Una cosa son las palabras y los deseos, pero en muchas ocasiones otra son los hechos y la realidad. Así permite verificarlo la historia. Y así resultaría el juicio al leer despacio el discurso que pronunció Barack Obama el pasado 21 de enero, cuando asumió como Presidente para un segundo mandato.

 

Manipulación. Su visión histórica es típica del poder: solamente ve una cara de los sucesos. Con acomodo de la historia a sus necesidades. Solo así, es posible decir, sin más, que: “Los patriotas de 1776 no lucharon para remplazar la tiranía de un rey con los privilegios de unos cuantos ni con el mandato de un tumulto”. Frase que distrajo o suavizó a continuación con un “Ellos nos entregaron una república, un Gobierno de la gente, por la gente y para la gente” (1).

 

Realidad. La historia recuerda que la Constitución de los Estados Unidos (1787) fue redactada por 55 hombres blancos, en su inmensa mayoría con grandes fortunas, que estaban representadas en tierra, esclavos y otros bienes. Según los archivos del Departamento de Tesorería, 40 de los convencionistas firmantes tenían bonos del Gobierno. Por supuesto, la mayoría tenía un interés económico directo para el establecimiento de un gobierno federal (2). No es casual, entonces la ausencia, en la Convención que dio paso a la Constitución, de la inmensa mayoría de quienes habitaban ese país de entonces: esclavos, criados contratados, mujeres, indígenas, y los no propietarios de tierra, cuyos intereses no son retomados en la Constitución (p. 63) (3).

 

Desmemoria. Aunque la tragedia que vivieron los negros esclavos y los indios la conoce cualquier estudiante de últimos años de secundaria, parece que en los Estados Unidos, identificados y convencidos por la versión difundida por Hollywood, no es así. Tal vez esto explique que un Presidente negro, por demás, con antepasados esclavos, llegue a decir que los padres fundadores, con ocultación de sus intereses, “nos entregaron una república, un Gobierno de la gente, por la gente y para la gente” (4).

 

En contravía con la Constitución de Haití (1804), que a partir de la derrota de los franceses fundó un pueblo de gente libre, en los Estados Unidos, a pesar de la expulsión de Inglaterra, continuó la esclavitud. En 1790, con la fuerza de trabajo de 500.000 seres humanos humillados y tratados como animales, el Sur producía 1.000 toneladas de algodón. Para 1860 –tras 73 años de “…un Gobierno de la gente, por la gente y para la gente”– ya eran 4.000.000 de esclavos quienes producían 1.000.000 de toneladas de algodón. Multiplicación de mano de obra, sin libertad, a pesar de una ley de 1808 que ilegalizaba su importación y que con evidencia, nunca fue efectiva.

 

Para que el esclavismo tuviera fin se debió esperar a que el capitalismo impusiera su lógica, y a que en el campo de batalla contra la Secesión vencieran los más preclaros representantes de los Estados Unidos nacientes, no tanto por amor a la libertad como por su afán de mantener la llamada “Unión Americana”. Los esclavos no eran el tema sustancial de la confrontación, así lo dejó entrever Abraham Lincoln en su campaña para el Senado de 1858 en Illinois (5) razón por la cual un abolicionista negro lo endilgaba como el “sabueso de Illinois” –por su oportunismo ante el tema de la esclavitud. Pese a la supresión de la esclavitud (se hace efectiva en diversas circunstancias y estados entre 1862-1868), los negros debieron luchar por décadas para la efectiva realización de sus derechos.

 

Sucesos tozudos: “Cuando acabó la guerra de Secesión, 19 de los 24 estados que conformaban la Unión Americana negaron el voto a los negros, pese a la 5 Enmienda. Pero además, para 1900 todos los estados sureños habían incluido en sus nuevas constituciones y estados la eliminación legal de los derechos de los negros, incluyendo leyes para su segregación” (p.150). Pero aún bien entrado el siglo XX en la vida cotidiana de los Estados Unidos los negros sufrían el rigor de la exclusión y la opresión. El asesinato de Martin Luther King es el sello de esta realidad. Tragedia humana que –ante la negativa de reconocerlos en igualdad de derechos a los blancos– reafirmó con hechos lo expresado por Obama en el comentado discurso: “(…) la libertad es un regalo de Dios, su gente es quien tiene que conseguirla aquí en la Tierra”.

 

Pero aún hoy, tras décadas de considerar que está superada esta contradicción “(…) raza y racismo continúan definiendo la dinámica nacional aquí a todo los niveles. Uno sólo se tiene que asomar a las jaulas del país con el mayor índice de población encarcelada en el mundo, o ver la educación, la salud, el hambre para ver los colores reales del país” (6).

