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La sobriedad contra la austeridad

La sobriedad contra la austeridad

 

La conferencia París Clima 2015 arrancó mal. Desde la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río el consumo de energía fósil no paró de aumentar. En 2013, sólo las subvenciones otorgadas en el mundo a los combustibles responsables del efecto invernadero representaban 400.000 millones de euros, es decir, cuatro veces las sumas consagradas a las energías renovables. Lanzado en 2011 por las Naciones Unidas, el Fondo Verde para el Clima al día de hoy no consiguió juntar más que 10.000 millones de euros…

 

Un acuerdo internacional va a fracasar en lo que respecta a limitar el recalentamiento del planeta en dos niveles, como lo plantea la conferencia, si los gobiernos siguen subordinando sus decisiones a la preservación de un sistema de producción basado en la acumulación, el saqueo y el derroche. No se va a poder responder al desafío climático sin que la gente se implique, pero las iniciativas individuales o locales van a seguir siendo inoperantes mientras no haya una voluntad política global. La aceptación de una sociedad menos energívora, más frugal, que impondría la modificación de muchos hábitos muy instalados, reclama la perspectiva de una mejora de la calidad de vida. No va a haber transición energética digna de ese nombre sin transformación económica y social, sin redistribución masiva de la riqueza tanto a escala nacional como a escala mundial. En India, donde trescientos millones de habitantes viven sin electricidad, la contaminación ambiental mata varios cientos de miles de personas cada año.

 

Fondos para el bienestar ecológico

 

En Occidente, la sobriedad se le opone frontalmente a la austeridad, que aparece como un subterfugio para repartir las riquezas de manera todavía menos equitativa. El camino de la disminución de nuestras emisiones de dióxido de carbono pasa por inversiones masivas en el medio ambiente, en los transportes públicos, en las energías renovables –al nivel, por ejemplo, de las sumas que se movilizaron para el salvataje de los bancos en 2008…–. Tanto la búsqueda de una eficacia energética como la mejora concreta de las condiciones de vida y de salud pública pueden crear muchos puestos de trabajo, disminuir los daños y generar en cada hogar ahorros sustanciales.

 

La sobriedad también lleva a definir de otra manera el bienestar: menos materia, más mano de obra; menos máquinas, más inteligencia. Gravar el combustible para reducir el uso intempestivo del avión; encarecer el transporte marítimo para ponerle trabas al libre comercio y favorecer así los circuitos cortos; renunciar a ciertos recursos del subsuelo. 

 

Con sólo un cuarto de la población mundial, los países industrializados dejaron un techo considerable en la atmósfera. Sus emisiones acumuladas ya ocasionaron un recalentamiento de 0,8 grados, y en poco más van a provocar otros 0,8 grados*. Se niegan, sin embargo, a fijarse objetivos que consideren sus emisiones pasadas, o a encarar más allá de las palabras las cooperaciones indispensables. Sin embargo llegó el momento de proveer a los Estados del Sur con los fondos y las tecnologías que les permitan hacer directamente el salto hacia un desarrollo basado en la sobriedad energética. Mejor en vez de más. 

 

* Sunita Narain, “Climat: l’injustice faite au Sud”, Politique étrangère, Vol. 80, Nº 2, París, verano de 2015.

 

*Jefe de Redacción de Le Monde diplomatique, París.

 

Traducción: Aldo Giacometti

 

 

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