El tardío reconocimiento de Francia y otros países europeos al Estado de Palestina no puede ocultar su tibia condena a los crímenes que Israel comete en la Franja de Gaza.
Emmanuel Macron quería esperar “el momento oportuno” para reconocer al Estado de Palestina. Cuando España, Irlanda y Noruega decidieron dar el paso en mayo de 2024, aún era demasiado pronto. Suecia sólo llevaba entonces diez años reconociendo a Palestina, el bombardeo a la Franja de Gaza sólo había durado ocho meses, Palestina sólo llevaba treinta y seis años desde la Declaración de Independencia y sólo tres cuartas partes de los países del planeta habían dado ese paso: el Presidente francés podía esperar unos meses más.
Tardó dieciséis. El 22 de septiembre de 2025, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Macron anunció finalmente el reconocimiento francés, justo después de Canadá, el Reino Unido, Australia y Portugal, que se le habían adelantado el día anterior, pero al mismo tiempo que Bélgica, Luxemburgo, Malta o Mónaco… “Ha llegado el momento de poner fin a la guerra, a los bombardeos en Gaza, a las masacres y a la huida de la población”, explicó con tono grave, cuidándose sin embargo de no amenazar a Israel con sanciones y evitando precisar qué fronteras serían reconocidas.
“Gaza arde”
Unos 65.000 muertos y 170.000 heridos, el 90 por ciento de las viviendas dañadas o destruidas… El momento podría haber llegado antes. Ya el 26 de enero de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) había advertido sobre un “riesgo plausible de genocidio” en Gaza, al constatar que el Ejército israelí mataba deliberadamente a la población civil, se dedicaba a destruir infraestructuras vitales y mantenía al territorio en estado de sitio, sin relación con el objetivo oficial de eliminar a Hamas y liberar a los rehenes. En noviembre de 2024, fue la Corte Penal Internacional (CPI) la que alertó sobre “crímenes de guerra” y “crímenes contra la humanidad”, emitiendo órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su entonces ministro de Defensa, Yoav Galant. Desde el comienzo de la guerra, se acumulan los informes: destrucción metódica, exterminio o genocidio, todos concluyen que Israel quiere aniquilar al pueblo de Gaza (1).
La Comisión de Investigación encargada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha determinado que las masacres cometidas por Israel cumplen cuatro de los cinco criterios que definen un genocidio según la Convención para la Prevención y la Sanción del Crimen de Genocidio de 1948 (2). Más allá de las consideraciones jurídicas, las observaciones de los expertos de la ONU son elocuentes. Decenas de miles de civiles palestinos han sido asesinados en sus hogares, mientras dormían, en hospitales, escuelas, mezquitas, refugios humanitarios o durante la distribución de alimentos. Cientos de periodistas, personal sanitario y trabajadores humanitarios han sido blanco de ataques deliberados. Los investigadores también informan de numerosos casos de asesinatos durante las operaciones de evacuación. “Las fuerzas de seguridad israelíes sabían claramente que había civiles palestinos a lo largo de las rutas de evacuación y en las zonas seguras –escriben, por ejemplo–. No obstante, dispararon contra civiles y mataron a algunos (entre ellos niños) que ondeaban una bandera blanca improvisada. Niños, incluidos niños pequeños, fueron alcanzados en la cabeza por francotiradores.”
El Ejército israelí arroja además “bombas indiscriminadas”, destructivas y poco precisas, en barrios densamente poblados. Ha destruido casi por completo las infraestructuras sanitarias de Gaza, sus plantas desalinizadoras, sus edificios públicos, sus maternidades y la mayoría de sus panaderías.
“Israel lanza en menos de una semana sobre Gaza lo que Estados Unidos lanzó en Afganistán en un año, en una zona mucho más pequeña y mucho más densamente poblada”, afirma un experto militar entrevistado por los investigadores. En dos años, el territorio ha quedado reducido a escombros y toda la población ha sido desplazada, a menudo varias veces.
A los bombardeos incesantes, Tel Aviv añade un estado de sitio casi total. Mientras los habitantes de Gaza están atrapados en el enclave, las autoridades israelíes han cortado el acceso al agua potable, la electricidad y el gas. Bloquean la entrada de alimentos, combustible, medicamentos y material médico. Impiden que las organizaciones humanitarias presten ayuda a la población. Una cuarta parte de los habitantes de Gaza viven en condiciones cercanas a la hambruna, el 39 por ciento ya ha pasado varios días seguidos sin comer.