 

Hacia el Pacífico

 

Violencia. Con los indios el “…Gobierno de la gente, por la gente y para la gente”, fue peor. Masacró a todas las tribus, usurpó su tierra y su memoria, y de este modo, paralelo al ferrocarril que cruzó desde el este a California, llevaron la “gran nación” hasta el Océano Pacífico. Sobre los huesos y la sangre de miles, así el capitalismo abrió su camino en la actual potencia del Norte.

 

Con múltiples manipulaciones, engaños y acciones militares encima; indios creeks, seminoles, shawnees, sac, fox, choctaws, cherokees y otros, perdieron sus territorios, y cuando no sufrieron la muerte a manos del ejército invasor, padecieron los efectos del poder oficial, al permitir que los colonos hicieran y deshicieran en territorio indio. Tristes sucesos como las “mudanzas de indios”, en especial la conocida como “Camino de las lágrimas” (p. 105) marcan parte de esta realidad que ahora Barack oculta con simples palabras.

 

Así, como con los indios y los negros, con sus vecinos también procedieron con la fuerza y la manipulación. El caso de México es ejemplar. Sobre su territorio en desposesión extendieron su frontera hacia el suroeste, al arrebatarles tras una guerra de tres años (1846-1848) Utah, Nevaba, Arizona, California, y con manipulaciones, Texas –hoy Nuevo México. Con dinero habían integrado en 1845 a Luisiana.

 

En su afán y propósito de expansión territorial –también más allá de los mares– en 1898 intervino en Cuba, y con las tropas españolas en derrota por el ejército de los mambises cubanos que lucharon la Independencia de la Isla, agarró Hawai, Filipinas, Puerto Rico, posesionó a sus soldados en Haití por más de una década, bajo una treta diplomática tomó Panamá, e invadió Nicaragua. Con acción imperial en otros países también deja huella su bota militar. Y, en medio de su imposición cometió el mayor acto de terrorismo que conozca la humanidad: lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki las primeras bombas atómicas, preámbulo y anuncio de su carácter e imposición como imperio hegemónico.

 

Mitología y monopolios

 

Esta que es la parte fuerte y militarista en el proceso de construcción de la llamada nación americana, no puede dejar de lado otros aspectos de su historia, marcada, de igual forma, por exclusión, opresión y sangre.

 

Dijo el reelegido Presidente: “Juntos, descubrimos que un mercado libre solo prospera cuando existen reglas que garanticen la competencia y los negocios justos”. Esta, que es parte de la mitología del capitalismo (7), tiene en los Estados Unidos numerosos hechos que la controvierten, algunos son: la concentración de inmensas fortunas y monopolios a partir de sobornos, leyes hechas a la medida de los empresarios, fallos judiciales, aranceles y otros subsidios especiales, con destinación específica; pero también, el pago de bajos salarios por parte de los patrones (183-188), todo lo cual excluye, de por sí, a no pocos competidores del “mercado libre”, y a una inmensa masa de la posible “…competencia y los negocios justos”. En la práctica, como sucede aún hoy, los gobiernos simulaban neutralidad para mantener el orden, pero en la práctica servían a los intereses de los ricos.

 

Tras ese sueño del mercado libre en las últimas décadas del siglo XIX llegaron a los Estados Unidos millones de inmigrantes, los mismos que tuvieron que padecer los horrores de la explotación y de la negación de sus derechos básicos. En la década de 1880 arribaron desde Europa y Asia 5.500.000; en la década siguiente la suma redondeó otros 4.000.000 de inmigrantes.

 

Esta mano de obra, barata y servil, dispuesta a cualquier cosa para llevar el sustento a sus hogares, en parte sirvió para romper las movilizaciones, huelgas, y grandes jornadas de protesta que conmocionaron ciudades como Chicago, Nueva York, Detroit. Es necesario recordar que entre 1881-1885 hubo en los Estados Unidos una media de 500 huelgas anuales, que involucraron 150.000 trabajadores por año. Y que en 1886 las huelgas llegaron a las 1.400, que involucraron 150.000 trabajadores (196).

 

El final dramático que tuvieron estas luchas, con la judicialización y el ahorcamiento de parte de la dirigencia obrera, que buscaba concretar la jornada de 8 horas de trabajo –tras varias décadas de luchar por tal meta–, desmiente el “sueño americano”, dibujado en palabras por Obama: “Somos fieles a nuestra creencia cuando una niñita que nazca en la más penosa de las pobrezas sepa que ella tiene la misma oportunidad de tener éxito que cualquier otra persona”.

