Diferenciándose de la estéril oposición liberal, el sociólogo de izquierda Boris Kagarlitsky, en prisión por su militante oposición a la guerra en Ucrania, advierte qué podría cambiar en el bloque de poder en el Kremlin desde la nueva postura de Washington, adoptada por Donald Trump, cercano a Vladimir Putin, pero siempre impredecible.
Al involucrarse en la cuestión ucraniana apenas asumió su segundo mandato, el presidente estadounidense, Donald Trump, hizo importantes concesiones a Moscú, como renunciar al proyecto de integrar a Ucrania en la Otan o reconocer formalmente a Crimea como territorio ruso. Seis meses más tarde, el Kremlin sigue manteniendo sus reivindicaciones territoriales sobre cinco regiones de su vecino e intentando imponer a Kiev restricciones en materia de garantías de seguridad. La intransigencia rusa –que se explica en general por la huida hacia adelante de un solo hombre, Vladimir Putin– se entiende mejor al calor de los debates que despertó en el país la nueva postura estadounidense. Se perfilan dos tendencias, pero ambas coinciden en un punto: no ceder en nada respecto de Ucrania.