En cuanto al carácter intencional de estos actos –una condición para que se califiquen de genocidio–, los investigadores no tienen ninguna duda. Los dirigentes israelíes nunca han ocultado su deseo de arrasar la Franja de Gaza y aniquilar a su población. Desde el 7 de octubre de 2023, lo repiten incansablemente: “Ahora tenemos un objetivo común: borrar la Franja de Gaza de la faz de la Tierra” (Nissim Vaturi, vicepresidente del Knesset [Parlamento], 7 de octubre de 2023), “Ordenamos un asedio total de Gaza. Sin electricidad, sin comida, sin agua, sin gasolina. Todo bloqueado. Luchamos contra animales humanos, así que actuamos en consecuencia” (Galant, ministro de Defensa, 9 de octubre de 2023). Toda la cadena de mando está involucrada: el presidente, el jefe del Gobierno, los ministros, los jefes militares, los coroneles sobre el terreno… Amnistía Internacional ha recopilado más de un centenar de declaraciones de este tipo entre octubre de 2023 y junio de 2024. Y la lista no ha dejado de crecer. El pasado 19 de marzo, el nuevo ministro de Defensa, Israel Katz, volvió a amenazar: “Devuelvan a los rehenes y echen a Hamas. (…) La alternativa es la destrucción y la devastación total”. Luego, el 6 de mayo, el ministro de Finanzas y líder de extrema derecha Bezalel Smotrich anunció que “Gaza será totalmente destruida”. Así, Israel hace lo que dice y dice lo que hace. “Gaza arde”, anunciaba con orgullo Katz el 16 de septiembre.
Complicidad europea
Los dirigentes europeos no podrán alegar que no lo sabían. Según el derecho internacional, tenían la obligación de prevenir lo que la CIJ podría calificar algún día de genocidio, “una obligación de comportamiento y no de resultado”, precisa la instancia. ¿Y qué han hecho? Nada. La Unión Europea, que prevé adoptar su decimonoveno paquete de sanciones contra Rusia (solo dos meses después del decimoctavo) para castigarla por su invasión a Ucrania, no ha tomado ninguna medida de represalia contra Israel. Es cierto que solo Estados Unidos tiene los medios para obligar instantáneamente a Tel Aviv a detener su matanza; bastaría con que dejara de suministrarle armas, que constituyen la mayor parte del arsenal israelí. Pero los europeos podrían haber actuado en la medida de sus posibilidades, y no carecían de ellas.
La Unión Europea es el principal socio comercial de Israel, su segundo proveedor de armas y uno de sus destinos vacacionales favoritos. Los dirigentes del Viejo Continente podrían haber suspendido la exención de visados de la que disfrutan los israelíes, impuesto sanciones individuales a la mayoría de sus responsables, decretado un embargo sobre el material militar… También podrían haber suspendido el acuerdo de asociación y libre comercio que vincula a la Unión con Tel Aviv, una medida prevista, por cierto, en su artículo 2, en caso de incumplimiento por una de las partes de los derechos humanos y los principios democráticos. No hicieron nada de todo eso. En cambio, los gobiernos francés, italiano, griego y belga han autorizado a los barcos cargados de armas para Israel a hacer escala en sus puertos. Y Macron ha permitido en dos ocasiones (en febrero y abril de 2025) que Netanyahu sobrevuele el espacio aéreo francés, a pesar de la orden de detención de la CPI.
Los dirigentes europeos no solo son cómplices por pasividad, por inacción. Han prestado un apoyo material constante a Tel Aviv. En el marco del programa “Horizonte Europa”, Bruselas sigue concediendo subvenciones a universidades o empresas israelíes que colaboran con el Ejército. Desde el 7 de octubre de 2023, la Unión ha aprobado más de ciento treinta proyectos de este tipo, con Israel Aerospace Industries (uno de los mayores fabricantes de armamento del país), el Instituto Weizmann de Ciencias (que realiza la mayor parte de los trabajos sobre armas nucleares en Israel) o la Universidad Ben Gurión (que trabaja en tándem con la escuela de vuelo de la Fuerza Aérea Israelí) (3). También aporta fondos a empresas europeas que venden material al ejército israelí (BAE Systems, Leonardo, Rheinmetall, Rolls-Royce, Nammo, ThyssenKrupp, etc.).