 

Populismo. Pero este sueño que vive la niñita que trae a cuento el Presidente, es roto por la realidad del monopolio y la concentración de la riqueza. Por ejemplo, “…para 1851, 15 familias bostonianas controlaban 20 por ciento de la producción de algodón de los Estados Unidos, 30 por ciento de los seguros de Massachussets, y 40 por ciento de los recursos banqueros de Boston. Para 1900, en otro sector de la economía, la mitad de las 200 mil millas de línea férrea extendida por los Estados Unidos estaba en manos de un solo propietario, J. P. Morgan. Similar realidad acontecía con el petróleo y otras industrias.

 

El monopolio iba –va– mucho más allá. De su mano avanzó la concentración del poder político, como lo sentenció el acuerdo que permitió la elección como presidente de Rutherford Hayes en 1877, con el cual demócratas y republicanos acordaron que cualquiera fuera el ganador, la política nacional ya no volvería a sufrir cambios significativos (p. 186). El siglo XX confirmó la pervivencia de este acuerdo, junto al cual el reino del poder financiero permitió que “la formación de la voluntad del Congreso y la selección del presidente estadunidense se (haya) vuelto un privilegio reservado para las clases ecuestres del país”. (8)

 

Realidad fáctica ante la cual poco espacio tiene la niñita que refirió el Presidente Obama para conocer la verdad, más allá de la retórica, la justicia. Por el contrario, los hechos confirman el ahondamiento de la concentración de la riqueza y el cerramiento de la sociedad:

 

  • – “…el 1 por ciento de los hogares son dueños de aproximadamente 35 por ciento de toda la riqueza en manos privadas; 20 por ciento de los hogares más prósperos en este país son dueños de 89 por ciento de la riqueza y dejan sólo 11 por ciento de la riqueza para el 80 por ciento de abajo (los trabajadores). Todo esto empeora (o mejora si uno es rico). […] la riqueza nacional en manos del 50 por ciento más bajo de los hogares estadunidenses se desplomó dramáticamente después de la crisis financiera de 2007, para llegar a sólo 1.1 por ciento del total. Mientras tanto, el 10 por ciento más rico era dueño de 74.5 por ciento de la riqueza nacional” (9).
  • – Un número de 400 individuos en este país son dueños de más riqueza que la mitad más pobre de la población estadunidense, 150 millones de personas.
  • – El valor neto combinado de los 400 estadounidenses más ricos ascendió en un incremento de 13 por ciento, en el último año, para llegar a 1.7 billones de dólares, […]. Esta suma es equivalente a un octavo del valor de la economía de Estados Unidos (13.56 billones de dólares) y su tasa de incremento fue mucho más alta que la del crecimiento de la economía nacional con la cual la brecha entre ricos y pobres es más amplia.
  • – El valor promedio de estos 400 millonarios marcó un récord de 4 mil 200 millones de dólares, con incremento del 10 por ciento, respecto del año anterior.
  • – Los más ricos de los más ricos […] unas 15 mil familias cuentan con ingresos promedio de 23.8 millones de dólares, vieron sus ingresos crecer 21.5 por ciento en 2010 (4.2 millones adicionales). Representan el 0.01 por ciento más rico, y concentraron más de un tercio (37 por ciento) del incremento de los ingresos en ese año de recuperación económica.
  • – La tendencia a la concentración de la riqueza parece no tener fin. Así indican y reafirman las cifras: “Los integrantes del famoso 1 por ciento tan identificado por el movimiento Ocupa Wall Street recaudaron 93 por ciento del ingreso adicional creado en el país en 2010 sobre 2009, un total de 228 mil millones de dólares. El 1 por ciento que goza de por lo menos 352 mil dólares en ingresos anuales y en promedio un millón y pico, tuvo un incremento en su ingreso del 11.6 por ciento (106 mil adicionales). El 99 por ciento –o sea, todos los demás– quedó con sólo 7 por ciento del ingreso adicional que generó la recuperación en 2010; esto es, 80 dólares por persona.
  • – El uno por ciento acaparó el 93 por ciento del ingreso generado en el primer año de la llamada “recuperación”. […]. “en ningún momento en la historia moderna el .001 por ciento más rico ha sido dueño de tanta riqueza o ha pagado tan poco en impuestos”. Y esta concentración de la riqueza es un producto bipartidista.
  • – La desigualdad ha llegado a un punto sin precedente desde 1928, con el uno por ciento de la población en el control del 40 por ciento de la riqueza nacional.
  • – El 1 por ciento obtuvo 45 por ciento del crecimiento económico durante la presidencia de Bill Clinton en los 90, y 65 por ciento durante los tiempos de su sucesor, George W. Bush. Ahora, con Barack Obama, obtiene 93 por ciento del incremento en la generación de la riqueza nacional.

 

Paradoja. “El gobierno de Obama anuncia cada día el gran éxito de sus políticas económicas evidente en la recuperación, pero, por supuesto, no menciona que benefician casi exclusivamente a los más ricos”.

 

Este proceso de concentración se facilita porque la cúpula política pertenece al uno por ciento: la riqueza promedio de un representante, en 2010, fue de 5.9 millones de dólares, y de un senador 13.1 millones […]. Otra es que casi todos dependen del uno por ciento para ser electos. Sin duda, este país hoy es de, para y por los ricos.

 

En el lado opuesto la realidad abruma:

 

  • – El nivel de pobreza en Estados Unidos llegó a su punto más alto en casi 50 años. Uno de cada seis (y casi uno de cada cuatro niños) estadounidenses vivieron en la pobreza el año pasado, y hay un pronóstico con un indicativo de elevación en los próximos tres años. […]; mientras los ingresos del 1 por ciento más rico se duplicaron entre 1980 y 2010 (y triplicaron los del 0.1). Mientras tanto, los ingresos del 90 por ciento de abajo tuvieron un desplome de casi 5 por ciento.
  • – Uno de cada dos estadounidenses está en la pobreza o en su borde; dos tercios del caudal neto de los latinos y la mitad del de los afroestadunidenses se esfumó al perder su posesión más valiosa: sus casas, en la crisis hipotecaria; la desigualdad económica llega a extremos sin precedente desde la gran depresión: el ingreso promedio de los trabajadores está estancado durante más de tres décadas; uno de cada siete hogares padece o enfrenta la amenaza del hambre (el nivel más alto jamás registrado).
  • – Los salarios tienen un desplome del 23 por ciento desde 1973, y mientras en 1980 el 65 por ciento de los asalariados tenían seguro de salud como prestación de su empleo, en 2009 sólo un 29 por ciento gozaban de él.
  • – Desde 1985 el 60 por ciento de la población de abajo ha perdido 4 billones de dólares, la mayoría de los cuales van al 5 por ciento más rico.
  • – El número de pobres marca nuevos récords mientras los programas de apoyo social tienen reducción. Los gobiernos estatales y municipales están cerrando escuelas y hospitales (pero siguen abriendo cárceles) por falta de presupuesto. Por primera vez, la expectativa de vida promedio de los trabajadores blancos pobres rebajó cuatro años.
  • – La mayoría del 90 por ciento de abajo hoy es más pobre. El ingreso ajustado promedio fue de 29 mil 840 dólares anuales en 2010, 127 menos que 2009 y casi 5 mil dólares menos que en 2000. A la vez, las prestaciones otorgadas por patrones también están en declive; menos trabajadores gozan de seguro de salud y planes de jubilación de sus empresas

 

Esta realidad económica y social de los Estados Unidos, distingue a este país entre el resto de los avanzados por ser donde hay menos “movilidad social”, o sea, donde más se transmite o hereda la posición socioeconómica de sus ciudadanos, realidad que ontradice toda la esencia del llamado sueño americano, y confirma que hoy es casi todo mito y poca realidad. La posibilidad que tiene la niña que destacó el presidente Obama por romper la herencia de pobreza que la excluye, en verdad, la somete a la postración.

 

Para romper la retórica

 

“Hay un solo partido en los Estados Unidos, el Partido de la Propiedad […] y tiene dos alas derechas: republicana y demócrata” (10), expresó sin eufemismos Gore Vidal, intelectual crítico frente a la dinámica de su país. Y las consecuencias de sus políticas, extendidas a lo largo de dos siglos, son evidentes en todos los hogares de la potencia del norte. ¿Qué hacer entonces?

 

Conocedor de esta realidad, y las fatídicas consecuencias que puede desprender (polarización social, desunión, criminalidad, levantamientos, desintegración territorial, etcétera), el Presidente opta por enfatizar ante su público, una y otra vez, aquellos anuncios y frases que desean escuchar: “[…] nuestro país no puede tener éxito cuando cada vez menos gente tiene mucho éxito y cada vez más gente apenas puede cubrir sus gastos”. “Sabemos que Estados Unidos prospera cuando todas las personas pueden disfrutar de independencia y orgullo en el trabajo que hacen; cuando los salarios de un trabajo honesto liberan a las familias de estar al borde de la penuria”. “Nosotros, el pueblo de Estados Unidos, aún creemos que todo ciudadano merece un grado básico de seguridad y dignidad. Debemos tomar las decisiones difíciles para reducir el costo de la atención de la salud y el volumen de nuestros déficit”.

 

Pero, ¿pueden las simples palabras romper la dinámica económica y política que carga esta potencia, más aún cuando, como está a la vista, la política estructural que la determina está más allá del gobernante de turno?

 

Improbable. Para transformar la realidad, hace falta más que palabras. No basta con aludir a todos. Más aún, cuando el mayor porcentaje de ese ‘todos’ –el 99 por ciento– sabe que el restante 1 por ciento gobierna para su beneficio. Por eso, para alcanzar el cambio no son suficientes las palabras; para posibilitarlo hay que actuar, y en esa ruta la fuerza está en la sociedad. A ella se dirigió. En ella, retomó las banderas de los gays, de los inmigrantes, de los pobres, en fin, de los sectores sociales que le votaron, recordándole al mundo que el político habla a la tribuna que tiene al frente, con el énfasis puesto –por encuestas de antemano–, en las expectativas que el auditorio quiere escuchar.

 

Así lo hizo Lincoln con el tema de los esclavos, y ahora Obama con la pobreza y la depreciada supremacía de su país, tal vez con angustia ante el cuadro de la potencia que encabeza pero cuya dinámica autodestructiva no puede detener.

 

Al hablar, se ilusiona e ilusiona a los suyos con cambiar el rumbo, pero las cartas ya están marcadas.

 

1 Barack, Obama, discurso de posesión como presidente, 21 de enero de 2013, www.impactousa.com/ci_2242007/el-discurso-del-presidente-barack-obama-2013,

2 Zinn, Howard, La otra historia de los Estados Unidos, editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 62. En adelante todos los entrecomillados que no tengan cita son parte de este libro y su referencia será con el número de página al lado del párrafo correspondiente.

3 “La Constitución ilustra la complejidad del sistema americano: sirve a los intereses de una élite rica, pero también deja medianamente satisfecha a los pequeños terratenientes, a los trabajadores y agricultores de salario medio, y así se construye un apoyo de amplia base. La gente con cierta posición que conformaba esta base de apoyo eran un freno contra los negros, los indios y los blancos muy pobres”, op cit., p. 69.

4 “(…) todavía persiste la mitología respecto a los padres fundadores. ¿eran hombres sabios y justos que intentaban conseguir el equilibrio del poder? De hecho, no querían ese tipo de equilibro, sino uno que mantuviera las cosas en su sitio, un equilibrio entre las fuerzas dominantes de la época. Lo seguro es que no querían un equilibrio igualitario entre esclavos y amos, entre los desprovistos de tierra y los terratenientes, entre indios y blancos”, op. cit. p. 72.

5 Hablando en Chicago, en el norte de Illinois, expresó: “Olvidemos todas estas discusiones sobre este hombre o aquel, esta raza o aquella, que si tal raza es inferior, (…). Descartemos todo esto, y unámonos como un solo pueblo es toda esta tierra, hasta que una vez más nos levantemos proclamando que todos los hombres fueron creados iguales”. Dos meses después, en Charleston, sur de Illinois, dijo a su público: “Diré, pues, que no estoy, ni nunca he estado, a favor de equiparar social y políticamente a las razas blanca y negra; que no estoy ni nunca he estado, a favor de dejar votar ni formar parte de los jurados a los negros, ni de permitirles ocupar puestos en la administración, ni de casarse con blancos…y hasta que no puedan vivir así, mientras permanezcan juntos debe haber la posición superior e inferior, y yo, tanto como cualquier otro, deseo que la posición superior la ocupe la raza blanca”, op. cit., p. 135.

6 Brooks, David, “El momento poselectoral”, La Jornada, México, noviembre 26 de 2012.

7 Aunque algunos multimillonarios empezaron de cero, en la inmensa mayoría de los casos no era así. Un estudio sobre los orígenes de 303 ejecutivos de las industrias textiles, ferroviaria y siderúrgica –en la década de 1870– mostraba que el 90 por ciento procedía de familias de clase media o alta”. La otra historia… p. 182

8 Brooks, David, “Maldito mal”, La Jornada, México, 24 de septiembre de 2012.

9 Brooks, David, “El momento poselectoral”. En adelante, todos los datos relacionados proceden de distintos artículos de este autor, escritos entre 2011-2012, y publicados en el diario La Jornada, México.

10 Brooks, David, “Vidal vital”, La Jornada, México, 6 de agosto de 2012

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