aquellas insinuantes y provocativas obras.


Hasta allí llegué, acompañado de varios amigos, un otoño veraniego, viendo desfilar en la mesa uno, dos, tres vermuts de la casa, con sus respectivas tapas de variadas aceitunas, lo que nos animó para poner a navegar nuestra palabra, recordando aquella generación finisecular que se sentó en este mismo sitio hace más de 120 años.


Así fuimos deshilvanando los lazos secretos que nos unen al Picasso joven, aquel que dijo un día que no buscaba, sino que encontraba; el que afirmaba con orgullo que nunca se repetía a sí mismo y que pintar era una forma de exorcismo.
Cuántos secretos y datos guardan las paredes que enmarcan este lugar. Sobre todo del Picasso que llegó a los 13 años a esa Barcelona modernista. Era 1895. Venía de Málaga y de La Coruña, ciudades en las cuales su padre, don José Ruiz Blasco, había sido profesor de dibujo. De la región gallega, don José se trasladó a Barcelona para ocupar una plaza docente en la Escuela de Bellas Artes, llamada también “La lonja”.

Barcelona pasaba por un momento de transformación arquitectónica y cultural. La fuerza del espíritu modernista generaba un ambiente cosmopolita que se sentía entre los artistas. Era la ciudad de Gaudí y de Verdaguer; de los movimientos políticos socialistas y anarquistas revolucionarios. En ese ambiente llegó Pablo Ruiz Picasso, quien entre los años 95 y 96 de aquel siglo pintó al óleo su famoso cuadro La primera comunión, en el cual ya se observaba el dominio de las técnicas académicas. En 1897 realizó su segunda y última pintura con aires académicos, titulada Ciencia y Caridad. De allí en adelante la influencia del impresionismo y del posimpresionismo se hará notoria en el joven genio.

En una corta estadía en Madrid, en 1897, se le ve como estudiante en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la cual abandonó por no encontrar nada novedoso en sus métodos de enseñanza. Aprovecha para mirar las obras de los maestros en el Museo del Prado, sobre todo al Greco, tan importante en su llamada época azul.

De Madrid sale enfermo de escarlatina, regresando a principios de junio de 1898 a Barcelona. Recuperado, viaja al pueblo de montaña Horta de Ebro donde realizará sus exploraciones de pintura vanguardista. Retorna en la primavera del 99 a Los cuatro gatos, reuniéndose con pintores, músicos, intelectuales y poetas, entre ellos con Santiago Rusiñol, Nonell Ramón Casas, Isidro y Joaquín Suryer, Manolo, los hermanos ângel y Mateu Fernández de Soto, Ramón Reventós, Eugenio D´Ors, Carlos Casagemas y Jaime Sabartés, estos dos últimos, amigos de una gran importancia para su vida y futura obra.

En medio del ambiente bohemio, en febrero de 1900 colgó en las paredes del bar su primera exposición individual con dibujos y cuadros con influencia del art Noveau francés y de los prerrafaelistas ingleses. Y allí todavía podemos ver algunas de sus reproducciones expuestas en las paredes, con las fotos de intelectuales y artistas, tan importantes para el Picasso en busca de su propio lenguaje plástico.

Octubre de 1900. Picasso viaja a París con su gran amigo Carlos Casagemas y se instalan en Montparnasse. La fatalidad rodea a Carlos, quien se enamora perdidamente de la modelo Laure Gargallo, llamada por todos Germaine. Al no ser correspondido regresa a España. Muy pronto Casagemas vuelve a París. Germaine lo ignora y el mal amado se quita la vida en un café de la ciudad el 17 de febrero de 1901. Golpe duro para Pablo. Se dice que desde aquel momento, sobre todo con el cuadro “El entierro de Casagemas”, los tonos azules y grises, de soledad, tristeza y orfandad, poblaron sus pinturas. Entonces, nos lo imaginamos pintando a prostitutas tristes, mendigos ciegos, a personajes solitarios, artistas y bohemios del hambre, toda una iconografía de la angustia existencial, emocional y psicológica tan sentida por los artistas de aquella época. Picasso asumió la ruptura y los retos. La pintura era para él una forma de interrogar y de entender el mundo, de allí que sus temas tocaran los problemas más álgidos, conflictivos y trágicos de los seres humanos: dolor, angustia, soledad, desamor, muerte. Durante cuatro años el color azul será su fiel acompañante.

1903 Pablo Picasso retorna a Barcelona. Pinta los emblemáticos cuadros del periodo azul: “La vida”, “Mendigos junto al mar”; hasta que en 1904 se marcha definitivamente a París, donde se encontrará con los poetas Max Jacob, André Salmón y Guillaume Apollinaire. Pondrá su taller en un edificio destartalado, ruidoso y de madera. Su amigo Max Jacob lo bautiza como Bateau Lavoir (Baño lavadero). De allí en adelante lo vemos entrar a una nueva etapa con un amor que lo acompaña, cuyo nombre y figura aparecerá paulatinamente en su obra: Fernande Olivier. Con ella vivirá siete años y transformará sus grises y azules en un tono rosa sereno, cálido, vivaz, reflexivo. Ahora se puebla de arlequines, saltimbanquis, mujeres desnudas, maternidades, el mundo del circo Medrano situado en Montmartre. Es la alegoría a la libertad. Unos años más tarde, el joven artista estará a un paso de revolucionar, con el cubismo, la pintura de Occidente.
Y allí lo dejamos, pues de este lugar salió en busca de otros horizontes, pleno de vitalidad y lucidez creadora, inventándose, inventándonos.


De modo que nos levantamos, no sin antes tomar otro vermut, y con una señal de agradecimiento a estos Cuatro gatos, me sumergí en el misterioso, laberíntico y poético barrio Gótico.

Poeta y ensayista colombiano.

Información adicional

Pablo Picasso en Barcelona
Autor/a: Carlos Fajardo Fajardo
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº238, noviembre 2023
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