Desde el inicio de la guerra, Tel Aviv ha podido contar con un apoyo político casi incondicional. Haciéndose eco del discurso israelí, los dirigentes europeos presentaron desde el principio el mortífero ataque del 7 de octubre como un acto de terrorismo islamista y antisemita. Luego no han dejado de afirmar el “derecho de Israel a la legítima defensa”, incluso cuando Tel Aviv agredió, de manera unilateral y sin previo aviso, a Irán en junio de 2025. También han seguido manteniendo relaciones cordiales con sus homólogos israelíes. El presidente Isaac Herzog, que predica la buena nueva israelí por todo el mundo, fue recibido con honores en el Elíseo en julio de 2024, y siempre es acogido con los brazos abiertos en los países que decide visitar: Hungría e Italia en febrero de 2025; Alemania en mayo; Letonia, Lituania y Estonia en agosto, y el Reino Unido en septiembre.
Los defensores de los palestinos, aquellos que denuncian un genocidio y exigen el respeto del derecho internacional, reciben un trato muy diferente. En Francia, Alemania o Italia se han prohibido las manifestaciones pacíficas, así como las conferencias y reuniones de apoyo a Gaza. Activistas y funcionarios electos, acusados de justificar los ataques del 7 de octubre, han sido citados, puestos bajo custodia policial y procesados por apología del terrorismo. El pasado 30 de abril, el ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, inició un procedimiento de disolución contra el colectivo Urgence Palestine, con el pretexto imaginario de que incitaba a la violencia. El 11 de septiembre, la policía registró el domicilio del director de la publicación del sitio web de Unión Judía Francesa por la Paz, también en el marco de una investigación por apología del terrorismo. Unos días más tarde, en el mismo momento en que Macron anunciaba el reconocimiento francés, Retailleau ordenó a los prefectos que recurrieran sistemáticamente a la justicia administrativa contra los concejales que izaran la bandera palestina en la fachada de su municipalidad.
Cuando no son perseguidos por la policía o la justicia, los defensores de Palestina son calumniados en los medios de comunicación. Desde el 7 de octubre de 2023, los representantes electos y los activistas de La France Insoumise (LFI) son acusados de antisemitismo casi a diario, con total impunidad, en los canales del grupo Bolloré, en Le Point y Le Figaro, a veces en France Inter y en las columnas de Le Monde o Mediapart. Una acusación infamante que también han sufrido los humoristas Guillaume Meurice y Blanche Gardin, el investigador Pascal Boniface, la filósofa Judith Butler… Nadie está a salvo: una palabra, aunque sea anodina, puede desencadenar la difamación.
Quienes orquestan estas campañas de difamación y difunden la propaganda israelí reciben todos los honores. Desde hace dos años, la humorista de France Inter Sophia Aram se burla de quienes denuncian un genocidio en Gaza (el “bullicio de las indignaciones fáciles”, la “buena conciencia de la izquierda”, los “imbéciles”, etc.). Defiende la política israelí en todas las circunstancias (“reconozco que estoy a favor de la desnuclearización de Irán por parte de Israel”) y se esfuerza por propagar la asimilación entre antisemitismo y antisionismo (“los que llaman ‘antisionismo’ a lo que no es más que antisemitismo suelen ser los mismos que tienden a llamar ‘gel de ducha sólido’ a lo que no es más que jabón”). El 14 de julio de 2025, el Ministerio de Asuntos Exteriores la condecoró con la Legión de Honor. El reconocimiento oficial de un nuevo negacionismo del que se hace eco una galaxia de personas influyentes: “No hay intención genocida, pero tampoco hay efecto genocida”, “No hay hambruna en Gaza”, repite Bernard-Henri Lévy (Radio J, 29 de junio de 2025).
Una visión optimista del mundo condena a los revisionistas al basurero de la historia y promete, tarde o temprano, la liberación de los pueblos oprimidos. Pero Israel, su aliado estadounidense y sus cómplices europeos y árabes están llevando a Palestina y a los palestinos hacia la aniquilación. A falta de sanciones, o incluso de acciones, el reconocimiento de París y de las capitales occidentales suena como un viático para el infierno, como un adiós. γ
1. Akram Belkaïd, « Israël accusé de génocide », Le Monde diploma-tique, janvier 2025.
2. “Legal analysis of the conduct of Israel in Gaza pursuant to the Convention on the Prevention and Punish of the Crime of Genocide”, Consejo de Derechos Humanos, Organización de las Naciones Unidas (ONU), 16 de septiembre de 2025.
3. Mark Akkerman y Niamh Ní Bhriain, “Partners in crime. EU complicity in Israel’s genocide in Gaza”, Transnational Institute, Ámsterdam, junio de 2024.
*Director de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Redacción de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur



