La derecha neozelandesa contra los maoríes

En Nueva Zelanda los pueblos originarios –un 20 por ciento de la población– son quienes más sufren la pobreza y la marginalidad. Desde hace décadas diferentes políticas corrigen estas desigualdades, pero el actual gobierno conservador las está desmantelando. ¿Qué motivaciones impulsan este ataque contra esas conquistas sociales?

Helmut Modlik –cuerpo de rugbier, cabeza rapada y tono enérgico en la voz– dice: “Seguramente el único neozelandés llamado Helmut soy yo. Mi papá era alemán y mi mamá, maorí. Y hoy soy uno de los rangatira (jefes) del iwi (tribu) Ngāti Toa”. Como muchos maoríes, Modlik conoce con exactitud su whakapapa (genealogía): “La historia de mi iwi es emblemática de la historia del país y de la colonización. No somos muchos, unos 9.500 miembros, mientras algunas tribus llegan a tener hasta 200 mil. Pero somos una de las tribus más influyentes, sobre todo porque vivimos cerca de Wellington”. A diferencia de la mayoría de los maoríes, quienes abandonaron masivamente las zonas rurales después de 1945 (en la década de 1950, el 80 por ciento de población maorí era rural, y en la década de 1970, el 80 por ciento ya era urbana) (1), “no fuimos nosotros quienes vinimos a la ciudad, sino que fue la ciudad la que vino a nosotros”, resume Modlik. En efecto, el territorio de los Ngāti Toa se encuentra en Porirua, en la periferia de Wellington. “Nuestros ancestros llegaron de la Polinesia a bordo de un waka (canoa) Tainui y se establecieron en la costa oeste, cerca de Kawhia –agrega–. Pero en 1820 tuvieron que escapar de las guerras tribales, provocadas por la presión demográfica y potenciadas por la compra de mosquetes a los pākehā” (palabra maorí, de etimología incierta, que designa a los neozelandeses de origen europeo). Los Ngāti Toa encontraron entonces un nuevo territorio, ubicado a ambos lados del Estrecho de Cook que separa la Isla Norte de la Isla Sur. La tribu se instaló allí a fuerza de alianzas y combates. “En nuestra cultura, el pasado está muy presente; y el respeto por la palabra es primordial”, explica Modlik. Y, así, evoca el Tratado de Waitangi, firmado en 1840 entre los británicos y 512 rangatira de distintas tribus y clanes: “Nuestra jefa fue la única que lo firmó dos veces, porque los Ngāti Toa vivían en las dos islas. Pero los ingleses no cumplieron su promesa”.

Información adicional

Un siglo y medio de colonialismo
Autor/a: Cédric Gouverneur
País: Nueva Zelanda
Región: Oceanía
Fuente: Periódico Le Monde diploamtique, edición Colombia Nº257, septiembre 2025
El Diplo We would like to show you notifications for the latest news and updates.
Dismiss
Allow Notifications