Germán Ardila, detalle El péndulo T-M, 40 x 40 cm. (Cortesía del autor)

Designar un enemigo interno le permite a un dirigente cuestionado asimilar sus rivales políticos a subversivos, alborotadores, agentes externos. Pero también le es útil designar un enemigo externo y pretender reaccionar a sus amenazas: al presentarse como garante de los intereses superiores de la nación gana en majestad. Según los occidentales, semejante clave de interpretación explicaría tanto que Vladimir Putin haya emprendido una feroz represión de sus opositores como que le haya reclamado a Estados Unidos garantías de seguridad con tal brutalidad que se aseguraba un rechazo definitivo a su demanda, a pesar de que sea legítima (Teurtrie, pág. 24). Dicho esto, si hay un presidente que tiene interés en emprender una pulseada diplomática para revertir su impopularidad, Joseph Biden es como mínimo tan indicado como su par del Kremlin…

La prensa estadounidense, cuyos análisis son repetidos automáticamente por los medios de comunicación franceses, nos explica que “una Ucrania democrática representaría una amenaza estratégica para el Estado represivo construido por Putin. Podría alentar a las fuerzas favorables a la democracia en Rusia” (1). Resulta sin embargo dudoso de que el viento de la libertad que sopla desde un país tan pobre y corrupto como Ucrania, cuyos dos principales dirigentes de la oposición se encuentran en prisión domiciliaria haya asustado al Kremlin. Y no es el apego de Kiev a las libertades públicas lo que le valió el apoyo militar de Turquía.


Pero, nada mejor para unir a representantes republicanos y demócratas que el resto del tiempo se enfrentan y juegan a la insurrección y la guerra civil, que frases grandilocuentes sobre la democracia, una escalada militar, presupuestos inflados para el Pentágono (2). “Para defender la paz exterior, el presidente Biden necesita hacer un poco de paz en casa –le aconseja incluso The Wall Street Journal–. La resistencia a Rusia une a los senadores progresistas y conservadores” (3). En resumen, un conflicto con Rusia apaciguaría los odios políticos estadounidenses.


Vía de escape

La presidencia errática de Donald Trump, sus dos procesos de destitución en el Congreso, las patrañas del Russiagate, el asalto al Capitolio, las acusaciones de fraude electoral o de manipulación del escrutinio socavaron la pretensión de Washington de darle lecciones de democracia al mundo entero. Admitiendo que sus profecias de un “fin de la Historia” habían sido desmentidas, Francis Fukuyama señala “dos factores clave que subestimé en ese entonces”. Uno de ellos, justamente, era “la posibilidad de una descomposición política de las democracias avanzadas” (4). Ahora bien, se preocupa Fukuyama, las divisiones internas de Estados Unidos amenazan el poder geoestratégico de Occidente.


A este estadio, los otros pueblos tienen fundamentos para preguntarse si deben añorar la unión nacional estadounidense, que produjo las guerras de Corea, de Vietnam, del Golfo, de Afganistán, de Irak. O preocuparse por los enfrentamientos internos actuales que podrían derivar en una guerra en Europa como vía de escape.

1. The Wall Street Journal, 21-1-22.
2. El 7 de diciembre de 2021, la Cámara de Representantes aprobó por 363 votos contra 70 un presupuesto militar de 778.000 millones de dólares, es decir 25.000 millones más de lo que reclamaba el presidente Biden.
3. Walter Russell Mead, “How to halt Putin’s Ukraine push”, The Wall Street Journal, 18-1-22. 
4. Francis Fukuyama, “What the world saw that day”, The New York Times, 9-1-02.

*Director de Le Monde diplomatique. 
Traducción: Micaela Houston

Información adicional

Autor/a: Serge Halimi
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